Aún resonaba el pitido del dispositivo cuando Syxel, exhalando con esfuerzo, observó el resultado de sus maniobras en el balandro. La cúpula seguía firmemente cerrada y la plataforma, aunque temporalmente frenada, no dejaría de tambalearse. Sin otra alternativa clara, el pirata barajó lo inevitable: cargar con el botín y salir de allí antes de que la Marina se le echara encima. La decisión no era fácil. Si bien su fuerza física le permitía una maniobra semejante, el esfuerzo y las heridas acumuladas le pondrían a prueba. Pero eso nunca había sido un impedimento para él.
Sin dudarlo un segundo más, se acercó a la cúpula, buscando el mejor punto para levantarla con seguridad evitando dañar las esculturas en su interior. Sus dedos firmes tantearon las uniones de la estructura y, con un último resoplido, tensó sus músculos antes de alzar la carga de golpe, manteniendo el equilibrio con una precisión adquirida tras años de riesgo y saqueos. La cúpula pesaba más de lo que calculaba, y al mismo tiempo la presión en su pecho parecía recrudecerse a cada paso, como una advertencia de que debía actuar con rapidez. Hizo una breve pausa antes de lanzarse por la cubierta, tomando el aire necesario para coordinar el escape de la embarcación hacia el muelle cercano donde había atracado el Hope. Ya había considerado este escenario desde el comienzo; por eso había dejado su barco en un muelle secundario, lo suficientemente cerca para un escape rápido y lo bastante alejado del muelle principal, sabiendo que no podría volver a la posada con semejante carga.
En cuanto sus pies tocaron el puerto, antes de reanudar la marcha, buscó con la mirada el lugar donde su oponente había caído y, más concretamente, el arma que este había utilizado en la batalla. Sería un muy buen añadido al botín, así que se apresuró a recogerla. Tras ello, un rugido metálico y unos pasos apresurados le alertaron de las patrullas de la Marina, cada vez más próximas. La cúpula en sus brazos era un peso considerable, no solo por el valor de su contenido, sino por el constante peligro de ser interceptado. Moviéndose entre las sombras, Silver se enfocó en su haki, percibiendo las presencias de los marines en un radio que le permitía prever sus movimientos y evitarlos. Con cada giro y cada esquina torcidos en el momento exacto, sus movimientos eran precisos y calculados, sorteando las patrullas sin alertar a nadie de su posición. El valor del contenido en sus brazos no dejaba margen para errores.
—No es momento para detenerse... —murmuró para sí mismo, mientras avanzaba con movimientos precisos.
Aprovechando su conocimiento de los callejones y pasajes menos frecuentados, el capitán torció varias esquinas, cada una con una creciente rapidez, dejando atrás los ruidos de las patrullas y cualquier línea de visión que pudiera delatar su ubicación. Desde el inicio de la operación había asegurado que el Hope estuviera en un muelle secundario, a cierta distancia del bullicio principal. Esta decisión ahora probaba su utilidad, dándole la seguridad de que, con suerte, su ruta estaría lo bastante despejada para evitar otro enfrentamiento o más imprevistos.
Al llegar al muelle que buscaba, los escalones de madera crujieron bajo su peso, resonando en la calma aparente del área. La cubierta del Hope estaba oscura, pero el confort familiar del navío lo recibió como un faro en medio de la tormenta. Con el último esfuerzo, subió a bordo y avanzó directamente bajo cubierta, en dirección al primer nivel, donde sería más fácil esconder la carga. La cúpula temblaba en sus brazos, y el eco de sus pasos resonaba en el navío oscuro mientras encontraba un lugar seguro junto a una columna de soporte, protegiéndola con cuerdas adicionales para asegurarla.
En la oscuridad del Hope, permaneció inmóvil unos instantes, dejando que la sensación de logro y el cansancio se asentaran. Era consciente de que la cúpula le iba a dar más problemas, y romperla sin dañar las esculturas sería su próximo desafío. Pero por ahora, oculto en la penumbra del barco, aguardó a que las patrullas se alejaran. Sus pensamientos, ya en calma, empezaron a centrarse en el siguiente y crucial paso: abrir la cúpula y preparar el valioso contenido para el encuentro de la noche siguiente.
Syxel respiró profundamente en la penumbra del Hope, dejando que el cansancio y la tensión se disiparan lentamente. Las heridas y la fatiga del combate seguían pesándole, y aunque su determinación lo había mantenido en movimiento hasta ahora, cada músculo recordaba el esfuerzo realizado. Permaneció alerta durante la mañana, aprovechando la calma y el aislamiento que el barco le brindaba. A lo largo de las horas aplicó algunos primeros auxilios a sus heridas, y, tras un breve descanso, se sintió revitalizado.
A mediodía, con algo más de energía, se dirigió hacia la cúpula que, aún sellada, contenía las esculturas que tanto le había costado asegurar. Examinó la estructura con cuidado, tanteando el material y buscando algún punto vulnerable. Al primer intento de abrirla con sus espadas, los filos no hicieron más que resbalar sobre la superficie, que estaba hecha de algún material plástico extraordinariamente resistente. Por un momento, contempló la idea de buscar herramientas más pesadas, pero un golpe demasiado fuerte podría dañar las figuras en el interior. Debería recurrir a algo más ingenioso.
Se detuvo a observar el contenedor, evaluando las posibles formas de abrirlo sin arriesgar el contenido. La estructura parecía resistente y diseñada específicamente para proteger las piezas en su interior. Sin embargo, la base de la cúpula era de un material diferente y sugería que quizá ocultaba el mecanismo de cierre. Con un plan en mente, se dispuso a intentarlo.
Apoyando firmemente la cúpula contra una de las paredes de la bodega, el capitán empleó fuerza y las herramientas a su alcance, tratando de desmontar la base sin romper el contenedor por completo. Apoyó el borde y, con un golpe calculado, intentó desajustar la estructura. Si el material cedía en algún punto, podría abrirse lo suficiente para liberar los bustos.
Si la base resultaba impenetrable, pasaría a una segunda opción. Examinó los bordes, buscando alguna traba, bisagra o mecanismo disimulado que pudiera liberar la estructura. Tal vez el fabricante había previsto una forma de acceder en casos de emergencia. Con un par de maniobras, aplicó presión en las uniones de la base, evaluando si encontraba alguna resistencia o cede que delatara un punto débil en el cierre.
Pero si ambas opciones resultaban no dar resultado, el pirata recurriría a un último recurso. Empuñando sus espadas y, aprovechando su habilidad para controlar el fuego, dejaría que una llama controlada envolviera sus filos hasta calentarlos al rojo vivo. Si la cúpula no cedía por medios convencionales, el metal incandescente podría bastar para ablandar o derretir el borde plástico sin afectar a las esculturas, cuidando de aplicar el calor solo a las uniones.
Tras algunas horas de trabajo y finalmente lograr su objetivo, examinó su botín con satisfacción y, tras asegurarse de que cada pieza estaba en perfectas condiciones, las envolvió con esmero en telas para protegerlas durante el transporte. El esfuerzo había valido la pena.
Hacia la tarde, con el botín asegurado y empaquetado, comenzó a preparar su entrada para la subasta. No podía permitirse llegar como un pirata cualquiera si pretendía infiltrarse en el evento. Se dirigió a un comerciante en el puerto y, tras intercambiar suficientes monedas y unas pocas palabras, alquiló un carro que se vería tan imponente como el contenido que transportaría. Además, se aprovisionó de ropas de buena calidad y se cambió, reemplazando la camisa desgarrada y el abrigo manchado de sangre por vestimentas más adecuadas. Al mirarse, satisfecho, en un fragmento de espejo, se concedió una sonrisa de aprobación. Los preparativos estaban listos; lo único que quedaba era esperar el momento adecuado para acercarse al casino.
Con el carro bien dispuesto y cada una de las piezas aseguradas en el interior, el capitán contempló el puerto desde la cubierta del Hope. Su entrada al Casino Missile esa noche dependería de su habilidad para entrar sin levantar sospechas y de la forma en que supiera utilizar sus palabras y recursos.
Las puertas giratorias del Casino Missile reflejaban el brillo de la noche en sus superficies pulidas, dándole al edificio un aire de grandeza y exclusividad que pocos en la ciudad podían igualar. Silver se detuvo por un instante a contemplar la entrada desde los anchos escalones de mármol. Lucía el traje que había escogido con la intención de reflejar confianza y, de algún modo, dejar en claro su disposición a participar en un juego de apuestas que iba más allá de las cartas o los dados. Su chaqueta negra se ajustaba perfectamente a sus hombros, y los botones de la camisa gris oscuro, parcialmente desabrochados, dejaban entrever un toque de desinhibida elegancia. Los anillos de plata en sus dedos y los pendientes brillaban bajo las luces, reflejando su estilo particular sin perder formalidad.
Al final de los catorce escalones, cuatro guardias con aspecto de gorilas y una mirada imperturbable observaban a todos los que pasaban. Notó de inmediato que estos hombres sabían bien a quién estaban dejando entrar, y su mirada aguda identificaba rápidamente a cualquiera que se saliera del perfil que esperaban ver. Su primer obstáculo no era menor, pero tenía algo que ofrecer, y su lenguaje corporal denotaba la confianza que lo caracterizaba.
Con una leve sonrisa y una mirada calculadora, Syxel se detuvo frente a los guardias que custodiaban la entrada del casino. Mantuvo la postura confiada, asegurándose de que su porte y su presencia comunicaran la seguridad de alguien acostumbrado a estar donde quería. El guardia más corpulento lo observó de arriba abajo, cruzando los brazos y soltando un breve resoplido antes de que diese un paso hacia adelante.
—Buenas noches —comenzó Silver, con tono cortés y firme—. He venido por el evento que se celebra esta noche. Mi invitación no llegó, pero me aseguraron que mi presencia y el cargamento que traigo serían bien recibidos.
—¿Nombre de su contacto? —el guardia enarcó una ceja, lanzando una mirada de advertencia mientras dirigía la inquisitiva pregunta.
Syxel dejó que una pequeña sonrisa se dibujara en su rostro, respondiendo con naturalidad.
—No es necesario ventilar nombres en la entrada. Pero puede hacer que lo comprueben si lo prefiere. La mercancía que he traído conmigo hará que esta noche sea muy rentable para los participantes del evento.
El capitán aprovechó el momento y buscó con la mirada a algún otro trabajador, un botones del casino. Le dió un par de indicaciones rápidas y este, sin saber como reaccionar ante la autoridad con la que le hablaba, se apresuró a obedecer y se dirigió al carro, para volver poco después con uno de los bustos entre las manos, tratandolo con el cuidado de quien sabe que maneja algo de un valor que ni puede ni quiere imaginar. Syxel tomó la figura y aprovechó el momento para alzarla apenas lo suficiente como para dejar ver parte de la detallada obra entre las telas que la protegían. Sin apartar la vista del guardia, mantuvo su expresión serena, como si supiera de antemano que su propuesta no podía ser rechazada.
El hombre observó la pieza y luego los ojos firmes del pirata, sopesando sus opciones. Silver dio un paso adelante, reduciendo la distancia entre ambos mientras mantenía el tono claro y confiado.
—Le aseguro que uno de mis hombres podría haber falsificado papeles o una invitación, permitiéndome entrar sin mayor problema. Pero no me gusta hacer las cosas así, no es mi estilo. Puedo dejar que mi mercancía hable por mi, lo que traigo conmigo hará que varias fortunas cambien de manos esta noche.
El guardia se mantuvo en silencio, con la mirada fija, y entonces Syxel añadió:
—Puedo llevarlo a otra parte. Seguro que los presentes preferirían no saber que han perdido una oportunidad única.
Sin dudarlo un segundo más, se acercó a la cúpula, buscando el mejor punto para levantarla con seguridad evitando dañar las esculturas en su interior. Sus dedos firmes tantearon las uniones de la estructura y, con un último resoplido, tensó sus músculos antes de alzar la carga de golpe, manteniendo el equilibrio con una precisión adquirida tras años de riesgo y saqueos. La cúpula pesaba más de lo que calculaba, y al mismo tiempo la presión en su pecho parecía recrudecerse a cada paso, como una advertencia de que debía actuar con rapidez. Hizo una breve pausa antes de lanzarse por la cubierta, tomando el aire necesario para coordinar el escape de la embarcación hacia el muelle cercano donde había atracado el Hope. Ya había considerado este escenario desde el comienzo; por eso había dejado su barco en un muelle secundario, lo suficientemente cerca para un escape rápido y lo bastante alejado del muelle principal, sabiendo que no podría volver a la posada con semejante carga.
En cuanto sus pies tocaron el puerto, antes de reanudar la marcha, buscó con la mirada el lugar donde su oponente había caído y, más concretamente, el arma que este había utilizado en la batalla. Sería un muy buen añadido al botín, así que se apresuró a recogerla. Tras ello, un rugido metálico y unos pasos apresurados le alertaron de las patrullas de la Marina, cada vez más próximas. La cúpula en sus brazos era un peso considerable, no solo por el valor de su contenido, sino por el constante peligro de ser interceptado. Moviéndose entre las sombras, Silver se enfocó en su haki, percibiendo las presencias de los marines en un radio que le permitía prever sus movimientos y evitarlos. Con cada giro y cada esquina torcidos en el momento exacto, sus movimientos eran precisos y calculados, sorteando las patrullas sin alertar a nadie de su posición. El valor del contenido en sus brazos no dejaba margen para errores.
—No es momento para detenerse... —murmuró para sí mismo, mientras avanzaba con movimientos precisos.
Aprovechando su conocimiento de los callejones y pasajes menos frecuentados, el capitán torció varias esquinas, cada una con una creciente rapidez, dejando atrás los ruidos de las patrullas y cualquier línea de visión que pudiera delatar su ubicación. Desde el inicio de la operación había asegurado que el Hope estuviera en un muelle secundario, a cierta distancia del bullicio principal. Esta decisión ahora probaba su utilidad, dándole la seguridad de que, con suerte, su ruta estaría lo bastante despejada para evitar otro enfrentamiento o más imprevistos.
Al llegar al muelle que buscaba, los escalones de madera crujieron bajo su peso, resonando en la calma aparente del área. La cubierta del Hope estaba oscura, pero el confort familiar del navío lo recibió como un faro en medio de la tormenta. Con el último esfuerzo, subió a bordo y avanzó directamente bajo cubierta, en dirección al primer nivel, donde sería más fácil esconder la carga. La cúpula temblaba en sus brazos, y el eco de sus pasos resonaba en el navío oscuro mientras encontraba un lugar seguro junto a una columna de soporte, protegiéndola con cuerdas adicionales para asegurarla.
En la oscuridad del Hope, permaneció inmóvil unos instantes, dejando que la sensación de logro y el cansancio se asentaran. Era consciente de que la cúpula le iba a dar más problemas, y romperla sin dañar las esculturas sería su próximo desafío. Pero por ahora, oculto en la penumbra del barco, aguardó a que las patrullas se alejaran. Sus pensamientos, ya en calma, empezaron a centrarse en el siguiente y crucial paso: abrir la cúpula y preparar el valioso contenido para el encuentro de la noche siguiente.
Syxel respiró profundamente en la penumbra del Hope, dejando que el cansancio y la tensión se disiparan lentamente. Las heridas y la fatiga del combate seguían pesándole, y aunque su determinación lo había mantenido en movimiento hasta ahora, cada músculo recordaba el esfuerzo realizado. Permaneció alerta durante la mañana, aprovechando la calma y el aislamiento que el barco le brindaba. A lo largo de las horas aplicó algunos primeros auxilios a sus heridas, y, tras un breve descanso, se sintió revitalizado.
A mediodía, con algo más de energía, se dirigió hacia la cúpula que, aún sellada, contenía las esculturas que tanto le había costado asegurar. Examinó la estructura con cuidado, tanteando el material y buscando algún punto vulnerable. Al primer intento de abrirla con sus espadas, los filos no hicieron más que resbalar sobre la superficie, que estaba hecha de algún material plástico extraordinariamente resistente. Por un momento, contempló la idea de buscar herramientas más pesadas, pero un golpe demasiado fuerte podría dañar las figuras en el interior. Debería recurrir a algo más ingenioso.
Se detuvo a observar el contenedor, evaluando las posibles formas de abrirlo sin arriesgar el contenido. La estructura parecía resistente y diseñada específicamente para proteger las piezas en su interior. Sin embargo, la base de la cúpula era de un material diferente y sugería que quizá ocultaba el mecanismo de cierre. Con un plan en mente, se dispuso a intentarlo.
Apoyando firmemente la cúpula contra una de las paredes de la bodega, el capitán empleó fuerza y las herramientas a su alcance, tratando de desmontar la base sin romper el contenedor por completo. Apoyó el borde y, con un golpe calculado, intentó desajustar la estructura. Si el material cedía en algún punto, podría abrirse lo suficiente para liberar los bustos.
Si la base resultaba impenetrable, pasaría a una segunda opción. Examinó los bordes, buscando alguna traba, bisagra o mecanismo disimulado que pudiera liberar la estructura. Tal vez el fabricante había previsto una forma de acceder en casos de emergencia. Con un par de maniobras, aplicó presión en las uniones de la base, evaluando si encontraba alguna resistencia o cede que delatara un punto débil en el cierre.
Pero si ambas opciones resultaban no dar resultado, el pirata recurriría a un último recurso. Empuñando sus espadas y, aprovechando su habilidad para controlar el fuego, dejaría que una llama controlada envolviera sus filos hasta calentarlos al rojo vivo. Si la cúpula no cedía por medios convencionales, el metal incandescente podría bastar para ablandar o derretir el borde plástico sin afectar a las esculturas, cuidando de aplicar el calor solo a las uniones.
Tras algunas horas de trabajo y finalmente lograr su objetivo, examinó su botín con satisfacción y, tras asegurarse de que cada pieza estaba en perfectas condiciones, las envolvió con esmero en telas para protegerlas durante el transporte. El esfuerzo había valido la pena.
Hacia la tarde, con el botín asegurado y empaquetado, comenzó a preparar su entrada para la subasta. No podía permitirse llegar como un pirata cualquiera si pretendía infiltrarse en el evento. Se dirigió a un comerciante en el puerto y, tras intercambiar suficientes monedas y unas pocas palabras, alquiló un carro que se vería tan imponente como el contenido que transportaría. Además, se aprovisionó de ropas de buena calidad y se cambió, reemplazando la camisa desgarrada y el abrigo manchado de sangre por vestimentas más adecuadas. Al mirarse, satisfecho, en un fragmento de espejo, se concedió una sonrisa de aprobación. Los preparativos estaban listos; lo único que quedaba era esperar el momento adecuado para acercarse al casino.
Con el carro bien dispuesto y cada una de las piezas aseguradas en el interior, el capitán contempló el puerto desde la cubierta del Hope. Su entrada al Casino Missile esa noche dependería de su habilidad para entrar sin levantar sospechas y de la forma en que supiera utilizar sus palabras y recursos.
Las puertas giratorias del Casino Missile reflejaban el brillo de la noche en sus superficies pulidas, dándole al edificio un aire de grandeza y exclusividad que pocos en la ciudad podían igualar. Silver se detuvo por un instante a contemplar la entrada desde los anchos escalones de mármol. Lucía el traje que había escogido con la intención de reflejar confianza y, de algún modo, dejar en claro su disposición a participar en un juego de apuestas que iba más allá de las cartas o los dados. Su chaqueta negra se ajustaba perfectamente a sus hombros, y los botones de la camisa gris oscuro, parcialmente desabrochados, dejaban entrever un toque de desinhibida elegancia. Los anillos de plata en sus dedos y los pendientes brillaban bajo las luces, reflejando su estilo particular sin perder formalidad.
Al final de los catorce escalones, cuatro guardias con aspecto de gorilas y una mirada imperturbable observaban a todos los que pasaban. Notó de inmediato que estos hombres sabían bien a quién estaban dejando entrar, y su mirada aguda identificaba rápidamente a cualquiera que se saliera del perfil que esperaban ver. Su primer obstáculo no era menor, pero tenía algo que ofrecer, y su lenguaje corporal denotaba la confianza que lo caracterizaba.
Con una leve sonrisa y una mirada calculadora, Syxel se detuvo frente a los guardias que custodiaban la entrada del casino. Mantuvo la postura confiada, asegurándose de que su porte y su presencia comunicaran la seguridad de alguien acostumbrado a estar donde quería. El guardia más corpulento lo observó de arriba abajo, cruzando los brazos y soltando un breve resoplido antes de que diese un paso hacia adelante.
—Buenas noches —comenzó Silver, con tono cortés y firme—. He venido por el evento que se celebra esta noche. Mi invitación no llegó, pero me aseguraron que mi presencia y el cargamento que traigo serían bien recibidos.
—¿Nombre de su contacto? —el guardia enarcó una ceja, lanzando una mirada de advertencia mientras dirigía la inquisitiva pregunta.
Syxel dejó que una pequeña sonrisa se dibujara en su rostro, respondiendo con naturalidad.
—No es necesario ventilar nombres en la entrada. Pero puede hacer que lo comprueben si lo prefiere. La mercancía que he traído conmigo hará que esta noche sea muy rentable para los participantes del evento.
El capitán aprovechó el momento y buscó con la mirada a algún otro trabajador, un botones del casino. Le dió un par de indicaciones rápidas y este, sin saber como reaccionar ante la autoridad con la que le hablaba, se apresuró a obedecer y se dirigió al carro, para volver poco después con uno de los bustos entre las manos, tratandolo con el cuidado de quien sabe que maneja algo de un valor que ni puede ni quiere imaginar. Syxel tomó la figura y aprovechó el momento para alzarla apenas lo suficiente como para dejar ver parte de la detallada obra entre las telas que la protegían. Sin apartar la vista del guardia, mantuvo su expresión serena, como si supiera de antemano que su propuesta no podía ser rechazada.
El hombre observó la pieza y luego los ojos firmes del pirata, sopesando sus opciones. Silver dio un paso adelante, reduciendo la distancia entre ambos mientras mantenía el tono claro y confiado.
—Le aseguro que uno de mis hombres podría haber falsificado papeles o una invitación, permitiéndome entrar sin mayor problema. Pero no me gusta hacer las cosas así, no es mi estilo. Puedo dejar que mi mercancía hable por mi, lo que traigo conmigo hará que varias fortunas cambien de manos esta noche.
El guardia se mantuvo en silencio, con la mirada fija, y entonces Syxel añadió:
—Puedo llevarlo a otra parte. Seguro que los presentes preferirían no saber que han perdido una oportunidad única.
KENB401
KENBUNSHOKU
Haki básico
Tier 4
No Aprendida
7
2
Permite al usuario percibir con precisión la presencia de otros seres vivos en un área, siendo capaz de apreciar las emociones muy fuertes que exterioricen como un sufrimiento fuerte o un gran instinto asesino, etc. Si lo activa puede anticiparse a un ataque obteniendo para ello un bono de +5 [Reflejos].
Área: [VOLx12] metros. +5 [REF]