Ray
Kuroi Ya
26-10-2024, 05:41 PM
Un marine entrado en años y con el rostro surcado por multitud de cicatrices fue quien tomó la palabra. Se presentó como Garou, y al parecer había sido quien emitió la petición de ayuda para lidiar con la bestia marina que asolaba la isla. Lo primero que hizo fue agradecer a un tipo de gran tamaño, casi tan grande como Octojin, su ayuda rescatando a uno de los habitantes de la zona. Eso llamó la atención de Ray, que no tardó en darse cuenta de que probablemente aquel tipo fuese también un feroz combatiente, aunque su rostro no le sonaba ni lo más mínimo. Probablemente su ayuda a la hora de capturar a la bestia resultaría inestimable.
Seguidamente el veterano militar comenzó a contarles que su objetivo se ocultaba en una cueva situada en dirección este, tras un faro en ruinas en los acantilados de la costa. Les indicó también que dicha cueva era sorprendentemente amplia, y que aunque había varias estancias en su interior la mayoría de ataques se habían producido una especie de cala interior, una zona con el suelo de arena localizada en lo más profundo de la misma.
Antes de partir el peliblanco quiso presentarse al tipo de gran tamaño. Su aspecto le recordaba un poco al de Camille, así que tal vez fuese también un oni, pero tenía una peculiaridad. En su cabeza, a diferencia de en la de su amiga, no había cuernos. Se dirigió hacia él y, con voz calmada y una amigable sonrisa en su rostro, le dijo:
- ¡Buenas! Yo soy Ray. Tengo entendido que quieres ayudarnos a dar caza al monstruo que está aterrorizando a los habitantes de Goza, y que has salvado a uno de ellos en tu camino hacia aquí. Yo también te doy las gracias por eso. ¿Cómo te llamas?
Por último, advertido por los lugareños del frío que hacía, Ray decidió aceptar la invitación por parte del dueño de la taberna y degustó una ración de su especialidad, el estofado. Aunque podría perfectamente haber aguantado sin comer toda la expedición, ya que a fuerza de costumbre durante sus años en las calles de Oykot se había hecho por completo a ello, tenía que reconocer que el plato estaba delicioso. Y no solo eso, sino que el calor que emanaba resultaba tremendamente reconfortante en una gélida y lluviosa noche como aquella.
Finalmente partieron en dirección este. El viaje fue largo y difícil debido a la oscuridad, la lluvia y el frío, que junto al viento procedente del mar dificultaban el moverse por los acantilados. Cuando avistaron el faro giraron hacia el norte, como Garou les había indicado. Desde allí el camino descendía por los acantilados, en un sendero que en unas condiciones climatológicas como aquellas podía resultar mortal, pues el suelo resbalaba considerablemente y cualquier despiste podía acabar en una caída hasta el mar. Salvo que, como en el caso de Ray, tuvieses alas, claro.
Al terminar de bajar la entrada a la cueva se hizo visible para ellos, una grieta en la sólida roca lo suficientemente amplia para que incluso Octojin pudiera pasar sin problema alguno. Y en su interior la sobrecogedora sensación provocada por el sonido del agua reverberando por las paredes del la estancia tras chocar contra las mismas dotaba al lugar de un extraño misticismo. Las estalactitas, hermosas a la vez que evidentemente peligrosas, contribuían a ello, así como la oscuridad reinante. Aunque la certeza de que en cualquier momento el temido monstruo marino podía aparecer hacía que el peliblanco no terminase de estar tranquilo. Activó su Haki de Observación, enfocado en intentar sentir la presencia de la bestia si se encontraba cerca de su posición o si en algún momento se movía hasta estar lo suficientemente cerca.
Y al fondo, una vez pasada aquella zona, estaba la cala de la que Garou les había hablado. Era un lugar enormemente tranquilo y de un tamaño sorprendente para encontrarse en el interior de una cueva. Dado que la visibilidad era reducida el joven marine adoptó otra precaución además de su Haki para compensarlo: adoptó su forma híbrida. De esa manera las antenas detectarían estímulos que ni sus ojos, ni sus oídos ni ningún otro de sus sentidos podían percibir. Por último, mientras esperaba a sentir algo que le hiciera ponerse en marcha, empezó a calentar. Si la bestia llegaba, debía estar preparado para combatir contra ella.
Seguidamente el veterano militar comenzó a contarles que su objetivo se ocultaba en una cueva situada en dirección este, tras un faro en ruinas en los acantilados de la costa. Les indicó también que dicha cueva era sorprendentemente amplia, y que aunque había varias estancias en su interior la mayoría de ataques se habían producido una especie de cala interior, una zona con el suelo de arena localizada en lo más profundo de la misma.
Antes de partir el peliblanco quiso presentarse al tipo de gran tamaño. Su aspecto le recordaba un poco al de Camille, así que tal vez fuese también un oni, pero tenía una peculiaridad. En su cabeza, a diferencia de en la de su amiga, no había cuernos. Se dirigió hacia él y, con voz calmada y una amigable sonrisa en su rostro, le dijo:
- ¡Buenas! Yo soy Ray. Tengo entendido que quieres ayudarnos a dar caza al monstruo que está aterrorizando a los habitantes de Goza, y que has salvado a uno de ellos en tu camino hacia aquí. Yo también te doy las gracias por eso. ¿Cómo te llamas?
Por último, advertido por los lugareños del frío que hacía, Ray decidió aceptar la invitación por parte del dueño de la taberna y degustó una ración de su especialidad, el estofado. Aunque podría perfectamente haber aguantado sin comer toda la expedición, ya que a fuerza de costumbre durante sus años en las calles de Oykot se había hecho por completo a ello, tenía que reconocer que el plato estaba delicioso. Y no solo eso, sino que el calor que emanaba resultaba tremendamente reconfortante en una gélida y lluviosa noche como aquella.
Finalmente partieron en dirección este. El viaje fue largo y difícil debido a la oscuridad, la lluvia y el frío, que junto al viento procedente del mar dificultaban el moverse por los acantilados. Cuando avistaron el faro giraron hacia el norte, como Garou les había indicado. Desde allí el camino descendía por los acantilados, en un sendero que en unas condiciones climatológicas como aquellas podía resultar mortal, pues el suelo resbalaba considerablemente y cualquier despiste podía acabar en una caída hasta el mar. Salvo que, como en el caso de Ray, tuvieses alas, claro.
Al terminar de bajar la entrada a la cueva se hizo visible para ellos, una grieta en la sólida roca lo suficientemente amplia para que incluso Octojin pudiera pasar sin problema alguno. Y en su interior la sobrecogedora sensación provocada por el sonido del agua reverberando por las paredes del la estancia tras chocar contra las mismas dotaba al lugar de un extraño misticismo. Las estalactitas, hermosas a la vez que evidentemente peligrosas, contribuían a ello, así como la oscuridad reinante. Aunque la certeza de que en cualquier momento el temido monstruo marino podía aparecer hacía que el peliblanco no terminase de estar tranquilo. Activó su Haki de Observación, enfocado en intentar sentir la presencia de la bestia si se encontraba cerca de su posición o si en algún momento se movía hasta estar lo suficientemente cerca.
Y al fondo, una vez pasada aquella zona, estaba la cala de la que Garou les había hablado. Era un lugar enormemente tranquilo y de un tamaño sorprendente para encontrarse en el interior de una cueva. Dado que la visibilidad era reducida el joven marine adoptó otra precaución además de su Haki para compensarlo: adoptó su forma híbrida. De esa manera las antenas detectarían estímulos que ni sus ojos, ni sus oídos ni ningún otro de sus sentidos podían percibir. Por último, mientras esperaba a sentir algo que le hiciera ponerse en marcha, empezó a calentar. Si la bestia llegaba, debía estar preparado para combatir contra ella.