Galhard
Gal
26-10-2024, 06:28 PM
Al ver el repentino impulso del barco, Galhard corrió con rapidez hacia los cuerpos de los dos marines caídos. No iba a permitir que se perdieran en el agua; ellos habían dado su vida y merecían algo mejor que caer al mar como si fueran restos de un conflicto cualquiera. Con el corazón encogido y la mandíbula apretada, se agachó junto a los cuerpos, sosteniéndolos firmemente con cada brazo, y se aseguró de anclarse bien al mástil cercano, sin apartar la vista del caos que se desplegaba en el horizonte. El vaivén del barco se hacía más intenso, pero Galhard no soltaba ni un segundo sus manos de los uniformes de sus compañeros caídos.
Cada sacudida del navío le hacía sentir la tensión de la batalla que aún resonaba alrededor, y, aunque una parte de él quería unirse al ataque contra aquel espadachín enemigo, sabía que su prioridad en ese instante era honrar a estos dos soldados. Al tiempo que el rugido de la batalla crecía y el sonido de las ondas de impacto estallaba en la distancia, Galhard mantuvo su agarre, sintiendo en su propio cuerpo el peso de la promesa que había hecho. En su mente, aquellos dos no eran simplemente marines caídos; eran compañeros que, de alguna manera, habían depositado su confianza en él, un compromiso sagrado para que regresaran a casa con honor.
Mientras las explosiones retumbaban y las ráfagas de luz y fuerza seguían a su alrededor, los recuerdos de las últimas horas junto a estos marines volvieron a él. Sus risas durante los preparativos, su valor al proteger el barco, su resistencia y dedicación. Se obligó a apartar un momento la mirada hacia la lucha en curso, observando con un respeto solemne cómo Masao y Lovecraft lanzaban sus ataques con furia y resolución, mientras los refuerzos de la mink y la determinación de Cadmus parecían dar el golpe final al adversario. Aunque él no podía unirse físicamente a esa última embestida, su espíritu estaba allí, acompañando a sus compañeros con cada fibra de su ser.
Respirando hondo, dejó escapar unas palabras bajas, un juramento para sí mismo, cargadas de la intensidad de la situación y del respeto que sentía hacia sus compañeros caídos. Con determinación y calma, dijo:
—Descansen en paz, marines. Su sacrificio no será en vano, y se los juro, serán honrados como merecen.—
A medida que el combate se intensificaba y el enemigo de la espada gigante se debilitaba frente a los ataques conjuntos, Galhard, con cada fibra de su ser, mantuvo la guardia y sus manos firmemente aferradas a sus compañeros caídos, decidido a ver este combate hasta el final, protegiendo lo que él consideraba más importante en ese instante: el honor y la memoria de aquellos que dieron su vida.
Cada sacudida del navío le hacía sentir la tensión de la batalla que aún resonaba alrededor, y, aunque una parte de él quería unirse al ataque contra aquel espadachín enemigo, sabía que su prioridad en ese instante era honrar a estos dos soldados. Al tiempo que el rugido de la batalla crecía y el sonido de las ondas de impacto estallaba en la distancia, Galhard mantuvo su agarre, sintiendo en su propio cuerpo el peso de la promesa que había hecho. En su mente, aquellos dos no eran simplemente marines caídos; eran compañeros que, de alguna manera, habían depositado su confianza en él, un compromiso sagrado para que regresaran a casa con honor.
Mientras las explosiones retumbaban y las ráfagas de luz y fuerza seguían a su alrededor, los recuerdos de las últimas horas junto a estos marines volvieron a él. Sus risas durante los preparativos, su valor al proteger el barco, su resistencia y dedicación. Se obligó a apartar un momento la mirada hacia la lucha en curso, observando con un respeto solemne cómo Masao y Lovecraft lanzaban sus ataques con furia y resolución, mientras los refuerzos de la mink y la determinación de Cadmus parecían dar el golpe final al adversario. Aunque él no podía unirse físicamente a esa última embestida, su espíritu estaba allí, acompañando a sus compañeros con cada fibra de su ser.
Respirando hondo, dejó escapar unas palabras bajas, un juramento para sí mismo, cargadas de la intensidad de la situación y del respeto que sentía hacia sus compañeros caídos. Con determinación y calma, dijo:
—Descansen en paz, marines. Su sacrificio no será en vano, y se los juro, serán honrados como merecen.—
A medida que el combate se intensificaba y el enemigo de la espada gigante se debilitaba frente a los ataques conjuntos, Galhard, con cada fibra de su ser, mantuvo la guardia y sus manos firmemente aferradas a sus compañeros caídos, decidido a ver este combate hasta el final, protegiendo lo que él consideraba más importante en ese instante: el honor y la memoria de aquellos que dieron su vida.