Airgid Vanaidiam
Metalhead
27-10-2024, 06:41 PM
La rubia vio desde la lejanía cómo Ragnheidr tuvo que transformarse en el gas de su fruta para no caer al mar después del respingo que Airgid había provocado maliciosamente en él. La realidad es que no pretendía asustarle, pero no pudo contener una risa cuando le vio todo alterado, volviendo a cubierta, con Pepe ladrándole como un loco. — ¡Perdonaaaa! — Se disculpó, divertida. Se mordió la lengua suavemente antes de volver a su tarea, buscando metal desperdigado por el mar. No solo estaba ayudando a limpiar de porquería el océano, tarea que seguramente Asradi le agradecería, es que muchas veces podía encontrar piezas que podía reutilizar para alguno de sus inventos.
Había terminado hace poco de realizar unos planos para fabricar granadas explosivas, pequeñitas pero terriblemente destructivas. Pensaba quedarse con unas cuantas para ella, y entregarles otras pocas a sus compañeros, pues la verdad es que nunca se sabía cuando te podía hacer falta generar un buen caos, tirar un edificio abajo o qué se yo. Enfrentarte a un bicho gigantesco. Aún no había llegado a producir ni una granada, y Airgid ya estaba pensando en el siguiente invento que quería llevar a cabo. Su mente en ese sentido era completamente hiperactiva, saltaba de una idea a otra, encontrándose a veces con varios proyectos a la vez entre manos. Como era, por ejemplo, el tema de su pierna robótica. Llevaba años pensándolo, ideándolo... pero aún sentía que le faltaba algo más de conocimiento para conseguir que funcionase. No quería una simple pata de metal, como si fuera una muleta. Quería una pierna que respondiera a sus movimientos, que se moviera como si realmente fuera la extensión de sus músculos. Y aunque llevaba mucho tiempo deseándolo, en el fondo tampoco tenía prisa por conseguirlo. Ahora era capaz de levitar. Y cuando no volaba, normalmente Ragn la subía a su espalda.
Fue recogiendo trocitos de metal, en un momento vio a Asradi pasar por debajo suya, con las escamas de su cola reflejando un brillo plateado. Esbozó una sonrisa, sintiendo un poco de envidia. Cómo le gustaría ahora poder mojarse, qué se yo, solo las manos en aquel agua clara que lucía tan apetecible. Pero por muy tentador que fuese, si lo hacía estaba perdida. Un pequeño castigo a cambio de un poder descomunal... podía soportarlo. Volvió a cruzarse con Asradi, esta vez siguió su estela, que se dirigía directamente al barco, encontrándose con Ragn. Le había dejado de prestar mucha atención al barco, así que de repente vio el enorme pez que el vikingo había pescado, y la cantidad de almejas y marisco en general que Asradi llevaba entre las manos. La tripa de la mujer rugió, completamente hambrienta. Pero justo notó una fuerza especialmente fuerte del fondo del océano.
Frenó, quedándose suspendida en el aire, concentrándose en ese metal que estaba detectando, tan pesado. Era raro, le estaba costando horrores sacarlo del océano, pero tampoco parecía ser una pieza especialmente grande. — Qué coñ... — Tiró y tiró, mentalmente, claro, hasta que por fin salió a la superficie un enorme pez, redondito pero con una cara de mala hostia que tiraba para atrás, con afilados dientes y aletas. — ¡AYUDAAAA! — Gritó Airgid sin saber muy bien qué hacer a continuación. El metal que había detectado se encontraba en el interior de aquel pez, alguna pieza que sin querer se habría tragado. El animal se revolvía de un lado para otro, comenzando a notar la falta de aire, Airgid sentía que en cualquier momento se le escaparía. Así que voló rápidamente al encuentro con Ragnheidr y Asradi, aún manteniendo el pez en el aire, a una distancia prudencial para que no le arrancara también un brazo o algo así. — ¿¡QUÉ HAGO!? — Preguntó desesperada. Sí, podía dejar ir aquel trozo de metal de su interior, pero en parte era mejor si se lo sacaba, ¿no? Tanto para ella como para el bicho, que seguramente debía incomodarle horrores tener eso en sus entrañas.
Había terminado hace poco de realizar unos planos para fabricar granadas explosivas, pequeñitas pero terriblemente destructivas. Pensaba quedarse con unas cuantas para ella, y entregarles otras pocas a sus compañeros, pues la verdad es que nunca se sabía cuando te podía hacer falta generar un buen caos, tirar un edificio abajo o qué se yo. Enfrentarte a un bicho gigantesco. Aún no había llegado a producir ni una granada, y Airgid ya estaba pensando en el siguiente invento que quería llevar a cabo. Su mente en ese sentido era completamente hiperactiva, saltaba de una idea a otra, encontrándose a veces con varios proyectos a la vez entre manos. Como era, por ejemplo, el tema de su pierna robótica. Llevaba años pensándolo, ideándolo... pero aún sentía que le faltaba algo más de conocimiento para conseguir que funcionase. No quería una simple pata de metal, como si fuera una muleta. Quería una pierna que respondiera a sus movimientos, que se moviera como si realmente fuera la extensión de sus músculos. Y aunque llevaba mucho tiempo deseándolo, en el fondo tampoco tenía prisa por conseguirlo. Ahora era capaz de levitar. Y cuando no volaba, normalmente Ragn la subía a su espalda.
Fue recogiendo trocitos de metal, en un momento vio a Asradi pasar por debajo suya, con las escamas de su cola reflejando un brillo plateado. Esbozó una sonrisa, sintiendo un poco de envidia. Cómo le gustaría ahora poder mojarse, qué se yo, solo las manos en aquel agua clara que lucía tan apetecible. Pero por muy tentador que fuese, si lo hacía estaba perdida. Un pequeño castigo a cambio de un poder descomunal... podía soportarlo. Volvió a cruzarse con Asradi, esta vez siguió su estela, que se dirigía directamente al barco, encontrándose con Ragn. Le había dejado de prestar mucha atención al barco, así que de repente vio el enorme pez que el vikingo había pescado, y la cantidad de almejas y marisco en general que Asradi llevaba entre las manos. La tripa de la mujer rugió, completamente hambrienta. Pero justo notó una fuerza especialmente fuerte del fondo del océano.
Frenó, quedándose suspendida en el aire, concentrándose en ese metal que estaba detectando, tan pesado. Era raro, le estaba costando horrores sacarlo del océano, pero tampoco parecía ser una pieza especialmente grande. — Qué coñ... — Tiró y tiró, mentalmente, claro, hasta que por fin salió a la superficie un enorme pez, redondito pero con una cara de mala hostia que tiraba para atrás, con afilados dientes y aletas. — ¡AYUDAAAA! — Gritó Airgid sin saber muy bien qué hacer a continuación. El metal que había detectado se encontraba en el interior de aquel pez, alguna pieza que sin querer se habría tragado. El animal se revolvía de un lado para otro, comenzando a notar la falta de aire, Airgid sentía que en cualquier momento se le escaparía. Así que voló rápidamente al encuentro con Ragnheidr y Asradi, aún manteniendo el pez en el aire, a una distancia prudencial para que no le arrancara también un brazo o algo así. — ¿¡QUÉ HAGO!? — Preguntó desesperada. Sí, podía dejar ir aquel trozo de metal de su interior, pero en parte era mejor si se lo sacaba, ¿no? Tanto para ella como para el bicho, que seguramente debía incomodarle horrores tener eso en sus entrañas.