Asradi
Völva
27-10-2024, 02:29 PM
En el momento en el que tocó el agua, fue como si algo dentro de sí se liberase. Tras nadar unos pocos minutos alrededor del barco, Asradi fue hundiéndose cada vez más y más profundamente, aunque siempre estaba pendiente de no alejarse demasiado de la estela del barco para no perderles de vista. Había pensado en cazar, se había levantado hambrienta y no tenía ganas de esperar al desayuno convencional. Así que había captado un banco de sardinas y se había dando un inicial banquete con ellas. No era mucho, pero sí suficiente como para que fuesen el primer entrante. El resto del cardumen no tardó en dispersarse. La verdad es que, quizás, a algunos les resultaría raro ver a una sirena alimentándose de peces. La mayoría eran vegetarianas, aunque eso también dependía mucho de la subespecie a la que perteneciesen. Y de cómo hubiesen sido educadas. Asradi disfrutaba con el pescado fresco y los mariscos. Sobre todo cuando se trataba de cazar grandes piezas por sí misma. Ahí era cuando el instinto prevalecía a veces. Pero quería hacerles una especie de regalo y, seguramente, Ragnheidr podría sacarles mejor provecho para los demás.
Se habían portado muy bien con ella y era lo menos que podía hacer.
Asradi aprovechó eses momentos no solo para recolectar algunas cuantas plantas submarinas y un par de muestras de corales que, sabía, contenían una cierta toxina que podría usar para sus tratamientos. Sino también para recorrer algunas rocas marinas y hacerse con unos cuantos crustáceos y, sobre todo, almejas. La sirena sonrió, encantada, cuando encontró una buena cantidad de almejas, e incluso erizos marinos que no dudó en meter en una bolsa más similar a una redecilla. No sabía si a los demás les gustaría, o si Ragn sabría prepararlos. Pero confiaba en el gigantón para ello.
Tras varios minutos largos de buceo, la sirena comenzó a emerger nuevamente. Fue acelerando fuertemente la velocidad a medida que se acercaba a la superficie, lo que le ayudaría, posteriormente, a saltar fuera del agua para alcanzar la barandilla de proa a la cual se sujetó con las manos y, acto seguido, aterrizar en cubierta, empapada y soltando charcos de agua por la madera pero sumamente satisfecha.
— ¡Ragn! — Llamó, ahora avanzando a saltitos por todo el lugar en busca del rubio. No tardó en encontrarlo, el lugar tampoco era tan grande y el rubio era terriblemente visible. — Mira, encontré esto, quizás lo puedas cocinar o aprovechar de alguna manera.
La verdad es que al principio no estaba muy segura, pero al final había terminado deleitándose con la cocina del de Elbaf. Era gracioso verle afanado en ello con lo grande que era. Y como trataba los alimentos con respeto, teniendo en cuenta lo mucho que le gustaba partir caras en ocasiones.
Asradi le sonrió abiertamente, entregándole la pesca del día, como quien dice, aunque ésta consistiese, más bien, en mariscos más propios del lecho marino. Sobre todo almejas y unos cuantos erizos marinos que todavía se movían en el interior de la bolsa.
Frescos no, fresquísimos.
— Aunque te recomiendo que, al menos, pruebes crudo uno de los erizos. El sabor a mar es brutal. — Le comentó, ampliando esa sonrisa brillante.
Se habían portado muy bien con ella y era lo menos que podía hacer.
Asradi aprovechó eses momentos no solo para recolectar algunas cuantas plantas submarinas y un par de muestras de corales que, sabía, contenían una cierta toxina que podría usar para sus tratamientos. Sino también para recorrer algunas rocas marinas y hacerse con unos cuantos crustáceos y, sobre todo, almejas. La sirena sonrió, encantada, cuando encontró una buena cantidad de almejas, e incluso erizos marinos que no dudó en meter en una bolsa más similar a una redecilla. No sabía si a los demás les gustaría, o si Ragn sabría prepararlos. Pero confiaba en el gigantón para ello.
Tras varios minutos largos de buceo, la sirena comenzó a emerger nuevamente. Fue acelerando fuertemente la velocidad a medida que se acercaba a la superficie, lo que le ayudaría, posteriormente, a saltar fuera del agua para alcanzar la barandilla de proa a la cual se sujetó con las manos y, acto seguido, aterrizar en cubierta, empapada y soltando charcos de agua por la madera pero sumamente satisfecha.
— ¡Ragn! — Llamó, ahora avanzando a saltitos por todo el lugar en busca del rubio. No tardó en encontrarlo, el lugar tampoco era tan grande y el rubio era terriblemente visible. — Mira, encontré esto, quizás lo puedas cocinar o aprovechar de alguna manera.
La verdad es que al principio no estaba muy segura, pero al final había terminado deleitándose con la cocina del de Elbaf. Era gracioso verle afanado en ello con lo grande que era. Y como trataba los alimentos con respeto, teniendo en cuenta lo mucho que le gustaba partir caras en ocasiones.
Asradi le sonrió abiertamente, entregándole la pesca del día, como quien dice, aunque ésta consistiese, más bien, en mariscos más propios del lecho marino. Sobre todo almejas y unos cuantos erizos marinos que todavía se movían en el interior de la bolsa.
Frescos no, fresquísimos.
— Aunque te recomiendo que, al menos, pruebes crudo uno de los erizos. El sabor a mar es brutal. — Le comentó, ampliando esa sonrisa brillante.