Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[Autonarrada] [T2] Un barco de ensueño
Octojin
El terror blanco
El sol brillaba sobre los astilleros de Loguetown, reflejando su luz en las herramientas de los carpinteros y en las resplandecientes maderas de los barcos en construcción. El lugar estaba lleno de actividad: martillos golpeando con la violencia justa los tornillos que poco a poco se hendían en la madera, sierras cortando a gran velocidad los detalles sobrantes, lijas finiquitando los últimos retoques y voces dando órdenes mientras la gente se movía de un lado a otro, todo con un ritmo frenético pero organizado. Un particular espectáculo digno de cualquiera pasara por la zona, que se quedaría seguramente obnubilado ante la coordinación de los carpinteros. En medio de ese bullicio, Octojin se encontraba inmerso en el que hasta la fecha, era el proyecto de su vida: la construcción del barco de la L-42, uno que la Marina le había asignado para su brigada.

El proyecto de la embarcación era algo que Octojin había esperado con ansias. Ese barco no solo simbolizaba su papel dentro de la Marina, sino también su identidad como ser del mar, su historia y todo lo que había logrado. Había dedicado largas horas en el diseño del barco junto a los ingenieros navales. Entre planos, bocetos y decisiones difíciles, Octojin había sido una pieza clave en la elaboración del diseño final. Y lo cierto era que en gran parte lo hacía por su brigada. Se lo debía de una u otra manera. Si bien el habitante del mar no tenía conocimiento de ingeniería, sí que detallaba con pelos y señales cada característica que quería que tuviese su barco. Qué madera usar, qué formas aplicar, o incluso la decoración que quería que hubiese en cada zona del barco, para así maquetar las habitaciones de una u otra manera. Todos los pequeños detalles que juntos hacían de un barco un hogar. Y eso es lo que quería el gyojin para sus compañeros. Era lo que merecían.

El barco debía robusto, pero rápido; la Marina había destinado fondos para que la construcción avanzara rápidamente, mucho más de lo que tardaría un barco normal. La madera que necesitaban había llegado a tiempo, aunque con algún que otro problema que el tiburón se había ocupado de solucionar. Pero lo importante es que el proceso estaba avanzando según lo previsto. El diseño del barco para la L-42 era tan imponente como funcional: con una proa diseñada para romper las olas y una quilla resistente que podía soportar los embates de los mares más traicioneros. Octojin había insistido en ciertos detalles que reflejaban su experiencia en la construcción de embarcaciones. Sabía lo que un barco necesitaba para sobrevivir en alta mar y en combate.



Dentro de la sala de planos, Octojin se inclinaba sobre una enorme mesa de trabajo, rodeado de ingenieros y constructores que debatían sobre las últimas modificaciones al diseño y a los que, francamente, el escualo entendía dos de cada cuatro palabras. El gyojin, con su tamaño imponente y su piel áspera y grisácea, destacaba entre los humanos. Sin embargo, su profundo conocimiento y experiencia en carpintería naval le habían ganado el respeto de todos, que pese a pertenecer a otra familia de conocimiento, veían con buenos ojos sus opiniones. Cada decisión era crucial, y Octojin se aseguraba de que el barco de la L-42 tuviera todo lo necesario para enfrentar los peligros del mar.

— Quiero que las cubiertas sean lo suficientemente amplias para que la tripulación pueda moverse con facilidad, especialmente en situaciones de combate —dijo mientras señalaba una sección del plano. —. Y asegúrense de reforzar el casco con las maderas más fuertes que tengamos. No quiero que un cañonazo de un pirata cualquiera ponga en riesgo a mi tripulación. Recordad que servimos a la marina, y como tal, nos debemos al mar.

El jefe carpintero, un hombre robusto y curtido por años de trabajo en el astillero, asintió mientras tomaba notas. Los planos ya casi estaban terminados, y en un par de días comenzarían a ensamblar las piezas principales del casco. Octojin no pudo evitar sentirse orgulloso del progreso. Pero, sobre todo, de su papel en él.



Todo parecía ir viento en popa en cuanto a los avances con el barco. Pero una noche, mientras Octojin se encontraba revisando algunos planos tardíos en el astillero, algo llamó su atención. El lugar, que normalmente estaba lleno de vida, había quedado casi en completo silencio a esas horas. Solo los ruidos del mar golpeando suavemente las orillas llenaban el aire, pero un sonido extraño, un crujido furtivo, rompió la calma. Algo que sin duda, era el típico sonido que te ponía alerta.

El tiburón, con sus instintos agudos, supo inmediatamente que algo no iba bien. Se levantó de su asiento y comenzó a caminar sigilosamente por el astillero, atento a cualquier movimiento sospechoso. Entre las sombras de los barcos en construcción, sus ojos de tiburón captaron destellos de movimiento. Una pequeña banda de maleantes había logrado colarse en las instalaciones.

Se movían en grupos pequeños, aparentemente intentando robar herramientas y materiales valiosos. Octojin los observó detenidamente desde la sombra de uno de los grandes barcos en construcción. Eran cinco en total, armados con dagas y garrotes, y parecían muy confiados, como si hubieran hecho eso antes. El líder, un tipo delgado con una cicatriz que le cruzaba el rostro, daba órdenes en voz baja.

Octojin sabía que no podía permitir que se salieran con la suya. Sin perder más tiempo, se deslizó silenciosamente entre los barcos, acercándose por detrás. Sus pies apenas hacían ruido al moverse sobre las maderas húmedas del astillero, a pesar de su tamaño. Estaba más que acostumbrado a caminar por aquella superficie, tanto que ya había logrado una habilidad que era casi innata a él.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, hizo su entrada en escena.

— ¡¿Creéis que podéis entrar y saquear los astilleros?!

Su voz, potente y resonante, hizo que los ladrones se detuvieran en seco. Los cinco maleantes giraron rápidamente, sorprendidos de ver a un gyojin de más de cuatro metros plantado frente a ellos, con los músculos tensos y los ojos llenos de determinación. A uno de ellos se le cayó un tablón de madera que estaba portando, y otro casi se cayó al suelo del susto. Estaba claro que les había pillado infraganti y no se lo esperaban.

El primero en reaccionar fue el líder, que gritó una orden rápida y levantó su garrote para atacar. Octojin estaba listo. En un parpadeo, lanzó su brazo derecho hacia adelante, impactando al hombre en el estómago con un poderoso golpe. El maleante salió disparado hacia atrás, estrellándose contra una pila de barriles vacíos.

Los otros cuatro maleantes no tardaron en reaccionar y se lanzaron sobre Octojin al unísono, con la esperanza de abrumarlo con su número. Pero subestimaban gravemente la fuerza del gyojin. Octojin se movía con una rapidez y agilidad sorprendente para alguien de su tamaño. Pero sus entrenamientos en el agua habían dado sus frutos, y desplazarse en la superficie cada vez le era más sencillo.

Uno de los ladrones intentó atacarlo por la espalda con una daga, pero Octojin giró sobre sí mismo, bloqueando el ataque con su antebrazo. Con un movimiento fluido, lo agarró del brazo y lo lanzó por los aires, estrellándolo contra el suelo con un fuerte estruendo.

Cuando se observó el propio brazo vio que tenía un corte. No supo de qué momento provenía, pero sabía que no era nada para preocuparse, pero sí para mantenerse al loro. Aquello parecía que estaba siendo sencillo. Pero sabía que un movimiento en falso y todo se podía acabar.

— ¿Es esto todo lo que tenéis? —gruñó mientras uno de los ladrones, desesperado, intentaba lanzarle un garrotazo directo a la cabeza.

El gyojin inclinó su cuerpo hacia un lado para esquivar el ataque, y luego propinó un rodillazo en el estómago del atacante, haciéndolo doblarse de dolor. Antes de que pudiera caer al suelo, Octojin lo remató con un rápido codazo en la nuca, dejándolo inconsciente.

El cuarto ladrón, asustado por la facilidad con la que Octojin había derrotado a sus compañeros, retrocedió unos pasos, pero Octojin no le dio tiempo de huir. Con una velocidad asombrosa, se lanzó hacia adelante y lo derribó con un golpe limpio en el pecho. El hombre cayó de espaldas, gimiendo de dolor mientras intentaba recuperar el aliento.

Solo quedaba el líder, que, tambaleante, se puso de pie después de haber sido derribado al principio. Sacó un cuchillo de su cinturón, con los ojos llenos de rabia.

— ¡No sabes con quién te estás metiendo! —gritó antes de correr hacia Octojin con el cuchillo en alto.

Pero el gyojin no estaba impresionado. Esperó pacientemente hasta que el ladrón estuvo lo suficientemente cerca y, con un movimiento rápido, atrapó su muñeca en el aire, deteniendo el ataque antes de que pudiera siquiera rozarlo. Luego, con una mirada fría, lo levantó del suelo con facilidad, dejando que sus pies colgaran en el aire.

— No me importa quién seas —dijo Octojin con una voz baja y amenazante, —. Pero no te atrevas a volver a poner un pie en estos astilleros.

Y con eso, lanzó al hombre al suelo, dejándolo inconsciente como al resto de sus compañeros.



Una vez que los ladrones estuvieron neutralizados, Octojin se tomó un momento para asegurarse de que todo estuviera bajo control. Los guardias del astillero llegaron poco después, alertados por el ruido de la pelea, que a su vez llamaron a la marina para que se llevasen a aquellos delincuentes al calabozo, para interrogarlos a la mañana siguiente. Se los llevaron esposados, a pesar de que estaban inconscientes, y Octojin se aseguró de que todo volviera a la normalidad antes de regresar a su trabajo.

A la mañana siguiente, el gyojin estaba de nuevo en el astillero, supervisando la construcción del barco de la L-42. La estructura principal ya estaba casi terminada, y pronto comenzarían a trabajar en los detalles más finos, como el ensamblaje de las velas y la colocación de los cañones.

A pesar de los eventos de la noche anterior, Octojin no podía evitar sentirse satisfecho. La construcción del barco estaba en su recta final, y pronto, la embarcación de la L-42 estaría lista para surcar los mares, llevando consigo a su tripulación a cualquier mar que se planteasen.

Ese barco no solo sería una poderosa embarcación de la Marina, sino también un símbolo de todo lo que Octojin había luchado por alcanzar. Y mientras observaba a los carpinteros trabajando diligentemente, una sonrisa se dibujó en su rostro. Sabía que, pasase lo que pasase, la L-42 sería una brigada que haría historia. Y en parte sería gracias a su flamante barco.
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[T2] Un barco de ensueño - por Octojin - 27-10-2024, 01:33 PM

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