Qazan
Qazan
30-10-2024, 02:28 AM
-¿¡Pero que diablos..!?-. Dije al ver aquella monstruosidad, en mi mente pasaron demasiadas cosas a la vez, demasiadas ideas, demasiados conceptos que analizar... Demasiadas ganas de vomitar. De hecho luego de apreciar unos segundos la truculenta escena no pude evitar tener que ir a la pared más cercana y vomitar de lo aprehensivo del momento. Me tomé unos segundos para analizar la situación pues... Tampoco soy yo quien para interferir en momentos de intimidad aunque igual esta relación interespecie si que era para ser bien juzgada. No se cual sería el motivo, pero Garril había decidido que era buenísima idea disfrazarse de Kilombo, lo cual por a saber que motivos le habían llevado ahora mismo a estar manteniendo relaciones con esa cosa viscosa. Por un momento me daba la sensación de que Garril estaba disfrutando del momento, sin embargo luego de escuchar al otro señor puesto que, parecía que llevaban un disfraz tandem algo extraño, me di cuenta de que Garril había fallecido.
Su cuerpo inerte estaba siendo montado por el Kilombo que no dejaba de restregarse y retorcerse encima del pobre cadáver del viejo Garril. -No se como habéis llegado a esto pero le debes explicaciones a su mujer-. Armándome de valor y tragándome aquella sensación de asco que me producía la escena, me acerqué rápidamente al otro viejo que compartía disfraz con Garril para, de un fuerte tirón a la cremallera del disfraz poder liberarle. -Vamos viejo, larguémonos de aquí antes de que esa cosa se de cuenta-. Le ayudé a ponerse de pie y luego me lo cargué en la espalda como en su día hacía con Shiro, nuestro cocinero. Si a mi ya me había dado asco lo que veía, este señor que a saber cuanto tiempo llevaba aquí atrapado no quiero ni imaginármelo, capaz ni le quedaban fuerzas para caminar y mucho menos para correr y escapar de la criatura.
Con el hombre a mi espalda eché a correr por el otro camino, por el que parecía más seco y sin tanta agua, en caso de que el Kilombo nos descubriese seguro que se movería más lento por tierra al ser una criatura marina y esa diferencia de movilidad podía ser la clave para escapar con el viejete de una pieza. Tan pronto como logré recorrer la caverna logramos salir al exterior, seguí avanzando sin mirar atrás pues no sabía a ciencia cierta si la criatura nos había seguido y tampoco pensaba parar a descubrirlo. Ya en la parte baja del acantilado, pude ver el camino que recorrían los chicos que saltaban a la piscina natural que había aquí, de seguro era el camino que estaban recorriendo los que me había encontrado con anterioridad... Jordi se llamaba el pobre que se había ahogado accidentalmente si no recordaba mal.
Iba avanzando por el camino y ahora ya si con la seguridad de que desde esa altura el Kilombo no podría atacarnos ni seguirnos, bajé el ritmo de la escapada. - A ver, ya puedes empezar a contarme todo lo sucedido, la mujer de Garril me ha enviado a buscarle pero como comprenderás, decirle que un Kilombo está ultrajando el cadáver destrozado de su marido no me parece lo más apropiado para decirle. Cuéntame la verdad y luego ya te inventas algo para la señora, no hace falta destrozarle lo que le quede de vida-. Le dije a modo de advertencia al viejo, la mujer de Garril me había caído muy bien y no quería que por la estupidez de su marido y su amigo ahora la señora viviese apenada y destrozada el resto de sus días.
Mientras me iba contando no dejaba de avanzar hacía la casa de la viuda, ahora ya sabiendo toda la historia, yo no era quién para contarle nada a la pobre mujer. Este señor que sería amigo de la familia se buscaría las mañas para contarle cualquier milonga a la viejecita y de esa manera evitaríamos su sufrimiento. Ya en casa de la señora, dejé al hombre que aún parecía arrastrar lo anteriormente vivido y me despedí de la señora. - Lo lamento mucho señora, solo he podido encontrar al amigo de su marido, él sabrá explicarle mejor que yo lo sucedido. Le deseo lo mejor-. Le dije despidiéndome de ella y poniendo ahora rumbo a la guarida de los Shirogami. En dos días partiríamos rumbo a DemonTooth y no podía perder mucho más tiempo con los habitantes de la isla Kilombo, al menos si no quería que me dejasen en tierra. Era hora de zarpar con los nuevos vientos y buscar nuevas aventuras en lugares aun inexplorados para mi.
Su cuerpo inerte estaba siendo montado por el Kilombo que no dejaba de restregarse y retorcerse encima del pobre cadáver del viejo Garril. -No se como habéis llegado a esto pero le debes explicaciones a su mujer-. Armándome de valor y tragándome aquella sensación de asco que me producía la escena, me acerqué rápidamente al otro viejo que compartía disfraz con Garril para, de un fuerte tirón a la cremallera del disfraz poder liberarle. -Vamos viejo, larguémonos de aquí antes de que esa cosa se de cuenta-. Le ayudé a ponerse de pie y luego me lo cargué en la espalda como en su día hacía con Shiro, nuestro cocinero. Si a mi ya me había dado asco lo que veía, este señor que a saber cuanto tiempo llevaba aquí atrapado no quiero ni imaginármelo, capaz ni le quedaban fuerzas para caminar y mucho menos para correr y escapar de la criatura.
Con el hombre a mi espalda eché a correr por el otro camino, por el que parecía más seco y sin tanta agua, en caso de que el Kilombo nos descubriese seguro que se movería más lento por tierra al ser una criatura marina y esa diferencia de movilidad podía ser la clave para escapar con el viejete de una pieza. Tan pronto como logré recorrer la caverna logramos salir al exterior, seguí avanzando sin mirar atrás pues no sabía a ciencia cierta si la criatura nos había seguido y tampoco pensaba parar a descubrirlo. Ya en la parte baja del acantilado, pude ver el camino que recorrían los chicos que saltaban a la piscina natural que había aquí, de seguro era el camino que estaban recorriendo los que me había encontrado con anterioridad... Jordi se llamaba el pobre que se había ahogado accidentalmente si no recordaba mal.
Iba avanzando por el camino y ahora ya si con la seguridad de que desde esa altura el Kilombo no podría atacarnos ni seguirnos, bajé el ritmo de la escapada. - A ver, ya puedes empezar a contarme todo lo sucedido, la mujer de Garril me ha enviado a buscarle pero como comprenderás, decirle que un Kilombo está ultrajando el cadáver destrozado de su marido no me parece lo más apropiado para decirle. Cuéntame la verdad y luego ya te inventas algo para la señora, no hace falta destrozarle lo que le quede de vida-. Le dije a modo de advertencia al viejo, la mujer de Garril me había caído muy bien y no quería que por la estupidez de su marido y su amigo ahora la señora viviese apenada y destrozada el resto de sus días.
Mientras me iba contando no dejaba de avanzar hacía la casa de la viuda, ahora ya sabiendo toda la historia, yo no era quién para contarle nada a la pobre mujer. Este señor que sería amigo de la familia se buscaría las mañas para contarle cualquier milonga a la viejecita y de esa manera evitaríamos su sufrimiento. Ya en casa de la señora, dejé al hombre que aún parecía arrastrar lo anteriormente vivido y me despedí de la señora. - Lo lamento mucho señora, solo he podido encontrar al amigo de su marido, él sabrá explicarle mejor que yo lo sucedido. Le deseo lo mejor-. Le dije despidiéndome de ella y poniendo ahora rumbo a la guarida de los Shirogami. En dos días partiríamos rumbo a DemonTooth y no podía perder mucho más tiempo con los habitantes de la isla Kilombo, al menos si no quería que me dejasen en tierra. Era hora de zarpar con los nuevos vientos y buscar nuevas aventuras en lugares aun inexplorados para mi.