Shy
"Shy"
28-10-2024, 03:10 AM
Shy no cabía en sí del fastidio. Yoshiro le siguió a la cantina y se sentó con él. Que desgracia la mía, pensaba, estoy rodeado de gente incapaz de captar una indirecta. ¿O seré yo quién no sabe transmitirlas? No me extrañaría. Aunque ya he dominado eso del sarcasmo. Punto para mí. El gyojin pareció desistir de intentar sacar una conversación banal. Lo que estaba fenomenal, por otra parte, porque ese era el tipo de conversaciones que peor se le daba a Shy. O todas. Sí, en general eso de la elocuencia era terreno desconocido para el cazador. En cualquier caso, se mantuvo atento a lo que tenía que decir el otro cazador.
Y cuán mayúsculo fue su fastidio. Esta vez no le reprendía, algo que le habría hecho desear clavar sus agujas en los globos oculares del gyojin, convirtiéndolo en un ser que haría una grotesca burla de un caracol. No, esta vez hablaba de trabajo. Bien. Lo que no estuvo tan bien fue que malinterpretase por completo las intenciones de Shy y le tuviera por un estúpido héroe de novela barata de aventuras que buscase la venganza. Porque no lo era. Shy no sabía si suspirar del cansancio mental que le estaba provocando la compañía o si descojonarse en su cara. Optó por bufar con desgana, una solución intermedia. La verdad es que tampoco veía bien lo de descojonarse, no era una persona dada a los grandes aspavientos. Además, tenía por máxima no ser una persona ruidosa, siendo consecuente con lo mucho que le molestaba cualquier tipo de ruido alto. Y como tampoco tenía una gran aprobación por aquella convención social de dar la razón a alguien cuando no la tenía, se limitó a centrarse en la ensalada y no darle una respuesta. Aunque lo más probable es que hubiera trastabillado con cada palabra al intentar dársela.
Para desgracia del viudo, Illyasbabel volvió, haciéndose notar. Le pitaron los tímpanos y apretó los dientes, irritado. Era evidente que no se lo iba a pasar demasiado bien con semejante pareja, pero para desgracia suya, el trabajo se estaba complicando. Como consecuencia de muchos factores geopolíticos que a Shy le daba flojera explicar -y mejor, porque era un docente terrible-, la Marina hacía cada vez mejor su trabajo. Lo que significaba que cada vez eran menos necesarios los cazarrecompensas. Eso, respecto de los criminales de poca monta. Para los grandes piratas y mafiosos quedaban cazadores, sí, pero eran la élite, la crème de la crème, los number one; los putos amos, en suma. Shy se enfrentaba a dos posibilidades, abandonar estos sangrientos trabajos, o conseguir formar parte de la élite a través de un entrenamiento intensivo y de entrar en el juego de las alianzas. Y con Geldhart muerto -mejor, porque lo de cazar a deudores le empezaba a cansar- y con Hyun en la tumba y Hendricks en paradero desconocido, Illyasbabel y Yoshiro parecían la mejor opción: aguerridos y poderosos, aunque algo alocados y, por la pinta, nada proclives a seguir una estrategia.
Recordó algunas de las pequeñas lecciones de sabiduría que traía Ame consigo. Cuando la necedad reina, impón tu inteligencia. Claro, al refrancito de marras le faltaba especificar que hacía falta una buena dosis de carisma para que los necios escuchasen a los inteligentes, algo de lo que Shy andaba en una dolorosa carestía. Ah, Ame. Cuanto la echaba de menos.
Cuando recuperó la atención, pudo observar que Illyasbabel había pedido té. ¿Sabía de sus preferencias? Desde luego, podía considerar aquel gesto un primer y valioso paso en el camino hacia una buena relación de camaradería y trabajo en equipo. No de amistad. No había que mezclar eso con el trabajo. Ya había sufrido las consecuencias de aquello tras la muerte de Hyun, y todavía sentía ese dolor en el pecho por su pérdida. Y el lanzazo. El lanzazo ayudaba. Nota personal: el dolor de la pérdida se asemeja curiosamente al dolor de recibir una estocada en el pecho. Shy agradeció silenciosamente el gesto de Illyasbabel, tomando el vasito de té caliente y olisqueando los matices herbáceos en el aroma de la bebida. Era de baja calidad, pero suficiente para el momento. Dio un trago, mientras escuchaba a Illyasbabel, todavía inmerso en el relato de su batallita más reciente. Esa era la desventaja de viajar con un viejo: tener sus pasados días de gloria como tema recurrente. Ah, y por supuesto, acompañado de la típica promesa de fanfarrón: "esta vez no, pero a la próxima le doy una paliza". En su fuero interno, le pareció hilarante. Aunque realmente creía que, en una situación propicia, podrían haber acabado con el friki de la lanza.
Cuando Shy se hartó de tanta chorrada, carraspeó. Se armó de valor para decirlo, pues tener una gran habilidad como asesino de la ayudaba a ser un mejor orador.
-Hablemos de trabajo -propuso Shy, con tono tajante.
Bueno, eso bastaría. No tendría grandes intervenciones, pero al menos podría asentir o negar con la cabeza a cada idea que le lanzasen. Si no... Siempre tenía el bloc de notas consigo, para hacerse entender cuando las palabras no eran suficientes.
Y cuán mayúsculo fue su fastidio. Esta vez no le reprendía, algo que le habría hecho desear clavar sus agujas en los globos oculares del gyojin, convirtiéndolo en un ser que haría una grotesca burla de un caracol. No, esta vez hablaba de trabajo. Bien. Lo que no estuvo tan bien fue que malinterpretase por completo las intenciones de Shy y le tuviera por un estúpido héroe de novela barata de aventuras que buscase la venganza. Porque no lo era. Shy no sabía si suspirar del cansancio mental que le estaba provocando la compañía o si descojonarse en su cara. Optó por bufar con desgana, una solución intermedia. La verdad es que tampoco veía bien lo de descojonarse, no era una persona dada a los grandes aspavientos. Además, tenía por máxima no ser una persona ruidosa, siendo consecuente con lo mucho que le molestaba cualquier tipo de ruido alto. Y como tampoco tenía una gran aprobación por aquella convención social de dar la razón a alguien cuando no la tenía, se limitó a centrarse en la ensalada y no darle una respuesta. Aunque lo más probable es que hubiera trastabillado con cada palabra al intentar dársela.
Para desgracia del viudo, Illyasbabel volvió, haciéndose notar. Le pitaron los tímpanos y apretó los dientes, irritado. Era evidente que no se lo iba a pasar demasiado bien con semejante pareja, pero para desgracia suya, el trabajo se estaba complicando. Como consecuencia de muchos factores geopolíticos que a Shy le daba flojera explicar -y mejor, porque era un docente terrible-, la Marina hacía cada vez mejor su trabajo. Lo que significaba que cada vez eran menos necesarios los cazarrecompensas. Eso, respecto de los criminales de poca monta. Para los grandes piratas y mafiosos quedaban cazadores, sí, pero eran la élite, la crème de la crème, los number one; los putos amos, en suma. Shy se enfrentaba a dos posibilidades, abandonar estos sangrientos trabajos, o conseguir formar parte de la élite a través de un entrenamiento intensivo y de entrar en el juego de las alianzas. Y con Geldhart muerto -mejor, porque lo de cazar a deudores le empezaba a cansar- y con Hyun en la tumba y Hendricks en paradero desconocido, Illyasbabel y Yoshiro parecían la mejor opción: aguerridos y poderosos, aunque algo alocados y, por la pinta, nada proclives a seguir una estrategia.
Recordó algunas de las pequeñas lecciones de sabiduría que traía Ame consigo. Cuando la necedad reina, impón tu inteligencia. Claro, al refrancito de marras le faltaba especificar que hacía falta una buena dosis de carisma para que los necios escuchasen a los inteligentes, algo de lo que Shy andaba en una dolorosa carestía. Ah, Ame. Cuanto la echaba de menos.
Cuando recuperó la atención, pudo observar que Illyasbabel había pedido té. ¿Sabía de sus preferencias? Desde luego, podía considerar aquel gesto un primer y valioso paso en el camino hacia una buena relación de camaradería y trabajo en equipo. No de amistad. No había que mezclar eso con el trabajo. Ya había sufrido las consecuencias de aquello tras la muerte de Hyun, y todavía sentía ese dolor en el pecho por su pérdida. Y el lanzazo. El lanzazo ayudaba. Nota personal: el dolor de la pérdida se asemeja curiosamente al dolor de recibir una estocada en el pecho. Shy agradeció silenciosamente el gesto de Illyasbabel, tomando el vasito de té caliente y olisqueando los matices herbáceos en el aroma de la bebida. Era de baja calidad, pero suficiente para el momento. Dio un trago, mientras escuchaba a Illyasbabel, todavía inmerso en el relato de su batallita más reciente. Esa era la desventaja de viajar con un viejo: tener sus pasados días de gloria como tema recurrente. Ah, y por supuesto, acompañado de la típica promesa de fanfarrón: "esta vez no, pero a la próxima le doy una paliza". En su fuero interno, le pareció hilarante. Aunque realmente creía que, en una situación propicia, podrían haber acabado con el friki de la lanza.
Cuando Shy se hartó de tanta chorrada, carraspeó. Se armó de valor para decirlo, pues tener una gran habilidad como asesino de la ayudaba a ser un mejor orador.
-Hablemos de trabajo -propuso Shy, con tono tajante.
Bueno, eso bastaría. No tendría grandes intervenciones, pero al menos podría asentir o negar con la cabeza a cada idea que le lanzasen. Si no... Siempre tenía el bloc de notas consigo, para hacerse entender cuando las palabras no eran suficientes.