Alistair
Mochuelo
27-10-2024, 10:49 PM
En un parpadeo se había acabado. La sarta de ataques que el grupo revolucionario había arrojado en dirección a los Galacticos había sido devastadora, mucho más de lo que el emplumado había predicho en primera instancia. Su técnica a distancia, una de las últimas en el orden de ejecución, acompañando a las ofensivas de Airgid y Lobo hacia los tiradores, probó ser mas que suficiente para llegar hasta los tiradores que permanecían atrasados en la formación, y habían propinado tal cantidad de daño que habían puesto en inconsciencia a todos ellos, un trabajo impresionantemente coordinado y eficaz para una crisis que había surgido de la nada.
El único problema de Alistair con la situación era en destino tan incierto que deparaba a los Galacticos que él mismo había atacado, el cual dentro de sus opciones contemplaba el fallecimiento de algunos o todos ellos por mano propia. Por un segundo, el horrible pensamiento de haber tomado la vida de alguien más de manera accidental pasó por su cabeza, no habiendo previsto la total falta de respuesta defensiva de parte de los hombres que sencillamente... fueron presa del grupo revolucionario, cayendo uno tras otro hasta que ninguno quedó de pie para contestar.
Un sentimiento que le persiguió en su mente por varios instantes los cuales se sintieron eternos, al menos hasta que dos punzadas importantes en sus brazos -una en cada uno- le despertaron del pensamiento. No es que consiguiera aliviar su pena por el posible resultado o le diera un caso de conveniente amnesia para olvidar el momento, pero el dolor era un muy eficiente recordatorio de que los hombres cuyas vidas podían haberse perdido estaban dispuestos a hacer lo mismo a uno de sus colegas, y a cualquier personal en el Baratie que estuviera dispuesto a darles la cara.
Eran emociones conflictivas y difusas que hervían dentro de él, mezclándose y lacerando su psique a su paso; pesaban en su pecho, pero sería algo con lo que tendría que lidiar y aprender a vivir por su cuenta. Al menos contaba con el mínimo consuelo de que había sido un accidente.
— ¡GHH! La madre que me parió, encima ha sido en ambos... — La sensación de ardor en cada herida de bala se encargaba de recordar la existencia de la perforación sin falta, y estaba de más decir que empeoraba gravemente cada vez que intentaba moverlos o siquiera tensar los músculos por encima de sujetar sus katanas, pero -dolor aparte- no estaba completamente desprovisto de movimiento. Eso era bueno, significaba que no había dado en ningún nervio esencial y que el músculo se mantenía tan intacto como podía estar en su situación. Sanaría, dado el suficiente reposo y medicina que acelerara el proceso.
En la otra cara de la moneda, intentar aplicarse tratamiento a sí mismo fue una idea que descartó prácticamente al instante. En esta situación, la dificultad que tenía para hacer uso de cualquier porción de su habilidad motriz hacía que su mano temblara gravemente, lo suficiente para conducir cualquier aguja de sutura directamente a su ojo -si, así de mal-. Necesitaba, por unos minutos, las manos de alguien más.
Se acercó a la sirena que conocía de hace tiempo, Asradi, y una vez consiguiera llegar hasta ella, se dejaría caer arrodillado sobre el suelo y abriría sus manos para soltar sus katanas, produciendo el sonido metálico consecuente de las armas de filo rebotando contra el piso un par de veces hasta finalmente detenerse. — Asra... ¿Puedo pedirte una mano cuando acabes de estabilizar a Tofun? — Rió suave, aunque con un atípico desgane que era poco propio en él; no iba a apresurarle, entendía que su condición no estaba siquiera cerca de ser crítica, podía esperar aunque fuera un poco. También ayudaba que, una vez abrió las manos para remover el peso de sus espadas y relajó completamente los brazos, el dolor que sentía se había reducido a su mínimo en tanto no se moviera en lo absoluto, concentrado en utilizar su respiración como analgésico improvisado para mitigar la sensación cuanto pudiera.
El único problema de Alistair con la situación era en destino tan incierto que deparaba a los Galacticos que él mismo había atacado, el cual dentro de sus opciones contemplaba el fallecimiento de algunos o todos ellos por mano propia. Por un segundo, el horrible pensamiento de haber tomado la vida de alguien más de manera accidental pasó por su cabeza, no habiendo previsto la total falta de respuesta defensiva de parte de los hombres que sencillamente... fueron presa del grupo revolucionario, cayendo uno tras otro hasta que ninguno quedó de pie para contestar.
Un sentimiento que le persiguió en su mente por varios instantes los cuales se sintieron eternos, al menos hasta que dos punzadas importantes en sus brazos -una en cada uno- le despertaron del pensamiento. No es que consiguiera aliviar su pena por el posible resultado o le diera un caso de conveniente amnesia para olvidar el momento, pero el dolor era un muy eficiente recordatorio de que los hombres cuyas vidas podían haberse perdido estaban dispuestos a hacer lo mismo a uno de sus colegas, y a cualquier personal en el Baratie que estuviera dispuesto a darles la cara.
Eran emociones conflictivas y difusas que hervían dentro de él, mezclándose y lacerando su psique a su paso; pesaban en su pecho, pero sería algo con lo que tendría que lidiar y aprender a vivir por su cuenta. Al menos contaba con el mínimo consuelo de que había sido un accidente.
— ¡GHH! La madre que me parió, encima ha sido en ambos... — La sensación de ardor en cada herida de bala se encargaba de recordar la existencia de la perforación sin falta, y estaba de más decir que empeoraba gravemente cada vez que intentaba moverlos o siquiera tensar los músculos por encima de sujetar sus katanas, pero -dolor aparte- no estaba completamente desprovisto de movimiento. Eso era bueno, significaba que no había dado en ningún nervio esencial y que el músculo se mantenía tan intacto como podía estar en su situación. Sanaría, dado el suficiente reposo y medicina que acelerara el proceso.
En la otra cara de la moneda, intentar aplicarse tratamiento a sí mismo fue una idea que descartó prácticamente al instante. En esta situación, la dificultad que tenía para hacer uso de cualquier porción de su habilidad motriz hacía que su mano temblara gravemente, lo suficiente para conducir cualquier aguja de sutura directamente a su ojo -si, así de mal-. Necesitaba, por unos minutos, las manos de alguien más.
Se acercó a la sirena que conocía de hace tiempo, Asradi, y una vez consiguiera llegar hasta ella, se dejaría caer arrodillado sobre el suelo y abriría sus manos para soltar sus katanas, produciendo el sonido metálico consecuente de las armas de filo rebotando contra el piso un par de veces hasta finalmente detenerse. — Asra... ¿Puedo pedirte una mano cuando acabes de estabilizar a Tofun? — Rió suave, aunque con un atípico desgane que era poco propio en él; no iba a apresurarle, entendía que su condición no estaba siquiera cerca de ser crítica, podía esperar aunque fuera un poco. También ayudaba que, una vez abrió las manos para remover el peso de sus espadas y relajó completamente los brazos, el dolor que sentía se había reducido a su mínimo en tanto no se moviera en lo absoluto, concentrado en utilizar su respiración como analgésico improvisado para mitigar la sensación cuanto pudiera.