Drake Longspan
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26-10-2024, 10:42 PM
Con la misión de Oykot en su fase culminante, Umibozu propuso una evacuación, sugiriendo a los revolucionarios que subieran a su espalda para cruzar el río, ofreciendo una vía de escape segura. La furia del agua se convertiría en un refugio natural contra los peligros del combate a espaldas de aquel gigante de agua, el cuál cargaba con Lemon Stone y Rocket, alejándole de las fauces de aquella suboficial marine.
Apenas procesada la información, varios guardias tambalearon, incapaces de mantenerse firmes y entumecidos por los combos de aquel tontatta borracho, sus palabras entrecortadas por constantes "¡HIP!".
Los rostros ruborizados y las miradas vidriosas delataban el efecto del improvisado "ataque" de Tofun, cuyo licor producido por su Akuma no Mi había desarmado tanto a sus cuerpos como a sus voluntades. Unos se miraban entre sí, con sonrisas tontas, mientras otros simplemente dejaban caer sus armas al suelo, rindiéndose, más bien ebrios de resignación que de esperanza. Su ataque se vio reforzado por Alistair y Hato.
En medio del caos, la suboficial Mae Sinfo no pudo contener una risita dulce mientras miraba la escena, sus grandes ojos brillando con genuino encanto. Sus mejillas enrojecidas y su sonrisa juguetona contrastaban con el flow ochentero del revolucionario Lobo Jackson, el cuál indicaba
— Lobito, hoy vamos a trabajar juntos, ¡y eso me hace súper feliz! Pero… no te olvides de que cuando todo esto termine, soy una marine y ustedes, delincuentes, ¿sí? uwu.
Mae colocó un dedo sobre sus labios, mirándolo con expresión seria pero encantadora, intentando parecer más una maid que una marine, como si la justicia fuera una ternura tan irresistible como imparable.
— ¡Pero por ahora, ayudemos a esos civiles! ¡Si no lo haces bien, traeré refuerzos y no será nada adorable!
La tensión en el campo de batalla comenzó a disiparse cuando una inesperada noticia resonó por el Den Den Mushi: el palacio había caído. Unos segundos de silencio casi reverencial recorrieron las filas de la Guardia Real. Lanzando sus armas al suelo, negándose a continuar con una lucha perdida. Su vida valía más que cualquier corona, solo necesitaban alcohol y una causa para entenderlo.
Apenas procesada la información, varios guardias tambalearon, incapaces de mantenerse firmes y entumecidos por los combos de aquel tontatta borracho, sus palabras entrecortadas por constantes "¡HIP!".
Los rostros ruborizados y las miradas vidriosas delataban el efecto del improvisado "ataque" de Tofun, cuyo licor producido por su Akuma no Mi había desarmado tanto a sus cuerpos como a sus voluntades. Unos se miraban entre sí, con sonrisas tontas, mientras otros simplemente dejaban caer sus armas al suelo, rindiéndose, más bien ebrios de resignación que de esperanza. Su ataque se vio reforzado por Alistair y Hato.
En medio del caos, la suboficial Mae Sinfo no pudo contener una risita dulce mientras miraba la escena, sus grandes ojos brillando con genuino encanto. Sus mejillas enrojecidas y su sonrisa juguetona contrastaban con el flow ochentero del revolucionario Lobo Jackson, el cuál indicaba
— Lobito, hoy vamos a trabajar juntos, ¡y eso me hace súper feliz! Pero… no te olvides de que cuando todo esto termine, soy una marine y ustedes, delincuentes, ¿sí? uwu.
Mae colocó un dedo sobre sus labios, mirándolo con expresión seria pero encantadora, intentando parecer más una maid que una marine, como si la justicia fuera una ternura tan irresistible como imparable.
— ¡Pero por ahora, ayudemos a esos civiles! ¡Si no lo haces bien, traeré refuerzos y no será nada adorable!
La tensión en el campo de batalla comenzó a disiparse cuando una inesperada noticia resonó por el Den Den Mushi: el palacio había caído. Unos segundos de silencio casi reverencial recorrieron las filas de la Guardia Real. Lanzando sus armas al suelo, negándose a continuar con una lucha perdida. Su vida valía más que cualquier corona, solo necesitaban alcohol y una causa para entenderlo.
Las armas volaron al aire y los Balleneros gritaban con voces profundas y emocionadas, levantando los brazos en un gesto de celebración desbordante. Karina lideraba la celebración, y aunque el mal olor aún impregnaba el aire, las risas y los vítores resonaban como campanas de libertad hasta el cielo infinito. La líder de los balleneros, se arrodilla en el agua, comenzando a llorar de manera descontrolada. Para muchos, sería la primera y última vez que la verían en ese estado.
Los revolucionarios y los civiles, asomándose de sus escondites, miraban aquella fiesta improvisada, sintiendo la victoria vibrar en cada grito, en cada abrazo y en cada lágrima que se escapaba sin permiso.
Entre ellos, un niño pequeño miraba a Hato Of Peace con ojos grandes y admirados.
— ¿Eres un ángel? — Le preguntó.
Su madre, con un grito de: ¡Arakin! le hizo volver junto a ella.
El puerto sur de Oykot, siempre bullicioso y lleno de vida, yace ahora como un gigante dormido, desgastado y vulnerable. La inundación ha convertido las antiguas calles empedradas en canales de agua oscura, donde las olas susurran historias de nuevas corrientes. Las casas y almacenes, así como la taberna, ahora con sus paredes agrietadas y sus techos derrumbados, parecen viejas conchas abandonadas en la orilla, testigos mudos del comienzo de una nueva revolución, unidos en un nuevo comienzo.