Atlas
Nowhere | Fénix
29-10-2024, 01:45 PM
Octojin tenía mucha razón. Había muchas cosas que hacer y muy pocas manos para llevar a cabo tantas tareas. Tal vez fuese un momento para hacer una pausa, regresar a Oykot y solicitar refuerzos del resto de miembros de la brigada. Aunque, bien pensado, lo óptimo realmente era intentar emplear el menor número de recursos posible. Con esa idea en mente, miré a Octojin y a los prisioneros alternativamente mientras intentaba pensar una solución.
—Sí, es verdad que son muchas cosas —musité a media voz, mirando a los prisioneros como si de un rápido vistazo pudiese comprobar que estaban bien inmovilizados—, pero tal vez haya una forma de hacerlas todas. En primer lugar, creo que lo más razonable es que seas tú el encargado de asegurarte de que los tuyos han llegado en buenas condiciones con Tiberius y los demás. A la ida o a la vuelta, cuando prefieras, puedes hacer un pequeño desvío para comprobar si ese viejo y su tripulación siguen en la zona. No estaban demasiado lejos del asentamiento gyojin, así que no debería retrasarte demasiado. Después de dejarles la madera pude ver que parecían saber lo que se hacían, así que algo me dice que ya no estarán allí... Pero no está de más comprobarlo.
Hice una pausa, valorando si decirle a Octojin que el motivo por el que consideraba que esa debía ser su tarea, además del expresado, era que enviarle a buscar más prisioneros podía resultar incluso contraproducente. Sí, después del mal trago que estábamos pasando juntos lo mínimo que le debía era un poco de sinceridad:
—Además, no creo que sea buena idea que seas tú el encargado de buscar la posible localización de los demás, si es que existen. Me temo que ante la más mínima sospecha te vas a lanzar a por ellos sin importar cuál sea la situación y eso podría meternos y meterles en un problema aún mayor. ¿Lo entiendes? —Hice una pausa para que el tiburón pudiese dar su opinión, reanudando mi discurso a continuación—: Ese viejo llegó desde el noroeste si no recuerdo mal, ¿no? Intentaré ir en esa dirección y buscaré cualquier rastro de actividad en islas cercanas o el propio barco de esa panda de desgraciados, ¿te parece? Antes de irnos nos aseguraremos de que ninguno de estos se pueda mover y comprobaremos que no tienen nada que puedan usar para liberarse de las cuerdas. Son bastantes y nos llevará algo de tiempo, pero la seguridad de que no habrán escapado cuando volvamos no tiene precio, ¿no crees?
Era el momento de poner un poco de pausa. Urgía y apremiaba la necesidad de rescatar a todos los cautivos, eso estaba claro, pero debíamos jugar bien nuestras cartas. Eran, desgraciadamente, tanto el sustento de los criminales como lo único que impediría que, en caso de que les encontrásemos, fuésemos a por ellos sin guardarnos nada. Estaban cautivos, de acuerdo, pero eran necesarios. Para ser necesarios debíamos representar una amenaza, y con un tiburón poseído por la angustia y la sed de rescata apresado perderíamos mucha capacidad de hacer presión. Sí, al menos parecía que mi razonamiento no iba desencaminado.
Tal y como había dicho, me dispuse a comprobar que, uno por uno, todos los tipos que había atado Octojin no tenían elementos cortantes en los bolsillos ni cerca con los que poder deshacer los nudos. Nos aseguramos de atarlos unos a otros de manera que incluso moverse unos centímetros resultase una tarea titánica. Hasta que no nos cupo duda alguna de que todo estaba bien afianzado no propuse ponernos en marcha.
El problema que no había comentado, claro, era que en ocasiones tenía cierto problema con la orientación espacial. En consecuencia, cuando quise darme cuenta había alzado el vuelo y no tenía ni idea de si iba hacia el sur, hacia el norte o hacia dónde. Bajo mis alas se seguían sucediendo los peñones y los islotes próximos al Reino de Oykot, pero no tenía para nada claro en qué punto quedaba el barco que acabábamos de abandonar. Bueno, siempre podría buscarlo más adelante. Lo importante era rastrear la zona.
Sobrevolé el mar, la tierra y las piedras. En ocasiones me escondía entre las nubes o sobre ellas para emerger de nuevo unos instantes después, siempre rastrando por debajo de mi posición en busca de una embarcación en mal estado que estuviese intentando alejarse de Oykot. No fue hasta transcurridos unos veinte minutos que al fin divisé mi objetivo. Precisamente en ese momento estaba arrojando las anclas no demasiado lejos de un pequeño islote rocoso repleto de árboles. Seguramente habrían estado operando desde allí durante las últimas semanas, así que lo más razonable era pensar que todos los prisioneros se encontrasen en la zona. Habiendo conseguido la información, sólo tenía que regresar al punto de encuentro —el barco con los criminales capturados— y comentar al situación con Octojin. Si por su parte no había ningún inconveniente, tal vez fuese el momento de solicitar refuerzos al resto de la brigada. Sin embargo, antes de eso había un gran problema que resolver: ¿por dónde se volvía?
—Sí, es verdad que son muchas cosas —musité a media voz, mirando a los prisioneros como si de un rápido vistazo pudiese comprobar que estaban bien inmovilizados—, pero tal vez haya una forma de hacerlas todas. En primer lugar, creo que lo más razonable es que seas tú el encargado de asegurarte de que los tuyos han llegado en buenas condiciones con Tiberius y los demás. A la ida o a la vuelta, cuando prefieras, puedes hacer un pequeño desvío para comprobar si ese viejo y su tripulación siguen en la zona. No estaban demasiado lejos del asentamiento gyojin, así que no debería retrasarte demasiado. Después de dejarles la madera pude ver que parecían saber lo que se hacían, así que algo me dice que ya no estarán allí... Pero no está de más comprobarlo.
Hice una pausa, valorando si decirle a Octojin que el motivo por el que consideraba que esa debía ser su tarea, además del expresado, era que enviarle a buscar más prisioneros podía resultar incluso contraproducente. Sí, después del mal trago que estábamos pasando juntos lo mínimo que le debía era un poco de sinceridad:
—Además, no creo que sea buena idea que seas tú el encargado de buscar la posible localización de los demás, si es que existen. Me temo que ante la más mínima sospecha te vas a lanzar a por ellos sin importar cuál sea la situación y eso podría meternos y meterles en un problema aún mayor. ¿Lo entiendes? —Hice una pausa para que el tiburón pudiese dar su opinión, reanudando mi discurso a continuación—: Ese viejo llegó desde el noroeste si no recuerdo mal, ¿no? Intentaré ir en esa dirección y buscaré cualquier rastro de actividad en islas cercanas o el propio barco de esa panda de desgraciados, ¿te parece? Antes de irnos nos aseguraremos de que ninguno de estos se pueda mover y comprobaremos que no tienen nada que puedan usar para liberarse de las cuerdas. Son bastantes y nos llevará algo de tiempo, pero la seguridad de que no habrán escapado cuando volvamos no tiene precio, ¿no crees?
Era el momento de poner un poco de pausa. Urgía y apremiaba la necesidad de rescatar a todos los cautivos, eso estaba claro, pero debíamos jugar bien nuestras cartas. Eran, desgraciadamente, tanto el sustento de los criminales como lo único que impediría que, en caso de que les encontrásemos, fuésemos a por ellos sin guardarnos nada. Estaban cautivos, de acuerdo, pero eran necesarios. Para ser necesarios debíamos representar una amenaza, y con un tiburón poseído por la angustia y la sed de rescata apresado perderíamos mucha capacidad de hacer presión. Sí, al menos parecía que mi razonamiento no iba desencaminado.
Tal y como había dicho, me dispuse a comprobar que, uno por uno, todos los tipos que había atado Octojin no tenían elementos cortantes en los bolsillos ni cerca con los que poder deshacer los nudos. Nos aseguramos de atarlos unos a otros de manera que incluso moverse unos centímetros resultase una tarea titánica. Hasta que no nos cupo duda alguna de que todo estaba bien afianzado no propuse ponernos en marcha.
El problema que no había comentado, claro, era que en ocasiones tenía cierto problema con la orientación espacial. En consecuencia, cuando quise darme cuenta había alzado el vuelo y no tenía ni idea de si iba hacia el sur, hacia el norte o hacia dónde. Bajo mis alas se seguían sucediendo los peñones y los islotes próximos al Reino de Oykot, pero no tenía para nada claro en qué punto quedaba el barco que acabábamos de abandonar. Bueno, siempre podría buscarlo más adelante. Lo importante era rastrear la zona.
Sobrevolé el mar, la tierra y las piedras. En ocasiones me escondía entre las nubes o sobre ellas para emerger de nuevo unos instantes después, siempre rastrando por debajo de mi posición en busca de una embarcación en mal estado que estuviese intentando alejarse de Oykot. No fue hasta transcurridos unos veinte minutos que al fin divisé mi objetivo. Precisamente en ese momento estaba arrojando las anclas no demasiado lejos de un pequeño islote rocoso repleto de árboles. Seguramente habrían estado operando desde allí durante las últimas semanas, así que lo más razonable era pensar que todos los prisioneros se encontrasen en la zona. Habiendo conseguido la información, sólo tenía que regresar al punto de encuentro —el barco con los criminales capturados— y comentar al situación con Octojin. Si por su parte no había ningún inconveniente, tal vez fuese el momento de solicitar refuerzos al resto de la brigada. Sin embargo, antes de eso había un gran problema que resolver: ¿por dónde se volvía?