Asradi
Völva
28-10-2024, 09:50 PM
Bajó la mirada cuando sintió la de Octojin, tan intensa sobre ella, hasta tal punto que le hizo tragar saliva. No le había dicho tales palabras de manera ligera, las había pensado en algún momento, sobre todo cuando había sentido, en última instancia, el dolor que creía que le estaba provocando a él. Y eso era lo que la sirena menos quería. Si tan solo pudiese paliar un poco esa desazón, si tan solo pudiese protegerle un poco más. Pero... ¿Cómo se protege a alguien, queriendo alejarle del peligro, cuando ese peligro es uno mismo? Y, sobre todo, con ese deseo de querer permanecer, como sea, a su lado. Era un conjunto de demasiadas emociones que le estaba costando gestionar, sintiendo que, en ocasiones, su corazón quería irse por un lado y la razón por otro. No era la sombra imponente del gyojin lo que la tenía tan nerviosa, sino su silencio y su mirada, la cual podía sentir todavía. Solo se atrevió a alzar la suya propia cuando la voz del tiburón la sacó de sus oscuros pensamientos.
Asradi apretó ligeramente los labios, emocionada.
— Pero... — No fue capaz de continuar la frase, si es que había algo que continuar. Solo alcanzó a tragar saliva y a dejarse abrazar cuando fue Octojin quien inició tal gesto. Uno que la sirena correspondió de inmediato, con absoluta necesidad. Se acurrucó contra el cuerpo contrario y cerró los ojos solo para aumentar todavía más la sensación de aquel contacto. — Lo que menos quiero es hacerte daño. De verdad que siento todo esto...
Su voz salió trémula por unos momentos, antes de tomar aire por la nariz y buscar calmar las agitadas aguas de su interior. Sus manos acariciaron, con lentitud y deleite, la escamosa y áspera piel contraria, empapándose de su aroma. Era lo único que tendría, el único recuerdo físico, junto con la talla de madera, de él una vez se separasen. Ojalá pudiesen encontrar una manera, a futuro, para poder comunicarse con los Den Den Mushi.
— Pero tienes razón. No podemos dejar que algo así nos supere. — Ambos debían ser fuertes para poder reunirse nuevamente. Era lo único en lo que tenía que pensar a partir de ahora. Se enjugó un par de lágrimas furtivas antes de apoyarse en Octojin para alzarse un poco y darle un comedido y primoroso beso en los labios. Algo corto y rápido, aunque no lo suficiente rápido para resultar en tan solo un piquito. — Haré todo lo posible para regresar contigo. No sé lo que me deparará en el camino, pero... Te prometo que volveré a ti.
Finalmente, Asradi esbozó una sonrisa cálida y le dió otro beso, ahora en la mejilla, al escualo, antes de bajar hacia las calles de la ciudad. La cual les recibió con su bullicio característico. El sol en lo alto iluminaba cálidamente cada rincón de la ciudad, y también le resultaba agradable sentir ese calorcito en la piel. Tras el corte de la trenza, Asradi se había dejado el cabello suelto, el cual le cosquilleaba el cuello de manera agradable. No le preocupaba, era su forma de agradecerle a Octojin. De quererle. El pelo volvería a crecer, al fin y al cabo.
Estuvieron un rato paseando y disfrutando del ambiente, hasta que llegaron a una taberna no demasiado grande, pero muy acogedora en su interior. Ambos se acomodaron en una de la zonas más íntimas. La luz que llegaba hasta ahí era cálida, pero tampoco muy fuerte, por lo que hacía el ambiente todavía más agradable. Asradi pidió otro plato de carne y algo de alcohol para beber. Una cerveza bien fría siempre era un buen acompañamiento, y más con el calorcito que hacía. El silencio se apoderó de ellos durante unos instantes. Vió como Octojin cerraba los ojos unos segundos y le dejó en paz ese tiempo, no perturbándole. A la sirena tan solo se le dibujó una suave sonrisa, porque ella misma aprovechó ese momento para deleitarse con las facciones del gyojin. Estudiándolas, enraizándolas en su memoria, grabando ese recuerdo en su cabeza. Quería atesorar aquello todo lo posible y, cuando estuviese lejos de él, poder rememorar este momento de manera cálida y alegre.
Cuando el habitante del mar abriese los ojos, se encontraría con la cariñosa mirada y sonrisa de la sirena. De su sirena, porque Asradi sí tenía claro que ese grandullón le había encandilado de una manera como nunca se había imaginado, como nunca antes habría podido pensar. Quizás, a pesar de todas las circunstancias, si continuaban por el sendero elegido y perseveraban, ambos conseguirían todo lo que se propusiesen. Y, la meta de ella, era regresar con él costase lo que le costase.
— Entonces... ¿Cómo deberé llamarte la próxima vez que nos veamos? ¿Sargento Octojin? — Se rió de manera suave y melódica. No era una burla, ni mucho menos, sino una manera de divertirse con él. — A decir verdad, si hay suerte y te dejan destinado aquí en Loguetown... — Porque para ella estaba segura de que entraría. Octojin valía muchísimo. — … Me será más sencillo hacer alguna escapada de vez en cuando para venir a verte.
O, al menos, lo intentaría.
Asradi apretó ligeramente los labios, emocionada.
— Pero... — No fue capaz de continuar la frase, si es que había algo que continuar. Solo alcanzó a tragar saliva y a dejarse abrazar cuando fue Octojin quien inició tal gesto. Uno que la sirena correspondió de inmediato, con absoluta necesidad. Se acurrucó contra el cuerpo contrario y cerró los ojos solo para aumentar todavía más la sensación de aquel contacto. — Lo que menos quiero es hacerte daño. De verdad que siento todo esto...
Su voz salió trémula por unos momentos, antes de tomar aire por la nariz y buscar calmar las agitadas aguas de su interior. Sus manos acariciaron, con lentitud y deleite, la escamosa y áspera piel contraria, empapándose de su aroma. Era lo único que tendría, el único recuerdo físico, junto con la talla de madera, de él una vez se separasen. Ojalá pudiesen encontrar una manera, a futuro, para poder comunicarse con los Den Den Mushi.
— Pero tienes razón. No podemos dejar que algo así nos supere. — Ambos debían ser fuertes para poder reunirse nuevamente. Era lo único en lo que tenía que pensar a partir de ahora. Se enjugó un par de lágrimas furtivas antes de apoyarse en Octojin para alzarse un poco y darle un comedido y primoroso beso en los labios. Algo corto y rápido, aunque no lo suficiente rápido para resultar en tan solo un piquito. — Haré todo lo posible para regresar contigo. No sé lo que me deparará en el camino, pero... Te prometo que volveré a ti.
Finalmente, Asradi esbozó una sonrisa cálida y le dió otro beso, ahora en la mejilla, al escualo, antes de bajar hacia las calles de la ciudad. La cual les recibió con su bullicio característico. El sol en lo alto iluminaba cálidamente cada rincón de la ciudad, y también le resultaba agradable sentir ese calorcito en la piel. Tras el corte de la trenza, Asradi se había dejado el cabello suelto, el cual le cosquilleaba el cuello de manera agradable. No le preocupaba, era su forma de agradecerle a Octojin. De quererle. El pelo volvería a crecer, al fin y al cabo.
Estuvieron un rato paseando y disfrutando del ambiente, hasta que llegaron a una taberna no demasiado grande, pero muy acogedora en su interior. Ambos se acomodaron en una de la zonas más íntimas. La luz que llegaba hasta ahí era cálida, pero tampoco muy fuerte, por lo que hacía el ambiente todavía más agradable. Asradi pidió otro plato de carne y algo de alcohol para beber. Una cerveza bien fría siempre era un buen acompañamiento, y más con el calorcito que hacía. El silencio se apoderó de ellos durante unos instantes. Vió como Octojin cerraba los ojos unos segundos y le dejó en paz ese tiempo, no perturbándole. A la sirena tan solo se le dibujó una suave sonrisa, porque ella misma aprovechó ese momento para deleitarse con las facciones del gyojin. Estudiándolas, enraizándolas en su memoria, grabando ese recuerdo en su cabeza. Quería atesorar aquello todo lo posible y, cuando estuviese lejos de él, poder rememorar este momento de manera cálida y alegre.
Cuando el habitante del mar abriese los ojos, se encontraría con la cariñosa mirada y sonrisa de la sirena. De su sirena, porque Asradi sí tenía claro que ese grandullón le había encandilado de una manera como nunca se había imaginado, como nunca antes habría podido pensar. Quizás, a pesar de todas las circunstancias, si continuaban por el sendero elegido y perseveraban, ambos conseguirían todo lo que se propusiesen. Y, la meta de ella, era regresar con él costase lo que le costase.
— Entonces... ¿Cómo deberé llamarte la próxima vez que nos veamos? ¿Sargento Octojin? — Se rió de manera suave y melódica. No era una burla, ni mucho menos, sino una manera de divertirse con él. — A decir verdad, si hay suerte y te dejan destinado aquí en Loguetown... — Porque para ella estaba segura de que entraría. Octojin valía muchísimo. — … Me será más sencillo hacer alguna escapada de vez en cuando para venir a verte.
O, al menos, lo intentaría.