Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
27-10-2024, 11:18 PM
No esperaba ese final, desde luego que no. Ragn había atravesado, de la fuerza aplicada, el cuerpo del hombre calvo. Su brazo había entrado prácticamente hasta el codo, bañándolo completamente en sangre. Al retomar su posición, con el cuerpo aún incrustado en su brazo derecho, intentaba librarse del cadáver sacudiendo el ya cadaver del hombre. Realizó entonces un movimiento poco ortodoxo; movió con brusquedad la diestra y, al atravesar un costado, consiguió liberar su brazo — Madrrre mía, tocarrr otrrra ducha. —Dijo sin ningún miramiento, dándose la vuelta. La muerte era su aliada, la diosa que guiaba sus pasos, la representación de ella. No mostró el más mínimo escrúpulo por el hombre que acababa de matar. Después de todo, ese hombre había atacado a su compañero, y, al observar con más calma, parecía haber hecho lo mismo con muchos otros que acudieron a ayudar sin dudar.
La nueva generación de la revolución estaba tocando a la puerta y, si nadie se apresuraba a abrir, arrancarían cualquier ventana para poder entrar.
Por suerte, Ragn estaba ileso, sin una sola marca de las ofensivas. Al darse la vuelta y observar el panorama, comentó con una ironía apenas perceptible —Nessessitarrr entrrrenarrr más. — Refiriendose a sus compañeros revolucionarios. El vikingo se acercó a cada miembro, ofreciéndoles la poca ayuda que estaba a su alcance. Rápidamente entró en la cocina y preparó varios platos, intentando devolver algo de energía a sus compañeros. El Baratie era un verdadero tesoro en cuanto a víveres, contaban incluso con maquinaria industrial para cocinar en cantidades enormes. Ragn preparó un surtido especial de frituras variadas, dedicando un plato al todopoderoso pez que asomaba por la ventana. Así como el Buccaneer superaba en tamaño al resto de los hombres y mujeres, también lo hacía su apetito, y Ragn intuía que el de Umibozu sería aún mayor.
El tiempo pasó, aunque era imposible medirlo. pues las fiestas tenían esa cualidad. Todo merecía una celebración, y haber caído en gracia a los empleados era suficiente motivo para otra más a la altura. Finalmente, cubierto con algo de ropa que disimulaba su imponente figura, una túnica larga de grueso lino, teñida en tonos oscuros con bordados en hilo dorado que remarcaban su complexión fornida. Un cinturón de cuero ancho sujetaba la prenda a la altura de la cintura, y unas pieles de animales caían sobre sus hombros, otorgándole un aire aún más imponente y salvaje y alrededor del cuello colgaba un amuleto rúnico, símbolo de su devoción y protección. Ragn se dirigió a la estancia de Tofun. Allí se quedó en la puerta por un par de horas, esperando que su amigo despertara, aunque no lo hizo debido al cansancio y a la gravedad de sus heridas. Le pareció escuchar algo, pero no llegó a enterarse del todo.
El vikingo terminó durmiéndose en la puerta, con una jarra de cerveza de tamaño considerable en una mano y otra un poco más pequeña en la otra, reservada para su amigo.
La nueva generación de la revolución estaba tocando a la puerta y, si nadie se apresuraba a abrir, arrancarían cualquier ventana para poder entrar.
Por suerte, Ragn estaba ileso, sin una sola marca de las ofensivas. Al darse la vuelta y observar el panorama, comentó con una ironía apenas perceptible —Nessessitarrr entrrrenarrr más. — Refiriendose a sus compañeros revolucionarios. El vikingo se acercó a cada miembro, ofreciéndoles la poca ayuda que estaba a su alcance. Rápidamente entró en la cocina y preparó varios platos, intentando devolver algo de energía a sus compañeros. El Baratie era un verdadero tesoro en cuanto a víveres, contaban incluso con maquinaria industrial para cocinar en cantidades enormes. Ragn preparó un surtido especial de frituras variadas, dedicando un plato al todopoderoso pez que asomaba por la ventana. Así como el Buccaneer superaba en tamaño al resto de los hombres y mujeres, también lo hacía su apetito, y Ragn intuía que el de Umibozu sería aún mayor.
El tiempo pasó, aunque era imposible medirlo. pues las fiestas tenían esa cualidad. Todo merecía una celebración, y haber caído en gracia a los empleados era suficiente motivo para otra más a la altura. Finalmente, cubierto con algo de ropa que disimulaba su imponente figura, una túnica larga de grueso lino, teñida en tonos oscuros con bordados en hilo dorado que remarcaban su complexión fornida. Un cinturón de cuero ancho sujetaba la prenda a la altura de la cintura, y unas pieles de animales caían sobre sus hombros, otorgándole un aire aún más imponente y salvaje y alrededor del cuello colgaba un amuleto rúnico, símbolo de su devoción y protección. Ragn se dirigió a la estancia de Tofun. Allí se quedó en la puerta por un par de horas, esperando que su amigo despertara, aunque no lo hizo debido al cansancio y a la gravedad de sus heridas. Le pareció escuchar algo, pero no llegó a enterarse del todo.
El vikingo terminó durmiéndose en la puerta, con una jarra de cerveza de tamaño considerable en una mano y otra un poco más pequeña en la otra, reservada para su amigo.