En el trayecto a Loguetown, Alexandra no había dormido más de dos horas al día, así que aquella noche cuando se tumbó en los barracones cayó rendida al tocar la cama, y eso que no era para nada cómoda. Durante su primer día había ayudado a unos pobres vendedores y además había conocido a Camille, que aunque fuera tres veces ella, le inspiró más seguridad que temor, si el resto de la brigada era igual le había tocado la lotería. Estaba deseando poder conocerles.
Le despertaron los gritos lejanos de un tal teniente comandante Shawn que instaba a los novatos —y cito textualmente— «a mover su puto culo que ya iba siendo hora de levantarse y hacer algo productivo con su vida de mierda». Un escalofrío recorrió la espalda de Alexandra y pensó que lo mejor era evitar a esa persona lo máximo posible. La chica se desperezó y se levantó de la cama, como le habían asignado una habitación no se había cruzado con nadie más de la brigada. Estaba aseándose cuando llamaron a la puerta y asomó la cabeza el chico que le había guiado ayer. Alex intentó hacer un saludo militar a lo que el chaval respondió con un gesto de mano.
— No hace falta que tomes esas formalidades conmigo, tenemos el mismo rango —el chico sonrió— te han asignado tu primera misión.
La emoción invadió el cuerpo de Alex ¿Su primera misión? ¿Ya? contaba con que los primeros días estaría entrenando para que acabaran de valorar sus habilidades. No pudo evitar preguntarse que sería, ojalá fuera algo en lo que pudiera demostrar su valía, como salvar a un gatito de un árbol.
—Tienes que ir a hacer unas compras junto con... — el chico suspiró— Masao. Forma parte de la brigada, el te guiará y te enseñará la ciudad. Te está esperando fuera, cuando acabes de asearte puedes ir.
Alex asintió y él se dio la vuelta para acabar saliendo por la puerta. Mierda. No le había preguntado el nombre. Bueno, ya lo haría más tarde.
Se acabó de vestir con su nuevo uniforme y se dirigió a la salida del cuartel. Cuando llegó se dio cuenta de que allí no había nadie aún, así que se apoyó contra la pared y esperó.
Le despertaron los gritos lejanos de un tal teniente comandante Shawn que instaba a los novatos —y cito textualmente— «a mover su puto culo que ya iba siendo hora de levantarse y hacer algo productivo con su vida de mierda». Un escalofrío recorrió la espalda de Alexandra y pensó que lo mejor era evitar a esa persona lo máximo posible. La chica se desperezó y se levantó de la cama, como le habían asignado una habitación no se había cruzado con nadie más de la brigada. Estaba aseándose cuando llamaron a la puerta y asomó la cabeza el chico que le había guiado ayer. Alex intentó hacer un saludo militar a lo que el chaval respondió con un gesto de mano.
— No hace falta que tomes esas formalidades conmigo, tenemos el mismo rango —el chico sonrió— te han asignado tu primera misión.
La emoción invadió el cuerpo de Alex ¿Su primera misión? ¿Ya? contaba con que los primeros días estaría entrenando para que acabaran de valorar sus habilidades. No pudo evitar preguntarse que sería, ojalá fuera algo en lo que pudiera demostrar su valía, como salvar a un gatito de un árbol.
—Tienes que ir a hacer unas compras junto con... — el chico suspiró— Masao. Forma parte de la brigada, el te guiará y te enseñará la ciudad. Te está esperando fuera, cuando acabes de asearte puedes ir.
Alex asintió y él se dio la vuelta para acabar saliendo por la puerta. Mierda. No le había preguntado el nombre. Bueno, ya lo haría más tarde.
Se acabó de vestir con su nuevo uniforme y se dirigió a la salida del cuartel. Cuando llegó se dio cuenta de que allí no había nadie aún, así que se apoyó contra la pared y esperó.