Alistair
Mochuelo
27-10-2024, 01:16 AM
Por lo que escuchó de la chica, el anterior mes para Hato había sido complicado, involucrando pocas horas de sueño que -en un final positivo- al final se verían gratamente recompensadas cuando estar con el resto le brindó seguridad. Una noticia que le alegró de corazón, exteriorizado en su sonrisa creciendo un poco por un fugaz instante. La entendía de primera mano; había cosas tan buenas como encontrarse en un lugar cómodo y seguro, tal que el cuerpo y la mente pudieran descansar largo y tendido sin tener interés por el tiempo que pasara.
La conversación pasó a los habitantes de Oykot, a quien Hato les demostraba un interés a pesar de ya encontrarse lejos del lugar. Una muestra de preocupación que produjo una sensación de mariposas en él; podía admirar a quien fuera que genuinamente empatizara con otros y les deseara lo mejor de todo corazón. — Estoy seguro que estarán bien. — Contestó, por un momento mirando al extenso mar. En su mente, una imagen del pueblo celebrando su victoria pasó frente a sus ojos. — Aguantaron mucho, y pelearon mas duro que nadie en los últimos momentos. Estaban dispuestos a dejar todo de ellos en ese último enfrentamiento con los guardias reales, con tal de que al menos sus hijos pudieran disfrutar de una Oykot libre. Una clase de determinación así merece admiración, y garantiza que sin importar qué pase, ellos estarán mejor un día a la vez. — Las palabras no solo servían para compartir el punto de vista, sino también como una manera de tranquilizar la preocupación de la chica; a veces, venía como anillo al dedo escuchar esa clase de cosas en voz alta.
La mención de los diales parecía haber despertado una llama interna en la chica, que tan pronto escuchó al Lunarian vocalizar esa palabra mágica, empezó a compartir lo que sabía sin cortarse en lo absoluto. Y a decir verdad, eso le encantaba a Alistair. Era una chica apasionada, como él cuando le preguntaban por su interés y no sabía cuando detenerse, y el chico solo podía disfrutar cada palabra que salía de los labios de ella, explicando el funcionamiento de los nombrados Diales. — Asi que son artefactos con habilidades especiales que se ven como conchas... Me encantaría tener en mis manos uno de esos y experimentar a gusto día y noche, ¡seguro que puedes conseguir un montón de locuras con ellos! — Y cuando la chica intentó buscar uno sin éxito, el chico suspiró suave; hubiese querido verlo con sus propios ojos y sentirlo con sus propias manos, pero no iba a ser. Algo que se sobrescribió casi inmediatamente cuando la chica lo invitó a enseñarle su colección de díales un día de estos. — ¡Por supuesto, me encantaría! Ahora que sé lo que son, me produce muchísima curiosidad ver algunos en persona. ¡De hecho! Puedo acompañarte de vuelta a tu habitación cuando la noche se acabe, y pedirte un adelanto pequeño. Si no estas muy cansada, claro. — Cuando le tocaban en el nervio del gusto, Alistair no fallaba en sacar energías de donde no había para rendir un poco más y darse gusto.
El tacto con las manos femeninas era agradable, una sensación de frescura que disfrutó no solo por el sentimiento que le producía sino por observar la reacción positiva de la chica, que al igual que él deseaba convertirlo en un momento atemporal, que el tiempo dejase de avanzar solo por un momento para vivir en ese instante tanto como fuera posible. Por otro lado, el sonrojo que se pintó en las mejillas de la Skypian junto con su reacción de palabras entrecortadas despertaron en él un sentimiento nuevo, una llama dentro de su pecho muy diferente de todo lo que había experimentado antes. Un calor que, atípico en él, le impulsó a exhibir un deje de atrevimiento con la chica. Cuando giró la cabeza para el otro lado, el Lunarian se acercaría a su oído y le susurraría delicadamente, sin darle momento alguno para recuperarse. — Ese tono de rosa en tus mejillas te hace ver adorable. Lo adoro. — Si Hayo se giraba en ese momento para observarlo, se encontraría a una corta distancia y su mirada fija en la de ella acompañada de una sonrisa, un instante que duraría varios segundos antes de regresar a la distancia anterior.
Una vez se separaron, y Alistair compartió sus aspiraciones con Hato, ella se encargaría de hacer lo mismo para él; hacer un mapa de todas las rutas marítimas, visitar sus islas y escribir textos -complicados en tomos o en un libro- eran todas metas que encantaban al Lunarian, y admiraba. Sus palabras demostraban la ambición que latía dentro de la chica, y francamente, no podía pedir una mejor compañera de viajes que alguien capaz de soñar con el mundo y más. Incluso... algo mucho más que una simple compañera. — No podría haberlo dicho mejor. Con esfuerzo y paciencia, conseguiremos nuestras metas mucho antes de lo que pensamos. Espero mas pronto que tarde, pero estoy dispuesto a tomarme el tiempo que haga falta para hacerlos realidad. — Y le sonrió, genuinamente feliz de la experiencia que estaba viviendo junto a ella.
El desplome de la chica le tomó desprevenido, atrapándola para ayudarla a recuperar su equilibrio al poner sus manos en los brazos de ella, sujetándola. Ese olor a jazmín... Era intoxicante, y junto a la frescura de la piel de ella, sus dudas se disiparon en cuanto a su siguiente acción. Ni siquiera consiguió reafirmarle que no había nada que disculpar, antes de actuar con respecto a la situación. Las manos del Lunarian se deslizaron por la silueta femenina sin separarse, bajando hasta su cintura y posicionándose sobre la curvatura de su espalda, deteniéndose antes de llegar a terreno prohibido y ubicándose cómodamente para ambos. Podía sentirse audaz por el sentimiento que se manifestaba en su pecho, por todas las reacciones de ella y por ese aroma que conseguía hechizarlo, pero no era tan atrevido como para propasarse. Al menos, no tan pronto de haberla conocido. Pero el tiempo todo podía cambiarlo para bien, siempre que ambos quisieran dar otro paso hacia adelante juntos.
Por lo pronto, la mirada del Lunarian se mantuvo fija en la de ella, observando su alma a través de sus preciosos ojos de esmeralda. Cerró su distancia con el agarre en su cintura, que para ese punto ya se había convertido en un abrazo cercano que envolvía el cuerpo femenino, en el que ambos podían sentir la temperatura del otro. Un movimiento audaz más no hacía daño, uno que además reunía su honesta opinión sobre todo lo que había conocido de la chica en tan poco tiempo. — Definitivamente no hay una mejor compañía en todos los viajes que están por venir. Realmente me encantaría surcar los cielos y explorar los mares contigo, Hato. — Las alas de ébano de Alistair se extendieron alrededor de los dos seres alados como si de una burbuja irregular se tratara, envolviéndolos en la calidez del gran plumaje del Lunarian mientras que, por un momento, quedaron completamente protegidos y aislados del mundo exterior mas allá de sus alas, y de cualquier ojo curioso que pudiera observarlos.
Por un momento, en ese pequeño espacio, solo existían ambos y sus miradas entrecruzadas, mientras una de las manos del chico ascendió por un momento hasta el rostro de ella, reubicando un mechón rubio en el rostro de la Skypian sobre su oreja y dando una sutil caricia en su mejilla en su paso, antes de regresar su mano a la cintura de Hato, sobre su otra propia mano.
La conversación pasó a los habitantes de Oykot, a quien Hato les demostraba un interés a pesar de ya encontrarse lejos del lugar. Una muestra de preocupación que produjo una sensación de mariposas en él; podía admirar a quien fuera que genuinamente empatizara con otros y les deseara lo mejor de todo corazón. — Estoy seguro que estarán bien. — Contestó, por un momento mirando al extenso mar. En su mente, una imagen del pueblo celebrando su victoria pasó frente a sus ojos. — Aguantaron mucho, y pelearon mas duro que nadie en los últimos momentos. Estaban dispuestos a dejar todo de ellos en ese último enfrentamiento con los guardias reales, con tal de que al menos sus hijos pudieran disfrutar de una Oykot libre. Una clase de determinación así merece admiración, y garantiza que sin importar qué pase, ellos estarán mejor un día a la vez. — Las palabras no solo servían para compartir el punto de vista, sino también como una manera de tranquilizar la preocupación de la chica; a veces, venía como anillo al dedo escuchar esa clase de cosas en voz alta.
La mención de los diales parecía haber despertado una llama interna en la chica, que tan pronto escuchó al Lunarian vocalizar esa palabra mágica, empezó a compartir lo que sabía sin cortarse en lo absoluto. Y a decir verdad, eso le encantaba a Alistair. Era una chica apasionada, como él cuando le preguntaban por su interés y no sabía cuando detenerse, y el chico solo podía disfrutar cada palabra que salía de los labios de ella, explicando el funcionamiento de los nombrados Diales. — Asi que son artefactos con habilidades especiales que se ven como conchas... Me encantaría tener en mis manos uno de esos y experimentar a gusto día y noche, ¡seguro que puedes conseguir un montón de locuras con ellos! — Y cuando la chica intentó buscar uno sin éxito, el chico suspiró suave; hubiese querido verlo con sus propios ojos y sentirlo con sus propias manos, pero no iba a ser. Algo que se sobrescribió casi inmediatamente cuando la chica lo invitó a enseñarle su colección de díales un día de estos. — ¡Por supuesto, me encantaría! Ahora que sé lo que son, me produce muchísima curiosidad ver algunos en persona. ¡De hecho! Puedo acompañarte de vuelta a tu habitación cuando la noche se acabe, y pedirte un adelanto pequeño. Si no estas muy cansada, claro. — Cuando le tocaban en el nervio del gusto, Alistair no fallaba en sacar energías de donde no había para rendir un poco más y darse gusto.
El tacto con las manos femeninas era agradable, una sensación de frescura que disfrutó no solo por el sentimiento que le producía sino por observar la reacción positiva de la chica, que al igual que él deseaba convertirlo en un momento atemporal, que el tiempo dejase de avanzar solo por un momento para vivir en ese instante tanto como fuera posible. Por otro lado, el sonrojo que se pintó en las mejillas de la Skypian junto con su reacción de palabras entrecortadas despertaron en él un sentimiento nuevo, una llama dentro de su pecho muy diferente de todo lo que había experimentado antes. Un calor que, atípico en él, le impulsó a exhibir un deje de atrevimiento con la chica. Cuando giró la cabeza para el otro lado, el Lunarian se acercaría a su oído y le susurraría delicadamente, sin darle momento alguno para recuperarse. — Ese tono de rosa en tus mejillas te hace ver adorable. Lo adoro. — Si Hayo se giraba en ese momento para observarlo, se encontraría a una corta distancia y su mirada fija en la de ella acompañada de una sonrisa, un instante que duraría varios segundos antes de regresar a la distancia anterior.
Una vez se separaron, y Alistair compartió sus aspiraciones con Hato, ella se encargaría de hacer lo mismo para él; hacer un mapa de todas las rutas marítimas, visitar sus islas y escribir textos -complicados en tomos o en un libro- eran todas metas que encantaban al Lunarian, y admiraba. Sus palabras demostraban la ambición que latía dentro de la chica, y francamente, no podía pedir una mejor compañera de viajes que alguien capaz de soñar con el mundo y más. Incluso... algo mucho más que una simple compañera. — No podría haberlo dicho mejor. Con esfuerzo y paciencia, conseguiremos nuestras metas mucho antes de lo que pensamos. Espero mas pronto que tarde, pero estoy dispuesto a tomarme el tiempo que haga falta para hacerlos realidad. — Y le sonrió, genuinamente feliz de la experiencia que estaba viviendo junto a ella.
El desplome de la chica le tomó desprevenido, atrapándola para ayudarla a recuperar su equilibrio al poner sus manos en los brazos de ella, sujetándola. Ese olor a jazmín... Era intoxicante, y junto a la frescura de la piel de ella, sus dudas se disiparon en cuanto a su siguiente acción. Ni siquiera consiguió reafirmarle que no había nada que disculpar, antes de actuar con respecto a la situación. Las manos del Lunarian se deslizaron por la silueta femenina sin separarse, bajando hasta su cintura y posicionándose sobre la curvatura de su espalda, deteniéndose antes de llegar a terreno prohibido y ubicándose cómodamente para ambos. Podía sentirse audaz por el sentimiento que se manifestaba en su pecho, por todas las reacciones de ella y por ese aroma que conseguía hechizarlo, pero no era tan atrevido como para propasarse. Al menos, no tan pronto de haberla conocido. Pero el tiempo todo podía cambiarlo para bien, siempre que ambos quisieran dar otro paso hacia adelante juntos.
Por lo pronto, la mirada del Lunarian se mantuvo fija en la de ella, observando su alma a través de sus preciosos ojos de esmeralda. Cerró su distancia con el agarre en su cintura, que para ese punto ya se había convertido en un abrazo cercano que envolvía el cuerpo femenino, en el que ambos podían sentir la temperatura del otro. Un movimiento audaz más no hacía daño, uno que además reunía su honesta opinión sobre todo lo que había conocido de la chica en tan poco tiempo. — Definitivamente no hay una mejor compañía en todos los viajes que están por venir. Realmente me encantaría surcar los cielos y explorar los mares contigo, Hato. — Las alas de ébano de Alistair se extendieron alrededor de los dos seres alados como si de una burbuja irregular se tratara, envolviéndolos en la calidez del gran plumaje del Lunarian mientras que, por un momento, quedaron completamente protegidos y aislados del mundo exterior mas allá de sus alas, y de cualquier ojo curioso que pudiera observarlos.
Por un momento, en ese pequeño espacio, solo existían ambos y sus miradas entrecruzadas, mientras una de las manos del chico ascendió por un momento hasta el rostro de ella, reubicando un mechón rubio en el rostro de la Skypian sobre su oreja y dando una sutil caricia en su mejilla en su paso, antes de regresar su mano a la cintura de Hato, sobre su otra propia mano.