Dharkel
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29-10-2024, 09:40 PM
Mientras volvía sobre sus pasos tras recoger algunos cigarrillos escuchó un extraño ruido proveniente del piso superior, de cubierta, similar a un golpe de madera contra madera. Estaba acostumbrado a los misteriosos ruidos que se dan en un barco cuando se está en alta mar, por lo que en un principio pensó que sería un barril o caja mal colocada que había caído con el incesante vaivén de las olas. Quizás algún gancho suelto que bajo el acoso del viento finalmente se había rendido, cayendo con violencia sobre la maltratada madera. O simplemente el golpe de su propio navío debido a la proximidad entre ambos.
Reanudó su marcha a buen ritmo con el objetivo de llegar cuanto antes junto a sus compañeros, quitándole importancia al golpe que escuchó hasta que se frenó en seco. Recuperando el equilibrio perdido momentáneamente puso más atención, reconociendo una voz que venía de fuera, del mar. Se trataba de uno de los dos marineros que minutos antes habían sido expulsados de su propia embarcación debido a una brutal ofensiva sorpresa.
<< Siguen… ¿VvViiIvvVooOossS? >>, pensó tras tragar saliva un par de veces al recordar donde estaba realmente.
El pánico volvió a inundar su cuerpo, dejándole paralizado durante unos segundos que parecieron una eternidad. Su respiración se aceleró y sus extremidades comenzaron a temblar a la par que sus sudorosas manos se apoyaban en una de las paredes, con la cabeza gacha e intentando recuperar la compostura. No sentía miedo por la amenaza que aquellos dos individuos suponían, sino por el hecho de pensar en encontrarse en su situación, abandonado a su suerte en mitad del mar, rodeado de agua sin un atisbo de escombro que hiciese de flotador ni esperanza.
<< Tienes que empatizar sin contagiarte de los sentimientos… Hasta ahora no te ha pasado nada. Estás pisando en firme, ¿qué diferencia hay con tierra? >>, se repetía una y otra vez en su cabeza intentando autoengañarse, aunque el oleaje no parecía ayudar.
Dio un fuerte golpe a una de las cajas con intención de que las astillas se clavasen en su piel y poder redirigir así sus pensamientos hacia algo real, hacia un dolor que le permitiese pensar en otra cosa, pero sin llegar a sufrir unas consecuencias severas que le impidiesen usar sus manos con efectividad. Más centrado, se puso nuevamente en camino.
Se encontraba ya descendiendo por las escaleras, intentando quitar de su cabeza la idea de que a cada paso que daba estaba más cerca del nivel del mar, a mayor profundidad, e incluso cuando completase el descenso podría llegar a estar por debajo del mismo, cuando volvió a oír las voces. Esta vez la petición de ayuda fue sustituida por una súplica de perdón seguida de un grito. Le pareció también percibir un golpe sobre el agua antes de escuchar una voz que no reconocía.
Recordando las palabras de Silver, había cuatro personas en bodega. Dos de ellas presumiblemente ahora se encontraban flotando en el agua, muertas. Las otras dos seguirían en la bodega, de lo contrario quería creer que su capitán les habría advertido sobre los movimientos enemigos. Cayó entonces en la cuenta de que el golpe que había escuchado previamente en cubierta podía ser de otro barco, ocasionando que hubiese un invitado no deseado por la tripulación pirata. Tragó saliva nuevamente, apretó los puños con fuerza y reuniendo fuerza de voluntad continuó su camino.
Al fondo de la cubierta el grupo parecía estar preparándose, relativamente tranquilos y sin aparentes signos de pelea. Las insólitas figuras captaron su atención, pero ahora no era el momento de satisfacer su curiosidad y ansia de aprendizaje. No cuando la misión no había terminado y todas sus vidas estaban en riesgo. Ya habría tiempo más delante de estudiarlas en profundidad. Quizás incluso le dejasen llevarse alguna de ellas al barco a modo decorativo.
Cuando finalmente alcanzó al grupo posó su katana sobre una caja, agarró la muñeca de Silver sin dar ninguna explicación y acercó la cara a la flamígera espada enderezando el cigarro con sus labios. Dio una larga calada y liberó su mano mientras expulsaba una enorme bocanada de humo de sus pulmones.
- Oh, sí. – Fue todo lo que alcanzó a decir extasiado de placer antes de vislumbrar el azulado rostro de la sirena. Miró ligeramente confundido a cada uno de sus compañeros, en busca de una explicación. ¿Balagus se habría sobrepasado nuevamente con la intimidación? Estiró la mandíbula, liberándose de los últimos vestigios paralizantes del veneno antes de continuar hablando. Marvolath había hecho un excelente trabajo y se encargaría de hacérselo saber, si salían con vida de aquella situación. – Supongo que estaréis al tanto, pero… - hizo una pausa dramática no intencionada. Llevaba demasiado tiempo sin fumar y su necesidad de calmar la ansiedad prevalecía sobre el resto de cosas. – Nos han abordado.
Reanudó su marcha a buen ritmo con el objetivo de llegar cuanto antes junto a sus compañeros, quitándole importancia al golpe que escuchó hasta que se frenó en seco. Recuperando el equilibrio perdido momentáneamente puso más atención, reconociendo una voz que venía de fuera, del mar. Se trataba de uno de los dos marineros que minutos antes habían sido expulsados de su propia embarcación debido a una brutal ofensiva sorpresa.
<< Siguen… ¿VvViiIvvVooOossS? >>, pensó tras tragar saliva un par de veces al recordar donde estaba realmente.
El pánico volvió a inundar su cuerpo, dejándole paralizado durante unos segundos que parecieron una eternidad. Su respiración se aceleró y sus extremidades comenzaron a temblar a la par que sus sudorosas manos se apoyaban en una de las paredes, con la cabeza gacha e intentando recuperar la compostura. No sentía miedo por la amenaza que aquellos dos individuos suponían, sino por el hecho de pensar en encontrarse en su situación, abandonado a su suerte en mitad del mar, rodeado de agua sin un atisbo de escombro que hiciese de flotador ni esperanza.
<< Tienes que empatizar sin contagiarte de los sentimientos… Hasta ahora no te ha pasado nada. Estás pisando en firme, ¿qué diferencia hay con tierra? >>, se repetía una y otra vez en su cabeza intentando autoengañarse, aunque el oleaje no parecía ayudar.
Dio un fuerte golpe a una de las cajas con intención de que las astillas se clavasen en su piel y poder redirigir así sus pensamientos hacia algo real, hacia un dolor que le permitiese pensar en otra cosa, pero sin llegar a sufrir unas consecuencias severas que le impidiesen usar sus manos con efectividad. Más centrado, se puso nuevamente en camino.
Se encontraba ya descendiendo por las escaleras, intentando quitar de su cabeza la idea de que a cada paso que daba estaba más cerca del nivel del mar, a mayor profundidad, e incluso cuando completase el descenso podría llegar a estar por debajo del mismo, cuando volvió a oír las voces. Esta vez la petición de ayuda fue sustituida por una súplica de perdón seguida de un grito. Le pareció también percibir un golpe sobre el agua antes de escuchar una voz que no reconocía.
Recordando las palabras de Silver, había cuatro personas en bodega. Dos de ellas presumiblemente ahora se encontraban flotando en el agua, muertas. Las otras dos seguirían en la bodega, de lo contrario quería creer que su capitán les habría advertido sobre los movimientos enemigos. Cayó entonces en la cuenta de que el golpe que había escuchado previamente en cubierta podía ser de otro barco, ocasionando que hubiese un invitado no deseado por la tripulación pirata. Tragó saliva nuevamente, apretó los puños con fuerza y reuniendo fuerza de voluntad continuó su camino.
Al fondo de la cubierta el grupo parecía estar preparándose, relativamente tranquilos y sin aparentes signos de pelea. Las insólitas figuras captaron su atención, pero ahora no era el momento de satisfacer su curiosidad y ansia de aprendizaje. No cuando la misión no había terminado y todas sus vidas estaban en riesgo. Ya habría tiempo más delante de estudiarlas en profundidad. Quizás incluso le dejasen llevarse alguna de ellas al barco a modo decorativo.
Cuando finalmente alcanzó al grupo posó su katana sobre una caja, agarró la muñeca de Silver sin dar ninguna explicación y acercó la cara a la flamígera espada enderezando el cigarro con sus labios. Dio una larga calada y liberó su mano mientras expulsaba una enorme bocanada de humo de sus pulmones.
- Oh, sí. – Fue todo lo que alcanzó a decir extasiado de placer antes de vislumbrar el azulado rostro de la sirena. Miró ligeramente confundido a cada uno de sus compañeros, en busca de una explicación. ¿Balagus se habría sobrepasado nuevamente con la intimidación? Estiró la mandíbula, liberándose de los últimos vestigios paralizantes del veneno antes de continuar hablando. Marvolath había hecho un excelente trabajo y se encargaría de hacérselo saber, si salían con vida de aquella situación. – Supongo que estaréis al tanto, pero… - hizo una pausa dramática no intencionada. Llevaba demasiado tiempo sin fumar y su necesidad de calmar la ansiedad prevalecía sobre el resto de cosas. – Nos han abordado.