Airgid Vanaidiam
Metalhead
29-10-2024, 02:15 PM
(Última modificación: 29-10-2024, 05:45 PM por Airgid Vanaidiam.)
La patada de Airgid mandó al calvorota a tomar por saco, aunque continuaba consciente. La rubia trató de no perder el tiempo para volver a aproximarse a él, solo para descubrir que no era necesario. Ragnheidr apareció de la nada gracias al uso de su akuma y terminó por aniquilarle, atravesándole completamente el cuerpo con uno de sus enormes brazos. Airgid no pudo evitar dar un respingo, no le esperaba ahí y tampoco tal brutalidad, aunque enseguida arrancó una risilla al escuchar su comentario sobre la ducha. Escuchó calma a su alrededor, se giró para continuar observando la escena y viendo cómo los enemigos, todos habían caído al suelo, inconscientes o muertos. Airgid no les conocía en absoluto, no conocía el contexto de dicha batalla o enfrentamiento, pero ese enorme grupo se había atrevido a atacar a uno de los suyos, y Airgid no necesitaba saber nada más.
Ragn se introdujo en la cocina, que era ya como casi su hogar; Alistair, Lobo y Tofun se arremolinaron alrededor de Asradi, buscando el calor de la curandera y que sus útiles manos les ayudaran con las heridas que se habían llevado; Lemon, por otro lado, no se quedó ni cerca ni lejos, observando la escena, sutilmente pensativo a ojos de la rubia. Airgid bajó al suelo, dejando de levitar, y con su única pierna fue dando saltos hasta quedar cerca del grupillo que se había formado. — Veo que eres mu popular, Asradi. — Sonrió ampliamente a su amiga y a los revolucionarios que esperaban ser atendidos. Quizás aquella era una buena ocasión para conocer más a Lobo o a Alistair, un mink y un joven con alas y cabellos de fuego con los que apenas había tenido el placer de conversar. — ¿Puedo ayudar en algo? — Preguntó, realmente con ganas de involucrarse. Ella por suerte no había recibido daño alguno, así que quizás podría ayudar un poco a Asradi. Como aquella vez en su casa que le hirvió el té medicinal para Ragnheidr. Tomó unas sillas y las acercó, disponiéndoselas a sus compañeros para que no tuvieran que tirarse al suelo. Fue entonces cuando escuchó la propuesta de Entrañas sobre una fiesta. — ¡Eso ni lo dudes! — Le respondió, correspondiendo su risa con otra.
Al rato, mientras los revolucionarios charlaban, conversaban y reían entre ellos, apareció Ragn con comida entre las manos, repartiéndolas a todos los combatientes. Airgid le guiñó un ojo con complicidad, agradeciéndole el gesto. Aquellas patatas con chorizo estaban de puta muerte, la comida sabía incluso mejor después de una buena contienda. La situación que acababan de vivir había sido completamente improvisada, el hecho de que aparecieran por allí aquellas personas y que todo el grupo acudiese a ayudar a Tofun como una verdadera fuerza unida, conjunta, única y poderosa. Airgid se sorprendió a sí misma encontrándose tan a gusto rodeada por aquellas personas, aquel ambiente. Y por un momento, mientras comía y trataba de ayudar a Asradi con cualquier cosa que le pidiera, recordó esos años viviendo en el bosque con su familia, sus amigos de toda la vida. Esa hermandad, ese vínculo tan especial que llevaba mucho tiempo sin sentir, cuando casi todos sus amigos se alejaron de ella. La rubia sonrió, pensando en que no se imaginaba volver a sentirse así.
Ragn se introdujo en la cocina, que era ya como casi su hogar; Alistair, Lobo y Tofun se arremolinaron alrededor de Asradi, buscando el calor de la curandera y que sus útiles manos les ayudaran con las heridas que se habían llevado; Lemon, por otro lado, no se quedó ni cerca ni lejos, observando la escena, sutilmente pensativo a ojos de la rubia. Airgid bajó al suelo, dejando de levitar, y con su única pierna fue dando saltos hasta quedar cerca del grupillo que se había formado. — Veo que eres mu popular, Asradi. — Sonrió ampliamente a su amiga y a los revolucionarios que esperaban ser atendidos. Quizás aquella era una buena ocasión para conocer más a Lobo o a Alistair, un mink y un joven con alas y cabellos de fuego con los que apenas había tenido el placer de conversar. — ¿Puedo ayudar en algo? — Preguntó, realmente con ganas de involucrarse. Ella por suerte no había recibido daño alguno, así que quizás podría ayudar un poco a Asradi. Como aquella vez en su casa que le hirvió el té medicinal para Ragnheidr. Tomó unas sillas y las acercó, disponiéndoselas a sus compañeros para que no tuvieran que tirarse al suelo. Fue entonces cuando escuchó la propuesta de Entrañas sobre una fiesta. — ¡Eso ni lo dudes! — Le respondió, correspondiendo su risa con otra.
Al rato, mientras los revolucionarios charlaban, conversaban y reían entre ellos, apareció Ragn con comida entre las manos, repartiéndolas a todos los combatientes. Airgid le guiñó un ojo con complicidad, agradeciéndole el gesto. Aquellas patatas con chorizo estaban de puta muerte, la comida sabía incluso mejor después de una buena contienda. La situación que acababan de vivir había sido completamente improvisada, el hecho de que aparecieran por allí aquellas personas y que todo el grupo acudiese a ayudar a Tofun como una verdadera fuerza unida, conjunta, única y poderosa. Airgid se sorprendió a sí misma encontrándose tan a gusto rodeada por aquellas personas, aquel ambiente. Y por un momento, mientras comía y trataba de ayudar a Asradi con cualquier cosa que le pidiera, recordó esos años viviendo en el bosque con su familia, sus amigos de toda la vida. Esa hermandad, ese vínculo tan especial que llevaba mucho tiempo sin sentir, cuando casi todos sus amigos se alejaron de ella. La rubia sonrió, pensando en que no se imaginaba volver a sentirse así.