Rocket Raccoon
Rocket
27-10-2024, 11:23 PM
(Última modificación: 27-10-2024, 11:28 PM por Rocket Raccoon.)
Parece que la revolución nunca duerme en estos rincones del mundo. Claro, debería haberlo supuesto; estamos en plena boca del lobo. Admito que fue enteramente mi culpa, sabía bien sobre el G-31 aquí en Loguetown, esa gran y presuntuosa fortaleza marina con toda su reputación y bla bla bla. También fue decisión mía unirme a este grupo de personajes que han optado por iniciar una revuelta contra el sistema. ¿El único problema? Apenas hay paga. Lo que hacemos, lo hacemos más bien por convicción y por esa chispa en el pecho que aún nos impulsa a liberar las islas y el mundo de la tiranía que nos oprime. Esa es la sangre que aún corre por nuestras venas.
Han sido varios días ya de ir y venir en esta lucha, con mi compañero Lemon y yo realizando encargos para la causa. Pero hoy, este encargo en particular cae solo sobre mis hombros. Apenas leí la misión, entendí por qué me la asignaron a mí y no a Lemon, mi compañero, con todo su entusiasmo, es un tanto... llamativo. Aquí necesitaban a alguien que se moviera con precisión y discreción, y ¿quién mejor que Rocket? Lo mío es la infiltración y la retirada rápida, y en este caso esperaba que el enfrentamiento directo no fuera necesario. Aunque, como siempre, estaba listo para lo que viniera.
Este tipo de llamados era tan frecuente que ya tenía por costumbre llevar todo lo necesario conmigo. Nunca sabías cuándo te tocaría actuar rápido, sin lujo alguno de preparativos adicionales. Por eso, mantenía todo mi equipo bien oculto bajo una capa amplia, con la capucha cubriendo mi rostro excepto, claro, por el hocico.
Cuando terminé de leer el documento que me habían entregado, me dirigí a una de las letrinas exteriores. Allí, revisé que todos mis objetos estuvieran en su lugar y listos para cualquier eventualidad, incluyendo mi querido rifle de precisión, que mantenía en impecables condiciones. Cada disparo debía ser certero, un error por un polvillo o desperfecto y este mapache parlanchín podría morder el polvo. Sacando un pequeño mechero de mi bolsillo, prendí fuego al documento y esperé a que se consumiera en cenizas, antes de salir en dirección al punto indicado en la nota.
El objetivo tenía un nombre claro: Tadao Kinpe, la persona a la que debía ayudar a escapar. Había memorizado también su aspecto, ya que una foto del chico venía con la nota, pero también le prendí fuego. No sabía si él era consciente de la situación; esperaba que sí, porque eso me ahorraría varios problemas. Pero si no lo era, deseaba que al menos no resultara ser el típico cabezón desconfiado.
Calle Ironside, número 17, piso 3D. Esa era su dirección. A primera vista, esperaba que el lugar fuera lo suficientemente abierto para maniobrar, aunque eso lo descubriría al llegar. Antes de cualquier otra cosa, tenía que estudiar a fondo los alrededores: conocer cada calle adyacente, cada sombra útil y cada rincón desde donde pudiera desorientar a los marines si nos descubrían.
Finalmente, el punto de llegada estaba claro: La Grulla Roja, una bodega en desuso desde hacía ya varias temporadas.
Han sido varios días ya de ir y venir en esta lucha, con mi compañero Lemon y yo realizando encargos para la causa. Pero hoy, este encargo en particular cae solo sobre mis hombros. Apenas leí la misión, entendí por qué me la asignaron a mí y no a Lemon, mi compañero, con todo su entusiasmo, es un tanto... llamativo. Aquí necesitaban a alguien que se moviera con precisión y discreción, y ¿quién mejor que Rocket? Lo mío es la infiltración y la retirada rápida, y en este caso esperaba que el enfrentamiento directo no fuera necesario. Aunque, como siempre, estaba listo para lo que viniera.
Este tipo de llamados era tan frecuente que ya tenía por costumbre llevar todo lo necesario conmigo. Nunca sabías cuándo te tocaría actuar rápido, sin lujo alguno de preparativos adicionales. Por eso, mantenía todo mi equipo bien oculto bajo una capa amplia, con la capucha cubriendo mi rostro excepto, claro, por el hocico.
Cuando terminé de leer el documento que me habían entregado, me dirigí a una de las letrinas exteriores. Allí, revisé que todos mis objetos estuvieran en su lugar y listos para cualquier eventualidad, incluyendo mi querido rifle de precisión, que mantenía en impecables condiciones. Cada disparo debía ser certero, un error por un polvillo o desperfecto y este mapache parlanchín podría morder el polvo. Sacando un pequeño mechero de mi bolsillo, prendí fuego al documento y esperé a que se consumiera en cenizas, antes de salir en dirección al punto indicado en la nota.
El objetivo tenía un nombre claro: Tadao Kinpe, la persona a la que debía ayudar a escapar. Había memorizado también su aspecto, ya que una foto del chico venía con la nota, pero también le prendí fuego. No sabía si él era consciente de la situación; esperaba que sí, porque eso me ahorraría varios problemas. Pero si no lo era, deseaba que al menos no resultara ser el típico cabezón desconfiado.
Calle Ironside, número 17, piso 3D. Esa era su dirección. A primera vista, esperaba que el lugar fuera lo suficientemente abierto para maniobrar, aunque eso lo descubriría al llegar. Antes de cualquier otra cosa, tenía que estudiar a fondo los alrededores: conocer cada calle adyacente, cada sombra útil y cada rincón desde donde pudiera desorientar a los marines si nos descubrían.
Finalmente, el punto de llegada estaba claro: La Grulla Roja, una bodega en desuso desde hacía ya varias temporadas.