Rocket Raccoon
Rocket
27-10-2024, 06:13 AM
(Última modificación: 27-10-2024, 10:03 PM por Rocket Raccoon.)
En algún lugar del mar, en el barco de Tofun.
Me había dado el pequeño lujo, más que merecido, claro está, de autorregalarme unos cuantos libros. Los encontré durante el saqueo al castillo del Reino de Oykot, justo después de que las disputas entre los rebeldes y la monarquía llegaran a su fin, con las fuerzas armadas proclamándose victoriosas. ¿Y qué le esperaba a ese lugar ahora? Francamente, lo desconocía. La Causa nos había convocado para una misión clara: liberar el territorio de la tiranía que lo asfixiaba. Pero ese era el límite de nuestro llamado. No habíamos venido a gobernar ni a dictar el futuro de esa isla. Supongo que nuestros superiores tienen sus propios planes para ella, aunque eso ya no es asunto mío.
Mi lugar está en este camino, y he elegido seguir a esta gente en su lucha contra el Gobierno Mundial. Claro, no tengo los poderes abrumadores que algunos de mis compañeros poseen; soy consciente de mis límites. Pero quizás por eso mismo sé que mi papel, aunque diferente, también importa. Puedo servir de otras maneras. Así que, con estos libros bajo el brazo, me dispongo a aprender y a crecer, preparándome para ayudar a la Causa con todo lo que tengo.
Era plenamente consciente de mis habilidades para diseñar artefactos ingeniosos y todas esas locuras que pasaban por mi cabeza. Sin embargo, había aspectos en los que aún era un novato, campos que ansiaba dominar cuanto antes. No quería limitarme a fabricar herramientas; mi ambición iba mucho más allá. Quería dar un paso significativo, algo que realmente impulsara nuestra causa y protegiera a todos los que la compartían. Por eso había reunido una considerable colección de libros y documentos, todos dedicados a la construcción de grandes naves. Barcos capaces de surcar el mar durante largas travesías, capaces de soportar ataques implacables y salir ilesos de una lluvia de proyectiles. Ese era mi plan: dotar a la Causa de navíos imponentes, auténticas fortalezas flotantes que no solo fueran una vía para avanzar, sino también una defensa para todo aquel que se embarcara en nuestra lucha.
-Hey, Hato, ¿tienes un minuto? Joder, eh-. Sabía que la rubia compartía mi pasión por fabricar artilugios y cachivaches, aunque, más importante aún, sabía que tenía recursos, o mejor dicho: dinero, y necesitaba un buen montón de esos si quería hacer realidad lo que tenía en mente. Llevaba días diseñando una posible estructura para un submarino y quería escuchar su opinión. Claro, no solo eso: si iba en serio con el proyecto, tenía que lograr que se interesara lo suficiente como para financiar parte de esta locura. El presupuesto era monstruoso, pero no todo en la Causa iba a ser gratis.
Si accedía, me acercaría con una sonrisa llena de anticipación y extendiéndole un puñado de planos enrollados. -Mira todo esto que llevo trabajando días, eh, algo grande-. Desenrollé los papeles frente a ella, mostrando los primeros bocetos. Aún eran rudimentarios, pero al menos eran el comienzo de algo grandioso.
-En mi paso por Oykot con ustedes, me di cuenta de que no soy tan tan útil en combate, más allá de alguna que otra travesura, claro, joder eh. Pero ustedes sí que están bien locos a la verga, pinches putos puños que dan jajaja, joder eh. Ese poder creo que si se me escapa jajaja- Daba un aliento luego de la carcajada. -Supongo que ya sabes en lo que estoy trabajando, eres inteligente y seguro sabes leer estas cosas. Joder eh- Le señalaba con el dedo algunas partes importantes de entre los bosquejos mientras seguía dialogando. -Te pregunto a ti porque sé que te interesan estas cosas y tienes buen ojo... pero no te mentiré e iré al grano, como hago siempre. Joder eh. La verdadera razón es que bueno... este de seguro costara una millonada hacerlo, y de eso tengo poco. Joder eh.- No estaba intentando ninguna estratagema o algún tipo de engaño para pedirle el favor, éramos compañeros y creía poder confiar en estas personas.
Me había dado el pequeño lujo, más que merecido, claro está, de autorregalarme unos cuantos libros. Los encontré durante el saqueo al castillo del Reino de Oykot, justo después de que las disputas entre los rebeldes y la monarquía llegaran a su fin, con las fuerzas armadas proclamándose victoriosas. ¿Y qué le esperaba a ese lugar ahora? Francamente, lo desconocía. La Causa nos había convocado para una misión clara: liberar el territorio de la tiranía que lo asfixiaba. Pero ese era el límite de nuestro llamado. No habíamos venido a gobernar ni a dictar el futuro de esa isla. Supongo que nuestros superiores tienen sus propios planes para ella, aunque eso ya no es asunto mío.
Mi lugar está en este camino, y he elegido seguir a esta gente en su lucha contra el Gobierno Mundial. Claro, no tengo los poderes abrumadores que algunos de mis compañeros poseen; soy consciente de mis límites. Pero quizás por eso mismo sé que mi papel, aunque diferente, también importa. Puedo servir de otras maneras. Así que, con estos libros bajo el brazo, me dispongo a aprender y a crecer, preparándome para ayudar a la Causa con todo lo que tengo.
Era plenamente consciente de mis habilidades para diseñar artefactos ingeniosos y todas esas locuras que pasaban por mi cabeza. Sin embargo, había aspectos en los que aún era un novato, campos que ansiaba dominar cuanto antes. No quería limitarme a fabricar herramientas; mi ambición iba mucho más allá. Quería dar un paso significativo, algo que realmente impulsara nuestra causa y protegiera a todos los que la compartían. Por eso había reunido una considerable colección de libros y documentos, todos dedicados a la construcción de grandes naves. Barcos capaces de surcar el mar durante largas travesías, capaces de soportar ataques implacables y salir ilesos de una lluvia de proyectiles. Ese era mi plan: dotar a la Causa de navíos imponentes, auténticas fortalezas flotantes que no solo fueran una vía para avanzar, sino también una defensa para todo aquel que se embarcara en nuestra lucha.
-Hey, Hato, ¿tienes un minuto? Joder, eh-. Sabía que la rubia compartía mi pasión por fabricar artilugios y cachivaches, aunque, más importante aún, sabía que tenía recursos, o mejor dicho: dinero, y necesitaba un buen montón de esos si quería hacer realidad lo que tenía en mente. Llevaba días diseñando una posible estructura para un submarino y quería escuchar su opinión. Claro, no solo eso: si iba en serio con el proyecto, tenía que lograr que se interesara lo suficiente como para financiar parte de esta locura. El presupuesto era monstruoso, pero no todo en la Causa iba a ser gratis.
Si accedía, me acercaría con una sonrisa llena de anticipación y extendiéndole un puñado de planos enrollados. -Mira todo esto que llevo trabajando días, eh, algo grande-. Desenrollé los papeles frente a ella, mostrando los primeros bocetos. Aún eran rudimentarios, pero al menos eran el comienzo de algo grandioso.
-En mi paso por Oykot con ustedes, me di cuenta de que no soy tan tan útil en combate, más allá de alguna que otra travesura, claro, joder eh. Pero ustedes sí que están bien locos a la verga, pinches putos puños que dan jajaja, joder eh. Ese poder creo que si se me escapa jajaja- Daba un aliento luego de la carcajada. -Supongo que ya sabes en lo que estoy trabajando, eres inteligente y seguro sabes leer estas cosas. Joder eh- Le señalaba con el dedo algunas partes importantes de entre los bosquejos mientras seguía dialogando. -Te pregunto a ti porque sé que te interesan estas cosas y tienes buen ojo... pero no te mentiré e iré al grano, como hago siempre. Joder eh. La verdadera razón es que bueno... este de seguro costara una millonada hacerlo, y de eso tengo poco. Joder eh.- No estaba intentando ninguna estratagema o algún tipo de engaño para pedirle el favor, éramos compañeros y creía poder confiar en estas personas.