Silver
-
25-10-2024, 06:33 PM
El silencio nocturno solo era roto por el leve crujir de las tejas bajo los pies del pequeño médico, quien se movía con sorprendente precisión y agilidad para alguien de su oficio. Desde las alturas, el puerto y las estrechas calles de Oykot le ofrecían un laberinto de sombras donde podía moverse sin ser detectado. La carreta avanzaba con lentitud, y cada esquina que giraba parecía acercarla un poco más a su destino, obligándole a acelerar su plan.
Cuando el vehículo se adentró en una de las calles más amplias, las luces de las lámparas formaban un angosto pasillo de penumbra, justo lo que había esperado. Aprovechando la oscuridad, se dejó caer junto a la carreta con un movimiento fluido, aterrizando con apenas un sonido. El conductor ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar antes de que el pequeño médico se moviera, golpeando con precisión el costado del hombre, dejándolo aturdido. El hombre se desplomó sin hacer demasiado ruido, más sorprendido que herido.
Ahora, el carruaje estaba bajo su control. Su corazón le latía con fuerza, pero había logrado la primera parte de su plan sin complicaciones. Tenía la carreta, pero no mucho tiempo: en cualquier momento, alguien podría notar la ausencia del conductor y salir a buscarlo. Desde su posición, incluso podía oír el eco lejano de voces y pasos al otro lado de la calle, que parecían hacerse eco en la penumbra y lo instaban a actuar.
Debía decidir rápido. Podía optar por arrastrar el cuerpo del conductor a un callejón cercano y, al amparo de las sombras, abrir uno de los contenedores, para investigar el contenido ahora que lo tenía en sus manos. Esta opción le permitía estudiar la mercancía sin moverse y sin riesgos de que el carro llamase la atención en la calle. Pero abrir el contenedor sin mover la carreta podría alargar demasiado su presencia en el lugar. Y, si alguien se acercaba, tendría pocas salidas.
La otra opción sería conducir la carreta hasta un lugar seguro y más apartado del puerto, donde el riesgo de ser descubierto sería menor y tendría el control completo de la situación. Sin embargo, el ruido de la carreta al moverse y la necesidad de guiarla a través de las estrechas y oscuras calles de Oykot también conllevaba un riesgo. Un sonido inusual, un destello de movimiento en la penumbra… cualquier detalle podría delatarlo en pleno trayecto.
A su alrededor, las sombras de Oykot lo envolvían en un manto de discreción, pero no durarían para siempre. En una ciudad con callejones tan estrechos y miradas curiosas siempre al acecho, la sutileza era clave. Quizás tendría una oportunidad para obtener respuestas, pero la decisión debía tomarla ya.
Cuando el vehículo se adentró en una de las calles más amplias, las luces de las lámparas formaban un angosto pasillo de penumbra, justo lo que había esperado. Aprovechando la oscuridad, se dejó caer junto a la carreta con un movimiento fluido, aterrizando con apenas un sonido. El conductor ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar antes de que el pequeño médico se moviera, golpeando con precisión el costado del hombre, dejándolo aturdido. El hombre se desplomó sin hacer demasiado ruido, más sorprendido que herido.
Ahora, el carruaje estaba bajo su control. Su corazón le latía con fuerza, pero había logrado la primera parte de su plan sin complicaciones. Tenía la carreta, pero no mucho tiempo: en cualquier momento, alguien podría notar la ausencia del conductor y salir a buscarlo. Desde su posición, incluso podía oír el eco lejano de voces y pasos al otro lado de la calle, que parecían hacerse eco en la penumbra y lo instaban a actuar.
Debía decidir rápido. Podía optar por arrastrar el cuerpo del conductor a un callejón cercano y, al amparo de las sombras, abrir uno de los contenedores, para investigar el contenido ahora que lo tenía en sus manos. Esta opción le permitía estudiar la mercancía sin moverse y sin riesgos de que el carro llamase la atención en la calle. Pero abrir el contenedor sin mover la carreta podría alargar demasiado su presencia en el lugar. Y, si alguien se acercaba, tendría pocas salidas.
La otra opción sería conducir la carreta hasta un lugar seguro y más apartado del puerto, donde el riesgo de ser descubierto sería menor y tendría el control completo de la situación. Sin embargo, el ruido de la carreta al moverse y la necesidad de guiarla a través de las estrechas y oscuras calles de Oykot también conllevaba un riesgo. Un sonido inusual, un destello de movimiento en la penumbra… cualquier detalle podría delatarlo en pleno trayecto.
A su alrededor, las sombras de Oykot lo envolvían en un manto de discreción, pero no durarían para siempre. En una ciudad con callejones tan estrechos y miradas curiosas siempre al acecho, la sutileza era clave. Quizás tendría una oportunidad para obtener respuestas, pero la decisión debía tomarla ya.