Octojin
El terror blanco
29-10-2024, 06:19 PM
La sinceridad en las palabras de Atlas le resultó reconfortante a Octojin. Era justo lo que necesitaba; alguien que le recordara la importancia de ser cauteloso, sin perder de vista el objetivo. Alguien que mediase en su batalla interna, que se pusiera en medio de su corazón y su mente y le dijese lo que se veía desde fuera. Asintió, reconociendo la sabiduría en las palabras de su compañero.
—Tienes razón —respondió, mirándolo con firmeza—. Lo primero es asegurarme de que los gyojins están bien. Si han llegado sanos al campamento, tendremos una tarea menos. Y con suerte, si somos rápidos, estos piratas ni siquiera tendrán oportunidad de escapar. —Octojin lanzó una mirada gélida a los prisioneros atados en la cubierta, que aún estaban incoscientes—. Nos aseguraremos de dejarlos tan bien inmovilizados que no tendrán oportunidad de huir ni aunque despierten.
Sin esperar más, Octojin dio un último asentimiento a Atlas antes de lanzarse al agua. Las olas se cerraron a su alrededor, y la sensación de estar en su ambiente natural le dio un renovado sentido de claridad, que era justo lo que necesitaba. Se impulsó con fuerza, dejando que la corriente y su velocidad lo llevaran hacia la zona donde esperaba encontrar a los gyojins y a Tiberius. Navegó rápidamente, deteniéndose aquí y allá para buscar señales de vida o algún rastro de sus compañeros.
Tras varios minutos de búsqueda, Octojin finalmente divisó a Tiberius, quien avanzaba hacia el antiguo campamento con una expresión tensa pero determinada. Con una simple señal, ambos entendieron que iban en la misma dirección. Nadaron juntos hasta llegar al lugar, donde Octojin respiró aliviado al ver que los gyojins rescatados habían llegado sanos y salvos. Sin embargo, la escena era un recordatorio sombrío de los horrores que habían vivido. Aquello le heló más el corazón de lo que había conseguido el agua. Algunos de los gyojins temblaban de miedo, mientras que otros tenían heridas visibles que estaban siendo atendidas como podían. Pero lo cierto era que todos tenían en su interior ese trauma fruto de sus captores. Octojin apretó los dientes al ver la desesperación en sus rostros; el miedo y el dolor eran palpables. No se atrevió a preguntar. Era demasiado pronto. Tiberius se acercó a Octojin y señaló a algunos de los gyojins rescatados.
—De los doce que hay aquí, solo conocemos a tres. El resto… no son de nuestro asentamiento. —La revelación lo dejó helado, pero no por el frío del agua, sino por la magnitud de lo que aquello implicaba. Si solo conocían a tres de los rescatados, eso significaba que aquellos traficantes habían capturado gyojins de otros asentamientos también. Aquello no era un incidente aislado, sino una operación mucho más extensa.
Con el ceño fruncido y el corazón ardiendo de indignación, Octojin puso una mano en el hombro de Tiberius, mientras intentaba medir sus palabras y en su interior la ira corría a una gran velocidad.
—Prometo que regresaremos. Haremos que estos bastardos paguen por cada uno de sus crímenes. Solo mantén a todos seguros aquí mientras acabamos con esto. —Con una última mirada a los gyojins rescatados, Octojin dio media vuelta y se lanzó de nuevo al agua, rumbo al punto de encuentro en el barco donde había dejado a Atlas.
A medida que nadaba de vuelta, la determinación y el coraje lo impulsaban a ir más rápido. No tardó mucho en alcanzar la embarcación donde los piratas seguían inmovilizados, varios de ellos aún inconscientes y un par empezando a despertar, aunque con una mirada perdida y aturdida. Octojin subió a la cubierta y comprobó que los nudos seguían firmes y los prisioneros tan incapacitados como los habían dejado. Lanzó una mirada de desprecio a los piratas y esperó pacientemente a que Atlas regresara de su búsqueda.
Pasaron varios minutos en los que Octojin revisaba constantemente la inmovilización de los piratas, asegurándose de que ninguno tuviera la menor posibilidad de deshacerse de sus ataduras. Finalmente, divisó la silueta familiar de Atlas descendiendo hacia la embarcación. La expresión en su rostro dejaba claro que había encontrado algo importante. Cuando Atlas aterrizó, Octojin se acercó de inmediato, listo para escuchar el informe de su compañero, pero antes necesitaba compartir su información, o de lo contrario, temía explotar.
—Esto es mucho más grande de lo que imaginábamos —murmuró Octojin, con la voz llena de furia contenida—. Si ese viejo está detrás de esto, no solo traficaba con este asentamiento… Sino que se está lucrando a lo grande. No podemos perder tiempo. Necesitamos refuerzos para acabar con esto de una vez por todas. Tiberius me ha dicho que de todos los gyojins liberados, solo tres son de este asentamiento. Al resto no les conocen, y parecen aturdidos y traumados, no abren la boca... No me he atrevido a preguntarles nada, solo viéndoles las caras te haces a la idea de lo que han pasado. Lo que les habrán hecho...
Entonces, el gyojin dejaría que su compañero diese el parte de lo que había divisado desde la altura, y una vez lo hiciera, tendrían claro qué paso venía después. Ambos sabían que la mejor opción era llamar a los suyos para reforzar la operación. Aquello había escalado demasiado, y ya no podían permitirse dejar cabos sueltos. Ellos dos solos ya no eran suficientes como para superar la misión.
—Voy a pedir refuerzos de la brigada —dijo Octojin, tomando su Den Den Mushi y sintonizándolo para contactar con Ray, pero éste no descolgó su Den Den, hizo lo propio con Takahiro, pero tampoco hubo suerte.
Con cierta resignación, decidió entonces comunicarse de nuevo con sus superiores. Sabía que su petición sería atendida rápidamente debido a la magnitud de los crímenes que habían descubierto.
Cuando estableció la comunicación, relató brevemente la situación, enfatizando en que ya había solicitado refuerzos hacía unos minutos para capturar a todos los implicados, y argumentando que ahora debían liberar a cualquier otro gyojin que pudiera estar en cautiverio. La marina respondió afirmativamente, comunicando que ya había un barco marine por la zona y que le habían mandado las coordenadas de su ubicación. También iban a hablar personalmente con la L-42 para que llamasen a Atlas y pudiesen tener esa comunicación que querían. Octojin colgó y se volvió hacia Atlas, con la convicción de que juntos lograrían terminar con aquella operación.
—Todo listo. Estos piratas estarán entre rejas pronto —le informó, aunque ambos habían escuchado la conversación.
La resolución de Octojin se había solidificado aún más. Ahora, su objetivo no solo era rescatar a los suyos, sino también acabar con la red de tráfico que había sometido a tantos de los suyos y posiblemente a otras criaturas marinas o razas. Con Atlas a su lado y el respaldo de la marina, sentía que finalmente tenían las herramientas necesarias para hacer justicia.
—No escaparéis de esto. Pagaréis por lo que ha hecho —finalizó, como si los humanos inconscientes sobre la cubierta del barco pudieran oírles.
Luego, junto a Atlas, se preparó para el próximo paso. Sabía que la llegada de los refuerzos sería el punto de inflexión en esta batalla. Y la llamada de los suyos se daría pronto.
—Tienes razón —respondió, mirándolo con firmeza—. Lo primero es asegurarme de que los gyojins están bien. Si han llegado sanos al campamento, tendremos una tarea menos. Y con suerte, si somos rápidos, estos piratas ni siquiera tendrán oportunidad de escapar. —Octojin lanzó una mirada gélida a los prisioneros atados en la cubierta, que aún estaban incoscientes—. Nos aseguraremos de dejarlos tan bien inmovilizados que no tendrán oportunidad de huir ni aunque despierten.
Sin esperar más, Octojin dio un último asentimiento a Atlas antes de lanzarse al agua. Las olas se cerraron a su alrededor, y la sensación de estar en su ambiente natural le dio un renovado sentido de claridad, que era justo lo que necesitaba. Se impulsó con fuerza, dejando que la corriente y su velocidad lo llevaran hacia la zona donde esperaba encontrar a los gyojins y a Tiberius. Navegó rápidamente, deteniéndose aquí y allá para buscar señales de vida o algún rastro de sus compañeros.
Tras varios minutos de búsqueda, Octojin finalmente divisó a Tiberius, quien avanzaba hacia el antiguo campamento con una expresión tensa pero determinada. Con una simple señal, ambos entendieron que iban en la misma dirección. Nadaron juntos hasta llegar al lugar, donde Octojin respiró aliviado al ver que los gyojins rescatados habían llegado sanos y salvos. Sin embargo, la escena era un recordatorio sombrío de los horrores que habían vivido. Aquello le heló más el corazón de lo que había conseguido el agua. Algunos de los gyojins temblaban de miedo, mientras que otros tenían heridas visibles que estaban siendo atendidas como podían. Pero lo cierto era que todos tenían en su interior ese trauma fruto de sus captores. Octojin apretó los dientes al ver la desesperación en sus rostros; el miedo y el dolor eran palpables. No se atrevió a preguntar. Era demasiado pronto. Tiberius se acercó a Octojin y señaló a algunos de los gyojins rescatados.
—De los doce que hay aquí, solo conocemos a tres. El resto… no son de nuestro asentamiento. —La revelación lo dejó helado, pero no por el frío del agua, sino por la magnitud de lo que aquello implicaba. Si solo conocían a tres de los rescatados, eso significaba que aquellos traficantes habían capturado gyojins de otros asentamientos también. Aquello no era un incidente aislado, sino una operación mucho más extensa.
Con el ceño fruncido y el corazón ardiendo de indignación, Octojin puso una mano en el hombro de Tiberius, mientras intentaba medir sus palabras y en su interior la ira corría a una gran velocidad.
—Prometo que regresaremos. Haremos que estos bastardos paguen por cada uno de sus crímenes. Solo mantén a todos seguros aquí mientras acabamos con esto. —Con una última mirada a los gyojins rescatados, Octojin dio media vuelta y se lanzó de nuevo al agua, rumbo al punto de encuentro en el barco donde había dejado a Atlas.
A medida que nadaba de vuelta, la determinación y el coraje lo impulsaban a ir más rápido. No tardó mucho en alcanzar la embarcación donde los piratas seguían inmovilizados, varios de ellos aún inconscientes y un par empezando a despertar, aunque con una mirada perdida y aturdida. Octojin subió a la cubierta y comprobó que los nudos seguían firmes y los prisioneros tan incapacitados como los habían dejado. Lanzó una mirada de desprecio a los piratas y esperó pacientemente a que Atlas regresara de su búsqueda.
Pasaron varios minutos en los que Octojin revisaba constantemente la inmovilización de los piratas, asegurándose de que ninguno tuviera la menor posibilidad de deshacerse de sus ataduras. Finalmente, divisó la silueta familiar de Atlas descendiendo hacia la embarcación. La expresión en su rostro dejaba claro que había encontrado algo importante. Cuando Atlas aterrizó, Octojin se acercó de inmediato, listo para escuchar el informe de su compañero, pero antes necesitaba compartir su información, o de lo contrario, temía explotar.
—Esto es mucho más grande de lo que imaginábamos —murmuró Octojin, con la voz llena de furia contenida—. Si ese viejo está detrás de esto, no solo traficaba con este asentamiento… Sino que se está lucrando a lo grande. No podemos perder tiempo. Necesitamos refuerzos para acabar con esto de una vez por todas. Tiberius me ha dicho que de todos los gyojins liberados, solo tres son de este asentamiento. Al resto no les conocen, y parecen aturdidos y traumados, no abren la boca... No me he atrevido a preguntarles nada, solo viéndoles las caras te haces a la idea de lo que han pasado. Lo que les habrán hecho...
Entonces, el gyojin dejaría que su compañero diese el parte de lo que había divisado desde la altura, y una vez lo hiciera, tendrían claro qué paso venía después. Ambos sabían que la mejor opción era llamar a los suyos para reforzar la operación. Aquello había escalado demasiado, y ya no podían permitirse dejar cabos sueltos. Ellos dos solos ya no eran suficientes como para superar la misión.
—Voy a pedir refuerzos de la brigada —dijo Octojin, tomando su Den Den Mushi y sintonizándolo para contactar con Ray, pero éste no descolgó su Den Den, hizo lo propio con Takahiro, pero tampoco hubo suerte.
Con cierta resignación, decidió entonces comunicarse de nuevo con sus superiores. Sabía que su petición sería atendida rápidamente debido a la magnitud de los crímenes que habían descubierto.
Cuando estableció la comunicación, relató brevemente la situación, enfatizando en que ya había solicitado refuerzos hacía unos minutos para capturar a todos los implicados, y argumentando que ahora debían liberar a cualquier otro gyojin que pudiera estar en cautiverio. La marina respondió afirmativamente, comunicando que ya había un barco marine por la zona y que le habían mandado las coordenadas de su ubicación. También iban a hablar personalmente con la L-42 para que llamasen a Atlas y pudiesen tener esa comunicación que querían. Octojin colgó y se volvió hacia Atlas, con la convicción de que juntos lograrían terminar con aquella operación.
—Todo listo. Estos piratas estarán entre rejas pronto —le informó, aunque ambos habían escuchado la conversación.
La resolución de Octojin se había solidificado aún más. Ahora, su objetivo no solo era rescatar a los suyos, sino también acabar con la red de tráfico que había sometido a tantos de los suyos y posiblemente a otras criaturas marinas o razas. Con Atlas a su lado y el respaldo de la marina, sentía que finalmente tenían las herramientas necesarias para hacer justicia.
—No escaparéis de esto. Pagaréis por lo que ha hecho —finalizó, como si los humanos inconscientes sobre la cubierta del barco pudieran oírles.
Luego, junto a Atlas, se preparó para el próximo paso. Sabía que la llegada de los refuerzos sería el punto de inflexión en esta batalla. Y la llamada de los suyos se daría pronto.