Balagus
-
29-10-2024, 03:46 AM
- Eso es lo mejor de la caza. Octojin. – Repuso el oni, con media sonrisa divertida en el rostro que no tardó en desvanecerse, ante las dudas que suscitaba su plan en el gyojin. – Las bestias son impredecibles, indomables. Y las cosas sólo empeorarán en cuanto se vea acorralada. –
La mirada del guerrero paseó por las estalactitas del techo, tan grandes y peligrosas que se podían apreciar incluso en la oscuridad, y pensó en lo útiles que podrían ser como un arma improvisada contra la criatura, como ya lo fue un mástil roto con un hacha enorme enganchada contra otra criatura marina en el pasado.
- Y entonces, es cuando veremos de qué estamos hechos todos. – Murmuró, más para sí mismo que para sus acompañantes. Finalmente, levantó la vista y la pasó rápidamente de uno al otro. – Tienes toda la pinta de poder moverte en el agua y usarla para atacar mucho mejor que yo, y si Ray es tan veloz como dices, le flanquearéis mucho mejor que yo. No es tanto que yo pueda parar su primer ataque o no, si no que sois vosotros quienes debéis atizarle cuando menos se lo espere. –
Su plan parecía haber encontrado un buen caladero, al fin. Observó cómo ambos marines calentaban con disciplina casi militar, y él aprovechó para tantear el suelo con el pie magullado: seguiría dándole castigo un rato más, pero algo le decía que aquellos dos tipos eran realmente respetables, que podía confiar en su fuerza. Cuando se quedó satisfecho con el estado de su pierna, se acomodó los hombros y el cuello, con unos pocos crujidos leves de sus huesos y tendones al destensarse tras la fría caminata, y echó a andar hacia la pequeña bahía que se formaba dentro de la cueva, sin ocultar en absoluto su cojera y usando aún su hacha enorme como improvisada muleta.
Una tenue luz bañó la estancia por cortesía de alguno de sus dos aliados, o así lo supuso el oni, revelando la primitiva belleza natural de la gruta en un tétrico y fantasmagórico espectáculo, y dando algo de alivio a sus ojos, que aún necesitarían acostumbrarse. Pero entonces, algo cambió: una leve brisa que dejaba de soplar, la sensación de que toda la creación se giraba a mirar sobre un mismo punto… Era una sensación extraña, algo que le erizaba el pelo y le quitaba el aliento.
Miró de reojo hacia los laterales, donde sus compañeros de caza deberían de permanecer, escondidos. La idea de que le hubieran abandonado a su suerte para morir como un sucio pirata se le pasó brevemente por la cabeza, pero la desechó rápidamente. ¿Por qué tomarse la molestia de perder una mano armada y deseosa de ayudar, cuando ellos deseaban aún más que él acabar con dicha criatura?
Las aguas comenzaron a agitarse. Algo se acercaba. Algo grande. Balagus cerró momentáneamente los ojos, y respiró profundamente, recordando las caras de aquellos que le esperaban en el barco, y de aquellos que le esperaban en el más allá. Cuando volvió a abrir los párpados, un leviatán emergía lentamente de la superficie del estanque marino.
El aliento del oni empezó a escapársele por la boca en forma de nubecillas de vaho. Aquella criatura apenas había empezado a mostrarse, y el frío parecía adueñarse del lugar como gusanos asaltando un animal muerto. El monstruoso ser parecía cubierto en enormes placas de hielo azul radiante a modo de coraza, y sus fauces y garras causarían pesadillas ya no a los niños, si no a padres, abuelos, y a los marineros más aguerridos.
Sin embargo, cuando Balagus miró al Terror de Goza directamente a aquellos ojos fríos y crueles como glaciares, su rostro se tornó en una enorme sonrisa expectante y extasiada, y ni siquiera el rugido ensordecedor de la bestia gargantúa pudo quitársela. Aquel era el mejor enemigo que podía esperar: si lo vencía, tendría una historia increíble que contar, y un trofeo que atestiguase su hazaña. Y, si era derrotado allí, volvería a ver a sus ancestros entre ovaciones y vítores de gloria, pues no habría honor más grande que morir en tan titánica batalla.
Tomando el hacha en sus manos, se acercó renqueando tan rápidamente como su pie malherido le dejó. Afortunadamente, sus aliados lanzaron sus potentísimos ataques, tal y como él les había sugerido. Era su turno: extendió su Haki por su brazo derecho y luego por el hacha de guerra, levantándola al mismo tiempo por encima de su cabeza; sus ojos se encendieron con un fugaz chispazo anaranjado; sus músculos se tensaron brutalmente, y un brutal rugido, que trató de hacerle sombra al del monstruo, precedió al golpe que liberó sobre la bestia.
- ¡¡LOK'TAR OGAR!! -
La mirada del guerrero paseó por las estalactitas del techo, tan grandes y peligrosas que se podían apreciar incluso en la oscuridad, y pensó en lo útiles que podrían ser como un arma improvisada contra la criatura, como ya lo fue un mástil roto con un hacha enorme enganchada contra otra criatura marina en el pasado.
- Y entonces, es cuando veremos de qué estamos hechos todos. – Murmuró, más para sí mismo que para sus acompañantes. Finalmente, levantó la vista y la pasó rápidamente de uno al otro. – Tienes toda la pinta de poder moverte en el agua y usarla para atacar mucho mejor que yo, y si Ray es tan veloz como dices, le flanquearéis mucho mejor que yo. No es tanto que yo pueda parar su primer ataque o no, si no que sois vosotros quienes debéis atizarle cuando menos se lo espere. –
Su plan parecía haber encontrado un buen caladero, al fin. Observó cómo ambos marines calentaban con disciplina casi militar, y él aprovechó para tantear el suelo con el pie magullado: seguiría dándole castigo un rato más, pero algo le decía que aquellos dos tipos eran realmente respetables, que podía confiar en su fuerza. Cuando se quedó satisfecho con el estado de su pierna, se acomodó los hombros y el cuello, con unos pocos crujidos leves de sus huesos y tendones al destensarse tras la fría caminata, y echó a andar hacia la pequeña bahía que se formaba dentro de la cueva, sin ocultar en absoluto su cojera y usando aún su hacha enorme como improvisada muleta.
Una tenue luz bañó la estancia por cortesía de alguno de sus dos aliados, o así lo supuso el oni, revelando la primitiva belleza natural de la gruta en un tétrico y fantasmagórico espectáculo, y dando algo de alivio a sus ojos, que aún necesitarían acostumbrarse. Pero entonces, algo cambió: una leve brisa que dejaba de soplar, la sensación de que toda la creación se giraba a mirar sobre un mismo punto… Era una sensación extraña, algo que le erizaba el pelo y le quitaba el aliento.
Miró de reojo hacia los laterales, donde sus compañeros de caza deberían de permanecer, escondidos. La idea de que le hubieran abandonado a su suerte para morir como un sucio pirata se le pasó brevemente por la cabeza, pero la desechó rápidamente. ¿Por qué tomarse la molestia de perder una mano armada y deseosa de ayudar, cuando ellos deseaban aún más que él acabar con dicha criatura?
Las aguas comenzaron a agitarse. Algo se acercaba. Algo grande. Balagus cerró momentáneamente los ojos, y respiró profundamente, recordando las caras de aquellos que le esperaban en el barco, y de aquellos que le esperaban en el más allá. Cuando volvió a abrir los párpados, un leviatán emergía lentamente de la superficie del estanque marino.
El aliento del oni empezó a escapársele por la boca en forma de nubecillas de vaho. Aquella criatura apenas había empezado a mostrarse, y el frío parecía adueñarse del lugar como gusanos asaltando un animal muerto. El monstruoso ser parecía cubierto en enormes placas de hielo azul radiante a modo de coraza, y sus fauces y garras causarían pesadillas ya no a los niños, si no a padres, abuelos, y a los marineros más aguerridos.
Sin embargo, cuando Balagus miró al Terror de Goza directamente a aquellos ojos fríos y crueles como glaciares, su rostro se tornó en una enorme sonrisa expectante y extasiada, y ni siquiera el rugido ensordecedor de la bestia gargantúa pudo quitársela. Aquel era el mejor enemigo que podía esperar: si lo vencía, tendría una historia increíble que contar, y un trofeo que atestiguase su hazaña. Y, si era derrotado allí, volvería a ver a sus ancestros entre ovaciones y vítores de gloria, pues no habría honor más grande que morir en tan titánica batalla.
Tomando el hacha en sus manos, se acercó renqueando tan rápidamente como su pie malherido le dejó. Afortunadamente, sus aliados lanzaron sus potentísimos ataques, tal y como él les había sugerido. Era su turno: extendió su Haki por su brazo derecho y luego por el hacha de guerra, levantándola al mismo tiempo por encima de su cabeza; sus ojos se encendieron con un fugaz chispazo anaranjado; sus músculos se tensaron brutalmente, y un brutal rugido, que trató de hacerle sombra al del monstruo, precedió al golpe que liberó sobre la bestia.
BUSO401
BUSOSHOKU
Haki básico
Tier 4
No Aprendida
8
2
Permite al usuario recubrir hasta dos extremidades o dos armas con haki, tornándose estas de un color oscuro y brillante como el metal, siendo capaz de golpear los cuerpos de todo tipo de Akumas. Obteniendo un bono de +15 en los daños que aplique el Haki y +5 [Resistencia] ante daños y efectos. (En caso de querer recubrir solo pequeñas zonas del cuerpo, inferiores a la mitad del recubrimiento máximo, el coste bajará a la mitad)
+15 en los daños físicos con Haki imbuido y +5 [Resistencia] ante daños y efectos en el área.
BER501
BERSERKER
Ofensiva Activa
Tier 5
No Aprendida
63
3
Alzando su arma de filo por encima de cabeza, mientras el usuario canaliza su fuerza con ambas manos aferrándose con una gran firmeza el mango de su arma, el usuario termina por liberar un corte contra el suelo que se extiende. Haciendo esto, crea una división de hasta veinte de metros desde el punto de impacto, Aumentando 10 metros el alcance y viajando a una velocidad de +7 [Tasa de Acierto] por cada Turno [Canalizado] hasta un máximo de tres turnos.
Golpe Basico + [FUEx3,1] de [Daño cortante]
- ¡¡LOK'TAR OGAR!! -