Alistair
Mochuelo
30-10-2024, 03:05 AM
Desde que había regresado de Oykot con el resto de los revolucionarios en su embarcación, su día a día se encontraba poblado de sucesos espontaneos, y aventuras que conseguían mantener en constante alerta a incluso la personalidad más relajada que pudiera habitar los cuatro Blues. La liberación de un reino en opresión, el asalto de unos piratas al Baratie, y ahora... La isla cuya vegetación podía devorar a un hombre vivo, si es que los extraños y variopintos animales locales no lo hacían primero.
Una posible exageración tan grande como una casa, o eso esperaba. Indiferente a la veracidad de la información que las malas lenguas movían constantemente como un teléfono roto, el oído de Alistair no se privó de recibir cada leyenda o mito que pudiera rodear a Momobami en busca de algo que pudiese resultarle interesante, y si podía, algo que pudiese beneficiar al grupo o a él como individual. Nunca estaba de más dedicarse un regalo a uno mismo -el amor propio era tan importante como el ajeno-, pero siempre tomaría la opción que beneficiase a la mayor cantidad de personas posibles, con una razón aún mas significante si las personas en cuestión eran sus compañeros de armas con quienes había combatido codo a codo.
En esta improvisada cacería de rumores fue que se topó con un detalle capaz de robar toda su atención en un instante: Un rumor que hablaba de una planta mítica que tenía una aplicación increíblemente efectiva a cualquier medicina en la que se incluyera, una panacea a términos prácticos. Tan surrealista como pudiera sonar un espécimen tan idóneo como éste para la fabricación de una medicina, había muchos huecos en la historia que le hicieron repasarlos una y otra vez, teniendo dudas al respecto.
Pero nunca había sido una persona que se fuera por derroteros e imposibilidades. Como la persona que siempre sonreía, que siempre intentaba evocar la misma energía de un amanecer en sus palabras y en su actuar, decidió finalmente dar confianza ciega al rumor y perseguirlo hasta su final, fuese éste amargo o maravilloso. ¡Si todo iba mal y acabara en el peor escenario, lo mínimo que tendría sería una interesante historia para compartir a la noche con los demás! Estaba decidido a perseguir esta "panacea" de la que tanto se hablaba, o de al menos perseguir a la homónima que había generado tanto revuelo.
Esta idea le llevaría hasta la Bahía de los Olvidados, un lugar que consiguió despertar su precaución desde el primer momento. Después de todo, podía contar con los dedos de las manos la cantidad de personas que estarían dispuestas a vivir en un entorno tan hostil como una isla completamente invadida por la vegetación, y con una notable ausencia de civilización. Quien estuviese allí, imaginaba, tendría que tener una necesidad de peso mayor para cohabitar con bestias que cualquier bestiario incluiría solo en un "Capítulo prohibido". Aun así, admitía que era pronto para juzgar a nadie por mero contexto y apariencias, y se mantendría abierto al diálogo con tan solo uno o dos dedos sobre el mango de su katana. ¿Como, sí no, iba a llegar a donde quería? Era desconocedor del mundo, y esa amenazante isla del East Blue no era ninguna excepción. Acabaría perdido y sin posibilidad de encontrar su objetivo sin las instrucciones detalladas de un local.
Un vistazo alrededor expulso varias figuras en el lugar a la mirada del Lunarian, entre éstas las provenientes de una taberna cercana y otras tantas descargando cajas de una embarcación, expertos en su oficio. ¿Provisiones, podía ser? No era un detalle importante, tan solo el hecho de que se encontraban ocupados, y seguramente indispuestos a responder cualquier pregunta de buena gana. Podía acabar no solo en nada, sino en peor que nada si uno de ellos decidía hacer una maldad indicándole como atravesar la jungla.
Su mejor opción, entonces, pasó a ser la taberna. O eso pensó, hasta que un hombre llamó su atención con un movimiento de su cabeza, pidiéndole acercarse. ¿Qué querría el hombre? Quedarse en el sitio no le daría respuesta a ello. Se aproximó hasta la figura de media sonrisa, y escuchó las palabras que dirigió hacia el revolucionario.
— ¡Eso he escuchado! No parece la clase de lugar que reciba a nadie con brazos abiertos y una sonrisa. — Su respuesta estaba desprovista de preocupación, a pesar de que las palabras del hombre servían efectivamente como una advertencia. Lo prefería así: Si tiraba la toalla antes de siquiera intentarlo, estaría sucumbiendo a la isla mucho antes de dar el primer paso. — Vengo en busca de una hierba medicinal que han denominado como una panacea, ¿conoces algún dato al respecto? Cualquier cosa podría serme de utilidad y te lo agradecería inmensamente. — Tajante y directo, no iba a tener pelos en la lengua sobre el tema. Si el hombre tenía buenas o malas intenciones con el emplumado, poco cambiaba que el mejor acercamiento sería la honestidad. Bueno... Puede que hubiese venido bien contenerse un poco.
Por ahora, jugaba con todas sus cartas a la vista, esperando que este voto de confianza pudiese disuadir al hombre de compartir la información que necesitaba, e incluso estaría dispuesto a recompensarlo con lo que pudiera si probaba ser un hombre especialmente duro de convencer. O lo suficientemente avaro; incluso si los Berrys no guardaban demasiado valor para Alistair, el caso podía ser diferente con otros.