Lemon Stone
MVP
25-10-2024, 04:31 PM
Desde que se unió al Ejército Revolucionario su gusto por golpear personas había crecido. ¿Pegarle a camaradas? Eso nada. Sus compañeros de la Armada eran buenos amigos, eran su nueva familia con la que querría pasar los próximos años, luchando codo a codo contra las Fuerzas Opresoras. Sin embargo, de alguna manera entendía que, para conseguir que el mundo estuviera lleno de Territorios Libres, necesitaba hacerse aún más fuerte. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que enfrentando en un combate dinámico y amistoso al hombre pequeño?
Se había despertado bastante temprano, incluso antes de que saliera el sol. Tuvo que zamparse un litro de café para sacarse el entorpecimiento mental de encima, pues era de esos hombres que les cuesta funcionar nada más despertar. Y una vez terminado el ritual matutino del café, comenzó a martillar con fuerza. Pam, pam, pam. Cada martillazo emitía un sonido agudo cuando chocaba con el acero, el fuego más vivo que nunca en el interior de horno. Usaba cuarzo para que el fundido alcanzara temperaturas sobre los 700°C, una técnica que había aprendido de uno de sus hermanos mayores, uno de los más reservados y distantes de la familia, pero que siempre había sido bueno con Lemon. De esta manera, los materiales que usaba para forjar se integraban adecuadamente y cada martillazo eliminaba las impurezas. Lo que hacía allí, con ese horno improvisado y esa mesa de trabajo tosca y pequeña, era arte.
-Ya es la hora, ¿no? -se dijo a sí mismo, secándose el sudor de la frente y colocándose la máscara en forma de corazón.
Se dirigió hacia el Baratie, el famoso restaurante en el que había luchado hacía unos días, y buscó a sus compañeros de armas, a sus camaradas. Era el último en llegar. Gracias a su vista prodigiosa pudo identificar rápidamente a Duende, el hombre pequeño que producía alcohol gracias a sus poderes malditos, y junto a él vio a Plumas. Llevaba las mismas espadas que le había regalado hacía unos meses, cuando le dijo que era un presente del Ejército Revolucionario siendo que, en realidad, las había comprado él; sería un secreto que guardaría por muchos, muchos años.
-Aquí huele a hombre -dijo, sus armas sujetas en la espalda-, huele a que nos vamos a romper la madre. No sé si hay reglas particulares o no, pero solo aceptaré este combate si nos comprometemos a no darnos en las bolas ni agarrarnos las tetillas. Quiero tener treinta y tres hijos, ¿saben? Necesito mis esferas del dragón funcionen hasta haber completado mi misión personal.
Tras lo dicho, aceptó el chupito de Duende. Delicioso. No había nada mejor que un buen trago para comenzar un combate y, quién sabe, llevarse a la cama un par de huesos rotos. Esperaba que el hombre pequeño no golpease tan fuerte como lo había demostrado hacía unos días en el Baratie. ¿Sería cobarde reconocer que tenía un poco de miedo? Mientras no lo demostrase estaría todo bien.
-Gracias por el trago, camarada. Yo tengo… Eh… Mantequilla -comentó, generando dos bloques de mantequilla que flotaban en la palma de su mano derecha-. No nos hará volar ni ser hombres de acero, pero está rica. Luego nos hacemos unas tostadas con esto.
Entonces, Lemon generó una cola de mantequilla que salía de su culo, no de su ano porque sería incómodo, y que acababa en una mano firme y poderosa. Sostuvo las tres armas y se preparó para el combate.