Silver
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28-10-2024, 02:23 AM
La oscuridad en el callejón era casi absoluta. Solo una tenue línea de luz amarillenta proveniente de una lámpara de aceite cercana llegaba hasta la carreta, creando sombras largas y distorsionadas en las paredes de piedra. Tras una rápida búsqueda, Marvolath encontró un sobre sellado entre las pertenencias del conductor. Su peso y tacto sugerían que contenía documentos o instrucciones, pero por el momento lo guardó con cuidado, concentrándose en lo inmediato.
Cuando el hombre comenzó a recobrar la conciencia, Marvolath le tapó la boca y le dirigió unas palabras con voz baja y precisa, lo suficiente para que comprendiera la seriedad de la situación. El conductor, aún algo aturdido, asintió con un leve temblor al notar la frialdad en la mirada del médico. Era un hombre tosco y de edad media, con marcas de quemaduras en las manos y un rostro gastado, el típico aspecto de un trabajador sin más oficio que el que le ofrecían en el puerto. Jadeando, apenas tuvo fuerzas para responder, pero el temor lo hizo hablar.
—A mí solo me pagan para llevar los envíos. Los recojo aquí y los llevo… —dudó por un segundo, mirando de reojo el callejón, como si temiera que alguien pudiera estar escuchando—. … los llevo a los puntos que me indican. A veces por la ciudad, a por los alrededores. No sé qué hay dentro, nadie nos deja abrir los contenedores. Solo sé que al final los... los dejamos donde nos mandan.
No dio más detalles. El conductor apenas conocía los puntos exactos, pero una cosa estaba clara: aquellos envíos no parecían tener un destinatario particular. Era posible que el contenido solo tuviera valor para deshacerse de él. Sin embargo, las rutas no eran las mismas cada noche; los puntos de entrega cambiaban, como si quisieran evitar que alguien sospechara de la carga y de su destino.
Tras escucharlo, Marvolath volvió su atención hacia los contenedores. Eran robustos y asegurados con cadenas pesadas y un candado sencillo que no le dio problemas para forzar. La tapa chirrió al abrirse, y en el interior encontró dos barriles de tamaño medio, perfectamente sellados. A simple vista, parecían bastante comunes, pero un olor acre se filtró apenas rompió el primer sello, lo que le hizo sospechar. Estaba familiarizado con ciertos aromas industriales, y lo que emanaba de aquellos barriles le dio una pista.
El hedor recordaba al tipo de residuos que se podrían encontrar cerca de áreas industriales: desechos químicos y materiales de desecho. Aunque no podía precisar su composición con exactitud, todo indicaba que era el tipo de carga de la que alguien buscaría deshacerse de manera discreta.
Sin embargo, quedaba una pregunta: ¿por qué traer esos residuos aquí, a Oykot, en lugar de desecharlos en otra isla? La respuesta aún no estaba clara, pero algo en el contenido de esos barriles y la cuidadosa distribución de los "puntos de entrega" en el mapa que mencionaba el conductor sugería que esto no era un simple descuido. Marvolath había encontrado una pieza importante, pero el rompecabezas aún estaba lejos de completarse.
Cuando el hombre comenzó a recobrar la conciencia, Marvolath le tapó la boca y le dirigió unas palabras con voz baja y precisa, lo suficiente para que comprendiera la seriedad de la situación. El conductor, aún algo aturdido, asintió con un leve temblor al notar la frialdad en la mirada del médico. Era un hombre tosco y de edad media, con marcas de quemaduras en las manos y un rostro gastado, el típico aspecto de un trabajador sin más oficio que el que le ofrecían en el puerto. Jadeando, apenas tuvo fuerzas para responder, pero el temor lo hizo hablar.
—A mí solo me pagan para llevar los envíos. Los recojo aquí y los llevo… —dudó por un segundo, mirando de reojo el callejón, como si temiera que alguien pudiera estar escuchando—. … los llevo a los puntos que me indican. A veces por la ciudad, a por los alrededores. No sé qué hay dentro, nadie nos deja abrir los contenedores. Solo sé que al final los... los dejamos donde nos mandan.
No dio más detalles. El conductor apenas conocía los puntos exactos, pero una cosa estaba clara: aquellos envíos no parecían tener un destinatario particular. Era posible que el contenido solo tuviera valor para deshacerse de él. Sin embargo, las rutas no eran las mismas cada noche; los puntos de entrega cambiaban, como si quisieran evitar que alguien sospechara de la carga y de su destino.
Tras escucharlo, Marvolath volvió su atención hacia los contenedores. Eran robustos y asegurados con cadenas pesadas y un candado sencillo que no le dio problemas para forzar. La tapa chirrió al abrirse, y en el interior encontró dos barriles de tamaño medio, perfectamente sellados. A simple vista, parecían bastante comunes, pero un olor acre se filtró apenas rompió el primer sello, lo que le hizo sospechar. Estaba familiarizado con ciertos aromas industriales, y lo que emanaba de aquellos barriles le dio una pista.
El hedor recordaba al tipo de residuos que se podrían encontrar cerca de áreas industriales: desechos químicos y materiales de desecho. Aunque no podía precisar su composición con exactitud, todo indicaba que era el tipo de carga de la que alguien buscaría deshacerse de manera discreta.
Sin embargo, quedaba una pregunta: ¿por qué traer esos residuos aquí, a Oykot, en lugar de desecharlos en otra isla? La respuesta aún no estaba clara, pero algo en el contenido de esos barriles y la cuidadosa distribución de los "puntos de entrega" en el mapa que mencionaba el conductor sugería que esto no era un simple descuido. Marvolath había encontrado una pieza importante, pero el rompecabezas aún estaba lejos de completarse.