Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
29-10-2024, 03:59 PM
Algo en su interior trataba de recordarle para qué habían ido allí y cuál debía ser su cometido, pero fue incapaz de controlar la impulsividad de su lengua. Aquella mujer, una humana a la que le sacaba un buen puñado de cabezas, gozaba de una altanería y soberbia que rallaban lo irritante. Cruzaron miradas cuando replicó y pudo ver en aquellos ojos la carencia de respeto, sorpresa o impresión propias de alguien que se creía libre de hacer lo que quisiera. Aquello tan solo frustró más a Camille, pese a los intentos de Garnett por desescalar la situación. No fue hasta que notó la mano de Atlas apretándole el antebrazo que fue capaz de refrenarse a sí misma.
—Vaya imbécil —masculló con gesto frustrado y voz baja en cuanto se encaminaron hacia sus asientos. Se quedó pensativa unos segundos antes de seguir hablando—. Supongo que también lo has notado. Por más que me joda, algo me dice que su actitud está justificada. Esa mirada no era de simple prepotencia.
Jory. Ese era el nombre del skypiean que parecía secundar a Frida en un grupo tan disruptivo como ese. Su brigada era peculiar, no cabía la menor duda, pero esa gente se encontraba a un nivel muy diferente. Podía verse cómo iban anunciando problemas y peligro con tan solo echarles un vistazo por encima y, para más inri, tenían pinta de ser bastante fuertes. No le llevó demasiado tiempo comprender por qué Garnett les necesitaba para meter en vereda a los nuevos: no cualquiera tendría la osadía de contrariarles, y de aquellos con el valor suficiente no muchos tendrían la fuerza para defender su posición. No, estaba claro que allí hacían más falta que en cualquier otro sitio de la base. Necesitaban alguien que les enseñase que aquella soberbia no funcionaría dentro de la Marina.
Garnett se posicionó en el centro de la clandestina arena y, haciendo alarde de su actitud habitual en aquellas ocasiones, empezó a explicar las reglas básicas —que no eran demasiadas— utilizadas durante el Torneo del Calabozo. No usar armas de filo era una regla tan de sentido común como necesaria. Conociendo el historial de todos los presentes, era más que probable que más de un participante saliera con cortes, puñaladas e incluso dentro de una caja de pino si no ponían límites. Para Camille podía ser algo problemático, pero con que le permitiesen tener un palo largo o algo por el estilo no tendría muchos problemas... o eso esperaba.
Los combates se anunciaron y ambos se enteraron de quiénes serían sus primeros contrincantes. Sería la oni la primera en probar las capacidades de los recién llegados. El león respondía al nombre de Leo, algo que era tan coherente como irónico y estúpido. Leo el león. Sus padres debían ser los más originales del pueblo. Camille echó un vistazo hacia el rincón donde estaban los nuevos sentados y se topó con varios de ellos mirándola fijamente, incluyendo a su futuro contrincante. El chico hizo un gesto amenazador, pasándose el pulgar por delante del cuello lentamente, ante lo que la morena se limitó a sonreír en respuesta. No era una sonrisa alegre, sino una cargada de malicia, del tipo de sonrisas que transmiten que nada de lo que está a punto de suceder puede ser bueno. Pareció suficiente para borrarle la suya al gatito.
Sin embargo, antes de poder medirse con sus respectivos oponentes, parecía que la primera en tener su puesta en escena sería la mismísima Frida. La mujer se levantó con parsimonia y aires chulescos, caminando tranquilamente hacia el hexágono que haría de ring para los enfrentamientos de la noche. Su contrincante, Bazzle, era un habitual ya de los Torneos del Calabozo. No era el marine más fuerte de la base ni mucho menos, pero el joven contaba con un cuerpo atlético y unas piernas ágiles. Le había visto mandar a la enfermería con ellas a más de un compañero durante los entrenamientos de la mañana; antes de que Garnett lo metiera en vereda con su programa para niños descarriados, claro. Ambos contendientes se posicionaron cerca del centro y el sargento dio la señal para que comenzaran. Camille centró sus sentidos en ellos, no queriendo perderse ningún detalle.
—Puedes rendirte y así te ahorras la humillación —le dijo Frida al aire, mirándole con diversión—. Piénsatelo.
Bazzle soltó un bufido condescendiente.
—Lo único que pienso es que os va a venir bien el baño de humildad.
Frida se encogió de hombros y el chico, sin más preámbulos, se lanzó hacia ella a toda velocidad. Giró sobre sí mismo cuando se encontraba a unos dos metros, cargando su cuerpo de inercia para transmitírsela a la pierna que empezaba a levantar, justo antes de lanzar una patada que iba como un rayo hacia la el torso de la mujer. Tenía tanta potencia que posiblemente sería capaz de lanzarla fuera del hexágono si acertaba, pero no pareció preocuparle en absoluto. Dio un pequeño pero veloz paso hacia un lateral, lo justo para que la pierna de Bazzle le pasase por debajo del brazo y poder hacerle una presa que lo detuvo en seco. El marine abrió los ojos con sorpresa, antes de que Frida cerrase el puño y se lo estampase en la cara.
Abrumado, Bazzle pareció estar a punto de caer con tan solo un apoyo en el suelo, pero la mujer le ayudó a mantener el equilibrio amablemente manteniendo el agarre de su pierna.
—¿Paramos?
—Cierra la puta boca.
Casi igual de rápido y usando a Frida de apoyo, dio un brinco con su única pierna libre y trató de darle una patada en el lateral de la cabeza. Ella le soltó y se agachó, dejando que el ataque le pasara por encima. En el momento en que Bazzle aterrizó con ambas piernas, la mujer pasó al contraataque y le lanzó un par de puñetazos que el muchacho esquivó a duras penas. Tomó algo de distancia y, justo en ese momento, se lanzó hacia él de una forma forma que a Camille se le hizo familiar. Recortó la distancia en un parpadeo y giró sobre sí misma, alzando la pierna derecha tal y como había hecho Bazzle, pero su ejecución fue mucho más rápida que la del marine y conectó en su torso. El impacto resonó en todo el almacén con un desagradable crujido.
Bazzle acabó chocando contra las cajas que delimitaban el hexágono y saliendo del recinto unos cuantos metros más. Frida se llevó las manos a los bolsillos y sonrió con altanería, echándole un vistazo al resto de los presentes que se sintió como una clara advertencia.
—Bueno —empezó diciendo Garnett, lanzándole una mirada furtiva al duo de la L-42—. Pues ha sido rápido. ¡Siguiente combate!
—Vaya imbécil —masculló con gesto frustrado y voz baja en cuanto se encaminaron hacia sus asientos. Se quedó pensativa unos segundos antes de seguir hablando—. Supongo que también lo has notado. Por más que me joda, algo me dice que su actitud está justificada. Esa mirada no era de simple prepotencia.
Jory. Ese era el nombre del skypiean que parecía secundar a Frida en un grupo tan disruptivo como ese. Su brigada era peculiar, no cabía la menor duda, pero esa gente se encontraba a un nivel muy diferente. Podía verse cómo iban anunciando problemas y peligro con tan solo echarles un vistazo por encima y, para más inri, tenían pinta de ser bastante fuertes. No le llevó demasiado tiempo comprender por qué Garnett les necesitaba para meter en vereda a los nuevos: no cualquiera tendría la osadía de contrariarles, y de aquellos con el valor suficiente no muchos tendrían la fuerza para defender su posición. No, estaba claro que allí hacían más falta que en cualquier otro sitio de la base. Necesitaban alguien que les enseñase que aquella soberbia no funcionaría dentro de la Marina.
Garnett se posicionó en el centro de la clandestina arena y, haciendo alarde de su actitud habitual en aquellas ocasiones, empezó a explicar las reglas básicas —que no eran demasiadas— utilizadas durante el Torneo del Calabozo. No usar armas de filo era una regla tan de sentido común como necesaria. Conociendo el historial de todos los presentes, era más que probable que más de un participante saliera con cortes, puñaladas e incluso dentro de una caja de pino si no ponían límites. Para Camille podía ser algo problemático, pero con que le permitiesen tener un palo largo o algo por el estilo no tendría muchos problemas... o eso esperaba.
Los combates se anunciaron y ambos se enteraron de quiénes serían sus primeros contrincantes. Sería la oni la primera en probar las capacidades de los recién llegados. El león respondía al nombre de Leo, algo que era tan coherente como irónico y estúpido. Leo el león. Sus padres debían ser los más originales del pueblo. Camille echó un vistazo hacia el rincón donde estaban los nuevos sentados y se topó con varios de ellos mirándola fijamente, incluyendo a su futuro contrincante. El chico hizo un gesto amenazador, pasándose el pulgar por delante del cuello lentamente, ante lo que la morena se limitó a sonreír en respuesta. No era una sonrisa alegre, sino una cargada de malicia, del tipo de sonrisas que transmiten que nada de lo que está a punto de suceder puede ser bueno. Pareció suficiente para borrarle la suya al gatito.
Sin embargo, antes de poder medirse con sus respectivos oponentes, parecía que la primera en tener su puesta en escena sería la mismísima Frida. La mujer se levantó con parsimonia y aires chulescos, caminando tranquilamente hacia el hexágono que haría de ring para los enfrentamientos de la noche. Su contrincante, Bazzle, era un habitual ya de los Torneos del Calabozo. No era el marine más fuerte de la base ni mucho menos, pero el joven contaba con un cuerpo atlético y unas piernas ágiles. Le había visto mandar a la enfermería con ellas a más de un compañero durante los entrenamientos de la mañana; antes de que Garnett lo metiera en vereda con su programa para niños descarriados, claro. Ambos contendientes se posicionaron cerca del centro y el sargento dio la señal para que comenzaran. Camille centró sus sentidos en ellos, no queriendo perderse ningún detalle.
—Puedes rendirte y así te ahorras la humillación —le dijo Frida al aire, mirándole con diversión—. Piénsatelo.
Bazzle soltó un bufido condescendiente.
—Lo único que pienso es que os va a venir bien el baño de humildad.
Frida se encogió de hombros y el chico, sin más preámbulos, se lanzó hacia ella a toda velocidad. Giró sobre sí mismo cuando se encontraba a unos dos metros, cargando su cuerpo de inercia para transmitírsela a la pierna que empezaba a levantar, justo antes de lanzar una patada que iba como un rayo hacia la el torso de la mujer. Tenía tanta potencia que posiblemente sería capaz de lanzarla fuera del hexágono si acertaba, pero no pareció preocuparle en absoluto. Dio un pequeño pero veloz paso hacia un lateral, lo justo para que la pierna de Bazzle le pasase por debajo del brazo y poder hacerle una presa que lo detuvo en seco. El marine abrió los ojos con sorpresa, antes de que Frida cerrase el puño y se lo estampase en la cara.
Abrumado, Bazzle pareció estar a punto de caer con tan solo un apoyo en el suelo, pero la mujer le ayudó a mantener el equilibrio amablemente manteniendo el agarre de su pierna.
—¿Paramos?
—Cierra la puta boca.
Casi igual de rápido y usando a Frida de apoyo, dio un brinco con su única pierna libre y trató de darle una patada en el lateral de la cabeza. Ella le soltó y se agachó, dejando que el ataque le pasara por encima. En el momento en que Bazzle aterrizó con ambas piernas, la mujer pasó al contraataque y le lanzó un par de puñetazos que el muchacho esquivó a duras penas. Tomó algo de distancia y, justo en ese momento, se lanzó hacia él de una forma forma que a Camille se le hizo familiar. Recortó la distancia en un parpadeo y giró sobre sí misma, alzando la pierna derecha tal y como había hecho Bazzle, pero su ejecución fue mucho más rápida que la del marine y conectó en su torso. El impacto resonó en todo el almacén con un desagradable crujido.
Bazzle acabó chocando contra las cajas que delimitaban el hexágono y saliendo del recinto unos cuantos metros más. Frida se llevó las manos a los bolsillos y sonrió con altanería, echándole un vistazo al resto de los presentes que se sintió como una clara advertencia.
—Bueno —empezó diciendo Garnett, lanzándole una mirada furtiva al duo de la L-42—. Pues ha sido rápido. ¡Siguiente combate!