Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
[Común] [C - Pasado] La primera regla del club... digo, ¿qué?
Atlas
Nowhere | Fénix
Efectivamente, compartía la misma impresión que Camille. La oni había reaccionado adecuadamente a mi intento de devolverla al objetivo de que estuviésemos allí a esas horas de la noche. Aun así, se aseguró de dejar claras dos cosas: que no tragaba a Frida —de lo que no podía culparla— y que, aunque fuese la excepción que confirmara la regla, por una vez parecía que tanta altanería podría tener una justificación detrás.

Bazzle no era un incompetente ni mucho menos. De hecho, se podría decir que se encontraba entre los más diestros de cuantos participaban en el Torneo del Calabozo. Aun así, la joven e irreverente mujer se aseguró de darle un buen merecido y sacarle del área de combate sin dificultad alguna. Lo hizo como quien tira la basura, enfundando las manos en los bolsillos a continuación y mirando a todos los presentes. Acto seguido, retornó a su posición junto a los suyos a paso lento. Caminaba decidida, consciente de que había generado en los demás la idea de que era una oponente temible. Sus compañeros la recibieron con la naturalidad de quien la ve hacer lo mismo decenas de veces al día. Leo alzó el puño en su dirección, recibiendo un choque de Frida como respuesta.

Más allá de las cajas, mientras Garnett anunciaba el próximo combate y nos miraba para señalarnos que ése y no otro era el motivo de que hubiese solicitado nuestra presencia allí, los compañeros de Bazzle le ayudaban a incorporarse. Necesitaron un par de minutos, ya que el golpe de la recién llegada le había arrebatado el aliento y tardó en volver a respirar con normalidad. Acto seguido, llevaron al luchador al lugar del que se había levantado anteriormente y lo sentaron para que pudiera descansar.

A continuación se sucedieron dos enfrentamientos entre personas que no tenían nada que ver con lo que realmente se estaba dirimiendo aquella noche. No lancé más de un par de miradas furtivas a los duelos, más por disimular que por interés real. Mi atención estaba en el grupo problemático. ¿Acaso no se daban cuenta de lo que podrían aportar si no fuesen tan... imbéciles? Por un momento me di cuenta de que no terminaba de ser capaz de encontrar una justificación a su actitud. Sin embargo, enseguida vino a mi mente la idiosincrasia de aquel lugar. Precisamente por eso estaban allí, al igual que yo en el pasado, porque su forma de actuar y ver el mundo no se amoldaba a las herramientas y procedimientos habituales.

—¡Jory contra... Atlas! —dijo entonces Garnett, sacándome de mi ensimismamiento y devolviéndome al almacén.

El skypeian teñido se irguió, comenzando a caminar hacia el centro de la improvisada arena. En algún momento se había introducido un caramelo en la boca y lo saboreaba sin descanso. Asimismo, llevaba ambas manos introducidas en el bolsillo único de la sudadera que vestía. Por debajo de la misma asomaba el uniforme oficial de la Marina. De cualquier modo, no había nada en su apariencia que destacase más que el vivo color rojo de sus alas.

Yo también me levanté, asiendo el palo de madera torpemente contrapesado que hacía las veces de naginata. Él, por su parte, extrajo finalmente las manos del bolsillo para mostrar unas... ¿baquetas? Sí, parecía que las baquetas de madera de un tambor serían sus armas en aquel duelo.

Garnett alzó ambas manos, haciéndolas descender de manera brusca un instante después al grito de 'comenzad'. Y Jory no esperó. Hubo un discreto movimiento de sus alas antes de que se arrojase a toda velocidad contra mí. Parecía un simple paso, pero lo cierto era que con él recorrió por completo la distancia que nos separaba. La baqueta izquierda intentó golpear mi hombro izquierdo, pero giré sobre mí mismo para evitar el golpe. La derecha, por otro lado, amenazó con percutir sobre mi pecho con furia. En esa ocasión fue mi intento de naginata la que se interpuso en su trayectoria. Si pensaban que conmigo iba a ser tan sencillo como con Bazzle, iban muy desencaminados.

Aquel choque duró no menos de veinte minutos. Jory se valía de sus alas para realizar amplios movimientos que no estarían al alcance de alguien común. Manejaba sus baquetas con gran habilidad, buscando siempre huecos en mi defensa que le permitiesen golpearme. Desde el primer momento había tenido claro que no le ganaría en velocidad, así que adopté una estrategia más estática que me permitía defenderme aceptablemente de sus acometidas y contraatacar aprovechando la inercia.

Aun así, no fueron pocas las veces que el tipo consiguió golpearme. Del mismo modo, mi naginata falsa también alcanzó a herirle en más de una ocasión. La diferencia era, tal vez, que mis aciertos iban dotados de mayor potencia que los suyos. Tanto era así que en uno de ellos incluso llegó a soltar el arma de su mano derecha.

—Ya no es todo tan gracioso, ¿verdad? —dije en tono socarrón, aunque con la respiración entrecortada.

Y es que así era. La divertida e irritante sonrisa despreocupada que había exhibido en todo momento había desaparecido. En su lugar, una mezcla de preocupación y frustración se habían apoderado de sus facciones. Se acababa de dar cuenta de que, tal vez, no fuesen capaces de estar toda la vida haciendo lo que les diese la gana cuando les diese la gana y como les diese la gana. Ése era el primer objetivo del planteamiento del sargento Garnett. El segundo era, una vez se hubiese derribado su castillo de naipes, ofrecerles un sitio al que pertenecer y del que formar parte. En definitiva, que se pudiesen sentir como uno más —o varios más en ese caso—.

Si algo caracterizaba a determinadas personas con una actitud concreta, como la de Jory, era que una vez estaban fuera de donde se sabían seguros su rendimiento caía en picado. Sus movimientos comenzaron a hacerse más precipitados. Empezó a atenerse a los mismos patrones de ataque una y otra vez, seguramente lo que habitualmente le diesen mejor resultado. El problema era que, cuando más los repetía, más fácil me resultaba repelerlos o evitarlos. Cuanto más evidente se hacía ese hecho, más se impacientaba el skypeian y más aún empeoraba su rendimiento.

El declive continuó hasta que, tras rechazar una de sus acometidas, mi naginata trazó una trayectoria oblicua y descendente que alcanzó de lleno la zona posterior del cuello de mi adversario. Al igual que había sucedido previamente con Bazzle, Jory salió despedido y, dando de bruces con el suelo en primer lugar, fue expulsado de la arena.

—Siguiente —dije sin dejar de mirar al rincón de Frida y los suyos. Ella fruncía los labios en una mueca de desagrado, mientras que Leo y el resto de sus secuaces —por llamarles de algún modo— habían optado por empezar a demostrar una actitud algo más comedida. No obstante, un gesto sorprendente fue que ella misma se levantó y ayudó a Jory a incorporarse y volver a su lugar. Sí, tal vez fuese una prepotente, arrogante y todos los calificativos que se quisieran emplear, pero parecía que se preocupaba por los suyos. Eso era un gran punto a favor, el cual sin duda había influido en que Garnett tuviese tanto interés en reconducirla.
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RE: [C - Pasado] La primera regla del club... digo, ¿qué? - por Atlas - 30-10-2024, 02:40 AM

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