Galhard
Gal
26-10-2024, 06:36 PM
Galhard sonrió al ver cómo Asradi se levantaba con esa naturalidad fluida que tenía, su rostro reflejando una paz serena. A pesar de los temas profundos y las dudas compartidas, había algo liberador en cómo podían regresar a la simplicidad del momento. A lo lejos, la fiesta seguía en auge, el eco de risas y música se filtraba hasta ellos, como un recordatorio de que a veces la vida también ofrecía instantes de alegría desenfadada, donde las cargas y los deberes podían quedar en suspenso.
—Es cierto, la fortaleza no está solo en el cuerpo.— respondió, acompañando sus palabras con una sonrisa cálida mientras le sostenía la mano por un momento más. —Si nuestra mente y nuestra voluntad no están firmes, todo lo demás termina quebrándose tarde o temprano.— Había algo muy real en la manera en que lo decía, como si él mismo se recordara constantemente esa verdad en sus propios días de servicio. Era fácil olvidar que la resiliencia no siempre se basaba en músculos, sino en ese lugar íntimo donde descansaban las convicciones, y en tener un círculo de confianza para sostenernos.
Cuando Asradi mencionó la comida y la bebida, Galhard dejó escapar una risa animada. Habían pasado tanto tiempo reflexionando y navegando entre pensamientos que el cambio de tema hacia algo tan terrenal como el hambre y la sed le parecía perfecto. Notaba cómo esa transición ligera entre conversaciones profundas y temas más mundanos era el equilibrio que lo mantenía centrado. Era como si el destino mismo le estuviera recordando que, aunque el deber fuera importante, también lo era disfrutar de la vida en sus aspectos más simples.
—Sabes, creo que estás en lo cierto. —Dijo, levantándose junto a ella mientras todavía mantenían un vínculo de camaradería y complicidad en su contacto —Algo salado y, si hay suerte, una copa de ese vino especiado del que hablabas. Creo que tengo algunas provisiones de las que me hice en la última expedición. Siempre me guardo un buen vino para las ocasiones especiales, y creo que esta lo merece, ¿no te parece?—
Galhard comenzó a guiarla hacia la fiesta, el sonido del tambor y las risas siendo cada vez más claros, envolviéndolos en una atmósfera de celebración. Al acercarse, se encontraron con un par de viejos amigos y camaradas que levantaron sus copas en un gesto de bienvenida, señalándoles con entusiasmo para que se unieran a la celebración. Galhard intercambió miradas con Asradi, y sus expresiones se iluminaron con un entendimiento mutuo; estaban justo donde necesitaban estar, en el tiempo y el espacio correctos para relajarse y compartir la compañía del otro.
Ya en medio de la fiesta, Galhard le ofreció una copa a Asradi, llenándola de un licor que dejaba un suave aroma especiado en el aire. Levantó su propia copa, mirándola con un gesto solemne, pero cargado de humor:
—A los encuentros inesperados, y a la fortuna de encontrar aliados en los momentos menos esperados— dijo, levantando su copa hacia ella, y esperando a que chocaran sus vasos. Con un leve toque, el sonido de vidrio resonó, sellando en ese brindis una promesa tácita de amistad y apoyo mutuo.
Mientras bebían, el ambiente a su alrededor se intensificaba. La música aumentaba su ritmo, las risas eran más fuertes, y la noche prometía extenderse hasta el amanecer. La sirena y el marine se encontraban en un espacio único, uno donde la camaradería y la confianza les brindaban un respiro de sus respectivas luchas.
Galhard, mirándola, sintió que había aprendido algo valioso de esa noche: la fortaleza no siempre era lo que uno hacía solo, sino lo que se compartía en momentos como esos. Y mientras la celebración seguía, él sabía que se llevaría ese recuerdo consigo, uno que le daría fuerzas para las batallas por venir.
—Es cierto, la fortaleza no está solo en el cuerpo.— respondió, acompañando sus palabras con una sonrisa cálida mientras le sostenía la mano por un momento más. —Si nuestra mente y nuestra voluntad no están firmes, todo lo demás termina quebrándose tarde o temprano.— Había algo muy real en la manera en que lo decía, como si él mismo se recordara constantemente esa verdad en sus propios días de servicio. Era fácil olvidar que la resiliencia no siempre se basaba en músculos, sino en ese lugar íntimo donde descansaban las convicciones, y en tener un círculo de confianza para sostenernos.
Cuando Asradi mencionó la comida y la bebida, Galhard dejó escapar una risa animada. Habían pasado tanto tiempo reflexionando y navegando entre pensamientos que el cambio de tema hacia algo tan terrenal como el hambre y la sed le parecía perfecto. Notaba cómo esa transición ligera entre conversaciones profundas y temas más mundanos era el equilibrio que lo mantenía centrado. Era como si el destino mismo le estuviera recordando que, aunque el deber fuera importante, también lo era disfrutar de la vida en sus aspectos más simples.
—Sabes, creo que estás en lo cierto. —Dijo, levantándose junto a ella mientras todavía mantenían un vínculo de camaradería y complicidad en su contacto —Algo salado y, si hay suerte, una copa de ese vino especiado del que hablabas. Creo que tengo algunas provisiones de las que me hice en la última expedición. Siempre me guardo un buen vino para las ocasiones especiales, y creo que esta lo merece, ¿no te parece?—
Galhard comenzó a guiarla hacia la fiesta, el sonido del tambor y las risas siendo cada vez más claros, envolviéndolos en una atmósfera de celebración. Al acercarse, se encontraron con un par de viejos amigos y camaradas que levantaron sus copas en un gesto de bienvenida, señalándoles con entusiasmo para que se unieran a la celebración. Galhard intercambió miradas con Asradi, y sus expresiones se iluminaron con un entendimiento mutuo; estaban justo donde necesitaban estar, en el tiempo y el espacio correctos para relajarse y compartir la compañía del otro.
Ya en medio de la fiesta, Galhard le ofreció una copa a Asradi, llenándola de un licor que dejaba un suave aroma especiado en el aire. Levantó su propia copa, mirándola con un gesto solemne, pero cargado de humor:
—A los encuentros inesperados, y a la fortuna de encontrar aliados en los momentos menos esperados— dijo, levantando su copa hacia ella, y esperando a que chocaran sus vasos. Con un leve toque, el sonido de vidrio resonó, sellando en ese brindis una promesa tácita de amistad y apoyo mutuo.
Mientras bebían, el ambiente a su alrededor se intensificaba. La música aumentaba su ritmo, las risas eran más fuertes, y la noche prometía extenderse hasta el amanecer. La sirena y el marine se encontraban en un espacio único, uno donde la camaradería y la confianza les brindaban un respiro de sus respectivas luchas.
Galhard, mirándola, sintió que había aprendido algo valioso de esa noche: la fortaleza no siempre era lo que uno hacía solo, sino lo que se compartía en momentos como esos. Y mientras la celebración seguía, él sabía que se llevaría ese recuerdo consigo, uno que le daría fuerzas para las batallas por venir.