Silver D. Syxel
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30-10-2024, 01:59 AM
El Trago del Marinero, Loguetown
Verano del año 724
Verano del año 724
La taberna El Trago del Marinero vibraba con el incesante bullicio de los viajeros que, después de días en alta mar, buscaban en el puerto una bebida y un descanso. Las paredes de madera oscura estaban cubiertas de carteles gastados y antiguas manchas de ron, y una bruma de humo y polvo flotaba en el aire como si fuera parte del propio mobiliario. La luz era escasa; una serie de lámparas de aceite emitían destellos parpadeantes que proyectaban sombras caprichosas sobre los rostros de los presentes.
A lo largo de la barra, los hombres bebían y reían entre bocados de pescado salado y pan duro. Al fondo, en una esquina oscura, un par de músicos desafinados tocaban una melodía arrastrada que apenas podía escucharse sobre el ruido de las conversaciones. En el centro del local, las camareras se movían como sombras, esquivando a clientes ebrios mientras cargaban bandejas de cervezas espumosas.
En medio de aquel caos controlado, los ojos de Airok, también conocida como la Reina Rubí, observaban la escena con un desinterés calculado. Se encontraba cerca de la barra, jugueteando de forma natural con una de sus joyas. Esta brillaba a la tenue luz como si fuera un pequeño sol en aquel entorno oscuro y, aunque la pirata parecía ajena a las miradas, era difícil pasar desapercibida con aquella mezcla de elegancia y peligro… Aunque, dicho sea de paso, ¿quién la llamaba así? A saber de dónde venía el apodo.
Cerca, una figura felina y discreta permanecía en la penumbra, observando a su alrededor con una expresión calmada y enigmática. Bora, la Jujin de mirada dorada, se movía con una fluidez que parecía imitar la de los grandes depredadores. Sus ojos se detuvieron por un instante en las joyas de Airok, evaluándolas como quien mide el valor de un trofeo de caza. Parecía una simple visitante en la taberna, pero su postura, sus movimientos y la forma en la que sus dedos rozaban sutilmente el borde de su cinturón revelaban a alguien acostumbrado a obtener lo que desea sin levantar sospechas.
Ambas mujeres ignoraban el bullicio a su alrededor. El ruido de la taberna continuaba, pero para ellas, el mundo se reducía a ese juego de cazador y presa, aunque no estaba claro quién ocupaba cada rol. La noche en Loguetown apenas comenzaba, y para esas dos extrañas, parecía que el verdadero desafío apenas estaba por empezar.