Asradi
Völva
26-10-2024, 11:39 AM
Habían pasado ya varios días desde lo acontecido en Oykot. Días en los que estuvo tratando a la gente que lo necesitaba, junto con el resto de médicos locales, y días en los que disfrutó también de las celebraciones, aunque solía ser bastante más discreta que muchos de sus acompañantes. No les juzgaba ni les culpaba. Después de todo lo que había sucedido y del espléndido despliegue que habían tenido, se merecían unos momentos de jolgorio sin preocuparse por nada más que por disfrutar y compartir. Asradi había disfrutado también, más a su manera, pero se había sentido bien y se sentía acogida. Ahora que estaban dejando atrás Oykot, la sirena no podía evitar preguntarse qué era lo que pasaría ahora con ellos. Habían derrocado a la monarquía de aquel lugar y ahora era el turno de sus gentes de comenzar negociaciones y, lo más importante, ser libres. Hacer con sus vidas lo que les viniese en gana sin que nadie les atase de pies y manos. Ese pensamiento le hizo sonreír mientras avanzaba por la cubierta del barco.
Habían vuelto a hacerse a la mar y la cosa estaba relativamente tranquila. Ella había tenido tiempo no solo para reabastecerse de plantas, sino también para pensar un poco en sí misma. En toda la vorágine de sucesos que le habían acontecido desde que, literalmente, había llegado a Kilombo. Había sido ahí donde todo había comenzado, pero también había dejado a alguien atrás del que no lograba olvidarse. Del que no quería olvidarse, más bien. Se había hecho con un den den mushi hacía poco, pero todavía no había tenido el valor. ¿Y si lo pillaba en mal momento? Eran demasiadas interrogantes las que bullían en el interior de su cabeza. Tendría que armarse de valor en algún momento. Además, también estaba el tema de lo sucedido en Oykot. Asradi no estaba demasiado segura de cuánto repercutiría eso en general.
Iba, ahora, dando saltitos por la cubierta, algunas gaviotas volaban alrededor y alguna se había posado en el mástil, chillando con su tono característico. El sol y la claridad repentina hicieron que entornase un poco la mirada, ayudándose de una de sus manos la cual utilizó a modo de visera para ello hasta que sus ojos se hubiesen habituado. Parpadeó dos o tres veces cuando esto sucedió y luego se desperezó con una sonrisa agradable. Había estado enclaustrada durante demasiadas horas seguidas y ahora el aire marino le venía que ni pintado. Tenía entendido que, ahora, se dirigían hacia el Baratie, el famoso barco restaurante. Asradi no había estado nunca en ese lugar, pero sí había escuchado hablar al respecto. ¿Se comería tan bien como tanto afirmaban los rumores? Habría que probarlo. La sonrisa se le amplió de tan solo pensar en los suculentos manjares que podrían tener. Esperaba que hubiese muchos mariscos, le encantaban. Recorrió la cubierta con calma con os saltitos que tanto le caracterizaban, mirando hacia el horizonte durante unos segundos. Todavía era bastante temprano, quizás el resto todavía se encontrase durmiendo o sumido en sus cosas. Pensar en lo que habían vivido juntos, con todos ellos, le arrancaba una suave sonrisa y una oleada de buen humor. Por fortuna, todo había salido bien, a pesar de todo. En su paseo matutino, vió a lo lejos a Ragn. Al grandullón con el que tanto había congeniado, sobre todo con él y con Airgid y Ubben. Todavía recordaba cuándo le había ayudado con su fiebre en Kilombo, la primera vez que se habían topado. Y seguía siendo un bruto, pero un bruto adorable al fin y al cabo. Lo vió tan calmado y tan metido en lo suyo, que decidió que lo mejor era no molestarle. Al fin y al cabo, todos necesitaban su momento de paz e introspección.
Por su parte, Asradi solo se acercó hacia la borda, lo suficiente como para saltar hasta quedar sentada sobre la barandilla de madera. Ahora, con su cola colgando en el vacío hacia el mar, disfrutaba de ese momento inspirando el aroma salado de la brisa que se elevaba y que agitaba sus cabellos oscuros como si se tratasen de un manto nocturno. Acto seguido, simplemente se dejó caer. Y su cuerpo se hundió en el mar con un chapoteo característico. Una vez bajo el agua, agitó suavemente la cola, dejándose empapar por los sentimientos que, estar bajo el agua, siempre le despertaba, mientras seguía la estela del barco y, a veces, buceaba y nadaba relajadamente alrededor del casco. Algunos pececillos la seguían a veces, juguetones. Y otros, mucho más miedosos y cautelosos, se escapaban espantados de ella, pudiendo verse las sombras de los mismos, a diferentes velocidades y con movimientos fluidos, desde la superficie.
Hacía tiempo que, simplemente, no salía de caza, y tenía muchas ganas. Era algo instintivo en ocasiones.
Habían vuelto a hacerse a la mar y la cosa estaba relativamente tranquila. Ella había tenido tiempo no solo para reabastecerse de plantas, sino también para pensar un poco en sí misma. En toda la vorágine de sucesos que le habían acontecido desde que, literalmente, había llegado a Kilombo. Había sido ahí donde todo había comenzado, pero también había dejado a alguien atrás del que no lograba olvidarse. Del que no quería olvidarse, más bien. Se había hecho con un den den mushi hacía poco, pero todavía no había tenido el valor. ¿Y si lo pillaba en mal momento? Eran demasiadas interrogantes las que bullían en el interior de su cabeza. Tendría que armarse de valor en algún momento. Además, también estaba el tema de lo sucedido en Oykot. Asradi no estaba demasiado segura de cuánto repercutiría eso en general.
Iba, ahora, dando saltitos por la cubierta, algunas gaviotas volaban alrededor y alguna se había posado en el mástil, chillando con su tono característico. El sol y la claridad repentina hicieron que entornase un poco la mirada, ayudándose de una de sus manos la cual utilizó a modo de visera para ello hasta que sus ojos se hubiesen habituado. Parpadeó dos o tres veces cuando esto sucedió y luego se desperezó con una sonrisa agradable. Había estado enclaustrada durante demasiadas horas seguidas y ahora el aire marino le venía que ni pintado. Tenía entendido que, ahora, se dirigían hacia el Baratie, el famoso barco restaurante. Asradi no había estado nunca en ese lugar, pero sí había escuchado hablar al respecto. ¿Se comería tan bien como tanto afirmaban los rumores? Habría que probarlo. La sonrisa se le amplió de tan solo pensar en los suculentos manjares que podrían tener. Esperaba que hubiese muchos mariscos, le encantaban. Recorrió la cubierta con calma con os saltitos que tanto le caracterizaban, mirando hacia el horizonte durante unos segundos. Todavía era bastante temprano, quizás el resto todavía se encontrase durmiendo o sumido en sus cosas. Pensar en lo que habían vivido juntos, con todos ellos, le arrancaba una suave sonrisa y una oleada de buen humor. Por fortuna, todo había salido bien, a pesar de todo. En su paseo matutino, vió a lo lejos a Ragn. Al grandullón con el que tanto había congeniado, sobre todo con él y con Airgid y Ubben. Todavía recordaba cuándo le había ayudado con su fiebre en Kilombo, la primera vez que se habían topado. Y seguía siendo un bruto, pero un bruto adorable al fin y al cabo. Lo vió tan calmado y tan metido en lo suyo, que decidió que lo mejor era no molestarle. Al fin y al cabo, todos necesitaban su momento de paz e introspección.
Por su parte, Asradi solo se acercó hacia la borda, lo suficiente como para saltar hasta quedar sentada sobre la barandilla de madera. Ahora, con su cola colgando en el vacío hacia el mar, disfrutaba de ese momento inspirando el aroma salado de la brisa que se elevaba y que agitaba sus cabellos oscuros como si se tratasen de un manto nocturno. Acto seguido, simplemente se dejó caer. Y su cuerpo se hundió en el mar con un chapoteo característico. Una vez bajo el agua, agitó suavemente la cola, dejándose empapar por los sentimientos que, estar bajo el agua, siempre le despertaba, mientras seguía la estela del barco y, a veces, buceaba y nadaba relajadamente alrededor del casco. Algunos pececillos la seguían a veces, juguetones. Y otros, mucho más miedosos y cautelosos, se escapaban espantados de ella, pudiendo verse las sombras de los mismos, a diferentes velocidades y con movimientos fluidos, desde la superficie.
Hacía tiempo que, simplemente, no salía de caza, y tenía muchas ganas. Era algo instintivo en ocasiones.