Silver
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30-10-2024, 01:26 AM
Bahía de los Olvidados, Isla Momobami
Verano del año 724
Verano del año 724
El tabernero mantuvo su mirada fija en Kairo mientras este dejaba algunos billetes sobre la barra, su rostro serio y endurecido por la vida no mostró ninguna reacción inmediata. En silencio, el hombre estudió al mercenario, tal vez evaluando la naturaleza de aquella oferta. La cantidad de dinero, sin embargo, era irrisoria para un hombre acostumbrado a las transacciones de esa índole y a lidiar con clientes de pocas palabras pero bolsillos profundos. Aunque el gesto de Kairo tenía intención, no pasó desapercibido para el tabernero que lo que le ofrecía apenas alcanzaría para cubrir una bebida más, mucho menos para comprar su silencio o arriesgarse a ofender a sus otros clientes.
Con un resoplido áspero, el tabernero deslizó los billetes de vuelta hacia Kairo, manteniendo una expresión de desdén apenas disimulada. Sus ojos, sin embargo, traicionaban una pizca de curiosidad. Por un segundo, el hombre parecía debatirse entre el enfado y la indiferencia, hasta que finalmente decidió hacerle una advertencia en un tono apenas audible. Su voz era apenas un murmullo entre el murmullo de la taberna.
—Parece que andas buscando problemas, forastero —murmuró, echando una rápida mirada hacia el grupo de encapuchados que Kairo observaba de reojo—. No soy un hombre que vende a su clientela por calderilla… pero —su tono adquirió un matiz cauteloso— si quieres respuestas, aquí las cosas se ganan esperando, observando, hasta que los lenguajes sin palabras hablen por sí solos. Quédate, no molestes, y tal vez escuches lo que necesitas cuando el ruido de las copas se calme y la gente se retire.
El tabernero regresó a sus tareas, dejando claro que no le ayudaría directamente. Sin embargo, Kairo podía haber captado algo valioso en sus palabras. Al parecer, si esperaba con paciencia, sus "sospechosos" en la esquina podrían salir o hablar de algo relevante, siempre y cuando no se sintieran presionados.
Con esa advertencia en mente, Kairo volvió a deslizar su mirada sobre la taberna. Aunque el ambiente permanecía tenso, la paciencia siempre había sido una gran virtud, una cualidad de cazador que debía aprender a aprovechar en los lugares adecuados. ¿O acaso tenía prisa?. Si sus presas estaban en ese lugar, eventualmente harían un movimiento en falso. Y cuando eso sucediera, él debía estar listo. Cada minuto que pasaba le acercaba más a las respuestas que buscaba.