Lobo Jackson
Moonwalker
28-10-2024, 01:42 PM
La algarabía de la batalla, que se transmitía de ballenero a ballenero con efecto electrizante, veía su naturaleza caótica transformada allá por donde Lobo Jackson pasaba.
- WAHOOOOO! WEEHEEEEEE! WAAAAHOOHOHOOO-gara! - Aullaba el hombre lobo mientras se deslizaba cual culebrilla cubierta de mantequilla entre la marabunta enfurecida.
Por mucho que la Guardia Real se esfozara en atraparlo, el ágil baile del mink le permitía evadir todos los ataques. Tridentes, sables y lanzas buscaron ensartarlo cual pollo de asadero, acompañadas del zumbido de las balas que pasaban sin siquiera despeinarlo.
Sus piernas se movían con gracia y estilo, siguiendo el embate de una emocionada pelvis que le guiaba hacia su destino. Cada paso quedaba coronado con un fantástico aullido, a veces con tan poca separación entre ellos que daba la impresión de que el mink andaba sobre ascuas ardientes.
Pero el efecto que causaba sobre quienes sentían su aura era indiscutible: cada golpe era una invitación para bailar en pareja, los lances de los arpones se convertían en pasos de tango y los gritos de guerra se armonizaban en La Mayor. Una coordinación musical que ascendía hacia los cielos cual cántico angelical.
El ritmo contagioso del mink le abrió paso hasta a la oficial de los Marines, una chica de aspecto adorable y repleto de ternura con quien se moría de ganas de bailar. Incluso después de ver cómo movía el ancla con una facilidad abrumadora, el carácter cambiante de la mujer no hizo sino avivar el deseo de compartir la pista de baile con una persona que derrochaba energía descontrolada.
A primera vista, aquel dúo entre la marine y el peludo revolucionario resultaba confuso. Marines, guardas reales y balleneros contemplaron el extraño encuentro con mirada atónita, sus miradas cautivadas por el brillo de la chaqueta del mink y el azul del uniforme de la oficial.
- ¡Un, dos, tres-gara! ¡Un pasito p’alante, Maecita! !Un, dos, tres-gara! ¡Un pasito p’atrás! - Cantaba Lobo Jackson, luchando codo con codo con la oficial. Su enemistad había pasado a un segundo plano en pos de la protección de los inocentes.
El dúo dinámico demostraba una coordinación tan natural que, para un observador que desconociera los entresijos de la política mundial, le parecería una pareja de bailarines con años de experiencia reforzada con innumerables ensayos. Pero para los soldados bajo el mando de Mae causaba la misma sensación que comer pizza con piña: una combinación sacrílega y, al mismo tiempo, perfecta en todos sus sentidos.
Pero Lobo Jackson aún guardaba un as bajo la manga. Empezó a pivotar sobre sus talones girando a toda velocidad como una peonza descontrolada, preparando el último paso de su baile definitivo al tiempo que le tomaba prestado el sombrero a uno de los balleneros cercanos.
- Get ready! -
Canalizando toda su pasión por la música y el baile en un aullido que se sobrepuso por encima del griterío y el caos, del mink emergió un aura que se extendió sobre el campo de batalla como una poderosa fuerza invisible.
Agarrando el ala del sombrero, comenzó a moverse con elegancia marcando unos pasos imposibles de imitar para los menos ágiles. Pero eso no impidió que de pronto un centenar de marines, balleneros y guardias reales hicieran los mismos movimientos.
Como si fuera un flashmob ensayado para cautivar el corazón de la oficial, Lobo Jackson dirigió la pista de baile seguido de los bailarines de fondo que se unieron en el último segundo. Todos y cada uno de ellos se movían al unísono, dando los pasos al mismo tiempo como si Lobo Jackson fuera su maestro titiritero, dictando con perfección cada giro, arrastre de pies y torsión de rodilla. Cuando él levantaba los hombros o se agarraba el sombrero, el resto le imitaba incluso si no portaban sombrero alguno.
El combate dejó de ser un caos desorganizado y pasó a ser la pista de baile más grande jamás vista en el Reino de Oykot. Todos aquellos que estuvieran medianamente cerca de Lobo Jackson bailaban junto a él, sin importar el bando o raza. Guardias reales y balleneros daban pasos conjuntos, algunos subidos sobre cajas de mercancías, otros en medio de la calle, y uno de ellos danzaba encima de un buzón de correos.
Lobo Jackson dirigía el baile en dirección al muelle, más concretamente hacia una embarcación muy particular: el submarino de la Guardia Real. ¿Acaso quería apropiarse del batiscafo? ¿Quería engrosar la flota del Ejército Revolucionario con un juguete nuevo? ¡No! Aquel era el lugar perfecto para dar el golpe de gracia al concierto. Un escenario flotante cuyo brillo metálico reflejaba las llamas del incendio que había provocado su compañero Lemon.
- ¡HOUUUUUUU! ¡SE ACABÓ-gara! -
Dejando que su aura se expandiera sin restricciones desde lo más profundo de su ser, el lobo dio fin al concierto con un toque de su energía personal que se adueñó del lugar, dominando cada rincón del muelle. Una conclusión espectacular, destinada a ser recordada por quienes tuvieran la voluntad suficiente para apreciar su pose definitiva sin caer desmayados: la rodilla derecha flexionada hacia adelante, el brazo extendido hacia el cielo.
- ¡Soy Lobo Jackson! ¡Y voy a ser el Rey del Pop! - Exclamó el mink con tal decisión que ni tan siquiera su muletilla usual osó interponerse en su declaración. A continuación se giró hacia la oficial, inclinándose ante ella con un ademán de respeto y gracia. - Ya nos veremos, encanto-gara. - Y le guiñó el ojo antes de dar un salto hacia el frente y perderse entre la muchedumbre, en busca de sus compañeros.
- ¡Santo Cielo! ¡Harold-gara! ¡Me alegro de verte-gara! - Entre toda la muchedumbre que se arremolinaba alrededor de la emocionada Karina, Lobo Jackson divisó a su querido amigo ballenero. Aquel que le había acogido en su hogar durante su estancia en Oykot, uno de los supervivientes de la masacre del pirata Kael y que ahora era un recluta del Ejército Revolucionario.
- ¡Lobito! ¡Sabía que estarías aquí! ¿Aún guardas lo que te di? - Le preguntó con alegría.
El mink buscó entre los bolsillos de su "Third Strike Royale" y sacó un cigarro puro de buena calidad. Sujetarlo entre su mano le recordó el comienzo de la misión, el encuentro con la hermosa Hato, el inigualable Lemon y el valiente Rocket en la taberna que ahora no era más que un recuerdo calcinado hasta los cimientos. La emoción de escuchar a la sirena cantando por el Den Den Mushi, señal de victoria del Grupo B, y la aparición de Tofun, Umibozu y Alistair para salvarles el culo en el último momento. ¿Cómo no iba a celebrarlo con tan buenos motivos? Maldita sea, estaba orgulloso de ser un revolucionario.
- ¡Eso es! ¡El puro de la victoria, amigo mío! - Dijo Harold mientras se acercaba con un mechero rudimentario y se lo encendía. - ¡Por un Oykot libre de la tiranía! -
Lobo Jackson, a pesar de no ser fumador, accedió a los deseos de su amigo y dio un par de caladas. Para su sorpresa, el sabor no era nada desagradable. Le hizo recordar el aroma de los puros que fumaba su camarada Lemon. El mink miró a su alrededor en busca del susodicho enmascarado, sin éxito. Pero sabía que allá donde estuviera Lemon, estaría disfrutando de lo lindo.
- WAHOOOOO! WEEHEEEEEE! WAAAAHOOHOHOOO-gara! - Aullaba el hombre lobo mientras se deslizaba cual culebrilla cubierta de mantequilla entre la marabunta enfurecida.
Por mucho que la Guardia Real se esfozara en atraparlo, el ágil baile del mink le permitía evadir todos los ataques. Tridentes, sables y lanzas buscaron ensartarlo cual pollo de asadero, acompañadas del zumbido de las balas que pasaban sin siquiera despeinarlo.
Sus piernas se movían con gracia y estilo, siguiendo el embate de una emocionada pelvis que le guiaba hacia su destino. Cada paso quedaba coronado con un fantástico aullido, a veces con tan poca separación entre ellos que daba la impresión de que el mink andaba sobre ascuas ardientes.
Pero el efecto que causaba sobre quienes sentían su aura era indiscutible: cada golpe era una invitación para bailar en pareja, los lances de los arpones se convertían en pasos de tango y los gritos de guerra se armonizaban en La Mayor. Una coordinación musical que ascendía hacia los cielos cual cántico angelical.
El ritmo contagioso del mink le abrió paso hasta a la oficial de los Marines, una chica de aspecto adorable y repleto de ternura con quien se moría de ganas de bailar. Incluso después de ver cómo movía el ancla con una facilidad abrumadora, el carácter cambiante de la mujer no hizo sino avivar el deseo de compartir la pista de baile con una persona que derrochaba energía descontrolada.
A primera vista, aquel dúo entre la marine y el peludo revolucionario resultaba confuso. Marines, guardas reales y balleneros contemplaron el extraño encuentro con mirada atónita, sus miradas cautivadas por el brillo de la chaqueta del mink y el azul del uniforme de la oficial.
- ¡Un, dos, tres-gara! ¡Un pasito p’alante, Maecita! !Un, dos, tres-gara! ¡Un pasito p’atrás! - Cantaba Lobo Jackson, luchando codo con codo con la oficial. Su enemistad había pasado a un segundo plano en pos de la protección de los inocentes.
El dúo dinámico demostraba una coordinación tan natural que, para un observador que desconociera los entresijos de la política mundial, le parecería una pareja de bailarines con años de experiencia reforzada con innumerables ensayos. Pero para los soldados bajo el mando de Mae causaba la misma sensación que comer pizza con piña: una combinación sacrílega y, al mismo tiempo, perfecta en todos sus sentidos.
Pero Lobo Jackson aún guardaba un as bajo la manga. Empezó a pivotar sobre sus talones girando a toda velocidad como una peonza descontrolada, preparando el último paso de su baile definitivo al tiempo que le tomaba prestado el sombrero a uno de los balleneros cercanos.
- Get ready! -
Canalizando toda su pasión por la música y el baile en un aullido que se sobrepuso por encima del griterío y el caos, del mink emergió un aura que se extendió sobre el campo de batalla como una poderosa fuerza invisible.
Agarrando el ala del sombrero, comenzó a moverse con elegancia marcando unos pasos imposibles de imitar para los menos ágiles. Pero eso no impidió que de pronto un centenar de marines, balleneros y guardias reales hicieran los mismos movimientos.
Como si fuera un flashmob ensayado para cautivar el corazón de la oficial, Lobo Jackson dirigió la pista de baile seguido de los bailarines de fondo que se unieron en el último segundo. Todos y cada uno de ellos se movían al unísono, dando los pasos al mismo tiempo como si Lobo Jackson fuera su maestro titiritero, dictando con perfección cada giro, arrastre de pies y torsión de rodilla. Cuando él levantaba los hombros o se agarraba el sombrero, el resto le imitaba incluso si no portaban sombrero alguno.
El combate dejó de ser un caos desorganizado y pasó a ser la pista de baile más grande jamás vista en el Reino de Oykot. Todos aquellos que estuvieran medianamente cerca de Lobo Jackson bailaban junto a él, sin importar el bando o raza. Guardias reales y balleneros daban pasos conjuntos, algunos subidos sobre cajas de mercancías, otros en medio de la calle, y uno de ellos danzaba encima de un buzón de correos.
Lobo Jackson dirigía el baile en dirección al muelle, más concretamente hacia una embarcación muy particular: el submarino de la Guardia Real. ¿Acaso quería apropiarse del batiscafo? ¿Quería engrosar la flota del Ejército Revolucionario con un juguete nuevo? ¡No! Aquel era el lugar perfecto para dar el golpe de gracia al concierto. Un escenario flotante cuyo brillo metálico reflejaba las llamas del incendio que había provocado su compañero Lemon.
- ¡HOUUUUUUU! ¡SE ACABÓ-gara! -
Dejando que su aura se expandiera sin restricciones desde lo más profundo de su ser, el lobo dio fin al concierto con un toque de su energía personal que se adueñó del lugar, dominando cada rincón del muelle. Una conclusión espectacular, destinada a ser recordada por quienes tuvieran la voluntad suficiente para apreciar su pose definitiva sin caer desmayados: la rodilla derecha flexionada hacia adelante, el brazo extendido hacia el cielo.
- ¡Soy Lobo Jackson! ¡Y voy a ser el Rey del Pop! - Exclamó el mink con tal decisión que ni tan siquiera su muletilla usual osó interponerse en su declaración. A continuación se giró hacia la oficial, inclinándose ante ella con un ademán de respeto y gracia. - Ya nos veremos, encanto-gara. - Y le guiñó el ojo antes de dar un salto hacia el frente y perderse entre la muchedumbre, en busca de sus compañeros.
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- ¡Santo Cielo! ¡Harold-gara! ¡Me alegro de verte-gara! - Entre toda la muchedumbre que se arremolinaba alrededor de la emocionada Karina, Lobo Jackson divisó a su querido amigo ballenero. Aquel que le había acogido en su hogar durante su estancia en Oykot, uno de los supervivientes de la masacre del pirata Kael y que ahora era un recluta del Ejército Revolucionario.
- ¡Lobito! ¡Sabía que estarías aquí! ¿Aún guardas lo que te di? - Le preguntó con alegría.
El mink buscó entre los bolsillos de su "Third Strike Royale" y sacó un cigarro puro de buena calidad. Sujetarlo entre su mano le recordó el comienzo de la misión, el encuentro con la hermosa Hato, el inigualable Lemon y el valiente Rocket en la taberna que ahora no era más que un recuerdo calcinado hasta los cimientos. La emoción de escuchar a la sirena cantando por el Den Den Mushi, señal de victoria del Grupo B, y la aparición de Tofun, Umibozu y Alistair para salvarles el culo en el último momento. ¿Cómo no iba a celebrarlo con tan buenos motivos? Maldita sea, estaba orgulloso de ser un revolucionario.
- ¡Eso es! ¡El puro de la victoria, amigo mío! - Dijo Harold mientras se acercaba con un mechero rudimentario y se lo encendía. - ¡Por un Oykot libre de la tiranía! -
Lobo Jackson, a pesar de no ser fumador, accedió a los deseos de su amigo y dio un par de caladas. Para su sorpresa, el sabor no era nada desagradable. Le hizo recordar el aroma de los puros que fumaba su camarada Lemon. El mink miró a su alrededor en busca del susodicho enmascarado, sin éxito. Pero sabía que allá donde estuviera Lemon, estaría disfrutando de lo lindo.