Octojin
El terror blanco
27-10-2024, 02:16 PM
Octojin notó cómo el ambiente era relativamente tranquilo. Los marines parecían más confiados tras su llegada y la de su compañero Ray. Caminó hasta cerca de aquél misterioso tipo que, posteriormente, se había presentado como Balagus, y se sentó cerca. Justo en una buena posición que le permitiese ver todo lo que sucedía, así como escuchar lo que los marines tenían que decir.
El escualo tomó el plato de estofado, aunque para él la porción parecía escasa, y tenía más hambre, se limitó a ser cordial. Aun así, en cuanto probó la primera cucharada, el sabor lo reconfortó profundamente. Era un plato sencillo, pero la calidez y el aroma a especias y carne tierna le llenaban el estómago y el espíritu. Al terminar, dejó la cuchara con una mezcla de satisfacción y una ligera pena por lo breve del placer. Necesitaría aquella energía para lo que venía.
Los marines debatieron sobre qué hacer y cómo hacerlo. Garou parecía ser el que llevaba la voz cantante, así que el tiburón le hizo algo más de caso, aunque se limitó a escuchar. No sería él quien cuestionase nada de los que eran lugareños de aquél lugar. Otra cosa es que el plan, una vez entrasen en acción, tuviera sentido o no. Pero escucharía atentamente todo lo que tuvieran que decir, eso seguro.
Hubiera pedido otro plato más, pero como nadie más lo hizo, sintió cierta vergüenza en pedirlo. Miró un par de veces al tabernero, intentando atreverse, hasta que al final se levantó y se acercó a él. Le pidió algo de comida, tal cual. Cualquier plato que le diesen le vendría bien. A veces la gente no tenía muy en cuenta que cuatro metros de puro músculo y fibra no se alimentaban como el paliducho de Ray, que podía llegar a estar sin comer días. ¿Cómo podía renegar del placer de la comida con esa facilidad? Sin duda, el gyojin tendría que charlar con él. Una dieta basada en proteínas y un entreno supervisado por él mismo, y Ray pasaría a ser Big Ray. Una versión mejorada, más musculada y mucho más potente de lo que ya había mostrado hasta ahora.
Salió de la taberna junto a Ray y Balagus, observando la imponente figura del que parecía ser oni o un semi-gigante. El temporal afuera los recibió con furia: la lluvia los golpeaba en ráfagas frías, y el viento, que aullaba entre las casas y barrancos, parecía advertirles de los peligros de la noche, que ya de por sí eran bastantes, y unidos a la tormenta, era una ensalada poco apetecible. Tomaron el camino serpenteante que Garou les había descrito, avanzando con dificultad por el terreno resbaladizo y pedregoso. Cada paso requería concentración, pues un simple descuido podía terminar en una caída por el acantilado.
El faro en ruinas les sirvió de referencia en medio de la penumbra. Desde ahí, el camino se volvía más escarpado, y Octojin, atento, observó cómo Balagus, a pesar de su imponente presencia, sufrió un resbalón que lo hizo rodar varios metros por la pendiente. Aunque el oni se reincorporó, apoyándose en su hacha y haciendo gala de su resistencia, Octojin pudo notar la leve cojera que había adquirido. La lluvia seguía azotándolos con más fuerza, y el frío calaba hasta los huesos, pero siguieron adelante hasta llegar finalmente a la cueva. El escualo pensó si debería ofrecerle ayuda a su nuevo compañero de aventuras, pero después creyó que podría ser visto como una ofensa para él, así que se limitó a continuar el recorrido. Se imaginó que, de encontrarse peor, pediría ayuda. O moriría de tener un ego gigante, que también podría ser.
El gyojin tuvo suerte de tener una apertura que permitiese la entrada de su gran cuerpo. Con alguna que otra dificultad entró con agilidad y, ya en el interior, Octojin observó el lugar con detenimiento. Las estalactitas colgaban amenazantes del techo, y el sonido del agua reverberando en la vasta oscuridad de la caverna le daba al sitio un aire místico, como si estuviera entrando en la boca de una bestia ancestral. Al fondo, en el claro de arena que Garou les había descrito, se encontraba una amplia cala donde el mar penetraba formando una especie de lago sereno, en marcado contraste con la tormenta que rugía en el exterior.
El gyojin aprovechó el espacio y comenzó a realizar un calentamiento exhaustivo. Extendió y contrajo los músculos, asegurándose de que cada articulación y cada fibra de su cuerpo estuviera lista para la posible batalla. No sabía si sería inmediata o no, ni siquiera tenían constancia de que fuese a existir, pero por si acaso, había que estar previstos. Los truenos y el sonido del mar chocando contra las paredes de roca eran su única compañía, pero cada estiramiento le daba una certeza renovada de su fuerza y preparación.
Balagus expuso su plan con calma y claridad. Octojin, en silencio, escuchó cada detalle. Aun así, no podía evitar ciertas dudas al respecto.
—La idea es buena —comentó el gyojin, con un tono profundo, aunque aún calmado—. Pero no tengo claro quién debería hacer de cebo. No conozco mucho de ti, Balagus, pero tengo claro que Ray tiene una agilidad excepcional, y su capacidad de ser un mosquito impertinente para los rivales es legendaria —Se frotó la barbilla, mirando hacia el oni y después hacia Ray—. Sin embargo, tu fiereza y tamaño podrían hacerte un objetivo tentador para la criatura. Quizás, la bestia vea en ti una presa más “débil” por la cojera. Aunque tampoco tengo yo muy claro que una bestia razone así. ¿Alguno sabe a qué tipo de bestia nos enfrentamos?
Octojin cruzó los brazos, mirando la oscura entrada al fondo de la cueva como si pudiera ver a través de la roca.
—Sin embargo, eso nos pondría en una situación compleja si el monstruo te embosca de una manera inesperada. Aunque algo me dice que tú puedes resistir un ataque directo. Pero son muchas dudas. A mi no me importa hacer de cebo tampoco. Puedo aguantar los golpes con facilidad. Pero me limitaré a aceptar lo que decidáis.
El gyojin asintió, demostrando su disposición a seguir el plan, aunque manteniendo una postura firme y seria. Octojin sabía que los sacrificios eran parte del trabajo, pero eso no hacía que le gustaran más.
El escualo tomó el plato de estofado, aunque para él la porción parecía escasa, y tenía más hambre, se limitó a ser cordial. Aun así, en cuanto probó la primera cucharada, el sabor lo reconfortó profundamente. Era un plato sencillo, pero la calidez y el aroma a especias y carne tierna le llenaban el estómago y el espíritu. Al terminar, dejó la cuchara con una mezcla de satisfacción y una ligera pena por lo breve del placer. Necesitaría aquella energía para lo que venía.
Los marines debatieron sobre qué hacer y cómo hacerlo. Garou parecía ser el que llevaba la voz cantante, así que el tiburón le hizo algo más de caso, aunque se limitó a escuchar. No sería él quien cuestionase nada de los que eran lugareños de aquél lugar. Otra cosa es que el plan, una vez entrasen en acción, tuviera sentido o no. Pero escucharía atentamente todo lo que tuvieran que decir, eso seguro.
Hubiera pedido otro plato más, pero como nadie más lo hizo, sintió cierta vergüenza en pedirlo. Miró un par de veces al tabernero, intentando atreverse, hasta que al final se levantó y se acercó a él. Le pidió algo de comida, tal cual. Cualquier plato que le diesen le vendría bien. A veces la gente no tenía muy en cuenta que cuatro metros de puro músculo y fibra no se alimentaban como el paliducho de Ray, que podía llegar a estar sin comer días. ¿Cómo podía renegar del placer de la comida con esa facilidad? Sin duda, el gyojin tendría que charlar con él. Una dieta basada en proteínas y un entreno supervisado por él mismo, y Ray pasaría a ser Big Ray. Una versión mejorada, más musculada y mucho más potente de lo que ya había mostrado hasta ahora.
Salió de la taberna junto a Ray y Balagus, observando la imponente figura del que parecía ser oni o un semi-gigante. El temporal afuera los recibió con furia: la lluvia los golpeaba en ráfagas frías, y el viento, que aullaba entre las casas y barrancos, parecía advertirles de los peligros de la noche, que ya de por sí eran bastantes, y unidos a la tormenta, era una ensalada poco apetecible. Tomaron el camino serpenteante que Garou les había descrito, avanzando con dificultad por el terreno resbaladizo y pedregoso. Cada paso requería concentración, pues un simple descuido podía terminar en una caída por el acantilado.
El faro en ruinas les sirvió de referencia en medio de la penumbra. Desde ahí, el camino se volvía más escarpado, y Octojin, atento, observó cómo Balagus, a pesar de su imponente presencia, sufrió un resbalón que lo hizo rodar varios metros por la pendiente. Aunque el oni se reincorporó, apoyándose en su hacha y haciendo gala de su resistencia, Octojin pudo notar la leve cojera que había adquirido. La lluvia seguía azotándolos con más fuerza, y el frío calaba hasta los huesos, pero siguieron adelante hasta llegar finalmente a la cueva. El escualo pensó si debería ofrecerle ayuda a su nuevo compañero de aventuras, pero después creyó que podría ser visto como una ofensa para él, así que se limitó a continuar el recorrido. Se imaginó que, de encontrarse peor, pediría ayuda. O moriría de tener un ego gigante, que también podría ser.
El gyojin tuvo suerte de tener una apertura que permitiese la entrada de su gran cuerpo. Con alguna que otra dificultad entró con agilidad y, ya en el interior, Octojin observó el lugar con detenimiento. Las estalactitas colgaban amenazantes del techo, y el sonido del agua reverberando en la vasta oscuridad de la caverna le daba al sitio un aire místico, como si estuviera entrando en la boca de una bestia ancestral. Al fondo, en el claro de arena que Garou les había descrito, se encontraba una amplia cala donde el mar penetraba formando una especie de lago sereno, en marcado contraste con la tormenta que rugía en el exterior.
El gyojin aprovechó el espacio y comenzó a realizar un calentamiento exhaustivo. Extendió y contrajo los músculos, asegurándose de que cada articulación y cada fibra de su cuerpo estuviera lista para la posible batalla. No sabía si sería inmediata o no, ni siquiera tenían constancia de que fuese a existir, pero por si acaso, había que estar previstos. Los truenos y el sonido del mar chocando contra las paredes de roca eran su única compañía, pero cada estiramiento le daba una certeza renovada de su fuerza y preparación.
ARM300
ARTISTA MARCIAL
Pasiva
Tier 3
No Aprendida
Podrás realizar un calentamiento durante un post para ganar +5 [Agilidad] y +5 [Fuerza] por el resto del tema. Este calentamiento se considerará como [Canalizar].
Balagus expuso su plan con calma y claridad. Octojin, en silencio, escuchó cada detalle. Aun así, no podía evitar ciertas dudas al respecto.
—La idea es buena —comentó el gyojin, con un tono profundo, aunque aún calmado—. Pero no tengo claro quién debería hacer de cebo. No conozco mucho de ti, Balagus, pero tengo claro que Ray tiene una agilidad excepcional, y su capacidad de ser un mosquito impertinente para los rivales es legendaria —Se frotó la barbilla, mirando hacia el oni y después hacia Ray—. Sin embargo, tu fiereza y tamaño podrían hacerte un objetivo tentador para la criatura. Quizás, la bestia vea en ti una presa más “débil” por la cojera. Aunque tampoco tengo yo muy claro que una bestia razone así. ¿Alguno sabe a qué tipo de bestia nos enfrentamos?
Octojin cruzó los brazos, mirando la oscura entrada al fondo de la cueva como si pudiera ver a través de la roca.
—Sin embargo, eso nos pondría en una situación compleja si el monstruo te embosca de una manera inesperada. Aunque algo me dice que tú puedes resistir un ataque directo. Pero son muchas dudas. A mi no me importa hacer de cebo tampoco. Puedo aguantar los golpes con facilidad. Pero me limitaré a aceptar lo que decidáis.
El gyojin asintió, demostrando su disposición a seguir el plan, aunque manteniendo una postura firme y seria. Octojin sabía que los sacrificios eran parte del trabajo, pero eso no hacía que le gustaran más.