Tofun
El Largo
25-10-2024, 03:30 PM
Timsy nadaba emocionado, guiando a Umibozu con energía. Junto a ellos, el pez bruja emitía un murmullo ininteligible, sus burbujas flotando a la superficie mientras se movía de un lado a otro. Umibozu solo alcanzaba a entender un repetido “glu glu” que parecía hacer eco en la vasta extensión del mar.
Al cabo de un rato, llegaron a un claro en el fondo del mar, un lugar lleno de vida y color. A su alrededor, una gran variedad de criaturas marinas se agrupaban, creando un espectáculo a la vista: atunes que deslizaban como rayos de luz, tortugas marinas que se movían con una calma majestuosa, y algunos peces globo que, con sus características hinchadas, hacían malabares con burbujas de aire, provocando risas y murmullos entre los demás.
En el centro del claro, una anciana Ningyo se erguía majestuosamente. Con una caracola gigante en sus manos, su voz resonaba como el canto de un sirena, amplificando el mensaje que todos los presentes estaban ansiosos por escuchar:
— ¡Bienvenidos a los decimocuartos Juegos Acuáticos de Momobami! — Anunció, su tono tan fuerte que parecía atraer incluso a los peces más tímidos de los alrededores. — Hoy, las criaturas del mar tendrán la oportunidad de demostrar sus habilidades en una serie de pruebas que pondrán a prueba su valor, agilidad y astucia. ¡El vencedor se proclamará campeón y obtendrá un pequeño tesoro perdido de un naufragio pirata!
La mención del tesoro desató una oleada de murmullos entusiastas. Los peces comenzaron a moverse nerviosos, unos agitando sus aletas, otros cruzándose de un lado a otro en el agua. El pez bruja comenzó a gluglear hacia el hermano de Umibozu. Al poco tiempo, Timsy, con los ojos brillando de emoción, no pudo contenerse y se giró hacia Umibozu.
— ¡Mira! ¡Ahí está Gambito! — Dijo, señalando al pequeño ser que se erguía con aires de grandeza entre la multitud. La gamba humanoide, un Woko, con su astuta sonrisa, observaba a los competidores como si ya estuviera planeando su próximo movimiento.
— Ha ganado las últimas dos ediciones. — Continuó Timsy. — Según me dice el pana Filipo, es un tramposo. — Dijo señalando al pez bruja que aguardaba al lado de los hermanos observando el espectáculo. — Siempre hace trampa, tiene convencidos a algunos porque habla con muchos formalismos pero luego es el que siempre se aprovecha del resto.
Umibozu era una vista imponente en comparación con los demás; su figura colosal atraía la atención de todos. Algunos peces le lanzaban miradas llenas de admiración, mientras otros parecían aterrados. Se podía sentir el murmullo de susurros que circulaba entre los grupos, como si su llegada fuera un presagio de que las cosas no iban a ser tan sencillas como antes. Filipo glugleo de nuevo.
Timsy, con un brillo travieso en sus ojos, añadió:
— Filipo me ha prometido que me contará todo sobre el campamento pirata de Momobami si logras darle un escarmiento a Gambito. ¡Ves como soy util para la misión de Tofun! A partir de ahora tienes que llevarme a vuestras aventuras.
La atmósfera estaba cargada de emoción y expectativa. Los participantes miraban a Umibozu, esperando que se uniera a la competición y mostrara lo que un gyojin como él podía hacer en un mundo de trampas y picardías.
— ¡Umibozu se apunta! — Exclamó Timsy, anticipando la respuesta de su hermano.
Minutos más tarde, la emoción se palpaba en el agua cuando todos los participantes se reunieron en un claro iluminado por la luz que filtraba desde la superficie. El grupo era una mezcla pintoresca de especies: un ágil atún, una tortuga con aires de sabiduría, el astuto Gambito que sonreía como si ya hubiera ganado, un pez globo que se inflaba y desinflaba nerviosamente, un cangrejo gigante que parecía más interesado en su propia pinza que en la competencia, un calamar gigante que movía sus tentáculos con gracia y, por supuesto, Umibozu y una imponente orca que lo observaba con curiosidad.
La primera prueba fue anunciada por la anciana Ningyo. Los participantes debían liberar a un pez atrapado en una red de pescadores, un desafío que combinaba velocidad y estrategia. La regla era clara: debían rescatar al pez sin lastimarlo y llevarlo de vuelta a la sirena para su salvación, ir y volver. La presión estaba en el aire.
Los competidores se alinearon a una distancia de aproximadamente 30 metros de la red, todos con la mirada fija en su objetivo. Gambito, siempre el espectáculo andante, comenzó a animar al público con movimientos exagerados y risas que resonaban entre las algas, mientras los peces atrapados en la red glugleaban de forma dramática, añadiendo un toque de teatralidad al ambiente.
Umibozu, en su figura monumental, todavía no se había percatado de que la red que le tocaba era considerablemente más pesada que la de los demás. La expectativa aumentaba mientras los participantes tomaban sus posiciones.
—¡Listos! ¡Cuando la burbuja explote! —gritó la Ningyo, levantando su caracola en alto creando una enorme burbuja de aire que tras tres segundos explotaría produciendo un sonoro "¡Plop!".
Timsy miraba con los ojos muy abiertos, entusiasmado por la acción que se desarrollaba ante él. Gambito fue el primero en moverse, su pequeño cuerpo nadando con agilidad, mientras burlonamente lanzaba miradas de desafío a sus rivales. El pez globo se infló aún más, preparándose para la aventura, mientras el atún y la tortuga avanzaban con determinación. La orca, por su parte, se deslizó con gracia, casi como un torpedo en el agua.
La sirena observaba atentamente, su expresión era de intriga y expectación, lista para ver quién sería el primero en cumplir la misión. ¿Quién lograría liberar al pez sin dañar su delicada forma? La competencia estaba en marcha, y el espectáculo apenas comenzaba.
Al cabo de un rato, llegaron a un claro en el fondo del mar, un lugar lleno de vida y color. A su alrededor, una gran variedad de criaturas marinas se agrupaban, creando un espectáculo a la vista: atunes que deslizaban como rayos de luz, tortugas marinas que se movían con una calma majestuosa, y algunos peces globo que, con sus características hinchadas, hacían malabares con burbujas de aire, provocando risas y murmullos entre los demás.
En el centro del claro, una anciana Ningyo se erguía majestuosamente. Con una caracola gigante en sus manos, su voz resonaba como el canto de un sirena, amplificando el mensaje que todos los presentes estaban ansiosos por escuchar:
— ¡Bienvenidos a los decimocuartos Juegos Acuáticos de Momobami! — Anunció, su tono tan fuerte que parecía atraer incluso a los peces más tímidos de los alrededores. — Hoy, las criaturas del mar tendrán la oportunidad de demostrar sus habilidades en una serie de pruebas que pondrán a prueba su valor, agilidad y astucia. ¡El vencedor se proclamará campeón y obtendrá un pequeño tesoro perdido de un naufragio pirata!
La mención del tesoro desató una oleada de murmullos entusiastas. Los peces comenzaron a moverse nerviosos, unos agitando sus aletas, otros cruzándose de un lado a otro en el agua. El pez bruja comenzó a gluglear hacia el hermano de Umibozu. Al poco tiempo, Timsy, con los ojos brillando de emoción, no pudo contenerse y se giró hacia Umibozu.
— ¡Mira! ¡Ahí está Gambito! — Dijo, señalando al pequeño ser que se erguía con aires de grandeza entre la multitud. La gamba humanoide, un Woko, con su astuta sonrisa, observaba a los competidores como si ya estuviera planeando su próximo movimiento.
— Ha ganado las últimas dos ediciones. — Continuó Timsy. — Según me dice el pana Filipo, es un tramposo. — Dijo señalando al pez bruja que aguardaba al lado de los hermanos observando el espectáculo. — Siempre hace trampa, tiene convencidos a algunos porque habla con muchos formalismos pero luego es el que siempre se aprovecha del resto.
Umibozu era una vista imponente en comparación con los demás; su figura colosal atraía la atención de todos. Algunos peces le lanzaban miradas llenas de admiración, mientras otros parecían aterrados. Se podía sentir el murmullo de susurros que circulaba entre los grupos, como si su llegada fuera un presagio de que las cosas no iban a ser tan sencillas como antes. Filipo glugleo de nuevo.
Timsy, con un brillo travieso en sus ojos, añadió:
— Filipo me ha prometido que me contará todo sobre el campamento pirata de Momobami si logras darle un escarmiento a Gambito. ¡Ves como soy util para la misión de Tofun! A partir de ahora tienes que llevarme a vuestras aventuras.
La atmósfera estaba cargada de emoción y expectativa. Los participantes miraban a Umibozu, esperando que se uniera a la competición y mostrara lo que un gyojin como él podía hacer en un mundo de trampas y picardías.
— ¡Umibozu se apunta! — Exclamó Timsy, anticipando la respuesta de su hermano.
Minutos más tarde, la emoción se palpaba en el agua cuando todos los participantes se reunieron en un claro iluminado por la luz que filtraba desde la superficie. El grupo era una mezcla pintoresca de especies: un ágil atún, una tortuga con aires de sabiduría, el astuto Gambito que sonreía como si ya hubiera ganado, un pez globo que se inflaba y desinflaba nerviosamente, un cangrejo gigante que parecía más interesado en su propia pinza que en la competencia, un calamar gigante que movía sus tentáculos con gracia y, por supuesto, Umibozu y una imponente orca que lo observaba con curiosidad.
La primera prueba fue anunciada por la anciana Ningyo. Los participantes debían liberar a un pez atrapado en una red de pescadores, un desafío que combinaba velocidad y estrategia. La regla era clara: debían rescatar al pez sin lastimarlo y llevarlo de vuelta a la sirena para su salvación, ir y volver. La presión estaba en el aire.
Los competidores se alinearon a una distancia de aproximadamente 30 metros de la red, todos con la mirada fija en su objetivo. Gambito, siempre el espectáculo andante, comenzó a animar al público con movimientos exagerados y risas que resonaban entre las algas, mientras los peces atrapados en la red glugleaban de forma dramática, añadiendo un toque de teatralidad al ambiente.
Umibozu, en su figura monumental, todavía no se había percatado de que la red que le tocaba era considerablemente más pesada que la de los demás. La expectativa aumentaba mientras los participantes tomaban sus posiciones.
—¡Listos! ¡Cuando la burbuja explote! —gritó la Ningyo, levantando su caracola en alto creando una enorme burbuja de aire que tras tres segundos explotaría produciendo un sonoro "¡Plop!".
Timsy miraba con los ojos muy abiertos, entusiasmado por la acción que se desarrollaba ante él. Gambito fue el primero en moverse, su pequeño cuerpo nadando con agilidad, mientras burlonamente lanzaba miradas de desafío a sus rivales. El pez globo se infló aún más, preparándose para la aventura, mientras el atún y la tortuga avanzaban con determinación. La orca, por su parte, se deslizó con gracia, casi como un torpedo en el agua.
La sirena observaba atentamente, su expresión era de intriga y expectación, lista para ver quién sería el primero en cumplir la misión. ¿Quién lograría liberar al pez sin dañar su delicada forma? La competencia estaba en marcha, y el espectáculo apenas comenzaba.