Octojin
El terror blanco
28-10-2024, 10:22 AM
Desde la cubierta, Octojin maldijo entre dientes en innumerables ocasiones. Mientras el agua salada de la tormenta le golpeaba como una cascada despiadada, el escualo intentaba maniobrar, aunque en ocasiones era un simple tonel más que iba de un lado para otro sin poder tomar el rumbo que realmente quería.
El temporal estaba totalmente loco. O bien no llovía, o el agua caía con tal intensidad que apenas lograba ver sus propias manos. Eso, sumado a que el rugido de las olas era casi ensordecedor, creaba una mezcla un tanto complicada para poder llegar a su destino. Pero, por fortuna, tenían a Camille de su lado. La oni no hablaba mucho de navegación, pero se había empollado cuantos libros había en la base marina de la materia. La había sorprendido leyendo varias veces, y parece que todo ese conocimiento que tenía, lo estaba poniendo en práctica allí.
La madera del barco crujía continuamente, y aunque él confía en la resistencia de su embarcación, cada chasquido le recuerda lo crítico que es mantener todo en pie. Desde luego no estaba siendo un viaje nada tranquilo. Con sus herramientas colgadas en el cinturón de carpintero de su cintura, el escualo iba arreglando cada desperfecto que veía.
— ¡No salgáis aquí! ¡El mar está ingobernable hoy! —gritó mientras apretaba un tornillo suelto en una de las tablas del casco. Martillear con tal movimiento era complicado, e incluso perdió la cuenta de las veces que se golpeó el dedo antes que el clavo. Pero eran gajes del oficio.
Lo cierto es que sus habilidades no eran suficientes para luchar contra el capricho del temporal. Su equilibrio con tanto movimiento era regulero, y cada vez que una ola de gran tamaño rompía contra el casco de la embarcación, el gyojin caía sobre cubierta, intentando agarrarse a cualquier objeto que veía para no caer por la borda. Con cada balanceo, Octojin sentía que el mar mismo intentaba llevárselo de nuevo hacia donde debía estar. Fue entonces cuando un movimiento más violento lo sorprendió, y en un instante, su cuerpo se vió lanzado por la borda. El impacto con el agua helada le cortó el aliento, pero en cuestión de segundos se adaptó a su superficie, giró en dirección al barco y subió de vuelta en la cubierta, empapado y con el corazón latiendo furioso. Lo cierto es que con sus palabras anteriores, el escualo tenía la esperanza de que sus compañeros no repitieran su error. Para él no era un gran problema el caer al agua, pero sí que lo sería para sus amigos usuarios. Y lidiar contra el temporal y contra los propios usuarios cayendo por la borda sería una complicación que no deberían asumir. O al menos no intencionadamente.
La tarea de reparación le exigía mantenerse concentrado, aunque el clima continuaba empeñado en interrumpirle. Justo cuando pensó que había conseguido asegurarlo todo, una nueva ola rompió sobre la embarcación y, otra vez, sintió cómo su cuerpo era arrastrado al agua. Por segunda vez.
Con un gran esfuerzo y notando el mar aún más bravo, emergió de nuevo y se aferró al costado, retomando su posición con una mezcla de frustración y determinación. Su advertencia a la tripulación cada vez tenía más sentido y ganaba valor. Lo cierto es que iba cogiendo forma aquello de que solo alguien con su resistencia a las profundidades podría volver a subir tan rápido y sobrevivir en aquella tormenta.
Finalmente, tras lo que parecieron horas de lucha, Octojin consiguió que el barco estuviera listo para amarrarse. Con una tranquilidad de la cual no había dispuesto en todo el viaje, aseguró la cuerda con un último tirón y se dejó caer sobre la cubierta, jadeante y exhausto, mientras la lluvia continuaba castigándolo.
— ¡Barco amarrado! ¡Ya podéis salir! — gritó con energía, aunque no sabía de dónde la había sacado, la verdad. Con un tremendo suspiro se centró en recuperar su ritmo de respiración común, y poco a poco fue reincorporándose hasta estar sentado.
Una vez todos sus compañeros de brigada saliesen a cubierta, tocaría debatir sobre si salir por la noche o dormir tranquilamente y explorar por el día. Ambas tenían sus evidentes puntos fuertes y débiles, pero en un tema que tocaba tan de cerca al escualo, cualquier espera sobraba. Así que antes de que ninguno de sus compañeros hablase, dio su punto de vista, totalmente sesgado por la situación en la que se encontraban sus iguales.
— Este es el mejor momento para pillar desprevenidos a esos bastardos — comentó en voz baja, apenas visible en la penumbra de la noche, pero seguro de que la oscuridad sería su aliada en la misión que les esperaba.
Y es que, aquellos traficantes a los que buscaban comerciaban con gyojins. Algo que al escualo tocaba de primera mano y era un tema que le costaba horrores controlar. Sin embargo se había sorprendido de su propio autocontrol en la primera toma de contacto que habían tenido con ellos cuando estaba acompañado por Atlas.
Con un firme movimiento, el gyojin se levantó, notando cómo la madera crujía ligeramente y dejaba ver sus más de cuatro metros de altura. Estiró un poco sus brazos y sintió el cansancio que el viaje había provocado en él. Quizá no hubiera sido tan mala idea descansar un poco antes.`