Octojin
El terror blanco
25-10-2024, 04:03 PM
La ira ya se había esfumado por completo. Los comentarios que el tiburón había escuchado por parte del humano hacía unos minutos ya no existían en su mente. Todo había pasado a un segundo plano. Lo importante ahora era la oni, que estaba en un estado que no podían controlar, y aquello realmente era lo que preocupaba al gyojin.
Octojin mantuvo el agarre en Camille con toda la fuerza que tenía, sujeta firmemente para evitar que se descontrolara. Sin embargo, la oni no parecía dispuesta a rendirse tan fácilmente; toda su fuerza bruta se concentró en un último intento y, con un movimiento arrollador, los lanzó a ambos hacia un montón de escombros. El escualo centró su mirada en su compañera, que estaba totalmente ida. Y después miró hacia atrás, divisando hacia dónde le quería llevar. Sin casi tiempo de reacción... Vio el peligro a solo unos metros y, en un acto instintivo, empleó el brazo libre en rodear su cintura para protegerla, interponiendo su propio cuerpo entre Camille y el impacto. El golpe fue brutal: sintió varios trozos de piedra golpear en su espalda y alguna que otra madera atravesó su dura piel. Cayó al suelo, que arremetió contra su espalda y notó cómo el aire escapaba de sus pulmones. Por unos segundos, solo podía oír un zumbido en sus oídos mientras intentaba recuperar el aliento.
Fue entonces, desde el suelo e intentando recomponerse, cuando notó el enfrentamiento entre Camille y Atlas, un último choque de voluntades que los empujaba hasta el límite. La furia de ambos resonaba como un rugido sordo en la mente de Octojin, y él observó, impotente, cómo Camille caía finalmente al suelo, inconsciente.
Se quedó en silencio por un momento, escupiendo al suelo sangre y mirando cómo su espalda estaba realmente dañada. Y volvió a escupir una segunda vez, como si aquello pudiera aliviar la sensación de impotencia que lo carcomía por dentro. Luego, alzando la mirada hacia Atlas, aceptó su propuesta.
—Tienes razón —dijo en voz baja, cargando a Camille en su hombro con una mezcla de pesar y responsabilidad—. Vamos a llevarla a la enfermería.
El camino hasta allí fue una mezcla de miradas curiosas y murmullos que apenas prestó atención. Estaba acostumbrado a recibir aquello, pero obviamente no en una situación como aquella. Sí, se habían excedido bastante, pero... ¿Por qué ningún marine intervino? Cuando uno está en mitad de una pelea, muchas veces no es consciente de lo que está haciendo. Y eso les pasó a los marines. O eso quería creer el tiburón.
Sus pensamientos en ese momento estaban centrados en la oni, en cómo había llegado a este punto. Cuando llegaron, los médicos se apresuraron a atenderla. Tras algunos minutos de evaluación, el pronóstico fue positivo, y el alivio reemplazó la tensión que Octojin llevaba acumulada. Sin embargo, una sensación amarga permanecía en su interior. Y tardaría en irse.
—No sé qué ha pasado ahí, Atlas —Sus palabras salieron despacio, con una sinceridad pesada—. La ira nos ha cegado y... todo ha desencadenado en esto. Ella no tenía que estar ahí, ninguno de nosotros tenía que estar así —Su mandíbula se tensó mientras apretaba los puños—. Y aun así, ella fue quien pagó el precio.
Incapaz de sostener la mirada, se levantó y caminó hasta Atlas. Extendió la mano con seriedad, buscando un intento de redención, de cerrar aquella herida abierta que había quedado entre ellos.
—Lo siento —dijo, mirándolo a los ojos con una sinceridad innegable—. Voy a intentar que no vuelva a pasar.
Justo en ese momento, un oficial de la Marina entró en la enfermería. Al oír que Montpellier deseaba verlos, Octojin suspiró, notando una sensación de incomodidad cruzando su semblante.
—Esto va a ser lo peor —comentó, mirando a Atlas con un aire de resignación—. Aunque, después de lo de Camille… merece estar fuera de todo esto, ella ya ha pasado por suficiente. Creo que deberíamos decir que solo intentó separarnos y... Y recibió un mal golpe, o algo así. Quizá no se acuerda de nada cuando despierte —comentó esto último mirándola de reojo.
Se prepararon para enfrentar a la capitana Montpellier, conscientes de que lo que les esperaba no sería fácil, pero decididos a afrontar las consecuencias de sus actos.
Octojin mantuvo el agarre en Camille con toda la fuerza que tenía, sujeta firmemente para evitar que se descontrolara. Sin embargo, la oni no parecía dispuesta a rendirse tan fácilmente; toda su fuerza bruta se concentró en un último intento y, con un movimiento arrollador, los lanzó a ambos hacia un montón de escombros. El escualo centró su mirada en su compañera, que estaba totalmente ida. Y después miró hacia atrás, divisando hacia dónde le quería llevar. Sin casi tiempo de reacción... Vio el peligro a solo unos metros y, en un acto instintivo, empleó el brazo libre en rodear su cintura para protegerla, interponiendo su propio cuerpo entre Camille y el impacto. El golpe fue brutal: sintió varios trozos de piedra golpear en su espalda y alguna que otra madera atravesó su dura piel. Cayó al suelo, que arremetió contra su espalda y notó cómo el aire escapaba de sus pulmones. Por unos segundos, solo podía oír un zumbido en sus oídos mientras intentaba recuperar el aliento.
Fue entonces, desde el suelo e intentando recomponerse, cuando notó el enfrentamiento entre Camille y Atlas, un último choque de voluntades que los empujaba hasta el límite. La furia de ambos resonaba como un rugido sordo en la mente de Octojin, y él observó, impotente, cómo Camille caía finalmente al suelo, inconsciente.
Se quedó en silencio por un momento, escupiendo al suelo sangre y mirando cómo su espalda estaba realmente dañada. Y volvió a escupir una segunda vez, como si aquello pudiera aliviar la sensación de impotencia que lo carcomía por dentro. Luego, alzando la mirada hacia Atlas, aceptó su propuesta.
—Tienes razón —dijo en voz baja, cargando a Camille en su hombro con una mezcla de pesar y responsabilidad—. Vamos a llevarla a la enfermería.
El camino hasta allí fue una mezcla de miradas curiosas y murmullos que apenas prestó atención. Estaba acostumbrado a recibir aquello, pero obviamente no en una situación como aquella. Sí, se habían excedido bastante, pero... ¿Por qué ningún marine intervino? Cuando uno está en mitad de una pelea, muchas veces no es consciente de lo que está haciendo. Y eso les pasó a los marines. O eso quería creer el tiburón.
Sus pensamientos en ese momento estaban centrados en la oni, en cómo había llegado a este punto. Cuando llegaron, los médicos se apresuraron a atenderla. Tras algunos minutos de evaluación, el pronóstico fue positivo, y el alivio reemplazó la tensión que Octojin llevaba acumulada. Sin embargo, una sensación amarga permanecía en su interior. Y tardaría en irse.
—No sé qué ha pasado ahí, Atlas —Sus palabras salieron despacio, con una sinceridad pesada—. La ira nos ha cegado y... todo ha desencadenado en esto. Ella no tenía que estar ahí, ninguno de nosotros tenía que estar así —Su mandíbula se tensó mientras apretaba los puños—. Y aun así, ella fue quien pagó el precio.
Incapaz de sostener la mirada, se levantó y caminó hasta Atlas. Extendió la mano con seriedad, buscando un intento de redención, de cerrar aquella herida abierta que había quedado entre ellos.
—Lo siento —dijo, mirándolo a los ojos con una sinceridad innegable—. Voy a intentar que no vuelva a pasar.
Justo en ese momento, un oficial de la Marina entró en la enfermería. Al oír que Montpellier deseaba verlos, Octojin suspiró, notando una sensación de incomodidad cruzando su semblante.
—Esto va a ser lo peor —comentó, mirando a Atlas con un aire de resignación—. Aunque, después de lo de Camille… merece estar fuera de todo esto, ella ya ha pasado por suficiente. Creo que deberíamos decir que solo intentó separarnos y... Y recibió un mal golpe, o algo así. Quizá no se acuerda de nada cuando despierte —comentó esto último mirándola de reojo.
Se prepararon para enfrentar a la capitana Montpellier, conscientes de que lo que les esperaba no sería fácil, pero decididos a afrontar las consecuencias de sus actos.