Asradi
Völva
29-10-2024, 07:29 PM
Octojin había decidido seguirle el juego en cuanto a su broma sobre el rango o como llamarle cuando se volviesen a ver. Aunque, quizás, no fuese tanto una broma. Asradi en parte también lo decía en serio por el hecho, sobre todo, de saber que a Octojin le iría bien, y que estaría haciendo progresos no solo dentro de la Marina, sino también como persona. Sí había escuchado que la Marina tenía jerarquías, pero se notaba en la mirada que la sirena le dedicaba al gyojin que confiaba plenamente en él.
— Sería una excelente señal, sobre todo por ti y para la gente a la que puedas ayudar con eso. — Había brillo amable en como Asradi miraba a Octojin, también con esa mezcla del cariño que sentía por el otro habitante del mar. Como también esperaba que lo destinasen a Loguetown o algún sitio cercano. Al menos hasta que tuviesen otra forma de comunicarse y reencontrarse de manera más segura.
Lo primero que les sirvieron fueron las bebidas. Frías y refrescantes. El espumoso dorado agitándose suavemente en el interior de la jarra acristalada hizo que la sonrisa de Asradi fuese un poquito más pilla. De hecho, tampoco la comida tardó en llegar, con un delicioso aroma que invadió su nariz.
— Creo que es algo solucionable y que podremos ir viendo poco a poco según te destinen a un lugar o al otro. De todas maneras, pase lo que pase... — Esta vez le miró con más intensidad, pero también con seriedad y, sobre todo, con una apabullante seguridad no solo en sus palabras, sino también en lo que sentía al respecto. — No importa donde estemos, te buscaré. — Quizás podía sonar a amenaza y eso era. Una “amenaza” para regresar a él, para estar a su lado. Después de eso, Asradi esbozó una sonrisa de inmediato. — Me aseguraré de que siempre sepas de mi llegada. Solo tú lo sabrás.
Mientras decía esto, la sirena aprovechaba para deleitarse con la mirada en cuanto a los rasgos contrarios. Parecía mentira que alguien que semejaba ser tan rudo, fuese un trozo de pan dulce en el fondo. Y le encantaba hacerle sonrojar, para ella era no solo un entretenimiento un poco divertido. Sino más bien tierno. Porque era ahí cuando sí podía ver el verdadero fondo de Octojin, como un tesoro escondido.
Cuando les sirvieron la comida, los ojos de la sirena se le escapaban hacia los diferentes platos. Había recuperado el apetito que había perdido hacía un rato debido a la tristeza que sentía por la situación, por el hecho de tener que separarse de él o, más bien, de hacerle daño sin pretenderlo. Solo por la situación en la que vivía actualmente.
— Tiene muy buena pinta. — Asradi ni tan siquiera lo dudó. Arrimó la silla hasta quedarse sentada justo al lado del escualo. Y también aproximó su plato para que estuviese al alcance de Octojin. — Y huele todavía mejor. — No se cortó en probar una pequeña porción, sujetando el cubierto con cuidado y decoro antes de llevarse el bocado a los labios. Una vez hizo esto, algunos de sus dedos cubrieron la boca, medio reflejando y medio escondiendo la expresión extasiada que se le había quedado a la sirena. ¡Era toda una explosión de sabores para su paladar! Los ojos azules de Asradi parecieron iluminarse con una alegría innata. — ¡Por Neptuno! ¡Está tremendo! — No dudó en exclamar y, muy quitada de la pena, robarle otro trocito a Octojin, con la graciosa diferencia que, ahora, mientras lo paladeaba, parecía “bailar” sentada en su silla, mientras disfrutaba con el sabor.
Tras eso, fue ella la que aproximó su plato más al alcance del escualo.
— Ahora te toca a ti. Creo que es menos especiado, pero tiene buena pinta. — Era carne poco hecha, en su punto, con una salsa para acompañar.
Esta vez fue ella quien, ahora, estuvo totalmente atenta a la posible reacción de Octojin si probaba de la carne que ella habia pedido.
Después de eso, llegó el momento del brindis. Pareciese que toda la pena que se había acumulado en la mujer, hasta hacía un buen rato, se hubiese esfumado de repente gracias a Octojin. Sobre todo el ver que el tiburón parecía de mejor humor y un tanto más animado, a ella se le contagiaba por igual. La sirena alzo la jarra y la chocó, animosamente, contra la de Octojin, deleitándose no solo con el característico sonido de ambos cristales uniéndose momentáneamente, sino por los deseos expresados por él. Algo que hizo sonrojar levemente a la sirena, pero también esbozando una suave sonrisa.
— Por nosotros, y porque ese momento de reunión llegue pronto. — Todavía no se había ido pero sentía que ya lo estaba extrañando.
La comida avanzó en paz y con una conversación animada entre ambos, aunque Asradi sentía que el tiempo estaba pasando más rápido de lo que le gustaría. Y, de todas maneras, estaba disfrutando aquello con todo su ser, queriendo aprovechar hasta el último segundo a su lado. Cuando terminaron de comer, la sirena se acomodó para poder mirarle a los ojos. De la misma forma con aquella sonrisa que, de vez en cuando, Octojin le arrancaba con más timidez que con el descaro que ella solía acostumbrar a tener.
Fue la pelinegra quien, de inmediato, buscó una de las manos contrarias, apretujándola un poco contra sí y besando suavemente los nudillos del futuro marine.
— Yo no voy a olvidar ni uno solo de los momentos que he pasado contigo, Octo. Has logrado hacerme feliz en el corto tiempo en el que nos conocemos. — Pero sentía que habia pasado más tiempo y Asradi atesoraba cada segundo con él. — Haré todo lo posible para encontrarte de nuevo. Y para que, cuando nos veamos, tú también estés orgulloso de mi.
Al igual que él, la sirena tenía el deseo de ayudar a los demás, mientras sorteaba aquella sombra que siempre se cernía sobre ella.
— Sería una excelente señal, sobre todo por ti y para la gente a la que puedas ayudar con eso. — Había brillo amable en como Asradi miraba a Octojin, también con esa mezcla del cariño que sentía por el otro habitante del mar. Como también esperaba que lo destinasen a Loguetown o algún sitio cercano. Al menos hasta que tuviesen otra forma de comunicarse y reencontrarse de manera más segura.
Lo primero que les sirvieron fueron las bebidas. Frías y refrescantes. El espumoso dorado agitándose suavemente en el interior de la jarra acristalada hizo que la sonrisa de Asradi fuese un poquito más pilla. De hecho, tampoco la comida tardó en llegar, con un delicioso aroma que invadió su nariz.
— Creo que es algo solucionable y que podremos ir viendo poco a poco según te destinen a un lugar o al otro. De todas maneras, pase lo que pase... — Esta vez le miró con más intensidad, pero también con seriedad y, sobre todo, con una apabullante seguridad no solo en sus palabras, sino también en lo que sentía al respecto. — No importa donde estemos, te buscaré. — Quizás podía sonar a amenaza y eso era. Una “amenaza” para regresar a él, para estar a su lado. Después de eso, Asradi esbozó una sonrisa de inmediato. — Me aseguraré de que siempre sepas de mi llegada. Solo tú lo sabrás.
Mientras decía esto, la sirena aprovechaba para deleitarse con la mirada en cuanto a los rasgos contrarios. Parecía mentira que alguien que semejaba ser tan rudo, fuese un trozo de pan dulce en el fondo. Y le encantaba hacerle sonrojar, para ella era no solo un entretenimiento un poco divertido. Sino más bien tierno. Porque era ahí cuando sí podía ver el verdadero fondo de Octojin, como un tesoro escondido.
Cuando les sirvieron la comida, los ojos de la sirena se le escapaban hacia los diferentes platos. Había recuperado el apetito que había perdido hacía un rato debido a la tristeza que sentía por la situación, por el hecho de tener que separarse de él o, más bien, de hacerle daño sin pretenderlo. Solo por la situación en la que vivía actualmente.
— Tiene muy buena pinta. — Asradi ni tan siquiera lo dudó. Arrimó la silla hasta quedarse sentada justo al lado del escualo. Y también aproximó su plato para que estuviese al alcance de Octojin. — Y huele todavía mejor. — No se cortó en probar una pequeña porción, sujetando el cubierto con cuidado y decoro antes de llevarse el bocado a los labios. Una vez hizo esto, algunos de sus dedos cubrieron la boca, medio reflejando y medio escondiendo la expresión extasiada que se le había quedado a la sirena. ¡Era toda una explosión de sabores para su paladar! Los ojos azules de Asradi parecieron iluminarse con una alegría innata. — ¡Por Neptuno! ¡Está tremendo! — No dudó en exclamar y, muy quitada de la pena, robarle otro trocito a Octojin, con la graciosa diferencia que, ahora, mientras lo paladeaba, parecía “bailar” sentada en su silla, mientras disfrutaba con el sabor.
Tras eso, fue ella la que aproximó su plato más al alcance del escualo.
— Ahora te toca a ti. Creo que es menos especiado, pero tiene buena pinta. — Era carne poco hecha, en su punto, con una salsa para acompañar.
Esta vez fue ella quien, ahora, estuvo totalmente atenta a la posible reacción de Octojin si probaba de la carne que ella habia pedido.
Después de eso, llegó el momento del brindis. Pareciese que toda la pena que se había acumulado en la mujer, hasta hacía un buen rato, se hubiese esfumado de repente gracias a Octojin. Sobre todo el ver que el tiburón parecía de mejor humor y un tanto más animado, a ella se le contagiaba por igual. La sirena alzo la jarra y la chocó, animosamente, contra la de Octojin, deleitándose no solo con el característico sonido de ambos cristales uniéndose momentáneamente, sino por los deseos expresados por él. Algo que hizo sonrojar levemente a la sirena, pero también esbozando una suave sonrisa.
— Por nosotros, y porque ese momento de reunión llegue pronto. — Todavía no se había ido pero sentía que ya lo estaba extrañando.
La comida avanzó en paz y con una conversación animada entre ambos, aunque Asradi sentía que el tiempo estaba pasando más rápido de lo que le gustaría. Y, de todas maneras, estaba disfrutando aquello con todo su ser, queriendo aprovechar hasta el último segundo a su lado. Cuando terminaron de comer, la sirena se acomodó para poder mirarle a los ojos. De la misma forma con aquella sonrisa que, de vez en cuando, Octojin le arrancaba con más timidez que con el descaro que ella solía acostumbrar a tener.
Fue la pelinegra quien, de inmediato, buscó una de las manos contrarias, apretujándola un poco contra sí y besando suavemente los nudillos del futuro marine.
— Yo no voy a olvidar ni uno solo de los momentos que he pasado contigo, Octo. Has logrado hacerme feliz en el corto tiempo en el que nos conocemos. — Pero sentía que habia pasado más tiempo y Asradi atesoraba cada segundo con él. — Haré todo lo posible para encontrarte de nuevo. Y para que, cuando nos veamos, tú también estés orgulloso de mi.
Al igual que él, la sirena tenía el deseo de ayudar a los demás, mientras sorteaba aquella sombra que siempre se cernía sobre ella.