Atlas
Nowhere | Fénix
29-10-2024, 03:17 PM
(Última modificación: 30-10-2024, 01:20 AM por Atlas.
Razón: Editado para eliminar la recompensa extra
)
—Sí, no son demasiados los que saben reconocer el verdadero valor de las cosas —confirma el mayordomo al tiempo que da vueltas en torno a los bustos una vez los has colocado en su posición—. El mismo barón Stroisand, por ejemplo. Tenía entendido que ayer por la noche llegaban sus piezas a la isla, con la mala fortuna de que su embarcación fue asaltada y sus pertenencias se fueron al fondo del mar junto al barco. No me cabe la menor duda de que el barón pensaba realmente que sus pertenencias eran originales, cuando salta a la vista que son éstas y no las suyas las concebidas por las manos de Hilaret.
El mayordomo no te mira mientras habla, pero su señor, en silencio, sí que fija sus ojos en ti. No te evalúa, juzga ni nada por el estilo. Simplemente te mira mientras su subordinado pone voz a sus intereses. Sea como sea, puedes captar cierto tono socarrón e irónico en sus palabras. El tipo rezuma humor inglés por los poros, tan refinado como mordaz, y te está dejando ver que sabe a la perfección de dónde han salido tus esculturas. Eso y, lo más importante, que le da igual.
—Sí, definitivamente se adaptan a los cánones que don Leroy von Doi busca para su colección —sentencia el mayordomo al tiempo que dirige una mirada a su señor en busca de aprobación—. ¿Por qué suma estaría dispuesto a desprenderse de estas piezas, don... Silver D. Syxel? —cuestiona tras necesitar una pequeña pausa para recordar tu nombre.
A lo lejos, las personas que habían centrado en vosotros su atención vuelven a sus conversaciones y quehaceres. Los de las capas lucen bastante hastiados. Menos el guaperas; ése está en su salsa dándole conversación a cualquier persona del sexo opuesto o propio que pasa cerca. No tiene pinta de ser de los que hacen prisioneros, ya me entiendes. El oriental, por su parte, mantiene una posición erguida y respetuosa en todo momento.
Sea como sea, tienes ante ti una negociación que mantener con nada más y nada menos que don Leroy von Doi. No creo que estés demasiado versado en el árbol aristocrático del West Blue, pero si lo estuvieras su apellido no te pasaría desapercibido. Pertenece a una de las familias de más renombre de dicho mar, con generaciones y generaciones de miembros formando parte o conduciendo gobiernos y empresas relevantes. Sin ir más lejos, actualmente uno de sus primos posee algunas de las empresas más influyentes en el mundo y se codea de igual a igual con la élite de las islas que pisa. Todo un pez gordo, vaya.
Como buen aristócrata que es, el regateo le parece de muertos de hambre y gente de nulos recursos y menor capacidad intelectual. Tanto es así que siempre cierra sus adquisiciones del mismo modo: pregunta por una suma y, si le parece aceptable, la paga. Si considera que le están intentando estafar no regatea, sino que simplemente retira su oferta y no vuelve a insistir. No serías el primer espabilado que se queda con un palmo de narices y unas obras de arte difíciles de vender —no todo el mundo está en disposición de pagar según qué sumas— por pasarse de listo con don Leroy.
Si consigues que te perciba como una persona... útil. Es decir, si considera que en el futuro podrías llegar a servirle para hacerse con más obras de arte o algún otro tipo de trabajo —esto dependerá de cómo conduzcas la conversación y de cómo se cierre el acuerdo, claro—, con la conclusión de la velada el mayordomo se acercará a ti y te hará entrega de un Den Den Mushi sorprendentemente similar a él —al mayordomo, no al señor—. Te dirá, insistirá y recalcará que jamás lo uses para intentar establecer comunicación con ellos, sino que procures ponerlo en algún lugar en el que lo puedas escuchar por si quisiesen contactar contigo en algún momento. Tras ello, y después de que unos miembros del servicio personal de don Leroy retiren los objetos que ha adquirido al final del encuentro, se retirarán a su alojamiento.
El mayordomo no te mira mientras habla, pero su señor, en silencio, sí que fija sus ojos en ti. No te evalúa, juzga ni nada por el estilo. Simplemente te mira mientras su subordinado pone voz a sus intereses. Sea como sea, puedes captar cierto tono socarrón e irónico en sus palabras. El tipo rezuma humor inglés por los poros, tan refinado como mordaz, y te está dejando ver que sabe a la perfección de dónde han salido tus esculturas. Eso y, lo más importante, que le da igual.
—Sí, definitivamente se adaptan a los cánones que don Leroy von Doi busca para su colección —sentencia el mayordomo al tiempo que dirige una mirada a su señor en busca de aprobación—. ¿Por qué suma estaría dispuesto a desprenderse de estas piezas, don... Silver D. Syxel? —cuestiona tras necesitar una pequeña pausa para recordar tu nombre.
A lo lejos, las personas que habían centrado en vosotros su atención vuelven a sus conversaciones y quehaceres. Los de las capas lucen bastante hastiados. Menos el guaperas; ése está en su salsa dándole conversación a cualquier persona del sexo opuesto o propio que pasa cerca. No tiene pinta de ser de los que hacen prisioneros, ya me entiendes. El oriental, por su parte, mantiene una posición erguida y respetuosa en todo momento.
Sea como sea, tienes ante ti una negociación que mantener con nada más y nada menos que don Leroy von Doi. No creo que estés demasiado versado en el árbol aristocrático del West Blue, pero si lo estuvieras su apellido no te pasaría desapercibido. Pertenece a una de las familias de más renombre de dicho mar, con generaciones y generaciones de miembros formando parte o conduciendo gobiernos y empresas relevantes. Sin ir más lejos, actualmente uno de sus primos posee algunas de las empresas más influyentes en el mundo y se codea de igual a igual con la élite de las islas que pisa. Todo un pez gordo, vaya.
Como buen aristócrata que es, el regateo le parece de muertos de hambre y gente de nulos recursos y menor capacidad intelectual. Tanto es así que siempre cierra sus adquisiciones del mismo modo: pregunta por una suma y, si le parece aceptable, la paga. Si considera que le están intentando estafar no regatea, sino que simplemente retira su oferta y no vuelve a insistir. No serías el primer espabilado que se queda con un palmo de narices y unas obras de arte difíciles de vender —no todo el mundo está en disposición de pagar según qué sumas— por pasarse de listo con don Leroy.
Si consigues que te perciba como una persona... útil. Es decir, si considera que en el futuro podrías llegar a servirle para hacerse con más obras de arte o algún otro tipo de trabajo —esto dependerá de cómo conduzcas la conversación y de cómo se cierre el acuerdo, claro—, con la conclusión de la velada el mayordomo se acercará a ti y te hará entrega de un Den Den Mushi sorprendentemente similar a él —al mayordomo, no al señor—. Te dirá, insistirá y recalcará que jamás lo uses para intentar establecer comunicación con ellos, sino que procures ponerlo en algún lugar en el que lo puedas escuchar por si quisiesen contactar contigo en algún momento. Tras ello, y después de que unos miembros del servicio personal de don Leroy retiren los objetos que ha adquirido al final del encuentro, se retirarán a su alojamiento.