Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
26-10-2024, 09:44 AM
El calor de la chimenea se entrelazaba con el bullicio de la taberna, pero Ragn no lograba oír nada que no fuera su respiración, y el leve susurro de la respiración de Airgid entre sus labios. En ese instante, el mundo exterior se desvanecía, y solo ella ocupaba el espacio frente a él. Sus ojos, ese tono cálido como el atardecer, reflejaban en un brillo único una complejidad que él, un hombre acostumbrado a leer los vientos y prever tempestades, aún no lograba entender. Con una calma difícil de explicar, Ragn observó a Airgid mientras sus dedos descendía desde su mejilla magullada hasta su nuca, deteniéndose en sus cabellos. Cada centímetro de su piel le parecía una tierra que quería descubrir y proteger, como un lugar solo para él. Se inclinó para besarla, lento y profundo, escuchando el tambor en su pecho como un canto de guerra y, a la vez, un susurro de paz. Con Airgid, había algo más que pasión, era como si el toque de su piel fuera una ofrenda y una promesa. Al besarla, los pensamientos sobre Nosha, su diosa de la muerte y el destino, volvieron a él. No era la primera vez que la presencia de la diosa lo envolvía en sueños, ella se había mostrado antes, advirtiéndole de una sombra que colgaría sobre su amor por esta mujer. Nosha, la tejedora del destino y la guardiana de aquellos que caminaban la delgada línea entre la vida y la muerte, siempre había tenido un mensaje para él, en su viaje encontraría tanto el amor como el fin. Ragn nunca creyó realmente en un destino predestinado en este aspecto, pero ahora, con Airgid, sentía que sus decisiones no habían sido tan libres como él había pensado. ¿Sería ella la razón por la que había soñado durante tanto tiempo con una presencia junto a él?
Sin detenerse a pensar en respuestas, sus manos empezaron a recorrerla con una brusquedad natural, una caricia lo menos bruta que le era posible. La forma en que el cuerpo de Airgid reaccionaba era para él como un resplandor, una fuerza magnética que le atraía hacia ella. Sus labios se encontraron nuevamente, mientras una de sus manos se desplazaba por la línea de su espalda, afianzándose para acercarla aún más. La intensidad de sus pensamientos disminuía conforme sus cuerpos se alineaban, ya no había dudas, solo un deseo tan natural como el de un guerrero por su tierra natal. Sin embargo, el momento fue roto de pronto por una risa ronca a su lado. — ¡Bueno, bueno! Veo que tenemos compañía. —Interrumpió un camarero de rostro cuadrado, con un tono que no podía ser más burlón. — Espero no ser el único en pensar que tal vez necesitan algo más… cómodo.— El vikingo se apartó, aún con los labios apenas separados de los de Airgid, una sonrisa irónica en su rostro. Ragn giró lentamente hacia el camarero, quien sostenía un par de jarros llenos hasta el borde y un plato cargado de comida humeante. Suponía que la cortesía y la interrupción eran parte de su oficio, pero no podía evitar desear que aquel hombre se esfumara. — Toma tu comida, gigante, o terminarás con las manos vacías y, francamente, no tengo ganas de volver a traerte nada más esta noche, ¿eh? —Bromeó el camarero con una risa que resonó en el ambiente. Los de la mesa de al lado levantaron las copa, sonrientes. Les hacía, extrañamente ilusión lo que estaba pasando.
Ragn asintió con resignación, dejando que la sonrisa continuara en su rostro mientras tomaba uno de los jarros. Observó a Airgid, que parecía divertida por la interrupción, y le ofreció el otro vaso. Con un simple asentimiento, se sentaron para compartir la comida que el camarero había traído. El bullicio de la taberna volvió a rodearlos. Ragn chocó sus manos y las frotó. — ¡Comerrr, comerrr, comerrr! — Se acomodo. — Nessesitarrr comerrr parrra ponerrr mejorrr. — Diría contento. Mientras comían, Ragn pudo notar las miradas de algunos de los otros clientes de la taberna. Las historias, chismes y risas en la atmósfera se mezclaban en una sinfonía de cotilleos y bromas sobre la "pareja de la noche". Ragn no estaba acostumbrado a quedarse en un solo lugar, y sin embargo, no podía negar la comodidad que sentía en ese momento. Uno de los presentes, un ballenero conocido de Ragn llamado Sigurd, se acercó y le dio una palmada en el hombro. El golpe fue fuerte, pero Ragn apenas sintió el dolor. Sigurd, con su voz estruendosa y su barba tupida, saludó a ambos con un entusiasmo que no dejaba lugar a duda sobre su felicidad al ver al vikingo en tan buena compañía. — ¡Ragn! Te estaba observando y debo decir que has encontrado un buen motivo para quedarte quieto por un rato, ¿no? —Gritó entre risas, haciendo que hasta el propio vikingo se ruborizara ligeramente mientras bebía de su jarra. — Quieto, poderrr serrr, perrrro no venssido. —Respondió el vikingo con una sonrisa amplia, lanzando una mirada desafiante a su amigo. — Aunque es cierto que hay motivos más que suficientes para considerar nuevas alianzas. — Diría el tipo mirando hacia la rubia. Con la boca llena, Ragn apuntó con el tenedor hacia Airgid. — ¿Desshirrd ellla? serrrrh mujrfggerrr mía. — Dijo sin tapujo ninguno. Era una forma de ahuyentar al tipo o realmente creía que Airgid le pertenecía ya.
Sigurd soltó una carcajada antes de seguir a otra mesa, dejando al vikingo y a Airgid en un silencio que resonaba mucho más que las palabras. Para él, la mística de ese instante y la certeza en la intensidad de sus sentimientos se hacían más evidentes con cada segundo. Cuando miraba a Airgid, veía no solo a la mujer que había buscado, sino también una presencia que parecía desmoronar todas sus defensas. A pesar de su rudeza, a ella no le importaban las cicatrices en su piel o el peso de las batallas que cargaba en su cuerpo. Con otro sorbo de su jarra, Ragn continuó sus pensamientos sobre Nosha y lo que la diosa había sugerido en sueños. La fragilidad de la vida, tan evidente en la furia del combate, era una paradoja en este momento, al lado de Airgid, sentía que había encontrado algo tan duradero y fuerte como el acero de su espada, y aun así tan delicado y efímero como el viento. ¿Era posible que Nosha, la tejedora del destino, hubiera dispuesto que esta unión llevara consigo no solo el amor, sino también un presagio de final? Ragn sabía que, aunque esto fuera cierto, enfrentaría cualquier cosa con tal de mantener a Airgid en su vida. Por un instante, sus pensamientos se tornaron oscuros, pero la calidez de la taberna y la alegría en los ojos de Airgid lo devolvieron al presente. Ella había sido la mujer que había buscado y creía que incluso antes de conocerla había sentido su presencia. Aquel primer encuentro en el vertedero no había sido casualidad. Su corazón y sus manos le pertenecían a ella, y en ese momento, Ragn decidió que ningún presagio, incluso de una diosa, podría separarlo de ella. ¿Eso era poner a Airgid por encima de Nosha? el vikingo escupió la comida, confuso por sus pensamientos. — ¡No hay nada por encima de Nosha, idiota! — Se decía copn fuerza. Nada parecía poder romper el momento ... ¿No?
Mientras Ragn y Airgid seguían inmersos en su conversación, compartiendo risas y miradas que parecían tejer un espacio solo para ellos, un murmullo inusual se apoderó de la taberna. El bullicio típico disminuyó de inmediato y los pocos que todavía hablaban lo hacían en voz baja, observando hacia la entrada. Un par de hombres apartaron la mirada y siguieron bebiendo, mientras algunos otros desviaron la vista de forma disimulada. Ragn, notando la súbita tensión en el ambiente, entrecerró los ojos y volvió el rostro en la dirección de la que emanaba esa callada inquietud. Parada junto a la puerta, Torhent Mulasckah era inconfundible. La mujer rubia irradiaba una mezcla de presencia y poderío que, aún con su estatura no tan imponente, imponía respeto en cualquier espacio. El aire gélido que traía con ella desde el exterior parecía calar en los huesos, y la manera en que su mirada calculadora barrió la taberna bastaba para que todos mantuvieran la distancia. Vestía ropajes de cuero y lana de aspecto resistente, propios de una guerrera, pero con un estilo vikingo que, aunque muy sobrio, se ajustaba a su figura fuerte y robusta. La piel curtida y marcada por viejas cicatrices hablaba de años de combate y de que la "Señora de las Mil Dagas" no era simplemente un apodo, sino un reflejo de su habilidad letal. Ragn dejó de sonreír en cuanto la vio y sintió que un nudo de incomodidad se formaba en su estómago. Conocía bien a Torhent; no solo era su cuñada, sino la compañera de su hermano menor, Torrenirrh "El hijo de la muerte". Había algo en la forma en que ella lo miraba que le resultaba inquietante. Torhent se acercó despacio, y aunque la tensión era evidente, también había en ella una tranquilidad forjada en mil batallas. La mujer caminó hasta su mesa sin hacer el menor caso a los murmullos, mientras los dedos de Ragn se tensaban sobre la mano de Airgid.
—Ragnheidr. —Dijo finalmente, con una voz baja y dura que cortaba el aire como el filo de sus dagas.— Det er sant det ryktene sa, du er ikke så stor som før. Du er... Mindre. — Era lo mismo que su hermano le dijo en el Baratie hace unos años. Es decir, eso confirmaba que habían hablado sobre ese momento, sobre él. Ragn la miró en silencio, incapaz de ocultar una ligera mueca de fastidio ante el comentario, pero no reaccionó de inmediato. Torhent siempre había sido franca, brutalmente directa, algo que encajaba a la perfección con el carácter de su hermano. —Torrrhent. Qué hasserrr aquí. —Respondió él, con el tono seco de quien reconoce una visita inesperada pero no necesariamente deseada. Además, la mujer se sorprendió al verle hablar en la lengua de los humanos. Lo que le generó una sonrisa maliciosa a la hembra. Torhent desvió su mirada a Airgid, y una nueva sonrisa apareció en su rostro, tan breve como cortante. Se inclinó un poco, observando a la mujer a su lado con una expresión mezcla de curiosidad e ironía. Se fijo en que le faltaba una pierna. —¿Así que este es el famoso “juguete roto” del que tanto he escuchado rumores? Vaya, parece que esta vez has escogido bien, hermano de mi esposo. —Soltó con una risilla áspera y sin rastro de humor. Hablaba a la perfección la lengua mundana, otra más de la tierra de Ragn que le humillaba en este aspecto.— Te ves como si… te hubieras encariñado. Aunque ya sabes lo que dice Torrenirrh ...— Ragn frunció el ceño y contestó practicamente al mismo tiempo.— Jeg bryr meg ikke om hva den mannen sier. Jeg har aldri brydd meg.— La mujr se llevó una mano a la boca para tapar la risa — Wow, nå har Elbaf-blodet ditt kommet ut. Bare når du snakker om en ekte kriger? For en nysgjerrig sønn av vinden. — Era increible como el momento se había fastidiado. Ragn se levantó, alzandose sobre la mujer por más de tres metros. Le entregño sombra a ella y a los rufianes que la acompañaban.
El comentario fue como un golpe en el estómago para Ragn. La relación con su hermano menor siempre había sido tensa, una mezcla de rivalidad y hostilidad que, con los años, se había convertido en una grieta irreparable. Desde pequeños, Torrenirrh había sentido celos del respeto y el estatus que Ragn poseía por parte de sus abuelos. Aquella admiración de su infancia se transformó en resentimiento y, al final, en una competencia en la que Torrenirrh estaba dispuesto a usar cualquier medio para superarlo. Aunque Ragn había aprendido a ignorar muchas cosas, la mención de Airgid como un "juguete" lo enfureció, y esa molestia se dejó ver en la tensión de sus mandíbulas. —¿Qué notissias trrraerrr esta vez, Torrrhent? — Siempre tan usada por su marido, siempre apenada por lo que pudo ser. Torrrhent era la mujer del guerrero maldito, ¿cómo podía estar bien de la cabeza? la usaba para cualquier estupidez, como mandar mensajes alrededor del mundo. La guerrera le dedicó una sonrisa tímida, tomando asiento sin siquiera preguntar. Al hacerlo, dejó ver en su cintura dos dagas de fino trabajo que, según se decía, nunca dejaba de llevar consigo. Miró a Airgid nuevamente, con una curiosidad calculadora. —No te preocupes, Airgid, no vine a separarte de él. —Comentó como si ya conociera a la mecánica, usando el nombre de la mujer con una familiaridad que descolocó a Ragn y, probablemente, también a Airgid— Pero pensé que sería prudente advertirte. —Prosiguió Torhent, dirigiéndose a Ragn.— Que tu hermano tiene planes. Y no precisamente planes pequeños.— Ragn cruzó los brazos, su mirada endureciéndose. Aunque no lo admitiera en voz alta, saber que Torrenirrh estaba tramando algo era más inquietante de lo que aparentaba. El temperamento de su hermano y su ambición siempre los había puesto en riesgo, y si su cuñada estaba en ahí, era probable que se tratara de algo serio. —¿De qué se trratarrr, Torrrhent? —Preguntó con voz grave, sin rodeos. Torhent jugueteó con una de sus dagas, haciéndola girar entre sus dedos antes de clavar sus ojos en los de Ragn. La mirada era penetrante, impasible.
—Está haciendo alianzas… de las que no se puede salir ileso. Barcos de otras tierras, tropas de piratas de otras islas… planes de grandeza, Ragn, de ese tipo que llevan a hombres como él a soñar con una corona. Y cuando digo corona… —Se detuvo un momento, bajando la voz para asegurarse de que solo ellos dos la escucharan.—Quiero decir que Torrenirrh está buscando algo más que respeto. Algo… que hasta Nosha desaprobaría. — El pie derecho del vikingo chocó contra la madera de la taberna, abriendo un hueco y haciendola temblar. Estaba enfadado. Muy enfadado. —Ikke snakk om Nosha. Ikke nevne henne. Ellers vil jeg avslutte livet ditt akkurat nå. Jeg bryr meg ikke om du er min lillebrors kone, jeg vil ta livet ditt med mine hender og jeg vil gjøre det med glede. Du har ikke engang privilegiet å nevne det for meg, kvinne. — El semblante de la mujer cambió por completo a algo parecido al temor. Ella, como tantos otros en Elbaf, era de los que se reían de las "nuevas diosas" que Ragn propagaba. Una de las que ayudaron a que fuera desterrado de Elbaf. ¿Y ahora la mencionaba como si nada? en la vida. La mención de la diosa hizo que Ragn la mirara aún más serio, sintiendo cómo las palabras resonaban en sus pensamientos. Conocía el orgullo y la codicia de su hermano, pero aquello que Torhent insinuaba cruzaba la línea de cualquier rivalidad entre hermanos. Nosha, la diosa de la muerte, regía el equilibrio de la vida, y jugar con ese equilibrio en nombre de la ambición era una blasfemia a ojos de Ragn.
Torhent volvió a girarse hacia Airgid, y un destello de lástima o advertencia cruzó su rostro. A pesar de su tono severo, Torhent parecía tener en cuenta la presencia de Airgid de un modo inesperado, casi como si entendiera la posición en la que ella estaba ahora. —Ten cuidado con él, Airgid. —Le dijo finalmente. — Alguien que sigue a Ragn y sus caminos necesita estar lista para lo inesperado, y, por lo que veo, has aprendido ya unas cuantas lecciones. — Dijo mirando a su pierna buena. El ambiente en la taberna se había enrarecido por completo, los murmullos habían cesado, y los pocos curiosos miraban con cautela. La "Señora de las Mil Dagas" no era una visita habitual , y mucho menos un rostro que los presentes esperaran ver en medio de una noche de fiesta. Finalmente, Torhent se dio la vuelta, ajustando sus dagas con un movimiento ágil y seguro, mientras una sonrisa ligera se formaba en sus labios. —Por ahora, considera esto una advertencia, Ragnheidr. Y recuerda que, para bien o para mal, llevas la misma sangre que él, aunque trates de negarlo. — Con esas palabras, se volvió hacia la puerta, avanzando con paso decidido y desapareciendo en la noche.
Sin detenerse a pensar en respuestas, sus manos empezaron a recorrerla con una brusquedad natural, una caricia lo menos bruta que le era posible. La forma en que el cuerpo de Airgid reaccionaba era para él como un resplandor, una fuerza magnética que le atraía hacia ella. Sus labios se encontraron nuevamente, mientras una de sus manos se desplazaba por la línea de su espalda, afianzándose para acercarla aún más. La intensidad de sus pensamientos disminuía conforme sus cuerpos se alineaban, ya no había dudas, solo un deseo tan natural como el de un guerrero por su tierra natal. Sin embargo, el momento fue roto de pronto por una risa ronca a su lado. — ¡Bueno, bueno! Veo que tenemos compañía. —Interrumpió un camarero de rostro cuadrado, con un tono que no podía ser más burlón. — Espero no ser el único en pensar que tal vez necesitan algo más… cómodo.— El vikingo se apartó, aún con los labios apenas separados de los de Airgid, una sonrisa irónica en su rostro. Ragn giró lentamente hacia el camarero, quien sostenía un par de jarros llenos hasta el borde y un plato cargado de comida humeante. Suponía que la cortesía y la interrupción eran parte de su oficio, pero no podía evitar desear que aquel hombre se esfumara. — Toma tu comida, gigante, o terminarás con las manos vacías y, francamente, no tengo ganas de volver a traerte nada más esta noche, ¿eh? —Bromeó el camarero con una risa que resonó en el ambiente. Los de la mesa de al lado levantaron las copa, sonrientes. Les hacía, extrañamente ilusión lo que estaba pasando.
Ragn asintió con resignación, dejando que la sonrisa continuara en su rostro mientras tomaba uno de los jarros. Observó a Airgid, que parecía divertida por la interrupción, y le ofreció el otro vaso. Con un simple asentimiento, se sentaron para compartir la comida que el camarero había traído. El bullicio de la taberna volvió a rodearlos. Ragn chocó sus manos y las frotó. — ¡Comerrr, comerrr, comerrr! — Se acomodo. — Nessesitarrr comerrr parrra ponerrr mejorrr. — Diría contento. Mientras comían, Ragn pudo notar las miradas de algunos de los otros clientes de la taberna. Las historias, chismes y risas en la atmósfera se mezclaban en una sinfonía de cotilleos y bromas sobre la "pareja de la noche". Ragn no estaba acostumbrado a quedarse en un solo lugar, y sin embargo, no podía negar la comodidad que sentía en ese momento. Uno de los presentes, un ballenero conocido de Ragn llamado Sigurd, se acercó y le dio una palmada en el hombro. El golpe fue fuerte, pero Ragn apenas sintió el dolor. Sigurd, con su voz estruendosa y su barba tupida, saludó a ambos con un entusiasmo que no dejaba lugar a duda sobre su felicidad al ver al vikingo en tan buena compañía. — ¡Ragn! Te estaba observando y debo decir que has encontrado un buen motivo para quedarte quieto por un rato, ¿no? —Gritó entre risas, haciendo que hasta el propio vikingo se ruborizara ligeramente mientras bebía de su jarra. — Quieto, poderrr serrr, perrrro no venssido. —Respondió el vikingo con una sonrisa amplia, lanzando una mirada desafiante a su amigo. — Aunque es cierto que hay motivos más que suficientes para considerar nuevas alianzas. — Diría el tipo mirando hacia la rubia. Con la boca llena, Ragn apuntó con el tenedor hacia Airgid. — ¿Desshirrd ellla? serrrrh mujrfggerrr mía. — Dijo sin tapujo ninguno. Era una forma de ahuyentar al tipo o realmente creía que Airgid le pertenecía ya.
Sigurd soltó una carcajada antes de seguir a otra mesa, dejando al vikingo y a Airgid en un silencio que resonaba mucho más que las palabras. Para él, la mística de ese instante y la certeza en la intensidad de sus sentimientos se hacían más evidentes con cada segundo. Cuando miraba a Airgid, veía no solo a la mujer que había buscado, sino también una presencia que parecía desmoronar todas sus defensas. A pesar de su rudeza, a ella no le importaban las cicatrices en su piel o el peso de las batallas que cargaba en su cuerpo. Con otro sorbo de su jarra, Ragn continuó sus pensamientos sobre Nosha y lo que la diosa había sugerido en sueños. La fragilidad de la vida, tan evidente en la furia del combate, era una paradoja en este momento, al lado de Airgid, sentía que había encontrado algo tan duradero y fuerte como el acero de su espada, y aun así tan delicado y efímero como el viento. ¿Era posible que Nosha, la tejedora del destino, hubiera dispuesto que esta unión llevara consigo no solo el amor, sino también un presagio de final? Ragn sabía que, aunque esto fuera cierto, enfrentaría cualquier cosa con tal de mantener a Airgid en su vida. Por un instante, sus pensamientos se tornaron oscuros, pero la calidez de la taberna y la alegría en los ojos de Airgid lo devolvieron al presente. Ella había sido la mujer que había buscado y creía que incluso antes de conocerla había sentido su presencia. Aquel primer encuentro en el vertedero no había sido casualidad. Su corazón y sus manos le pertenecían a ella, y en ese momento, Ragn decidió que ningún presagio, incluso de una diosa, podría separarlo de ella. ¿Eso era poner a Airgid por encima de Nosha? el vikingo escupió la comida, confuso por sus pensamientos. — ¡No hay nada por encima de Nosha, idiota! — Se decía copn fuerza. Nada parecía poder romper el momento ... ¿No?
Mientras Ragn y Airgid seguían inmersos en su conversación, compartiendo risas y miradas que parecían tejer un espacio solo para ellos, un murmullo inusual se apoderó de la taberna. El bullicio típico disminuyó de inmediato y los pocos que todavía hablaban lo hacían en voz baja, observando hacia la entrada. Un par de hombres apartaron la mirada y siguieron bebiendo, mientras algunos otros desviaron la vista de forma disimulada. Ragn, notando la súbita tensión en el ambiente, entrecerró los ojos y volvió el rostro en la dirección de la que emanaba esa callada inquietud. Parada junto a la puerta, Torhent Mulasckah era inconfundible. La mujer rubia irradiaba una mezcla de presencia y poderío que, aún con su estatura no tan imponente, imponía respeto en cualquier espacio. El aire gélido que traía con ella desde el exterior parecía calar en los huesos, y la manera en que su mirada calculadora barrió la taberna bastaba para que todos mantuvieran la distancia. Vestía ropajes de cuero y lana de aspecto resistente, propios de una guerrera, pero con un estilo vikingo que, aunque muy sobrio, se ajustaba a su figura fuerte y robusta. La piel curtida y marcada por viejas cicatrices hablaba de años de combate y de que la "Señora de las Mil Dagas" no era simplemente un apodo, sino un reflejo de su habilidad letal. Ragn dejó de sonreír en cuanto la vio y sintió que un nudo de incomodidad se formaba en su estómago. Conocía bien a Torhent; no solo era su cuñada, sino la compañera de su hermano menor, Torrenirrh "El hijo de la muerte". Había algo en la forma en que ella lo miraba que le resultaba inquietante. Torhent se acercó despacio, y aunque la tensión era evidente, también había en ella una tranquilidad forjada en mil batallas. La mujer caminó hasta su mesa sin hacer el menor caso a los murmullos, mientras los dedos de Ragn se tensaban sobre la mano de Airgid.
—Ragnheidr. —Dijo finalmente, con una voz baja y dura que cortaba el aire como el filo de sus dagas.— Det er sant det ryktene sa, du er ikke så stor som før. Du er... Mindre. — Era lo mismo que su hermano le dijo en el Baratie hace unos años. Es decir, eso confirmaba que habían hablado sobre ese momento, sobre él. Ragn la miró en silencio, incapaz de ocultar una ligera mueca de fastidio ante el comentario, pero no reaccionó de inmediato. Torhent siempre había sido franca, brutalmente directa, algo que encajaba a la perfección con el carácter de su hermano. —Torrrhent. Qué hasserrr aquí. —Respondió él, con el tono seco de quien reconoce una visita inesperada pero no necesariamente deseada. Además, la mujer se sorprendió al verle hablar en la lengua de los humanos. Lo que le generó una sonrisa maliciosa a la hembra. Torhent desvió su mirada a Airgid, y una nueva sonrisa apareció en su rostro, tan breve como cortante. Se inclinó un poco, observando a la mujer a su lado con una expresión mezcla de curiosidad e ironía. Se fijo en que le faltaba una pierna. —¿Así que este es el famoso “juguete roto” del que tanto he escuchado rumores? Vaya, parece que esta vez has escogido bien, hermano de mi esposo. —Soltó con una risilla áspera y sin rastro de humor. Hablaba a la perfección la lengua mundana, otra más de la tierra de Ragn que le humillaba en este aspecto.— Te ves como si… te hubieras encariñado. Aunque ya sabes lo que dice Torrenirrh ...— Ragn frunció el ceño y contestó practicamente al mismo tiempo.— Jeg bryr meg ikke om hva den mannen sier. Jeg har aldri brydd meg.— La mujr se llevó una mano a la boca para tapar la risa — Wow, nå har Elbaf-blodet ditt kommet ut. Bare når du snakker om en ekte kriger? For en nysgjerrig sønn av vinden. — Era increible como el momento se había fastidiado. Ragn se levantó, alzandose sobre la mujer por más de tres metros. Le entregño sombra a ella y a los rufianes que la acompañaban.
El comentario fue como un golpe en el estómago para Ragn. La relación con su hermano menor siempre había sido tensa, una mezcla de rivalidad y hostilidad que, con los años, se había convertido en una grieta irreparable. Desde pequeños, Torrenirrh había sentido celos del respeto y el estatus que Ragn poseía por parte de sus abuelos. Aquella admiración de su infancia se transformó en resentimiento y, al final, en una competencia en la que Torrenirrh estaba dispuesto a usar cualquier medio para superarlo. Aunque Ragn había aprendido a ignorar muchas cosas, la mención de Airgid como un "juguete" lo enfureció, y esa molestia se dejó ver en la tensión de sus mandíbulas. —¿Qué notissias trrraerrr esta vez, Torrrhent? — Siempre tan usada por su marido, siempre apenada por lo que pudo ser. Torrrhent era la mujer del guerrero maldito, ¿cómo podía estar bien de la cabeza? la usaba para cualquier estupidez, como mandar mensajes alrededor del mundo. La guerrera le dedicó una sonrisa tímida, tomando asiento sin siquiera preguntar. Al hacerlo, dejó ver en su cintura dos dagas de fino trabajo que, según se decía, nunca dejaba de llevar consigo. Miró a Airgid nuevamente, con una curiosidad calculadora. —No te preocupes, Airgid, no vine a separarte de él. —Comentó como si ya conociera a la mecánica, usando el nombre de la mujer con una familiaridad que descolocó a Ragn y, probablemente, también a Airgid— Pero pensé que sería prudente advertirte. —Prosiguió Torhent, dirigiéndose a Ragn.— Que tu hermano tiene planes. Y no precisamente planes pequeños.— Ragn cruzó los brazos, su mirada endureciéndose. Aunque no lo admitiera en voz alta, saber que Torrenirrh estaba tramando algo era más inquietante de lo que aparentaba. El temperamento de su hermano y su ambición siempre los había puesto en riesgo, y si su cuñada estaba en ahí, era probable que se tratara de algo serio. —¿De qué se trratarrr, Torrrhent? —Preguntó con voz grave, sin rodeos. Torhent jugueteó con una de sus dagas, haciéndola girar entre sus dedos antes de clavar sus ojos en los de Ragn. La mirada era penetrante, impasible.
—Está haciendo alianzas… de las que no se puede salir ileso. Barcos de otras tierras, tropas de piratas de otras islas… planes de grandeza, Ragn, de ese tipo que llevan a hombres como él a soñar con una corona. Y cuando digo corona… —Se detuvo un momento, bajando la voz para asegurarse de que solo ellos dos la escucharan.—Quiero decir que Torrenirrh está buscando algo más que respeto. Algo… que hasta Nosha desaprobaría. — El pie derecho del vikingo chocó contra la madera de la taberna, abriendo un hueco y haciendola temblar. Estaba enfadado. Muy enfadado. —Ikke snakk om Nosha. Ikke nevne henne. Ellers vil jeg avslutte livet ditt akkurat nå. Jeg bryr meg ikke om du er min lillebrors kone, jeg vil ta livet ditt med mine hender og jeg vil gjøre det med glede. Du har ikke engang privilegiet å nevne det for meg, kvinne. — El semblante de la mujer cambió por completo a algo parecido al temor. Ella, como tantos otros en Elbaf, era de los que se reían de las "nuevas diosas" que Ragn propagaba. Una de las que ayudaron a que fuera desterrado de Elbaf. ¿Y ahora la mencionaba como si nada? en la vida. La mención de la diosa hizo que Ragn la mirara aún más serio, sintiendo cómo las palabras resonaban en sus pensamientos. Conocía el orgullo y la codicia de su hermano, pero aquello que Torhent insinuaba cruzaba la línea de cualquier rivalidad entre hermanos. Nosha, la diosa de la muerte, regía el equilibrio de la vida, y jugar con ese equilibrio en nombre de la ambición era una blasfemia a ojos de Ragn.
Torhent volvió a girarse hacia Airgid, y un destello de lástima o advertencia cruzó su rostro. A pesar de su tono severo, Torhent parecía tener en cuenta la presencia de Airgid de un modo inesperado, casi como si entendiera la posición en la que ella estaba ahora. —Ten cuidado con él, Airgid. —Le dijo finalmente. — Alguien que sigue a Ragn y sus caminos necesita estar lista para lo inesperado, y, por lo que veo, has aprendido ya unas cuantas lecciones. — Dijo mirando a su pierna buena. El ambiente en la taberna se había enrarecido por completo, los murmullos habían cesado, y los pocos curiosos miraban con cautela. La "Señora de las Mil Dagas" no era una visita habitual , y mucho menos un rostro que los presentes esperaran ver en medio de una noche de fiesta. Finalmente, Torhent se dio la vuelta, ajustando sus dagas con un movimiento ágil y seguro, mientras una sonrisa ligera se formaba en sus labios. —Por ahora, considera esto una advertencia, Ragnheidr. Y recuerda que, para bien o para mal, llevas la misma sangre que él, aunque trates de negarlo. — Con esas palabras, se volvió hacia la puerta, avanzando con paso decidido y desapareciendo en la noche.