Lemon Stone
MVP
29-10-2024, 01:39 PM
Echó la puerta debajo de una patada.
-Ahora sí que la has cagado, Panzas -anunció el revolucionario, tronando los huesos de las manos.
El interior del restaurante olía bien, a carne bien curtida y especias caras. Todo estaba perfectamente ordenado, las mesas redondas apiladas en el centro y las cuadradas y rectangulares en las esquinas. En el extremo opuesto de la entrada principal había una plataforma un poco más elevada que el resto del piso, donde se levantaba una barra de madera con una vitrina repleta de destilados exóticos y cervezas extravagantes. Ya sabía cuál sería la primera víctima del restaurante, aunque la decisión no fue fácil. ¿Qué sería mejor en ese momento? ¿Asaltar las despensas y echarse cuanto pudiera a la boca para saciar su hambre, o reventar las vitrinas y beber hasta caer inconsciente? Ambas opciones parecían maravillosamente divertidas, ¿no?
Sin embargo, en vez de avanzar él primero pues no era el protagonista de la manifestación, permitió que los trabajadores irrumpiesen en el restaurante antes que nadie. ¿Servir a la mesa y tratar con un montón de imbéciles arribistas solo para que el dueño se quedase con las propinas? Oh, eso sí que era duro e injusto.
-Ese maldito panzón… ¿Cómo se atreve a insultarnos? ¡Y así en la cara sin ningún tipo de vergüenza! -se quejó Lemon, mientras sus compañeros de revuelta destrozaban el lugar en busca de dinero o de cualquier cosa de valor-. Además, tu cola es preciosa. Y me has salvado la vida, lo que te hace aún más maravillosa -comentó luego, guiñándole un ojo.
Caminó con pisada firme hasta detenerse frente a la barra. Le había prometido una buena cena a Aletas, pero como estaba todo tan desordenado dudaba que los cocineros fuesen a preparar algo solo para ellos. Saltó la barra y sonrió delante de la vitrina repleta de botellas caras, algunas de ellas con piedras preciosas incrustadas. Le dio un rápido y potente puñetazo a la vidriera, haciendo que estallara en cientos de diminutos fragmentos esquirlados.
-Bien, bien, pero ¿qué tenemos aquí? ¡Premio gordo! -anunció para él y extrajo una botella de medio litro. Brillaba más que todas las demás y tenía un par de esmeraldas incrustadas de manera tal que formaba una hebra perfectamente diseñada-. ¡Hey, Aletas! ¡Este licor de almendras dulces se ve exquisito! ¡Ven y tomemos un poco antes de que nos caiga la ley! ¡Jajaja!
Y como si sus palabras fuesen las protagonistas de una profecía, el dueño del restaurante entró acompañado de una decena de guardias vestidos de negro. Andaban con porras y zapatos con punta de fierro, pero un par de ellos iban armados con espadas.
-¡Háganlo! -ordenó el jefe máximo.
Uno de los guardaespaldas del panzón entró al interior del restaurante y se enfrentó a un grupo de manifestantes. Sin ninguna duda, desenvainó su katana y la blandió. Hubo una cacofonía de gritos al mismo tiempo que la sangre comenzaba a ensuciar el piso, el cuerpo aún caliente desplomado.
Por alguna razón, Lemon se había vuelto insensible a la muerte de desconocidos. Quizás por la traición de Ronny, quizás porque su mente no iba del todo bien. Así que no gritó ni hizo un escándalo, ni siquiera se enfadó al ver caer a su compañero de manifestación. Aun así, con toda aquella insensibilidad, con esa fría indiferencia, supo que debía actuar.