Asradi
Völva
29-10-2024, 06:30 PM
La sonrisa de Asradi era esplendorosa, mientras veía como Ragnheidr curioseaba lo que había logrado pescar, en cuanto a mariscos, y que todavía algunos reptaban por encima de otros en el interior de la red que había usado para resguardarlos. Los erizos, para ella, eran especialmente deliciosos. Una pequeña joya culinaria de los mares. Quien dijese que una sirena no podía o no debía comer peces, estaba muy equivocado. Asradi disfrutaba, especialmente, con los alimentos marinos, sobre todo con peces grandes, como buena subespecie que era de tiburón azul.
— Te lo dije. — Afirmó, casi inflando un poco el pecho cuando, tras unos momentos, Ragn se había decidido a probar el erizo crudo y vivo. Era ahí cuando, efectivamente, se notaba la explosión de sabor del animal. El verdadero sabor a mar. A no todo el mundo le gustaba precisamente por tener un sabor tan, tan intenso. Era como si una ola te hubiese dado una bofetada.
Tras aquello, dejó que Ragn se quedase con el resto del botín, al fin y al cabo, eran específicamente para él. Bueno, en realidad para todos, pero el experto en cocina era el grandullón. Ella fue a secarse un poco, aunque ya el sol y el calorcito iban ayudando un poco a ello. Había hecho también el inventario de sus reservas de plantas medicinales y todo estaba correcto. Ubben andaba por ahí o, más bien, a la sirena se le escapó una ligera sonrisa en cuanto lo escuchó cantar. No lo había hecho antes, puesto que se había levantado primero y se había metido en el agua antes de que el bribón de cabellos claros diese su concierto matutino.
Estaba feliz con ese grupo que se había encontrado de casualidad en Kilombo. Si se paraba a pensarlo, en ese tiempo jamás se hubiese esperado cuajar tan bien con un conjunto tan diferente de personas. Pero eran buena gente, y eso era lo que realmente le importaba. Estaba pensando en eso y en más recuerdos de ese tiempo cuando, de repente, la voz de Airgid pidiendo ayuda la sobresaltó. Asradi se giró de inmediato y se apuró a regresar hacia donde había escuchado el grito de la rubia.
— ¿¡Airgid!? ¿Estás bien? — Fue la primera pregunta que, preocupada le hizo a la susodicha. Al menos hasta que la vió “sosteniendo” en el aire un pez bastante particular. Asradi no lo reconoció de buenas a primeras, pero sí se veía peligroso con esa dentadura. Aunque, claro, peligroso para quien no tuviese unos dientes más fuertes.
Por el contrario, fue Ragn el que reaccionó. La sirena se tensó inicialmente pensando que había sido una exclamación de lamento, pero era totalmente al contrario. El rubio fue quien actuó primero, adormeciendo al animal con uno de sus característicos gases. Por suerte, el pescado dejó de aletear con todo el pánico de quien no puede respirar.
— Es la primera vez que veo uno de estes... — Asradi dió un par de saltitos alrededor, solo para poder contemplar mejor al animalito. — ¿Tendrá buen sabor?
— Te lo dije. — Afirmó, casi inflando un poco el pecho cuando, tras unos momentos, Ragn se había decidido a probar el erizo crudo y vivo. Era ahí cuando, efectivamente, se notaba la explosión de sabor del animal. El verdadero sabor a mar. A no todo el mundo le gustaba precisamente por tener un sabor tan, tan intenso. Era como si una ola te hubiese dado una bofetada.
Tras aquello, dejó que Ragn se quedase con el resto del botín, al fin y al cabo, eran específicamente para él. Bueno, en realidad para todos, pero el experto en cocina era el grandullón. Ella fue a secarse un poco, aunque ya el sol y el calorcito iban ayudando un poco a ello. Había hecho también el inventario de sus reservas de plantas medicinales y todo estaba correcto. Ubben andaba por ahí o, más bien, a la sirena se le escapó una ligera sonrisa en cuanto lo escuchó cantar. No lo había hecho antes, puesto que se había levantado primero y se había metido en el agua antes de que el bribón de cabellos claros diese su concierto matutino.
Estaba feliz con ese grupo que se había encontrado de casualidad en Kilombo. Si se paraba a pensarlo, en ese tiempo jamás se hubiese esperado cuajar tan bien con un conjunto tan diferente de personas. Pero eran buena gente, y eso era lo que realmente le importaba. Estaba pensando en eso y en más recuerdos de ese tiempo cuando, de repente, la voz de Airgid pidiendo ayuda la sobresaltó. Asradi se giró de inmediato y se apuró a regresar hacia donde había escuchado el grito de la rubia.
— ¿¡Airgid!? ¿Estás bien? — Fue la primera pregunta que, preocupada le hizo a la susodicha. Al menos hasta que la vió “sosteniendo” en el aire un pez bastante particular. Asradi no lo reconoció de buenas a primeras, pero sí se veía peligroso con esa dentadura. Aunque, claro, peligroso para quien no tuviese unos dientes más fuertes.
Por el contrario, fue Ragn el que reaccionó. La sirena se tensó inicialmente pensando que había sido una exclamación de lamento, pero era totalmente al contrario. El rubio fue quien actuó primero, adormeciendo al animal con uno de sus característicos gases. Por suerte, el pescado dejó de aletear con todo el pánico de quien no puede respirar.
— Es la primera vez que veo uno de estes... — Asradi dió un par de saltitos alrededor, solo para poder contemplar mejor al animalito. — ¿Tendrá buen sabor?