Tofun
El Largo
27-10-2024, 06:37 PM
A medida que la tormenta arreciaba en la isla, Octojin, Ray y Balagus avanzaron con cautela por el terreno resbaladizo y pedregoso. La lluvia y el viento dificultaban su trayecto, y pronto se dieron cuenta de que habían olvidado llevar alguna fuente de iluminación, lo que sumaba una capa extra de complicación a su misión. Mientras discutían sobre la estrategia, Balagus se ofreció como cebo, consciente de los riesgos que ello implicaba, mientras sus compañeros evaluaban cómo abordar la inminente amenaza. La determinación de los tres guerreros se mantenía firme, aunque el frío y la oscuridad comenzaban a calar en sus huesos, parcialmente amortiguada por el rico estofado que habían degustado.
Al llegar a la entrada de la cueva, el ambiente se tornó gélido. Ray, activando su Haki de Observación, sintió que una presencia amenazante se cernía sobre ellos, al mismo tiempo que percibía el movimiento frenético de los peces, que abandonaban la zona de agua en busca de refugio. Era como si los instintos de los animales estuvieran gritando que un peligro inminente se acercaba. La atmósfera se volvió cada vez más fría, y un gran sonido de agua desplazándose resonó en la caverna, anunciando la llegada del terror de Goza. Las piedras, comenzando a recubrirse de una capa de rosada por la drástica disminución de temperatura, se convirtieron en testigos silenciosos de lo que estaba por venir. Con cada segundo que pasaba, el agua parecía agitarse con mayor furia, y pronto, la cabeza de una enorme criatura asomó lentamente en la oscuridad de las aguas. Sus ojos amarillos brillaban con un instinto predador, escaneando el entorno con cautela, mientras su maciza figura se iba revelando.
Poco a poco, la criatura se fue elevando del agua, dejando entrever una imponente silueta que alcanzaba los 15 metros de altura, con su cuerpo parcialmente sumergido desde la cadera. Su piel estaba cubierta de una extraña armadura gélida que chisporroteaba con el eco del frío, mientras grandes garras se aferraban a la roca húmeda de la cueva. La criatura se mantenía ligeramente plegada en una postura defensiva, como si estuviera evaluando a sus oponentes antes de lanzarse al ataque. Con un leve movimiento, abrió su boca, dejando escapar un rugido profundo y resonante, un sonido amenazante que recordaba al de un perro antes de atacar. Aquella bestia, envuelta en un aura de terror y misterio, avanzaba con una cautela mortífera, y su mirada fija en el grupo, como si ya los considerara su presa. La atmósfera en la cueva se volvió opresiva, y cada guerrero sintió que el aire se volvía más denso a medida que la criatura se acercaba, como si la propia cueva se contagiara del poder del monstruo.
Al llegar a la entrada de la cueva, el ambiente se tornó gélido. Ray, activando su Haki de Observación, sintió que una presencia amenazante se cernía sobre ellos, al mismo tiempo que percibía el movimiento frenético de los peces, que abandonaban la zona de agua en busca de refugio. Era como si los instintos de los animales estuvieran gritando que un peligro inminente se acercaba. La atmósfera se volvió cada vez más fría, y un gran sonido de agua desplazándose resonó en la caverna, anunciando la llegada del terror de Goza. Las piedras, comenzando a recubrirse de una capa de rosada por la drástica disminución de temperatura, se convirtieron en testigos silenciosos de lo que estaba por venir. Con cada segundo que pasaba, el agua parecía agitarse con mayor furia, y pronto, la cabeza de una enorme criatura asomó lentamente en la oscuridad de las aguas. Sus ojos amarillos brillaban con un instinto predador, escaneando el entorno con cautela, mientras su maciza figura se iba revelando.
Poco a poco, la criatura se fue elevando del agua, dejando entrever una imponente silueta que alcanzaba los 15 metros de altura, con su cuerpo parcialmente sumergido desde la cadera. Su piel estaba cubierta de una extraña armadura gélida que chisporroteaba con el eco del frío, mientras grandes garras se aferraban a la roca húmeda de la cueva. La criatura se mantenía ligeramente plegada en una postura defensiva, como si estuviera evaluando a sus oponentes antes de lanzarse al ataque. Con un leve movimiento, abrió su boca, dejando escapar un rugido profundo y resonante, un sonido amenazante que recordaba al de un perro antes de atacar. Aquella bestia, envuelta en un aura de terror y misterio, avanzaba con una cautela mortífera, y su mirada fija en el grupo, como si ya los considerara su presa. La atmósfera en la cueva se volvió opresiva, y cada guerrero sintió que el aire se volvía más denso a medida que la criatura se acercaba, como si la propia cueva se contagiara del poder del monstruo.