Alistair
Mochuelo
25-10-2024, 09:03 PM
Todo era inusual desde el momento en que inició el ataque. La extraña expresión en su rostro que daba mal rollo sin importar desde qué ángulo lo abordara, su falta de reacción ante el Lunarian aproximándose hacia él con su arma desenfundada y finalmente, la sensación que se transmitió del cuerpo del hombre hasta su katana.
Crack.
Un crujido pasó primero a sus manos, luego a sus oídos, y finalmente llegó a su vista. ¿Estaba pegándole a un pedazo de madera? Exceptuando por la difícilmente perceptible diferencia de que ésta estaba claramente mas refinada que las usadas en sus prácticas con la katana, la sensación era marginalmente idéntica. Pero, ¿como era eso posible? Juraba que no se había equivocado, y que el lado romo de su katana había conectado con fuerza en el hombre, y aun así no sintió el contacto con tela, carne o tan siquiera hueso. Su ceño se frunció al instante, desconfiando de sus propios sentidos. Por un momento perdió completamente el hilo de los eventos en curso.
Había golpeado algo que distaba de lo humano, lo cual solo abría mas preguntas que respuestas.
Tan pronto el cuerpo salió despedido, Alistair levantó la mano en frente de su rostro para protegerlo de las astillas que habrían salido despedidas en el instante que su arma conectó con el... "objeto", intentando proteger principalmente sus ojos de que alguno de estos proyectiles errantes se clavara y acabara siendo un problema mayor. Incluso podía lidiar con astillas en las manos, suponiendo que tuvieran la fuerza para atravesar la fuerte piel del Lunarian.
Confusión aparte, una vez el cuerpo que parecía humano dejó de rodar, se aproximó a él en busca de respuestas; la curiosidad le superaba, y en una de contadas ocasiones, priorizó responderlas por encima de las personas malheridas. Sentía que necesitaba saber lo que estaba sucediendo, arrojar luz en tan enrevesados acontecimientos que iniciaron con una simple cacería de rumores.
Se aproximó al supuesto cuerpo y lo examinó de cerca, evitando tocarlo en todo momento. Su apariencia, esa sensación, incluso el aroma a pino húmedo que despedía -para algo tenía que servirle esa nariz mejorada-... Era un muñeco de madera en cada definición de la palabra. ¿Qué narices estaba pasando? Hasta hace momentos atrás, juraba que el hombre era de carne y hueso, y nada más ni nada menos que eso. Si tan solo le hubiese pillado un poco más con la guardia baja, estaba seguro que le dolería la cabeza de tan extraño giro de los acontecimientos. Alistair incluso intentó picarlo con la punta de la katana, en espera de que el extraño artefacto moviera alguna de sus artificiales extremidades. Nada. Era una maquinación simple en concepto, impulsada con un motor pero claramente fabricada por manos capaces; incluso la versión mas rudimentaria y cruda de un autómata era una rareza sorprendente de ver en este mar.
Ya se encargaría de unir las piezas del rompecabezas, pero por ahora, otra emergencia exigía su atención: Los hombres malheridos. Dejando de lado el muñeco, se acercaría a los hombres para examinarlos nuevamente, tal que pudiera asegurarse de su estado. Nada mayor, estaban magullados por cada sitio que los ojos pudieran recorrer pero no corrían peligro de muerte de momento. Un alivio, teniendo en cuenta que la gravedad de las heridas se veía mucho peor de lo que en realidad eran.
Un suspiro se le escapó, aliviado. Al menos hasta que escuchó un silbido extraño llegar hasta su oído, provocando que instintivamente se girara a ver a su espalda, pensando que el fugaz combate aún no finalizaba, encontrándose solo con la soledad del bosque y el sonido del viento moviendo las hojas. Parpadeó, completamente extrañado. — ¿Qué ha sido...? — Se giró nuevamente hacia los hombres, ahora observando la aparición de ronchas en sus cuellos y un brillo inusual cerca de la zona, pronto revelándose como unas finas agujas clavadas firmemente en la piel. Las cosas habían ido para peor; no tenía idea de qué les estaba ocurriendo. Incluso con la calma del sitio, sus sentidos se rehusaban a bajar la guardia.
En las manos de los hombres, además, encontraría una especie de tarjeta cuya imagen desconocía completamente, y que solo ahondaba más el misterio. La tomaría y guardaría en uno de los bolsillos de su pantalón, dispuesto a investigar más a futuro. Por lo pronto, cargaría con dificultad a los dos hombres malheridos hasta las instalaciones médicas mas cercanas -procurando no agitarlos demasiado por su bienestar-, y cuando estuvieran en una condición mas estable, intentaría preguntar al personal si tenía algún detalle sobre la extraña aflicción, o a los propios trabajadores si sabían algo al respecto. Con suerte, sus conocimientos como médico le permitirían colaborar para mejorar la recuperación de los civiles, y además le darían una puja con el personal para sonsacar los rumores que buscaba en primer lugar.
Pero de eso se preocuparía después. Por lo pronto: Asegurarse de que nadie la palmaría, o al menos hacer todo lo posible para ello. Los rumores podían esperar un día más.
Crack.
Un crujido pasó primero a sus manos, luego a sus oídos, y finalmente llegó a su vista. ¿Estaba pegándole a un pedazo de madera? Exceptuando por la difícilmente perceptible diferencia de que ésta estaba claramente mas refinada que las usadas en sus prácticas con la katana, la sensación era marginalmente idéntica. Pero, ¿como era eso posible? Juraba que no se había equivocado, y que el lado romo de su katana había conectado con fuerza en el hombre, y aun así no sintió el contacto con tela, carne o tan siquiera hueso. Su ceño se frunció al instante, desconfiando de sus propios sentidos. Por un momento perdió completamente el hilo de los eventos en curso.
Había golpeado algo que distaba de lo humano, lo cual solo abría mas preguntas que respuestas.
Tan pronto el cuerpo salió despedido, Alistair levantó la mano en frente de su rostro para protegerlo de las astillas que habrían salido despedidas en el instante que su arma conectó con el... "objeto", intentando proteger principalmente sus ojos de que alguno de estos proyectiles errantes se clavara y acabara siendo un problema mayor. Incluso podía lidiar con astillas en las manos, suponiendo que tuvieran la fuerza para atravesar la fuerte piel del Lunarian.
Confusión aparte, una vez el cuerpo que parecía humano dejó de rodar, se aproximó a él en busca de respuestas; la curiosidad le superaba, y en una de contadas ocasiones, priorizó responderlas por encima de las personas malheridas. Sentía que necesitaba saber lo que estaba sucediendo, arrojar luz en tan enrevesados acontecimientos que iniciaron con una simple cacería de rumores.
Se aproximó al supuesto cuerpo y lo examinó de cerca, evitando tocarlo en todo momento. Su apariencia, esa sensación, incluso el aroma a pino húmedo que despedía -para algo tenía que servirle esa nariz mejorada-... Era un muñeco de madera en cada definición de la palabra. ¿Qué narices estaba pasando? Hasta hace momentos atrás, juraba que el hombre era de carne y hueso, y nada más ni nada menos que eso. Si tan solo le hubiese pillado un poco más con la guardia baja, estaba seguro que le dolería la cabeza de tan extraño giro de los acontecimientos. Alistair incluso intentó picarlo con la punta de la katana, en espera de que el extraño artefacto moviera alguna de sus artificiales extremidades. Nada. Era una maquinación simple en concepto, impulsada con un motor pero claramente fabricada por manos capaces; incluso la versión mas rudimentaria y cruda de un autómata era una rareza sorprendente de ver en este mar.
Ya se encargaría de unir las piezas del rompecabezas, pero por ahora, otra emergencia exigía su atención: Los hombres malheridos. Dejando de lado el muñeco, se acercaría a los hombres para examinarlos nuevamente, tal que pudiera asegurarse de su estado. Nada mayor, estaban magullados por cada sitio que los ojos pudieran recorrer pero no corrían peligro de muerte de momento. Un alivio, teniendo en cuenta que la gravedad de las heridas se veía mucho peor de lo que en realidad eran.
Un suspiro se le escapó, aliviado. Al menos hasta que escuchó un silbido extraño llegar hasta su oído, provocando que instintivamente se girara a ver a su espalda, pensando que el fugaz combate aún no finalizaba, encontrándose solo con la soledad del bosque y el sonido del viento moviendo las hojas. Parpadeó, completamente extrañado. — ¿Qué ha sido...? — Se giró nuevamente hacia los hombres, ahora observando la aparición de ronchas en sus cuellos y un brillo inusual cerca de la zona, pronto revelándose como unas finas agujas clavadas firmemente en la piel. Las cosas habían ido para peor; no tenía idea de qué les estaba ocurriendo. Incluso con la calma del sitio, sus sentidos se rehusaban a bajar la guardia.
En las manos de los hombres, además, encontraría una especie de tarjeta cuya imagen desconocía completamente, y que solo ahondaba más el misterio. La tomaría y guardaría en uno de los bolsillos de su pantalón, dispuesto a investigar más a futuro. Por lo pronto, cargaría con dificultad a los dos hombres malheridos hasta las instalaciones médicas mas cercanas -procurando no agitarlos demasiado por su bienestar-, y cuando estuvieran en una condición mas estable, intentaría preguntar al personal si tenía algún detalle sobre la extraña aflicción, o a los propios trabajadores si sabían algo al respecto. Con suerte, sus conocimientos como médico le permitirían colaborar para mejorar la recuperación de los civiles, y además le darían una puja con el personal para sonsacar los rumores que buscaba en primer lugar.
Pero de eso se preocuparía después. Por lo pronto: Asegurarse de que nadie la palmaría, o al menos hacer todo lo posible para ello. Los rumores podían esperar un día más.