Atlas
Nowhere | Fénix
26-10-2024, 12:25 AM
La puerta terminó por ceder ante mi empuje. Todo mi empeño era salir de aquella condenada nube tóxica para poder continuar con mi labor de rescate de la pobre mujer. No obstante, cuando la madera cedió ante mis embistes me topé de frente con un tipo que empleaba una extraña vestimenta. Una vez más, aquello sólo añadía más preguntas sin respuesta a la ya alta montaña de las mismas que había ido acumulando.
Al volver la mirada hacia atrás me topé con que había perdido de vista a la mujer. No sólo eso, sino que había salido al exterior y era incapaz de distinguir a la mujer ni nada de lo que dejaba atrás. ¿Cómo demonios podía entrar ahí? La voz de mi superior retumbando a través del caracol volvió a acudir a mi mente. Había dejado atrás a mis compañeros en medio de un ataque pirata. Era cierto que no lo había hecho con afán de eludir mis responsabilidades, sino porque había hallado una pista que merecía ser seguida y que consideraba podría haber aliviado el sufrimiento de la población local.
Tal vez aquella fuese una de esas ocasiones en las que, en vez de sumergirme de nuevo en a saber qué, podría ser más productivo volver, informar de lo sucedido y regresar con refuerzos. Sí, aquello parecía lo más sensato, así que emprendí el vuelo de vuelta a la zona en la que habíamos establecido el campamento.
Cuál fue mi sorpresa al comprobar que, al llegar, la batalla había finalizado con un claro perdedor. Los marines vencidos se esparcían por el suelo. Los supervivientes en mejores condiciones se afanaban por ayudar a aquellos en peor estado. No eran pocos los que lucían heridas sangrantes que precisaban asistencia médica inmediata. Algunos uniformados gritaban con sus miembros arrancados y, en general, la situación era lamentable se mirase como se mirase.
Me disponía a buscar a quien estuviese al mando en aquellos momentos cuando una mano aferró mi pierna. Las palabras de aquel marine, tan asustado como lastimado, no dejaban de reflejar el calvario que habían sufrido en mi ausencia.
Sin interrumpirle, solté mi pierna de su mano y le ayudé a incorporarse para buscar asistencia médica. Una vez la encontrásemos, me dispondría a buscar al oficial al mando para proporcionar las pruebas que había conseguido, informar de mis hallazgos, enterarme en profundidad de cuál era la situación y asumir mi papel en el contraataque, la nueva incursión en el laboratorio o lo que fuera necesario. Del mismo modo, contaría mis suposiciones y las sospechas que tenía en lo referente a la sustancia tóxica que parecían codiciar los criminales.
Al volver la mirada hacia atrás me topé con que había perdido de vista a la mujer. No sólo eso, sino que había salido al exterior y era incapaz de distinguir a la mujer ni nada de lo que dejaba atrás. ¿Cómo demonios podía entrar ahí? La voz de mi superior retumbando a través del caracol volvió a acudir a mi mente. Había dejado atrás a mis compañeros en medio de un ataque pirata. Era cierto que no lo había hecho con afán de eludir mis responsabilidades, sino porque había hallado una pista que merecía ser seguida y que consideraba podría haber aliviado el sufrimiento de la población local.
Tal vez aquella fuese una de esas ocasiones en las que, en vez de sumergirme de nuevo en a saber qué, podría ser más productivo volver, informar de lo sucedido y regresar con refuerzos. Sí, aquello parecía lo más sensato, así que emprendí el vuelo de vuelta a la zona en la que habíamos establecido el campamento.
Cuál fue mi sorpresa al comprobar que, al llegar, la batalla había finalizado con un claro perdedor. Los marines vencidos se esparcían por el suelo. Los supervivientes en mejores condiciones se afanaban por ayudar a aquellos en peor estado. No eran pocos los que lucían heridas sangrantes que precisaban asistencia médica inmediata. Algunos uniformados gritaban con sus miembros arrancados y, en general, la situación era lamentable se mirase como se mirase.
Me disponía a buscar a quien estuviese al mando en aquellos momentos cuando una mano aferró mi pierna. Las palabras de aquel marine, tan asustado como lastimado, no dejaban de reflejar el calvario que habían sufrido en mi ausencia.
Sin interrumpirle, solté mi pierna de su mano y le ayudé a incorporarse para buscar asistencia médica. Una vez la encontrásemos, me dispondría a buscar al oficial al mando para proporcionar las pruebas que había conseguido, informar de mis hallazgos, enterarme en profundidad de cuál era la situación y asumir mi papel en el contraataque, la nueva incursión en el laboratorio o lo que fuera necesario. Del mismo modo, contaría mis suposiciones y las sospechas que tenía en lo referente a la sustancia tóxica que parecían codiciar los criminales.