Lemon Stone
MVP
29-10-2024, 11:05 PM
Uno de los guardias del dueño del restaurante cargó contra Lemon, una porra de medio metro y toda hecha de metal empuñada en su izquierda. Los movimientos del hombre eran lentos y predecibles por lo que el revolucionario ni siquiera tuvo que usar el poder de la Voz para reaccionar a tiempo.
Cogió el brazo izquierdo del guardia y apretó con fuerza titánica, causando que el hombre chillara de dolor y soltara el arma. A continuación, le propinó un poderoso cabezazo que le reventó la nariz. El tipo cayó al suelo, sangrando.
-Así que eres de los que usan a los demás para hacer el trabajo sucio, ¿eh? ¿Sabes cómo les llamamos a esos en mi tierra? ¡Malditos cobardes! -rugió Lemon, preparado para el contraataque.
No tenía claro si Aletas era buena peleando, no porque fuera revolucionaria significaba que sabía romper piernas y degollar cuellos, así que asumió que lo mejor sería que él se encargase de todo.
Rompió una de las mesas grandes y cogió dos grandes tablas, pesadas y acabadas en punta, para usarlas como armas. No se parecían al martillo que solía usar, mucho menos a las farolas que tanto le encantaban, pero supuso que servirían. Así, Lemon cargó hacia los oponentes con la adrenalina fluyendo por todo su cuerpo.
-¡Aquí viene! -anunció el que había matado al pobre manifestante.
El tipo blandió la espada con la misma destreza que antes, esperando que la hoja de metal cortase el pecho de Lemon y que este cayera de la misma forma que el protestante. Y algo así sucedió, más o menos. Lemon no esquivó ni bloqueó, no porque no hubiese visto llegar el katanazo, sino porque de alguna forma quería honrar la muerte de su compañero. Y no se le ocurría otra manera que sintiendo el dolor que debió haber sentido justo antes de morir. Era indiferente frente a la muerte, insensible frente al sufrimiento ajeno, pero no por ello era irrespetuoso ni piadoso con los que hacían daño a los demás.
-Espero que estés preparado para lo que viene -dijo Lemon, su rostro ensombrecido, su peculiar humor caricaturesco reemplazado por un semblante siniestro y perturbador-, porque te prometo que dolerá. Y mucho.
El guardia mantuvo la sorpresa un segundo, tan solo uno, y alzó la guardia para un segundo ataque. Antes de que pudiera hacer cualquier cosa, Lemon reventó la tabla contra el muslo derecho del guardaespaldas. El hombre aulló de dolor y cayó al piso, los huesos fragmentados rompieron la carne y emergieron a superficie. Con una brutalidad impropia de alguien con su sentido de humor, Lemon aplastó la otra pierna del guardia. Más huesos astillados, más gritos.
-Soy un hombre que cumple sus promesas y que poco perdona, más si mancillas el nombre de la Causa y atacas a sus emisarios -gruñó, sus ojos azules sobre la víctima.
Levantó el otro palo mientras el hombre suplicaba clemencia, interponiendo su brazo entre él y el agresor. Sin embargo, Lemon no tenía pensado escuchar súplicas ni perdonar a nadie. Dejó caer el arma con fuerza sobrehumana, rompiéndole el antebrazo y generando un estallido de astillas de madera y hueso. Otro grito.
-¿Acaso esto es lo que vale la vida de un joven trabajador? ¿Unos cuantos berries y ya? -preguntó a los guardias que retrocedían poco a poco frente a la ira de Lemon-. Este hijo de puta les paga y ustedes matan, ¿no? Dar muerte a alguien nunca es agradable, mucho menos satisfactorio, aunque el asesinato esté motivado por la venganza… No lo es. Así que les daré una oportunidad: entréguenme al jefe, llévense a este imbécil al hospital y váyanse de aquí.
Cogió el brazo izquierdo del guardia y apretó con fuerza titánica, causando que el hombre chillara de dolor y soltara el arma. A continuación, le propinó un poderoso cabezazo que le reventó la nariz. El tipo cayó al suelo, sangrando.
-Así que eres de los que usan a los demás para hacer el trabajo sucio, ¿eh? ¿Sabes cómo les llamamos a esos en mi tierra? ¡Malditos cobardes! -rugió Lemon, preparado para el contraataque.
No tenía claro si Aletas era buena peleando, no porque fuera revolucionaria significaba que sabía romper piernas y degollar cuellos, así que asumió que lo mejor sería que él se encargase de todo.
Rompió una de las mesas grandes y cogió dos grandes tablas, pesadas y acabadas en punta, para usarlas como armas. No se parecían al martillo que solía usar, mucho menos a las farolas que tanto le encantaban, pero supuso que servirían. Así, Lemon cargó hacia los oponentes con la adrenalina fluyendo por todo su cuerpo.
-¡Aquí viene! -anunció el que había matado al pobre manifestante.
El tipo blandió la espada con la misma destreza que antes, esperando que la hoja de metal cortase el pecho de Lemon y que este cayera de la misma forma que el protestante. Y algo así sucedió, más o menos. Lemon no esquivó ni bloqueó, no porque no hubiese visto llegar el katanazo, sino porque de alguna forma quería honrar la muerte de su compañero. Y no se le ocurría otra manera que sintiendo el dolor que debió haber sentido justo antes de morir. Era indiferente frente a la muerte, insensible frente al sufrimiento ajeno, pero no por ello era irrespetuoso ni piadoso con los que hacían daño a los demás.
-Espero que estés preparado para lo que viene -dijo Lemon, su rostro ensombrecido, su peculiar humor caricaturesco reemplazado por un semblante siniestro y perturbador-, porque te prometo que dolerá. Y mucho.
El guardia mantuvo la sorpresa un segundo, tan solo uno, y alzó la guardia para un segundo ataque. Antes de que pudiera hacer cualquier cosa, Lemon reventó la tabla contra el muslo derecho del guardaespaldas. El hombre aulló de dolor y cayó al piso, los huesos fragmentados rompieron la carne y emergieron a superficie. Con una brutalidad impropia de alguien con su sentido de humor, Lemon aplastó la otra pierna del guardia. Más huesos astillados, más gritos.
-Soy un hombre que cumple sus promesas y que poco perdona, más si mancillas el nombre de la Causa y atacas a sus emisarios -gruñó, sus ojos azules sobre la víctima.
Levantó el otro palo mientras el hombre suplicaba clemencia, interponiendo su brazo entre él y el agresor. Sin embargo, Lemon no tenía pensado escuchar súplicas ni perdonar a nadie. Dejó caer el arma con fuerza sobrehumana, rompiéndole el antebrazo y generando un estallido de astillas de madera y hueso. Otro grito.
-¿Acaso esto es lo que vale la vida de un joven trabajador? ¿Unos cuantos berries y ya? -preguntó a los guardias que retrocedían poco a poco frente a la ira de Lemon-. Este hijo de puta les paga y ustedes matan, ¿no? Dar muerte a alguien nunca es agradable, mucho menos satisfactorio, aunque el asesinato esté motivado por la venganza… No lo es. Así que les daré una oportunidad: entréguenme al jefe, llévense a este imbécil al hospital y váyanse de aquí.