Ray
Kuroi Ya
28-10-2024, 05:58 PM
El joven marine comenzó a hacer cabriolas en el aire, cambiando bruscamente de dirección y girando sobre sí mismo, para entrar en calor. Al mismo tiempo lanzaba puñetazos y patadas al aire con fuerza y precisión, buscando prepararse adecuadamente para la batalla que, sin duda, estaba por venir. Continuó así unos tres minutos, sintiendo poco a poco cómo el flujo sanguíneo hacia sus músculos se aceleraba, cómo se iba notando cada vez más vivo. Acostumbraba a hacerlo antes de entrar en combate, ya casi una especie de extraña manía pero que le permitía afrontar los enfrentamientos en mejores condiciones.
De repente una presencia comenzó a acercarse desde las profundidades. Algo enorme y terrible, que ahuyentaba a toda vida marina a su paso. Y con ella avanzaba un frío estremecedor, como si el mismo monstruo disminuyese la temperatura a su alrededor con su sola presencia. Sonaba demencial, si, pero no se le ocurría qué otro fenómeno podría explicar aquello ya que una mera coincidencia no parecía ser suficiente.
- Cuidado, aquí viene. - Avisó el peliblanco a sus dos compañeros para prevenirles. Sabía que Octojin también era capaz de sentir la presencia de otros mediante su Haki, pero desconocía si su habilidad en ese sentido estaba tan pulido como la suya propia. Además él contaba con sus antenas, que le permitían recurrir a otros sentidos en la oscuridad de la cueva. Y claro, no tenía la menor idea acerca de las capacidades de Balagus, aunque sospechaba que era un buen combatiente dadas las circunstancias. Nadie que no lo fuese se habría ofrecido a colaborar en la caza de un monstruo como aquel.
Cuando el monstruo estaba a punto de llegar, Ray se dirigió a las rocas situadas en la esquina de la cala situada a su izquierda, a la derecha del agua. Se ocultó tras ellas, buscando sorprender a la bestia cuando apareciese, y aguardó los escasos segundos que faltaban.
Entonces el enorme animal hizo su aparición. Era una criatura aterradora, de las que pueblan las pesadillas de los niños pequeños por las noches. Su tamaño era verdaderamente descomunal, y su piel estaba cubierta por una especie de armadura helada de un color azulado brillante. Sus extremidades anteriores, que se encontraban fuera del agua, contaban con afiladas garras, y los colmillos que se agolpaban en sus fauces eran de un tamaño capaz de partir a un ser humano por la mitad. La bestia rugió con fuerza, adoptando una postura que parecía defensiva, como si estuviera esperando a ver qué hacían sus potenciales presas.
En ese momento Octojin se lanzó al agua sin miedo ninguno, dispuesto a golpear al monstruo desde abajo en el ambiente natural de ambos. Y cuando sintió mediante su Haki que el tiburón iba a golpear, salió de su escondite con un poderoso salto, recortando bruscamente la distancia que le separaba de la bestia. A mitad de su trayectoria el peliblanco se encogió sobre sí mismo, contrayendo sus músculos al máximo para, cuando estuvo a unos cinco metros de distancia del monstruo, situado ligeramente por encima de su cabeza, soltarlos con toda su fuerza generando una potentísima onda de choque a su alrededor. Se había asegurado de ascender lo suficiente para no dañar a Octojin ni a Balagus con ella, quedando solo el enorme depredador dentro de su rango. Esperaba poder pillarle desprevenido y asestarle un golpe que empezase a decantar el combate hacia su lado.
De repente una presencia comenzó a acercarse desde las profundidades. Algo enorme y terrible, que ahuyentaba a toda vida marina a su paso. Y con ella avanzaba un frío estremecedor, como si el mismo monstruo disminuyese la temperatura a su alrededor con su sola presencia. Sonaba demencial, si, pero no se le ocurría qué otro fenómeno podría explicar aquello ya que una mera coincidencia no parecía ser suficiente.
- Cuidado, aquí viene. - Avisó el peliblanco a sus dos compañeros para prevenirles. Sabía que Octojin también era capaz de sentir la presencia de otros mediante su Haki, pero desconocía si su habilidad en ese sentido estaba tan pulido como la suya propia. Además él contaba con sus antenas, que le permitían recurrir a otros sentidos en la oscuridad de la cueva. Y claro, no tenía la menor idea acerca de las capacidades de Balagus, aunque sospechaba que era un buen combatiente dadas las circunstancias. Nadie que no lo fuese se habría ofrecido a colaborar en la caza de un monstruo como aquel.
Cuando el monstruo estaba a punto de llegar, Ray se dirigió a las rocas situadas en la esquina de la cala situada a su izquierda, a la derecha del agua. Se ocultó tras ellas, buscando sorprender a la bestia cuando apareciese, y aguardó los escasos segundos que faltaban.
Entonces el enorme animal hizo su aparición. Era una criatura aterradora, de las que pueblan las pesadillas de los niños pequeños por las noches. Su tamaño era verdaderamente descomunal, y su piel estaba cubierta por una especie de armadura helada de un color azulado brillante. Sus extremidades anteriores, que se encontraban fuera del agua, contaban con afiladas garras, y los colmillos que se agolpaban en sus fauces eran de un tamaño capaz de partir a un ser humano por la mitad. La bestia rugió con fuerza, adoptando una postura que parecía defensiva, como si estuviera esperando a ver qué hacían sus potenciales presas.
En ese momento Octojin se lanzó al agua sin miedo ninguno, dispuesto a golpear al monstruo desde abajo en el ambiente natural de ambos. Y cuando sintió mediante su Haki que el tiburón iba a golpear, salió de su escondite con un poderoso salto, recortando bruscamente la distancia que le separaba de la bestia. A mitad de su trayectoria el peliblanco se encogió sobre sí mismo, contrayendo sus músculos al máximo para, cuando estuvo a unos cinco metros de distancia del monstruo, situado ligeramente por encima de su cabeza, soltarlos con toda su fuerza generando una potentísima onda de choque a su alrededor. Se había asegurado de ascender lo suficiente para no dañar a Octojin ni a Balagus con ella, quedando solo el enorme depredador dentro de su rango. Esperaba poder pillarle desprevenido y asestarle un golpe que empezase a decantar el combate hacia su lado.
