Octojin
El terror blanco
29-10-2024, 09:46 AM
Octojin llegó hasta Airgid aún riéndose por la absurda situación. Lo cierto es que la mataniños tenía un salero especial. El gyojin hacía mucho tiempo que no se lo pasaba tan bien en tan poco tiempo, y mucho menos acompañado. Su carácter solitario le hacía disfrutar más de los momentos en los que estaba a solas que los que sentía en compañía. Y si a toda esta historia le sumamos el cómo se habían conocido, parecía aún más irreal. Aquello sin duda le hizo entender que no todo era como comenzaba, y que las primeras impresiones no eran, para nada, un fiel reflejo de la realidad. Únicamente con aquella lección aprendida, el viaje ya había merecido la pena.
El escualo se apoyó en una pared, respirando profundamente, tratando de recuperar el aliento mientras observaba los ojos llenos de emoción de la rubia. Hacer un sinpa con su edad y jugándose que le pillaran, debía ser cuanto menos emocionante. Y además, parecía haberle sentado bastante bien el improvisado mote que el tiburón había pensado a raíz de una de sus preguntas. Se lo tomó con tanta gracia que al gyojin le hizo esbozar una gran sonrisa. Aquella chica levantaba un sentimiento extraño para él. Es como si tuviese la obligación de cuidarla tras conocerla.
Pero parecía que esos ojos de emoción estaban ahí por otra cosa. Por una pregunta sobre qué tenía pensado hacer en aquella isla. Una pregunta más directa que las que habían lanzado en aquél espontáneo juego que se habían inventado y donde la más sencilla te hacía filosofar hasta que te doliese la cabeza.
— Veo que te cagas en la oscuridad — comentó mientras seguía apoyado en la pared— . Y menos mal, porque en las profundidades del agua se ve menos que aquí. Si tú pudieses bajar hasta allí... Te irías dando hostias con cada arrecife, porque no verías absolutamente nada. Bueno, en realidad morirías por la presión que el agua ejercería en tu cuerpo, pero tú me entiendes — finalizó, incorporándose levemente y disponiéndose a responder a la segunda pregunta sin dejar de mirarla a los ojos—. Pues, honestamente… nada especial. Solo estoy de paso. Esta isla es una parada más en mi camino a Loguetown. Allí es donde realmente quiero llegar y donde realmente tengo cosas que hacer. Aquí... la idea era simplemente improvisar. Comer en alguna taberna, ver qué tal la isla, y disfrutar de lo que la vida pusiera en mi camino.
La miró, notando el cansancio en su rostro, y notando el suyo propio. La verdad es que era más cansancio acumulado que del propio día, puesto que no había hecho nada más que un turisteo extraño acompañando a la rubia. Pero era cierto que una cama no le vendría nada mal.
—Pues... ya que he ahorrado algo en la cena, igual podría permitirme una cama decente, ¿eh? ¿Conoces alguna posada por aquí, Mataniños? —soltó esa última palabra con un guiño cómplice, recordando las carcajadas de antes.
Si la rubia conocía alguna, la seguiría, en caso contrario, caminaría hacia Dawn, recordando vagamente que había visto una posada por allí. O quizá eran dos. La cosa es que no se había fijado demasiado porque notaba la mirada de los humanos y sus dedos apuntando hacia él y se sentía algo incómodo. Pero estaba casi seguro de haber visto al menos una cerca de la plaza.
—Creo que sé de un sitio. O bueno, creo… La verdad es que no recuerdo dónde exactamente, pero siempre podemos intentarlo. Juraría que estaba cerca de la plaza de Dawn. No sé orientarme muy bien, y menos de noche, pero creo que estaba por allí —comentó a la par que señalaba hacia la zona norte—. Y esta vez nada de sinpas, ¿eh? No vaya a ser que nos tachen de delincuentes de verdad.
Y es que aquello era verdad. Si bien de momento no habían cometido ningún delito, no había nada más peligroso que una charlatana contando que los había cometido, aunque fuese mentira. Y si contaba que lo había hecho junto a un tiburón de cuatro metros... Blanco y en botella. O —tiburón— blanco y en chirona, en este caso. Así que estaba destinado a lo que una adolescente inestable de quince años decidiese contar al mundo. Un plan, aparentemente, con más fisuras que otra cosa. Pero bueno, a veces hay que jugar, y en el riesgo está la diversión.
Esperando si Airgid aceptaba o no su propuesta de dormir sobre una cama en la posada, el gyojin pensó si realmente tenía un techo donde dormir. Aunque decidió no preguntarle, entendiendo que era algo muy personal y, si no lo tenía, quizá no se sentía muy cómoda hablando de ello. De lo que estaba seguro es de que si aceptaba su propuesta es porque no tenía algo mejor. O que simplemente le encantaba ir de un lado para otro, que ciertamente es lo que parecía. Desde luego no parecía poder seguirse ninguna lógica en los pensamientos de aquella adolescente.
El escualo se apoyó en una pared, respirando profundamente, tratando de recuperar el aliento mientras observaba los ojos llenos de emoción de la rubia. Hacer un sinpa con su edad y jugándose que le pillaran, debía ser cuanto menos emocionante. Y además, parecía haberle sentado bastante bien el improvisado mote que el tiburón había pensado a raíz de una de sus preguntas. Se lo tomó con tanta gracia que al gyojin le hizo esbozar una gran sonrisa. Aquella chica levantaba un sentimiento extraño para él. Es como si tuviese la obligación de cuidarla tras conocerla.
Pero parecía que esos ojos de emoción estaban ahí por otra cosa. Por una pregunta sobre qué tenía pensado hacer en aquella isla. Una pregunta más directa que las que habían lanzado en aquél espontáneo juego que se habían inventado y donde la más sencilla te hacía filosofar hasta que te doliese la cabeza.
— Veo que te cagas en la oscuridad — comentó mientras seguía apoyado en la pared— . Y menos mal, porque en las profundidades del agua se ve menos que aquí. Si tú pudieses bajar hasta allí... Te irías dando hostias con cada arrecife, porque no verías absolutamente nada. Bueno, en realidad morirías por la presión que el agua ejercería en tu cuerpo, pero tú me entiendes — finalizó, incorporándose levemente y disponiéndose a responder a la segunda pregunta sin dejar de mirarla a los ojos—. Pues, honestamente… nada especial. Solo estoy de paso. Esta isla es una parada más en mi camino a Loguetown. Allí es donde realmente quiero llegar y donde realmente tengo cosas que hacer. Aquí... la idea era simplemente improvisar. Comer en alguna taberna, ver qué tal la isla, y disfrutar de lo que la vida pusiera en mi camino.
La miró, notando el cansancio en su rostro, y notando el suyo propio. La verdad es que era más cansancio acumulado que del propio día, puesto que no había hecho nada más que un turisteo extraño acompañando a la rubia. Pero era cierto que una cama no le vendría nada mal.
—Pues... ya que he ahorrado algo en la cena, igual podría permitirme una cama decente, ¿eh? ¿Conoces alguna posada por aquí, Mataniños? —soltó esa última palabra con un guiño cómplice, recordando las carcajadas de antes.
Si la rubia conocía alguna, la seguiría, en caso contrario, caminaría hacia Dawn, recordando vagamente que había visto una posada por allí. O quizá eran dos. La cosa es que no se había fijado demasiado porque notaba la mirada de los humanos y sus dedos apuntando hacia él y se sentía algo incómodo. Pero estaba casi seguro de haber visto al menos una cerca de la plaza.
—Creo que sé de un sitio. O bueno, creo… La verdad es que no recuerdo dónde exactamente, pero siempre podemos intentarlo. Juraría que estaba cerca de la plaza de Dawn. No sé orientarme muy bien, y menos de noche, pero creo que estaba por allí —comentó a la par que señalaba hacia la zona norte—. Y esta vez nada de sinpas, ¿eh? No vaya a ser que nos tachen de delincuentes de verdad.
Y es que aquello era verdad. Si bien de momento no habían cometido ningún delito, no había nada más peligroso que una charlatana contando que los había cometido, aunque fuese mentira. Y si contaba que lo había hecho junto a un tiburón de cuatro metros... Blanco y en botella. O —tiburón— blanco y en chirona, en este caso. Así que estaba destinado a lo que una adolescente inestable de quince años decidiese contar al mundo. Un plan, aparentemente, con más fisuras que otra cosa. Pero bueno, a veces hay que jugar, y en el riesgo está la diversión.
Esperando si Airgid aceptaba o no su propuesta de dormir sobre una cama en la posada, el gyojin pensó si realmente tenía un techo donde dormir. Aunque decidió no preguntarle, entendiendo que era algo muy personal y, si no lo tenía, quizá no se sentía muy cómoda hablando de ello. De lo que estaba seguro es de que si aceptaba su propuesta es porque no tenía algo mejor. O que simplemente le encantaba ir de un lado para otro, que ciertamente es lo que parecía. Desde luego no parecía poder seguirse ninguna lógica en los pensamientos de aquella adolescente.