Octojin
El terror blanco
29-10-2024, 10:24 AM
Octojin, aún recuperándose de la batalla y sin dejar de observar a los criminales, observaba cómo Atlas pescaba del mar a cada uno de los marines que había intentado escapar de sus ataques. Aquél espectáculo era increíble. Los sacaba con una facilidad impresionante, como si fuera un trabajo rutinario, y luego los lanzaba a la cubierta del barco para que el tiburón los acabase de inmovilizar. Aunque generalmente el impacto que recibían desde arriba era suficiente para dejarlos medio incoscientes.
Sin perder tiempo, el gyojin se lanzó sobre el primero que cayó a la cubierta. Con una precisión meticulosa, lo golpeó en la sien, dejándolo inconsciente por completo. Luego, usó una cuerda que había encontrado previamente, cortándola en secciones para atar firmemente los pies y las manos del pirata. Aseguró los nudos con fuerza, sabiendo que estos hombres eran tan escurridizos como peligrosos. Con uno fuera de combate, se preparó para el siguiente.
Atlas continuó arrojando piratas a la cubierta, y Octojin repitió el proceso en cada uno de ellos. Golpes precisos y ataduras firmes. Sabía que no podía arriesgarse a que alguno lograra soltarse y alertara al resto de los posibles cómplices. Cuando terminó de amarrar al último, Octojin tomó un momento para mirar su trabajo, una fila de piratas capturados y perfectamente inmovilizados.
En cuanto vio a Atlas sobrevolar la zona buscando si se le había pasado agarrar a alguno, sacó su Den Den Mushi y se preparó para hacer una llamada importante. Era momento de contactar con el cuartel en Loguetown.
— Aquí Octojin, brigada L-42 —dijo al pequeño caracol que hacía de receptor—. Tenemos varios piratas capturados en la zona norte, cerca de un peñote en Oykot. Son culpables de crímenes de esclavitud y necesitamos un barco para transportarlos a una prisión adecuada. Contacten con la base marina más cercana y que envíen refuerzos de inmediato, por favor.
El Den Den Mushi replicó con un tono afirmativo, prometiendo que la solicitud sería procesada rápidamente y que un equipo estaría en camino en la mayor brevedad posible. Ojalá esa brevedad fuera cierta y no tuvieran que esperar mucho. El gyojin colgó, satisfecho de saber que aquellos criminales estarían pronto entre rejas.
Atlas, en su forma humana, descendió a la cubierta y se acercó a él. Octojin notó la calma y seriedad en su rostro, pero también captó un brillo de desconfianza. Su compañero de brigada lo llamó a un lado, lejos de las miradas del resto de los humanos. Claramente quería discutir algo importante, así que el habitante del mar se aproximó para escuchar lo que tenía que decir.
El fénix explicó sus sospechas, su instinto de que algo andaba mal en toda esa situación. La tranquilidad de los piratas cautivos, la suma ridículamente baja que el anciano había aceptado, y la sospechosa calma con la que se habían manejado durante todo el trato. Lo cierto es que todo aquello junto, eran señales evidentes de que algo no cuadraba. Aquello había sido demasiado fácil, y Atlas estaba convencido de que algo más estaba ocurriendo.
Octojin asintió mientras escuchaba, cruzándose de brazos y observando a los piratas inmovilizados con el ceño fruncido. La teoría de Atlas tenía sentido. Mucho. Había algo demasiado complaciente en esos hombres, como si supieran que, en realidad, ellos mismos eran piezas descartables en un plan mucho más grande. ¿Pero en qué mundo uno asume eso? ¿Tan seguros estaban de su plan?
—Tienes razón, Atlas. Esto… apesta —gruñó a la par que daba algunos pasos hacia adelante y se inclinaba sobre uno de ellos, que yacía inconsciente pero con una expresión relajada—. Estos tipos no tienen miedo de lo que les vaya a pasar. Eso es muy raro en alguien que sabe que va a una celda.
Atlas se aproximó a uno de los hombres y lo observó con una mirada escrutadora, como si quisiera descifrar algo en sus rasgos que pudiera darle una pista. Se agachó cerca de uno de los piratas y dijo sus pensamientos en voz alta.
—Si esto es un cebo… entonces el resto de los gyojins están en otro lugar —La simple idea hacía que todo encajara. La negociación, los términos tan fáciles, la actitud de los capturados. Octojin miró a Atlas con una expresión que era tanto de comprensión como de alarma—. Creo que nos han tendido una trampa. Nos distrajeron para proteger lo que de verdad les importa.
El tiburón comenzó a pasearse por la cubierta, moviendo las manos nerviosamente mientras analizaba la situación. La posibilidad de que les hubieran engañado desde el principio lo enfurecía, pero también lo hacía reflexionar sobre el siguiente paso. Tenían varias tareas a la vez y una sola oportunidad de actuar bien.
Octojin miró a Atlas con seriedad. Tenían cuatro cosas importantes por resolver, y todas requerían de atención inmediata. Primero, debían asegurarse de que los gyojins que habían liberado hubieran llegado a salvo al campamento. Aquella le parecía la más prioritaria, así como la más rápida de comprobar. La posibilidad de que el camino también hubiera sido una trampa le preocupaba. Luego, estaba el hecho de qué estarían haciendo los piratas liderados por aquél hombre mayor. Por otro lado, tenían que decidir qué hacer con los prisioneros inmovilizados que habían capturado en la cubierta. Y por último, debían confirmar si realmente existían más gyojins en algún lugar oculto, y si era así, debían actuar rápido para liberarlos. Esto último era lo más complejo con diferencia.
—Se nos acumula el trabajo, Atlas. Podríamos dividirnos, pero no estoy seguro de que sea lo más seguro. Tenemos que verificar si los gyojins están bien, y también hay que investigar lo que pasó con el primer barco. Además, si hay otro grupo de gyojins en peligro, lo cual parece cada vez más probable, tenemos que descubrir dónde están. He llamado a la base de Loguetown para que se pongan en contacto con la base más cercana y traigan un barco para transportar a esta escoria... Pero a saber lo que tardan.
El silencio entre ambos se extendió por un momento, mientras cada uno meditaba sobre cuál debía ser el siguiente paso.
—Podríamos arriesgarnos a dejar estos piratas aquí —dijo Octojin finalmente, con una chispa de determinación en su mirada—. La marina está en camino, y dudo que alguien venga a rescatarlos ahora mismo. Mientras tanto, podríamos acercarnos a investigar en la dirección opuesta. Quizá encontremos una pista de los otros prisioneros.
La idea de dejar a los piratas a merced de la marina era arriesgada, pero cada minuto contaba. La posibilidad de encontrar a más gyojins cautivos les daba una razón de peso para tomar el riesgo. Aunque, sinceramente, el escualo no tenía muchas esperanzas en traerlos. ¿Quién se arriesgaría a traer toda la mercancía cuando solo ibas a entregar una parte?
La mente le decía una cosa y el corazón otra. Y seguramente sería Atlas quien tuviese que mediar en ese conflicto. El gyojin no podía permitirse no buscar a sus hermanos de sangre. Aunque algo le decía que no estarían allí.
Sin perder tiempo, el gyojin se lanzó sobre el primero que cayó a la cubierta. Con una precisión meticulosa, lo golpeó en la sien, dejándolo inconsciente por completo. Luego, usó una cuerda que había encontrado previamente, cortándola en secciones para atar firmemente los pies y las manos del pirata. Aseguró los nudos con fuerza, sabiendo que estos hombres eran tan escurridizos como peligrosos. Con uno fuera de combate, se preparó para el siguiente.
Atlas continuó arrojando piratas a la cubierta, y Octojin repitió el proceso en cada uno de ellos. Golpes precisos y ataduras firmes. Sabía que no podía arriesgarse a que alguno lograra soltarse y alertara al resto de los posibles cómplices. Cuando terminó de amarrar al último, Octojin tomó un momento para mirar su trabajo, una fila de piratas capturados y perfectamente inmovilizados.
En cuanto vio a Atlas sobrevolar la zona buscando si se le había pasado agarrar a alguno, sacó su Den Den Mushi y se preparó para hacer una llamada importante. Era momento de contactar con el cuartel en Loguetown.
— Aquí Octojin, brigada L-42 —dijo al pequeño caracol que hacía de receptor—. Tenemos varios piratas capturados en la zona norte, cerca de un peñote en Oykot. Son culpables de crímenes de esclavitud y necesitamos un barco para transportarlos a una prisión adecuada. Contacten con la base marina más cercana y que envíen refuerzos de inmediato, por favor.
El Den Den Mushi replicó con un tono afirmativo, prometiendo que la solicitud sería procesada rápidamente y que un equipo estaría en camino en la mayor brevedad posible. Ojalá esa brevedad fuera cierta y no tuvieran que esperar mucho. El gyojin colgó, satisfecho de saber que aquellos criminales estarían pronto entre rejas.
Atlas, en su forma humana, descendió a la cubierta y se acercó a él. Octojin notó la calma y seriedad en su rostro, pero también captó un brillo de desconfianza. Su compañero de brigada lo llamó a un lado, lejos de las miradas del resto de los humanos. Claramente quería discutir algo importante, así que el habitante del mar se aproximó para escuchar lo que tenía que decir.
El fénix explicó sus sospechas, su instinto de que algo andaba mal en toda esa situación. La tranquilidad de los piratas cautivos, la suma ridículamente baja que el anciano había aceptado, y la sospechosa calma con la que se habían manejado durante todo el trato. Lo cierto es que todo aquello junto, eran señales evidentes de que algo no cuadraba. Aquello había sido demasiado fácil, y Atlas estaba convencido de que algo más estaba ocurriendo.
Octojin asintió mientras escuchaba, cruzándose de brazos y observando a los piratas inmovilizados con el ceño fruncido. La teoría de Atlas tenía sentido. Mucho. Había algo demasiado complaciente en esos hombres, como si supieran que, en realidad, ellos mismos eran piezas descartables en un plan mucho más grande. ¿Pero en qué mundo uno asume eso? ¿Tan seguros estaban de su plan?
—Tienes razón, Atlas. Esto… apesta —gruñó a la par que daba algunos pasos hacia adelante y se inclinaba sobre uno de ellos, que yacía inconsciente pero con una expresión relajada—. Estos tipos no tienen miedo de lo que les vaya a pasar. Eso es muy raro en alguien que sabe que va a una celda.
Atlas se aproximó a uno de los hombres y lo observó con una mirada escrutadora, como si quisiera descifrar algo en sus rasgos que pudiera darle una pista. Se agachó cerca de uno de los piratas y dijo sus pensamientos en voz alta.
—Si esto es un cebo… entonces el resto de los gyojins están en otro lugar —La simple idea hacía que todo encajara. La negociación, los términos tan fáciles, la actitud de los capturados. Octojin miró a Atlas con una expresión que era tanto de comprensión como de alarma—. Creo que nos han tendido una trampa. Nos distrajeron para proteger lo que de verdad les importa.
El tiburón comenzó a pasearse por la cubierta, moviendo las manos nerviosamente mientras analizaba la situación. La posibilidad de que les hubieran engañado desde el principio lo enfurecía, pero también lo hacía reflexionar sobre el siguiente paso. Tenían varias tareas a la vez y una sola oportunidad de actuar bien.
Octojin miró a Atlas con seriedad. Tenían cuatro cosas importantes por resolver, y todas requerían de atención inmediata. Primero, debían asegurarse de que los gyojins que habían liberado hubieran llegado a salvo al campamento. Aquella le parecía la más prioritaria, así como la más rápida de comprobar. La posibilidad de que el camino también hubiera sido una trampa le preocupaba. Luego, estaba el hecho de qué estarían haciendo los piratas liderados por aquél hombre mayor. Por otro lado, tenían que decidir qué hacer con los prisioneros inmovilizados que habían capturado en la cubierta. Y por último, debían confirmar si realmente existían más gyojins en algún lugar oculto, y si era así, debían actuar rápido para liberarlos. Esto último era lo más complejo con diferencia.
—Se nos acumula el trabajo, Atlas. Podríamos dividirnos, pero no estoy seguro de que sea lo más seguro. Tenemos que verificar si los gyojins están bien, y también hay que investigar lo que pasó con el primer barco. Además, si hay otro grupo de gyojins en peligro, lo cual parece cada vez más probable, tenemos que descubrir dónde están. He llamado a la base de Loguetown para que se pongan en contacto con la base más cercana y traigan un barco para transportar a esta escoria... Pero a saber lo que tardan.
El silencio entre ambos se extendió por un momento, mientras cada uno meditaba sobre cuál debía ser el siguiente paso.
—Podríamos arriesgarnos a dejar estos piratas aquí —dijo Octojin finalmente, con una chispa de determinación en su mirada—. La marina está en camino, y dudo que alguien venga a rescatarlos ahora mismo. Mientras tanto, podríamos acercarnos a investigar en la dirección opuesta. Quizá encontremos una pista de los otros prisioneros.
La idea de dejar a los piratas a merced de la marina era arriesgada, pero cada minuto contaba. La posibilidad de encontrar a más gyojins cautivos les daba una razón de peso para tomar el riesgo. Aunque, sinceramente, el escualo no tenía muchas esperanzas en traerlos. ¿Quién se arriesgaría a traer toda la mercancía cuando solo ibas a entregar una parte?
La mente le decía una cosa y el corazón otra. Y seguramente sería Atlas quien tuviese que mediar en ese conflicto. El gyojin no podía permitirse no buscar a sus hermanos de sangre. Aunque algo le decía que no estarían allí.