Atlas
Nowhere | Fénix
25-10-2024, 07:29 PM
Tenía bastante claro que la solución más sencilla era a menudo la más fácil de ejecutas y la mejor. Fue por ello que, cuando Octojin me comentó las ideas que había tenido para que la operación resultase exitosa, no pude sino estar de acuerdo con él. Claro que había un sinfín de detalles que intentar matizar, pero el núcleo del plan estaba más que claro. Nunca llegaría un barco de la Marina cargado con oro y joyas para los piratas. No, eso no sucedería y en cuanto llegase la hora los criminales se darían cuenta de que algo no iba bien. Para cuando ese momento llegase los gyojins ya debían haber sido liberados. Era así de sencillo y, al mismo tiempo, así de complejo.
Había descendido desde las alturas para aterrizar junto a la orilla en una posición en la que el enemigo no nos podía divisar —al menos en teoría, claro—. Allí dirimimos cuáles eran los aspectos claves a resolver: en efecto, debíamos establecer un perímetro de búsqueda en torno al punto de encuentro para encontrar la embarcación en la que los secuestradores habrían de transportar a los seres abisales. Lo que me preocupaba en ese sentido era el peligro al que podían exponerse los propios habitantes del mar. Aquellos tipos estaban más que acostumbrados a tratar con seres submarinos. Seguro que tenían métodos para detectarlos incluso cuando no estaban intentando capturarlos. El área a cubrir era demasiado grande, por lo que dudaba que Octojin pudiese cubrirla por completo antes de que llegase el momento indicado.
—¿Hay algún problema? —interrumpió Tiberius, que se había aproximado para intentar averiguar qué era lo que dotaba nuestros rostros de esa imagen de preocupación.
—Octo es una bala, pero es demasiado terreno como para que lo pueda cubrir él solo —apostillé.
—No está solo. Yo mismo puedo colaborar, y no son pocos los chicos que se han ofrecido para lo que haga falta. No somos marines ni militares —continuó sin dejar que le interrumpiese—, por eso hemos pedido vuestra ayuda, pero eso no significa que no estemos dispuesto a sacrificarnos por proteger a los nuestros si es necesario. Además de mí hay otros cuatro o cinco nadadores extremadamente rápidos en la colonia. Podemos dividirnos la zona entre todos y cubrirla en un periquete. Además, llevamos un tiempo viviendo aquí y conocemos los islotes como la palma de nuestra mano. Sabremos mucho que mejor que Octojin dónde se pueden esconder barcos en espera de que llegue la hora acordada para un encuentro.
Tiberius no estaba dispuesto a ceder ni un ápice. La calmada y serena determinación de sus facciones así lo indicaba. Miré al tiburón, asintiendo para tratar de confirmar que ambos estábamos de acuerdo.
—Muy bien, pues resuelto ese contratiempo podemos continuar con la idea de Octojin. Tenemos una hora hasta el momento del encuentro. Para dentro de como mucho treinta minutos debemos saber dónde demonios mantienen a vuestros amigos y si están todos juntos. Me imagino que si tienen en mente hacer un intercambio los habrán reunido a todos, pero no me fío de ese viejo. Parece tener muchos tiros dados y no me extrañaría que tuviese alguna jugarreta preparada por si acaso. La tenga o no, no tenemos más remedio que ir a por todas. Hemos descubierto las cartas y hay que llegar hasta el final.
Tiberius asintió, marchándose a continuación en busca de sus chicos para delimitar las áreas que cada uno cubriría. Usando la arena del mismo modo que la había empleado yo en la primera ocasión, dibujamos un hexágono cuyo centro era el punto de encuentro. Trazando líneas desde el centro hasta los vértices conformamos seis zonas triangulares de tamaño idéntico, que serían las que se repartirían entre los veloces gyojines y Octo. A él se le asignó la zona situada más al norte.
Con las ideas claras, me dirigí al punto donde debería aguardar para dar comienzo a la operación. Con el fin de actuar de la forma más eficiente posible, no nos volveríamos a reunir y a partir de ese momento todas las comunicaciones se realizarían a través de Den Den Mushi. Octojin y los suyos se reunirían después de acabar el barrido y sacarían conclusiones. Una vez eligiesen el objetivo, se me indicaría y yo me incorporaría al ataque desde los cielos. Aunque me viesen despegar del peñón, para cuando informasen al barco —o los barcos— en cuestión el ataque por mar ya habría iniciado. Sí, todo estaba claro. Ya sólo restaba tener un poco de suerte que redondease el esfuerzo invertido.
Había descendido desde las alturas para aterrizar junto a la orilla en una posición en la que el enemigo no nos podía divisar —al menos en teoría, claro—. Allí dirimimos cuáles eran los aspectos claves a resolver: en efecto, debíamos establecer un perímetro de búsqueda en torno al punto de encuentro para encontrar la embarcación en la que los secuestradores habrían de transportar a los seres abisales. Lo que me preocupaba en ese sentido era el peligro al que podían exponerse los propios habitantes del mar. Aquellos tipos estaban más que acostumbrados a tratar con seres submarinos. Seguro que tenían métodos para detectarlos incluso cuando no estaban intentando capturarlos. El área a cubrir era demasiado grande, por lo que dudaba que Octojin pudiese cubrirla por completo antes de que llegase el momento indicado.
—¿Hay algún problema? —interrumpió Tiberius, que se había aproximado para intentar averiguar qué era lo que dotaba nuestros rostros de esa imagen de preocupación.
—Octo es una bala, pero es demasiado terreno como para que lo pueda cubrir él solo —apostillé.
—No está solo. Yo mismo puedo colaborar, y no son pocos los chicos que se han ofrecido para lo que haga falta. No somos marines ni militares —continuó sin dejar que le interrumpiese—, por eso hemos pedido vuestra ayuda, pero eso no significa que no estemos dispuesto a sacrificarnos por proteger a los nuestros si es necesario. Además de mí hay otros cuatro o cinco nadadores extremadamente rápidos en la colonia. Podemos dividirnos la zona entre todos y cubrirla en un periquete. Además, llevamos un tiempo viviendo aquí y conocemos los islotes como la palma de nuestra mano. Sabremos mucho que mejor que Octojin dónde se pueden esconder barcos en espera de que llegue la hora acordada para un encuentro.
Tiberius no estaba dispuesto a ceder ni un ápice. La calmada y serena determinación de sus facciones así lo indicaba. Miré al tiburón, asintiendo para tratar de confirmar que ambos estábamos de acuerdo.
—Muy bien, pues resuelto ese contratiempo podemos continuar con la idea de Octojin. Tenemos una hora hasta el momento del encuentro. Para dentro de como mucho treinta minutos debemos saber dónde demonios mantienen a vuestros amigos y si están todos juntos. Me imagino que si tienen en mente hacer un intercambio los habrán reunido a todos, pero no me fío de ese viejo. Parece tener muchos tiros dados y no me extrañaría que tuviese alguna jugarreta preparada por si acaso. La tenga o no, no tenemos más remedio que ir a por todas. Hemos descubierto las cartas y hay que llegar hasta el final.
Tiberius asintió, marchándose a continuación en busca de sus chicos para delimitar las áreas que cada uno cubriría. Usando la arena del mismo modo que la había empleado yo en la primera ocasión, dibujamos un hexágono cuyo centro era el punto de encuentro. Trazando líneas desde el centro hasta los vértices conformamos seis zonas triangulares de tamaño idéntico, que serían las que se repartirían entre los veloces gyojines y Octo. A él se le asignó la zona situada más al norte.
Con las ideas claras, me dirigí al punto donde debería aguardar para dar comienzo a la operación. Con el fin de actuar de la forma más eficiente posible, no nos volveríamos a reunir y a partir de ese momento todas las comunicaciones se realizarían a través de Den Den Mushi. Octojin y los suyos se reunirían después de acabar el barrido y sacarían conclusiones. Una vez eligiesen el objetivo, se me indicaría y yo me incorporaría al ataque desde los cielos. Aunque me viesen despegar del peñón, para cuando informasen al barco —o los barcos— en cuestión el ataque por mar ya habría iniciado. Sí, todo estaba claro. Ya sólo restaba tener un poco de suerte que redondease el esfuerzo invertido.