Asradi
Völva
29-10-2024, 08:07 PM
Gracias a un par de los trabajadores que conocían bien el lugar, éstes no tardaron en encontrar la oficinita que se encontraba cerca del almacén y de donde resguardaban los víveres. En dicha oficina donde estaba, al mismo tiempo, la caja fuerte del panzón y donde, seguramente, estuviese el dinero o las propinas ahí bien protegidas. Asradi sonrió levemente y dejó que fuesen los propios empleados los que se encargasen de llenarse los bolsillos y de repartir, equitativamente, lo que les pertenecía. También porque fue Caretas quien le llamó la atención un momento después.
— No te preocupes, estoy bien. — Le sonrió a Lemon cuando éste intentó animarla. A decir verdad, sí le había afectado el apelativo que el hombre le había puesto o, más bien, el tono desdeñoso que había empleado, como si tan solo fuese un error de la naturaleza. Le dolía. Siempre le dolían esas cosas. No debería hacerlo viniendo de un completo desconocido, pero todavía había heridas que no se cerraban y que, por desgracia, continuaban abiertas y sangrando, metafóricamente hablando. — Pero gracias por tus palabras.
No añadió nada más al respecto, no quería ni preocupar a su camarada o estropear el momento revolucionario que estaban teniendo. Así que cuando Caretas se alejó para reventar, a puño limpio, una vidriera, la sirena no pareció espantada al respecto. Podía ser muy buena gente, podía querer defender al débil y que los oprimidos obtuviesen su tan ansiada libertad y libre albedrío. Pero no por ello era tan inocente de pensar que el mundo era sencillo o de color de rosa. No. Aquel tipo se estaba mereciendo todo lo que le estaba pasando.
Tendría que haber pensado bien antes y haber tratado mejor a sus empleados.
— ¿Te has lastimado la mano? — Era, de hecho, su compañero el que le preocupaba. Por muy grandullón y fuerte que fuese, los cristales podían habérsele clavado en la mano. Aunque aceptó el licor que le ofrecía. — Espero que no sea muy dulce...
Murmuró mientras aceptaba el trago que Caretas estaba sirviendo. Fue la primera en beber, de una sentada, el chupito. Y de inmediato se arrepintió.
— ¡Está terriblemente dulce! — Y ella no eran fan de bebidas o comidas con cierto grado de dulzor. Así que, simplemente, se giró hacia la vitrina, agarró otro tipo de licor y le dió un trago directamente de la botella. — Este está mejor.
Le guiñó un ojo a Caretas, con una media sonrisa plasmada en sus labios.
— Además, ¿de qué ley hablas? Si hubiese ley, tendría que haber estado aquí mucho antes para regularizar la situación de los empleados. — Era eso lo que de verdad le indignaba.
Pero lo que le indignó más fue ver como, de repente, uno de los empleados era asesinado delante de sus narices por uno de los guardaespaldas del gordinflón. Los ojos de Asradi se entrecerraron de manera peligrosa. A ella sí no le gustaban esas cosas. Les sentía porque era empática. Y ese abuso de poder...
Era eso lo que la enervaba.
— No sabes con quien te has metido, explotador. — No soportaba, de hecho, el ver cómo se tomaba la vida de una persona inocente de manera tan gratuita, solo por pensar que, simplemente, tenías derecho.
No solo Lemon se adelantó, sino que Asradi dejo la botella de un lado y se irguió sobre su cola, muy dispuesta a apoyar a Caretas.
— No te preocupes, estoy bien. — Le sonrió a Lemon cuando éste intentó animarla. A decir verdad, sí le había afectado el apelativo que el hombre le había puesto o, más bien, el tono desdeñoso que había empleado, como si tan solo fuese un error de la naturaleza. Le dolía. Siempre le dolían esas cosas. No debería hacerlo viniendo de un completo desconocido, pero todavía había heridas que no se cerraban y que, por desgracia, continuaban abiertas y sangrando, metafóricamente hablando. — Pero gracias por tus palabras.
No añadió nada más al respecto, no quería ni preocupar a su camarada o estropear el momento revolucionario que estaban teniendo. Así que cuando Caretas se alejó para reventar, a puño limpio, una vidriera, la sirena no pareció espantada al respecto. Podía ser muy buena gente, podía querer defender al débil y que los oprimidos obtuviesen su tan ansiada libertad y libre albedrío. Pero no por ello era tan inocente de pensar que el mundo era sencillo o de color de rosa. No. Aquel tipo se estaba mereciendo todo lo que le estaba pasando.
Tendría que haber pensado bien antes y haber tratado mejor a sus empleados.
— ¿Te has lastimado la mano? — Era, de hecho, su compañero el que le preocupaba. Por muy grandullón y fuerte que fuese, los cristales podían habérsele clavado en la mano. Aunque aceptó el licor que le ofrecía. — Espero que no sea muy dulce...
Murmuró mientras aceptaba el trago que Caretas estaba sirviendo. Fue la primera en beber, de una sentada, el chupito. Y de inmediato se arrepintió.
— ¡Está terriblemente dulce! — Y ella no eran fan de bebidas o comidas con cierto grado de dulzor. Así que, simplemente, se giró hacia la vitrina, agarró otro tipo de licor y le dió un trago directamente de la botella. — Este está mejor.
Le guiñó un ojo a Caretas, con una media sonrisa plasmada en sus labios.
— Además, ¿de qué ley hablas? Si hubiese ley, tendría que haber estado aquí mucho antes para regularizar la situación de los empleados. — Era eso lo que de verdad le indignaba.
Pero lo que le indignó más fue ver como, de repente, uno de los empleados era asesinado delante de sus narices por uno de los guardaespaldas del gordinflón. Los ojos de Asradi se entrecerraron de manera peligrosa. A ella sí no le gustaban esas cosas. Les sentía porque era empática. Y ese abuso de poder...
Era eso lo que la enervaba.
— No sabes con quien te has metido, explotador. — No soportaba, de hecho, el ver cómo se tomaba la vida de una persona inocente de manera tan gratuita, solo por pensar que, simplemente, tenías derecho.
No solo Lemon se adelantó, sino que Asradi dejo la botella de un lado y se irguió sobre su cola, muy dispuesta a apoyar a Caretas.